3/14/2011

¿El error de Lujambio?


Ricardo Raphael


La semana anterior, un discurso del secretario Alonso Lujambio despertó enojo entre las familias que tienen estudiantes en el sistema educativo mexicano.

Según puede leerse en los titulares que aparecieron al día siguiente de que este funcionario inaugurara el Congreso Internacional de Educación, el secretario “regañó a los padres y defendió al SNTE” sobre sus respectivas responsabilidades en la formación de los menores.
Si se revisan las palabras, puede corroborarse que hizo lo primero pero no lo segundo. Pasó reproche contra las familias de los menores, pero no prestó amparo a favor de la cúpula sindical más desprestigiada del país.

Amonestó Lujambio a los padres (y madres) de familia que “piensan que la cultura de la lectura se aprende en la escuela.” Según este miembro del gabinete federal, tal hábito debe obtenerse principalmente en casa.

¿Acaso ignora la autoridad que, en promedio, 75% de madres y padres de familia mexicanos no tienen una formación escolar superior a tercero de secundaria? Si el hábito de la lectura estuviera sólo en sus manos, probablemente habríamos de resignarnos a que, durante la actual generación, las cosas permanezcan iguales.

Además, 50% de los adultos de cada familia trabajan en México jornadas de tiempo completo. Días, tardes y hasta noches, extenuantes y mal pagadas. Dinámica que ha disminuido el tiempo con los hijos. No es desapego o desinterés. La situación económica, los horarios de la cultura laboral y las distancias geográficas, son todas razones que afectan el tiempo que madre o padre tienen para acompañar a sus hijos en labores escolares.

La imagen bucólica del progenitor leyéndole a sus hijos frente al fuego de la chimenea es sólo eso, una imagen bucólica. Por ello debe pronunciarse tal hábito en el centro escolar. De renunciar a que la lectura sea responsabilidad de la escuela, mañana las y los mexicanos terminarían leyendo aún menos.

Si el secretario tuviera razón, tal cultura jamás habría echado raíces en la especie humana. Hasta hace no más de 150 años, unos cuantos aristócratas y algunas comunidades de religiosos tenían acceso a los libros.

El hábito de la lectura se generalizó en el siglo XIX gracias a una política deliberada del Estado que impuso la práctica de la lectura en las escuelas púbicas.

Salvo extrañas excepciones, es en el centro escolar donde se produce ese hábito, y sólo después, es en casa donde llega a reforzarse. Así ocurrió en México desde aquella primera cruzada por la lectura que emprendiera José Vasconcelos, y que más tarde otros secretarios de Educación habrían continuado.

Con respecto al otro tema del discurso —la supuesta defensa del SNTE— cabe criticar a los medios que reportaron mal. Lo que dijo Lujambio fue que “no compartía la idea, el argumento o el prejuicio de que el magisterio nacional sea el principal problema para la educación del país”. Sorprende que algún asistente al evento haya entendido que el secretario estaba defendiendo al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

El día en que el magisterio nacional —los varios millones de profesores con quienes cuenta nuestro país— sea sinónimo del SNTE, México habrá extraviado toda posibilidad de futuro. No es lo mismo la cúpula de ese sindicato o el liderazgo de Elba Esther Gordillo, que todas las personas involucradas en las muy diversas responsabilidades de la educación nacional.

Al cabecear la nota: “Lujambio defiende al SNTE,” la profesión del maestro y la filia sindical de algunos de ellos pasaron equivocadamente a ser una misma cosa. Se valoró al SNTE como la gigantesca encarnación de todos los maestros que imparten cursos en nuestras aulas.

Para que la educación logre reformarse en México sería necesario separar a uno de otro personaje; al profesor, del grillo electorero. El líder charro y corrupto ya no tiene remedio; en cambio, el oficio del docente necesita urgentemente de ser redignificado.

¿Llegará en México el día en que el líder sindical sea sólo eso, un representante, un mandatario de los intereses laborales del profesor? ¿Veremos el día en que el maestro mexicano sea valorado como algo mas grande que un objeto incondicional al servicio de la cúpula encabezada por Gordillo Morales? ¿Ocurrirá el momento en que la autoridad no delegue sus propias responsabilidades en manos de los atrabiliarios dirigentes del gremio magisterial?

Cuando tal cosa ocurra, quizá las madres y los padres estaremos en mejor ánimo para recibir regaños por nuestra falta de hábitos para la lectura en familia.

Analista Político

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