11/13/2011






Dos Duarte desgobiernan. Uno en Chihuahua (César) y otro en Veracruz (Javier). Son los trogloditas, junto con el desgobernador de Sonora, Guillermo Padrés Elías. Las tres entidades sufren el despotismo y abuso de poder que impide la vigencia de la Constitución, lo que contribuye a la rebelión de la delincuencia.

La nación está atrapada en la descomposición social y soplan vientos, si antes no ponemos un alto, de represiones civiles por un militarismo que hace las veces de policía a imagen y semejanza del nazismo. El calderonismo nos metió en una “guerra” (niega haber usado el concepto) que no puede restaurar la seguridad mínima, al precio de miles de homicidios, entre delincuentes y ciudadanos indefensos. Cunde el miedo colectivo, con familias enlutadas, angustiadas y desesperadas, algunas de las cuales se exilian o desplazan a otros lugares del territorio para, además, sobrevivir con la crisis económica.

Ante la arremetida del desgobernador veracruzano contra las libertades y derechos individuales y colectivos, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) interpuso el recurso de inconstitucionalidad contra las modificaciones penales en la entidad que, a petición suya crearon el delito de “perturbación del orden público” para imputárselo a quienes ejerzan el derecho de libertad de expresión.

También, en Sonora, el desgobernador Padrés Elías soborna a los medios de comunicación, para que nada publiquen sobre el problema del acueducto por medio del cual se quiere robar el agua, escasa, del Valle del Yaqui, en lugar de instalar una desaladora para cubrir la demanda del líquido en la capital sonorense. Y en Chihuahua, el otro Duarte (quien en su primer informe se puso de tapete de Enrique Peña Nieto, en un acto de servilismo y oportunismo) suprime las libertades de prensa, para que no se publiquen los hechos de la violencia en la entidad.

Los diputados priístas de Fidel Herrera, el anterior desgobernador y a quien señalan de permitir que el cártel de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo sentara sus reales en la entidad, aprobaron la llamada “ley Duarte”, que fue una iniciativa del desgobernador. Ahora él se quiere lavar las manos, cuando dice que la inconstitucionalidad planteada por la CNDH es una queja contra el Congreso veracruzano.

Ciertamente lo es, pero, de paso, contra el perturbado desgobernador que tiene a Veracruz en un baño de sangre con cientos de homicidios y por la irrupción de los paramilitares que, con los narcos, se hacen justicia por su propia mano. Ya Duarte, el autoritario veracruzano (a quien heredó el cargo Fidel Herrera después de hacer del pueblo jarocho, un botín), se tambalea (pero como es adepto de Peña Nieto, a la mejor se salva en la tablita del posible anuncio de “ahí viene el lobo… el Partido Revolucionario Institucional”). Mientras tanto el fascista Duarte (continuación de Herrera) y sus legisladores, han sido llevados ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación por querer cercenar los derechos y libertades, para lograr la gobernabilidad puesta en jaque por los “chapos” del narcotráfico, los paramilitares y la anarquía que impera en Veracruz… como en Chihuahua y Sonora.
*Periodista

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