7/11/2010

Elecciones México



Las elecciones

Arnaldo Córdova

Atoro pasado parece que todo mundo sabía ya cómo iban a resultar las pasadas elecciones del 4 de julio. Yo debo confesar que me sorprendió que las coaliciones del PAN ganaran en Oaxaca, Puebla y Sinaloa. Esa fue obra genuina de los electores de esas entidades. José Carreño dijo en su programa que estaba maravillado por ese electorado moderno de verdad que hoy tenemos y que es capaz de decidir el destino de unas elecciones. No fue, desde luego, obra de los partidos y no tienen siquiera para qué adornarse con ello. Aparte los electores, hay que decir que fueron los candidatos, Gabino Cué en Oaxaca, Rafael Moreno Valle en Puebla y Mario López Valdez en Sinaloa quienes derrotaron al PRI políticamente.

De los estados en que había elecciones, todos eran gobernados por priístas, menos Tlaxcala, Aguascalientes y Zacatecas. Beatriz Paredes cacareó, pavoneándose, sus triunfos anticipados en Oaxaca, Puebla y Culiacán. Ganó los tres gobernados por sus oponentes, pero perdió esos importantísimos estados. Iba por naranjas y salió con tejocotes. Y, luego de las elecciones, siguió cacareando el poder arrollador del PRI, la mayor fuerza política del país, dijo. ¡Pobre señora de los huipiles!, esos tres chichones que lleva debajo de la trenza le van a durar un rato y tal vez sirvan para bajarle los humos triunfalistas.

Sí, hay que celebrar que los pueblos en México, cuando no son agachones y conservan su dignidad, son capaces de decidir el rumbo de las elecciones. Eso da esperanzas para el año 2012 y los priístas deberían tomarlo muy en cuenta. Creo que lo que más agruras debe haberle causado a Peña Nieto no fue que sus amigos de Puebla y Oaxaca perdieran tan claramente, sino el espantajo que Jesús Ortega y César Nava le restregaron en las narices de que podían ir juntos de nuevo en las elecciones del estado de México el año próximo. Hablando en plata, los priístas fueron los grandes perdedores de estas elecciones. Que ganaran los estados que ya gobernaban no es ninguna gracia. Fue mucho más lo que perdieron. Además, todavía está por verse lo que se resolverá en los tribunales.

¡Oh, sí! ¿No que las alianzas no funcionaban? Panistas y chuchos andan de verdad exultantes y Manuel Camacho debe vivir sus momentos de gloria (¡Ya era hora! ¿O no?). Pero se da el hecho de que, la verdad sea dicha, ninguno de ellos ganó un carajo. Ninguno de sus candidatos era panista ni, mucho menos, chucho. En Oaxaca triunfó un antiguo seguidor de Diódoro Carrasco que, además, es cercano a López Obrador y tuvo la galanura de reconocer su aporte a la campaña. Los otros son priístas reciclados, uno, el de Sinaloa, parte de un bando priísta que se oponía al gobernador saliente; el otro, un elbista declarado y confeso. Ya veremos si saben guardar alguna fidelidad a sus compromisos aliancistas.

El pequeño estado de Tlaxcala quiso dejar de ser priísta y se volvió momentáneamente perredista y luego panista. Ahora vuelve a ser priísta. Aguascalientes era panista, pero su gobernador panista se conjuró con los priístas locales para entregarles el poder. Ahora el CEN del PAN de seguro lo va a expulsar. Zacatecas se cuece aparte. En una alianza, fundacional en cierto sentido, entre el ex priísta Ricardo Monreal y la perredista Amalia García, se le arrebató al PRI esa entidad. Parecía para siempre. No fue así. Monreal y García comenzaron a jugar un idiota juego de poder que lo echó todo a perder. Monreal, a un cierto punto, dejó el camino libre a Amalia García. Ésta no le respondió con la misma lealtad.

A pesar de que me une con Amalia una vieja relación de afecto, nunca he podido entender lo que trae en la cabeza. Autoritaria y soberbia hasta el exceso, nunca ha podido confiar en nadie y hasta a sus propios camaradas los acorraló hasta que se fueron con el enemigo con muy poca dignidad. A su hija, la senadora Claudia Corichi, le dejó el manejo de lo que quedaba del PRD y acabó avasallándolo con sus caprichos y ocurrencias. Ella sólo ha tenido éxito ayudada por las circunstancias y por la suerte. Su derrota estaba anunciada irremediablemente. Y Monreal, por su parte, nunca tuvo el empaque para mantener su antiguo consenso entre los zacatecanos. Su figura fue disminuyendo y la medida de su poder real lo muestra la exigua votación que logró su hermano candidato.

Las coaliciones, lo dije aquí alguna vez, son una tarea indispensable para todos los partidos en la política moderna. Para triunfar hay que aliarse con alguien para tener mayor fuerza en el electorado. También para ampliar la fuerza de los gobiernos. Las alianzas de los chuchos asesorados por Camacho fueron un sinsentido. Uno no se puede aliar con sus enemigos más encarnizados. La izquierda con la derecha. Se menciona el ejemplo de Chile en las postrimerías de la dictadura. No vale. En Chile todos luchaban por la sobrevivencia y se sigue haciendo. Aquí no tenemos un Pinochet contra el que puedan ir unidas izquierdas y derechas. Entre nosotros la derecha y la izquierda militan en campos antagónicos. Hacer alianzas sólo para sacar al PRI (o a los caciques, como se dice) del poder de los estados no es razón suficiente para renunciar a la propia identidad.

Chuchos y panistas son lo mismo (así como sigue siendo cierto que, a niveles más altos, panistas y priístas son lo mismo). La izquierda no se merece ese liderazgo abominable que ha desvirtuado por completo los principios y la noción de izquierda que el PRD encarnaba hasta que esos logreros tomaron su dirección nacional. Ellos no sacaron nada de lo que puedan enorgullecerse. Sólo se ensuciaron todavía más de lo que ya andaban. Es verdad que los priístas salieron con el miedo en los huesos. Pero, nosotros, ¿qué sacamos con eso? Gabino Cué puede ser un gobernador excelente. De los otros dos no hay quien dé una pita. En todo caso, hay que ver cómo va a evolucionar el PRD, representado hoy en todo y por todo por los chuchos.

Creo que los perredistas deberían seguir en el ejemplo a los pueblos de Oaxaca, Puebla y Sinaloa y, así como éstos lograron echar a los corruptos del poder, los perredistas sean lo suficientemente conscientes para arreglar cuentas con los oportunistas que se han apoderado de los órganos de dirección de ese partido. Que cada uno de ellos haga las cuentas claras: ¿qué sacaron de las recientes elecciones como organización política?, ¿a quién creen que esas alianzas beneficiaron de verdad? A los candidatos triunfadores, ni duda cabe; también a los propios ciudadanos que, con su voto, se liberaron de gobernantes sanguinarios y corruptos hasta la ignominia. ¿Al PRD, cómo o en qué?

De seguir en su política aliancista, el PRD está ya convirtiéndose en cola de ratón del PAN. Viene el estado de México. El PRD no tiene en ese estado ni un solo prospecto que pueda competir con los priístas. Tampoco el PAN. ¿Van a recurrir a un ex priísta descontento para tener una candidatura competitiva? Por lo visto, nuestros aliancistas de derecha (a la izquierda y a la derecha) no tienen otra perspectiva. Una vez más dependeremos de los ciudadanos.

Alianzas, ¿hasta dónde?

Néstor de Buen

Me declaro sorprendido por el resultado de las elecciones. Evidentemente, el PRI iba a ganar, pero no dejó de ser curiosa y, en mi concepto, alarmante la alianza tripartita de institutos notablemente contrarios, para impedir el triunfo total del Partido Revolucionario Institucional.

Como estrategia electoral ha demostrado ser eficaz. Pero uno se pregunta, como tantos nos preguntamos, qué es lo que va a ocurrir a partir de que tomen posesión los nuevos funcionarios.

Curiosamente, además, el antecedente priísta de alguno de los candidatos de los tríos es un dato que llama la atención.

Son muy diversas las preguntas que cabe hacer sobre lo que podrá ocurrir a partir del ejercicio de sus funciones. Habrá, por supuesto, la integración de unos gobiernos estatales necesariamente mixtos, pero me temo que la determinación de una política común no va a ser nada fácil salvo que, de antemano, se hayan producido pactos íntimos que justificaron las alianzas. Los cuales, cuando se pongan de manifiesto, van a generar no pocos conflictos al interior de cada partido.

No puede uno dejar de considerar la posición que habrán de adoptar los nuevos gobernadores. Porque para ser congruentes con las alianzas, da la impresión que, en particular, los titulares de los poderes ejecutivos van a tener, encima de ellos, una especie de consejo de administración de integración plural que habrá de discutir y acordar, en su caso, los pasos a seguir.

La imagen del gobernador, dueño y señor del estado que le corresponda, hoy necesariamente tendrá que acompañarse de la información, previa y precisa, de los acuerdos que justifiquen cada una de sus acciones. Con ello cada poder ejecutivo tendrá que reconocer que ganando las elecciones ha perdido el poder. El problema deberá empezar con la integración de cada gabinete. Nada me gustaría más que ser un testigo invisible de las reuniones previas a la toma de posesión en la que, a partir de opiniones políticas supuestamente diferentes, tendrán que adoptarse los acuerdos económicos y sociales que justificarían, en su caso, las promesas de campaña.

Por cierto, es previsible que el supuesto consejo de administración no llegue a acuerdos, en cuyo caso el titular del poder ejecutivo tendrá que asumir la responsabilidad de la decisión final y en ese momento, si esa decisión resulta contraria a la opinión de los otros partidos o de alguno de ellos, se podrá armar un desbarajuste monumental.

Pienso en cuatro temas fundamentales que difícilmente se podrán separar: la economía, la política, las decisiones sociales y, de manera especial, las relaciones con el titular del Poder Ejecutivo federal. Por otra parte, la población que votó por esa integración plural en cualquier momento se considerará autorizada para reclamar violentamente si la decisión del señor gobernador es contraria a sus puntos de vista. Y nadie puede suponer que entre panistas, perredistas y convergencionistas ¡vaya nombrecito!, supuestamente contrarios en sus planes de trabajo, se puedan alcanzar acuerdos que sean contrarios a su política. El tema lo veo más complicado cuando se trate de acordar entre PAN y PRD.

Hoy las decisiones políticas alcanzan todos los temas. Pensemos en la actitud de los gobernadores frente a los problemas del sindicato minero y del SME. Yo dudo mucho que los gobernadores puedan ser, como lo han sido en este sexenio, propicios a las intenciones y los actos del gobierno en contra de los trabajadores mineros y electricistas. Y desde luego veo casi imposible que un gobierno integrado por gente del PRD vaya a ponerse de acuerdo con el secretario del Trabajo, como ha ocurrido hasta ahora, por ejemplo, en Cananea.

De la misma manera, me parece que será muy difícil que el gobierno federal pueda tratar de imponer una determinada política en un estado en el que su partido represente sólo la tercera parte del poder.

Desde luego que con estas alianzas los partidos se la están jugando con sus propios afiliados. Si las cosas se llevaran como se deben llevar, imagino las broncas que tendrán que armarse en las asambleas de cada partido.

Claro que la alternativa, profundamente antipática, será la de una dictadura convencional, seguramente pactada ya en lo esencial, en la que el diseño habrá de implicar el sacrificio de los intereses sociales y económicos de los partidos. Pero, ¿hasta qué punto será eso posible?

De lo que no cabe duda es que el próximo trienio va a ser muy divertido. Los partidos aliados no la van a pasar tan bien


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