7/11/2010

Las columna de Sefchivich...


Sara Sefchovich
El desastre, otra vez

Muchas más veces de las que quisiera, he escrito en este espacio de EL UNIVERSAL sobre los desastres que con demasiada frecuencia le ocurren a nuestro país. Y no me refiero a que en sentido estricto esta columna lleva más de década y media documentando semanalmente el desastre que significa eso que tenemos como políticos, funcionarios, autoridades, burócratas y legisladores, ni tampoco a la tragedia del crimen, organizado y sin organizar, que día con día convierte nuestra vida en un infierno, sino a los desastres creados por una forma de ser negligente y corrupta —desde las explosiones de gas en San Juanico hasta el incendio en la guardería ABC— y a los desastres provocados por la naturaleza.

En 1997, en 1998, en 2005, en 2006, en 2007 hablé de inundaciones, sequías, ciclones y huracanes y hoy, en julio del 2010, otra vez.

Aún están vivas en la memoria las imágenes del mar comiéndose a Quintana Roo y las de familias esperando en las azoteas de sus casas inundadas a que los vinieran a rescatar en Tabasco, cuando ya llegan las de la principal avenida de Monterrey cayéndose en pedazos, las de las calles tapizadas de piedras, las de la furia del agua arrasando todo a su paso y las de la “tranquilidad” del agua cubriendo enormes extensiones de Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas.
Pobre México, a veces parece como si todo conspirara contra nosotros.

Y lo peor es que, según los estudiosos de desastres, esto se va a poner peor. Michael Oppenheimer, un físico que estudia el calentamiento global, asegura que veremos un incremento en el número, frecuencia, magnitud e intensidad de estos eventos y que sus efectos serán cada vez más devastadores.

Pero el problema no es solamente el calentamiento, pues existe también la parte no-natural que tienen los desastres causados por la naturaleza. Porque, como afirma Roland Kassimir, no todas las fuerzas de la naturaleza terminan por convertirse en desastres. Por eso John C. Mutter escribe: “Los desastres no son eventos, son procesos”, es decir, hay condiciones sociales que llevan a ellos, hay intervención humana en esto que se supone es puramente naturaleza. Dicha intervención humana son las elecciones y decisiones que se toman y que influyen en la profundidad y el impacto tan diferente de los fenómenos naturales.

Sucede entonces que causa y consecuencia se revuelven y, como se pregunta alguno de ellos: ¿son las condiciones las que crean la enorme vulnerabilidad o es la vulnerabilidad la que termina por perpetuar esas condiciones?

Lo que es un hecho es que las decisiones pueden mitigar o exacerbar la vulnerabilidad. Oppenheimer incluso afirma que “el tipo de respuesta que se tiene incrementa la vulnerabilidad futura”, porque atender un problema aquí implica crear un problema allá, en este mundo nuestro donde el aleteo de una mariposa puede crear un tsunami.

Ante esta perspectiva tan negra, ¿qué es lo que podemos hacer?

Elliot Aronson, eminente estudioso de la conducta humana, dice que lo que necesitamos es tener miedo, es lo único que ayuda a que las personas actúen.

Esto parece muy lógico, pero el camino no es tan derecho. Y es que en el primer momento, cuando hay miedo, “las personas se enojan, principalmente con aquellos cuya misión es protegerlos y cuidarlos”. Esto sin duda no es lo que quieren los políticos —todavía recuerdo al presidente Zedillo amenazando a un damnificado después de “Gilberto”—, pero así es.

Pero en un segundo momento el miedo puede ser el motor para actuar, para no voltear al otro lado ni mirar como si no nos correspondiera, para no caer en la apatía porque al fin que de todos modos tenemos tantos y tan constantes desastres, o en la negación. Ya hoy, a apenas unos días de que sucedió, el desastre compite en la atención con el eterno tema mexicano de las elecciones, con los asesinatos del narco y con la coyuntura del futbol.

Según Aronson, en los muchos experimentos que lleva haciendo desde hace más de medio siglo lo único que puede sacarnos del hoyo como individuos (y también como sociedad) es hacer cosas concretas y efectivas. Y hacerlas ya.

sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM

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