5/02/2010

Fiestas porfiristas del calderonismo

Álvaro Cepeda Neri
2 Mayo 2010

Nada le sería tan benéfico a Calderón y su mal gobierno federal como que ocurriera un terremoto, con tsunamis por el Golfo y el Pacífico, para que el caos y la desesperación social, en lugar de la crisis general, le permitieran rescatar las riendas que a duras penas tenía después de su deslegitimada toma de posesión. Nada, pues, como una tremenda desgracia, para que Calderón pudiera ponerse al frente del timón. Pero nada de eso ha sucedido. Y en tanto, arrecian las críticas a su desempeño. No sabe, se dice; no ha podido, se asegura. Esto mientras los síntomas de motín a bordo de la nave estatal aumentan por todo el país, del que se han adueñado los delincuentes para sembrar y cosechar el terror de los homicidios, la inseguridad y ruptura de la paz social.

A la par de que unos cuantos empresarios (¡Salve Slim, los que se mueren de hambre, carecen de empleo, te saludan como el hombre más rico del mundo!), son quienes concentran la riqueza generada por la nación, al precio de que campesinos, trabajadores, indígenas… en suma 90 millones de mexicanos, sufren el alza de precios públicos y privados, despidos, enfermedades, abusos del clero, violaciones a los derechos humanos y la incontenible corrupción de los funcionarios en los municipios, las entidades y en la administración federal centralizada y descentralizada.

La ineficacia calderonista, traducida a la jerga clintoniana-bushiana rescatada por Obama con la designación de su embajador Carlos Pascual –experto en Estados fallidos–, es una fila de fichas de dominó que espera el último empujón para que esa serie de actos fallidos se desplomen y causen una crisis que ya no se pueda resolver con decisiones militares-policiacas. Y es que los narcotraficantes (con armas traídas del mercado estadunidense) ya se envalentonaron y están decididos al todo por el todo, así tengan que aumentar los baños de sangre para defender sus intereses ilegales. Los narcos mexicanos manejan más del doble de la fortuna de Slim y los demás ricachones. Van con todo, aún con la captura y muerte de algunos de sus cabecillas, siendo “una minoría ridícula”, como los calificó Calderón, por el control del Estado y el gobierno fallido panista. Es esto o que el detonador contra las delincuencias, organizadas y desorganizadas, y el calderonismo fallido tengan como finalidad provocar, antes o después del espectáculo de luces y cohetones para que la elite política y económica festeje los inicios de la Independencia y la Revolución, el estallido de revueltas y manifestaciones al borde de un levantamiento nacional.

Las celebraciones calderonistas, en el contexto sumariamente expuesto, llevan el sello del porfirismo y, sin lugar a dudas, con mayores agravios al pueblo, lo que hace vislumbrar el rompimiento de la frágil paz social, ya rota en Chihuahua, Durango, Nuevo León, Estado de México, Tamaulipas, Sonora, Sinaloa, Guerrero, Veracruz y Distrito Federal, cuya punta de lanza es Ciudad Juárez. Se expande el doble golpismo a la democracia y el republicanismo, conquistado y renovado desde 1810 y 1910, por parte de los narcotraficantes y el militarismo sin la legalidad del artículo 29 constitucional, lo que ha hecho parecer al calderonismo como la nueva versión del victorianohuertismo.

Septiembre y noviembre, meses de la culminación de las fiestas porfiristas-calderonistas, están a la vista y en el ínterin, sobre la marcha o después, si el gobierno y la administración fallidas de Calderón no lograron remontar sus fracasos, la nación tendrá que tomar la palabra y las acciones.

El final del porfirismo mostraba hechos irrebatibles de resistencia política, desmoronamiento de los últimos residuos del caciquismo-hacendario y caciquismo político; una miseria y crueldad sociales desesperante; inversiones extranjeras depredadoras y empresarios nativos despiadadamente explotadores en la minería, el tendido de las vías ferrocarrileras y la esclavitud de la naciente mano obrera. Y por arriba de ellos, los ricos. Otra vez tenemos parecidos cuadros, y tal vez peores. El desempleo es la característica de la crisis económica: incontenible subida de precios; ganancias abusivas de los bancos; campesinos en condiciones de hambruna mayor que cuando Zapata y Villa, y la inseguridad con barbarie de toda clase de homicidios.

En radio y televisión oficiales, programas festivos y disertaciones recordando no la historia de las revoluciones del bicentenario y el centenario, sino el pasado y, sobre todo, sin anclaje en el presente; pero eso sí con “proyecciones” al futuro, como si la actualidad no existiera.

En los medios de comunicación privados, anuncios oficiales sobre 1810 y 1910, sin alusiones al por qué de ellas, que sería como “mencionar la soga en casa del ahorcado”. Si estalla la violencia y hay más derramamiento de sangre (contra el postulado racional y republicanamente democrático de que en una sociedad abierta la vía pacífica es lo mejor, como lo analiza Karl R Popper en sus textos de política y economía), se deberá a que el calderonismo ha optado por la violencia, el terrorismo fiscal, el descarado aumento de los impuestos (para obtener dinero que no sabemos a dónde va a parar, y cuando nos enteramos es que engrasa la corrupción y los altos salarios de la elite burocrática del Partido Acción Nacional en Los Pinos) y demás hechos porfiristas que exacerbaron las fallidas alternancias panistas.

La pregunta es si las fiestas porfiristas del calderonismo tendrán como desenlace lo que se inició la madrugada del 15 de septiembre de 1810 y lo que empezó el 20 de noviembre de 1910. Tal vez impera el clásico cinismo de quienes sostienen que “aquí no pasa nada”. Quizá. Aunque las condiciones sociales, políticas y económicas apuntan en otra dirección y es la de que tenemos síntomas y hechos de que “estamos sentados sobre un volcán”. Y no hay en Los Pinos o entre los panistas un político capaz de tomar decisiones, no obstante que ya son tardías, para tratar al menos de resolver problemas. Éstos, en cambio, se multiplican y amontonan a las puertas ineficaces del virrey Francisco Javier Venegas Calderón Hinojosa y de Porfirio Díaz Calderón Hinojosa.

Ya se ponen las luces eléctricas. Se remodela el Palacio de Bellas Artes. Alude Calderón, cada vez que se acuerda, de las fiestas del bicentenario y del centenario. Se difunden los anuncios. En el canal 34 del gobierno del Estado de México, todas las tardes se transmite una perorata sobre tales fiestas.

Calderón hace fe de patriotismo; sin embargo, sus proyectos iturbidistas y porfiristas, para recordar aquellas revoluciones, presagian, si tales hechos se producen “como si dijéramos dos veces”, que en medio de la farsa calderonista se reputen otra vez como tragedia. Y es que lo que tenemos “ante nosotros no es la alborada del estío, sino una noche polar de una dureza y una oscuridad heladas, cualesquiera que sean los grupos que ahora triunfen”.

cepedaneri@prodigy.net.mx

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