1/18/2010


Chulas fronteras

Jorge Durand


Se suele hablar de la frontera norte como si fuera una entidad regional con características comunes. De hecho, más allá de que ese sector de la geografía nacional tiene colindancia con otro país, la frontera se caracteriza por sus profundas diferencias, disparidades, discontinuidades y diversas formas de articularse con el vecino. Una característica fundamental es la articulación radial de la frontera con el centro y la desarticulación de la franja fronteriza. Las vías de comunicación han mejorado últimamente, pero dejan mucho que desear, y los fronterizos recomiendan, para ir de Tijuana a Ciudad Juárez, tomar las autopistas del otro lado. Tampoco existen conexiones por vía aérea entre las diversas ciudades fronterizas.

Según el sociólogo Víctor Zúñiga, en una ponencia presentada en la pasada Feria Internacional de Libro de Guadalajara, la frontera Tijuana-San Diego se ha convertido en el prototipo de la frontera norte, cuando en realidad se trata de un caso por demás atípico. De hecho, algo similar sucedió durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, cuando El Paso del Norte, luego Ciudad Juárez, fue considerado el prototipo de la frontera.

Hace ya cuatro décadas que Claude Bataillon planteó, por primera vez, la existencia de los nortes, distinguiendo entre la región noroeste y la noreste. En la actualidad el panorama es mucho más complejo, ya que las franjas fronterizas, como diría Ángel Bassols, son las regiones más dinámicas y cambiantes de México. Al respecto, Zúñiga distingue cuatro regiones fronterizas: el corredor Tijuana-San Diego-Los Ángeles; la frontera agrícola que comprende Mexicali, Calexico, San Luis Río Colorado y Yuma; la frontera desértica de Sonora y Altar, y la frontera del río Bravo, que va de Ciudad Juárez a Matamoros.

La frontera Tijuana-San Diego es una región de contrastes que saltan a la vista. El condado vecino es de los más ricos de Estados Unidos y Tijuana no canta mal las rancheras a escala nacional, pero no resiste la comparación internacional. Por otra parte, San Diego es profundamente anglo, a diferencia de otras regiones fronterizas, lo que acentúa la distancia social y cultural. Ambas ciudades son jóvenes y pobladas, con gran dinamismo y con un intercambio diario de flujos poblacionales y vehiculares de dimensiones colosales. Es una frontera transitada en ambos sentidos, complementaria, funcional para ambas partes. Hay farmacias en Tijuana que tienen más de setenta metros de frente y están diseñadas para los visitantes foráneos que llegan en masa y en automóvil. Las restricciones para comprar medicinas en Estados Unidos contrastan con las facilidades que existen en México para adquirirlas. Dígase lo mismo para el alcohol, las apuestas, las drogas y ciertas diversiones. Puritanismo y liberalismo se dividen y complementan en los espacios transfronterizos.

En cambio, en la frontera agrícola de Mexicali las similitudes saltan a la vista; los agricultores de uno y otro lado son muy parecidos y los jornaleros son los mismos. Ambos lados están altamente tecnificados y dependen de la misma fuente de aprovisionamiento de agua. Las ciudades gemelas de Mexicali y Calexico hacen honor a sus nombres contrapuestos y a su dinámica particular, totalmente diferente a la de Tijuana-San Diego.

La frontera árida, de los desiertos de Sonora y Altar, es un arenal despoblado, salvo algunos oasis urbano-fronterizos, que sobreviven del comercio y el contrabando: Sonoita, Sásabe, Nogales, Naco, Agua Prieta y Palomas. Como quiera, esta región ha cobrado vida en dos sentidos: desde hace un par de décadas estos pueblos fronterizos han recibido decenas de miles de migrantes en tránsito que intentan pasar la frontera por el desierto, dado que la puerta de entrada de Tijuana-San Diego prácticamente quedó clausurada desde 1993; por otra parte, el tráfico de indocumentados por esta árida y desolada región cobra diariamente su cuota en vidas.

La frontera con Texas abarca más de la mitad de la franja fronteriza y, a diferencia de las otras, se caracteriza por un racimo de ciudades fronterizas y por su cercanía con centros urbanos importantes, como Chihuahua, Torreón, Monterrey y el centro de México. La cercanía marca otra importante diferencia: mientras Tijuana queda a 2 mil 848 kilómetros de la ciudad de México, Ciudad Juárez queda a mil 830 y Nuevo Laredo a mil 155. A diferencia de San Diego, la frontera texana es de las más pobres de Estados Unidos. Consecuentemente la población es mayoritariamente de origen mexicano. De ahí que no llame la atención que en un pequeño poblado fronterizo como El Cenizo, Texas, las autoridades locales hayan decretado como idioma oficial el español. La relación entre Texas y México es compleja, se podría decir que de amor-odio, dado el historial racista de un sector importante de la sociedad texana.

Sin embargo, Texas y el noreste de México se saben y reconocen como mutuamente dependientes. Los comerciantes de San Antonio afirman que las ventas de Semana Santa son más importantes que las de Navidad. Los parques de diversiones como Six Flags, Sea World, Lone Star fueron diseñados tomando en cuenta las decenas de miles de visitantes mexicanos. Hace unos años, el gobierno de Texas, decretó que los estudiantes mexicanos –extranjeros– que asistieran a las universidades públicas pagaran una colegiatura igual que los nativos, para así fomentar y facilitar las relaciones entre México y Estados Unidos.

México y los mexicanos tienen con Texas una relación mucho más profunda que la lejana y distante California. San Antonio fue la capital migratoria de los mexicanos a lo largo de la primera mitad del siglo XX y sólo en 1960 Los Ángeles pudo quitarle ese lugar. Houston es una ciudad cada vez más latina. Medio en broma, medio en serio, Víctor Zúñiga afirmaba que si México rompiera relaciones con Estados Unidos, no necesariamente rompería relaciones con la república de Texas. Al fin y al cabo era Tejas.

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