Marta Lamas
MÉXICO, D.F., 28 de abril.- Hace tres años se despenalizó el aborto voluntario en la Ciudad de México. ¿Cuál es el balance de las más de 39 mil interrupciones legales del embarazo (ILE) realizadas? Sin duda, ha sido duro enfrentar las tensiones derivadas de dar un nuevo servicio, cargado de conflictos ideológicos. En especial, las presiones de los fundamentalistas católicos hicieron que al principio, en algunos nosocomios, la atención se diera con ciertas reservas. En los hospitales del Gobierno del Distrito Federal hubo resistencias por parte de algunos médicos y enfermeras, tanto por la carga extra de trabajo como por el procedimiento en sí mismo y el respeto a la objeción de conciencia (reglamentada desde 2004) que se ha cumplido cabalmente. Sin embargo, los grupos autonombrados “pro-vida” aún se ponen afuera de los hospitales del gobierno capitalino e incluso algunos llevan una pequeña planta de luz para proyectar el video titulado El grito silencioso. Tampoco han cesado las agresiones verbales al personal, los daños a los vehículos de los médicos, la rezada del rosario con altavoces y las amenazas.
La Secretaría de Salud del Gobierno del Distrito Federal ha guardado la calma y además ha tomado dos importantes decisiones. Por un lado, decidió concentrar la atención de las ILE en un centro de salud, lo cual permitió hacer más eficiente la recepción, programación y atención de las mujeres que solicitaban el servicio. Por otra parte, se probó, con muy buenos resultados, un modelo de intervención con medicamentos. Las ventajas de éste consisten en reducir el riesgo por el plazo más temprano, así como en disminuir los costos hospitalarios y relevar al personal de salud de realizar físicamente el procedimiento. Además, como la mayoría de las mujeres está llegando muy temprano a solicitar la ILE, con ocho o nueve semanas, muy por abajo del límite de 12 semanas, el porcentaje de quienes toman las pastillas ha ido en aumento.
Vale la pena conocer las cifras, pues son elocuentes. De acuerdo con el registro del domingo 18, en estos tres años se han realizado un total de 39 mil 25 interrupciones legales del embarazo. Es interesante ver que las solicitudes de información ascienden a 65 mil 14, lo cual podría interpretarse como que muchas mujeres preguntan sólo “por si se les llegara a ofrecer” o que se desisten en el camino.
El porcentaje total de ILE inducidas con pastillas representa casi 60% del total; es decir, 22 mil 282. Ahora bien, en el centro de salud que concentra la atención exclusiva de ILE, la cifra sube a 70%. Otro elemento alentador es que, al informar a las mujeres sobre el procedimiento y confiar en que ellas lleven a cabo correctamente la ingesta del medicamento en sus casas, se está reconociendo su condición de sujetos responsables. Esto esboza un cambio cultural nada desdeñable en la tradicional relación médico-paciente.
Otros datos interesantes son los relativos al lugar de residencia. El 70% de las mujeres que solicitan el servicio de ILE viven en el Distrito Federal; un 26% proviene del Estado de México y el resto llega de todos los estados de la República. Estos son, tal vez, los casos más conmovedores. Hay mujeres que llegan después de 18 o 20 horas de viaje en camión, muchas veces trayendo a sus dos o tres criaturas; otras veces vienen acompañando a una adolescente embarazada a consecuencia de una violación. Por cierto, de los 39 mil 25 casos, 2 mil 181 corresponde a menores de edad, quienes para recibir atención deben acudir en compañía de sus padres o tutores. En ocasiones, muchachas de 15 y 16 años llegan acompañadas de sus parejas, maridos o concubinos. La política del gobierno capitalino ha sido la de no negarle el servicio a ninguna mujer, aunque llegan muchas derechohabientes del Seguro Social, que deberían exigirlo en las clínicas de esa institución.
Todas deben pasar por el servicio de consultoría y algunas, muy pocas, se echan para atrás, pues reconocen que, en el fondo de su corazón, desean ese embarazo. A las que mantienen su decisión de abortar se les dan las pastillas o se les practica el procedimiento; ello depende del tiempo de gestación. Posteriormente regresan a revisión, y es frecuente verlas sonreír, contentas de haberse librado de lo que vivían como un problema o una tragedia.
Este proceso ha sido muy exitoso porque las autoridades de Salud han asumido la labor de manera profesional y han extremado las precauciones. Evidentemente no todos los hospitales del gobierno del DF han realizado el mismo número de ILE, ni todo el personal ha mostrado la misma disposición y valentía. Se han recibido denuncias de algunos casos de burocratismo e incluso de trato despótico.
El personal de salud no está exento de las características humanas que se encuentran en todas las profesiones: impaciencia, indiferencia, hartazgo, mezquindad. Pero, hay que reconocerlo, las experiencias positivas sobrepasan con mucho a las negativas. Hay médicos, enfermeras y trabajadoras sociales que apoyan a las mujeres más allá del protocolo establecido. Incluso han puesto de su bolsillo para pagarles una comida, su pasaje de regreso o la estancia en un hotel. La manera generosa y profesional con que trabaja la Secretaría de Salud del gobierno capitalino, además de suscitar un agradecimiento profundo hacia la mayoría de su personal, es un ejemplo para las instancias de salud federales ubicadas en la Ciudad de México que todavía se resisten a cumplir la ley del Distrito Federal.
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