1/08/2012

Carta a mi hija


Carlos González

Este año cierra como empezó: con sangre, incremento de muertes y desapariciones de activistas sociales, defensores de derechos humanos, periodistas comprometidos y de tantas víctimas del estado de violencia que no tiene para cuando terminar. Hoy tenemos un nuevo comienzo. Como todo lo que comienza, nos trae consigo una disimulada sonrisa de esperanza. Difícilmente observaremos un cambio en el corto plazo y un fin a esta, literalmente, encarnizada lucha por el poder. Pero quién sabe: quizá futuras generaciones, sobre todo aquellas de las clases gobernantes, sí reconozcan las consecuencias de los actos presentes y realicen un cambio de conciencia y ambiciones. En este año que comienza, que nos duele y nos alienta, la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos (Limeddh) quiere compartir con el amable lector que nos ha acompañado durante 2011 –un año también compartido con esta revista de gran compromiso, Contralínea– una carta pública, una profunda introducción al mundo que le tocará vivir, a una hija:

¿Qué te cuento? Que yo te traje al mundo, y te debo al menos una explicación. Quiero explicarte un poco el mundo al que llegas. Irremplazable será el que tú experimentes las cosas por tu propio pie, pero espero que estas líneas te sirvan de orientación. Espero que leas esto con interés, que lo leas varias veces, que lo critiques y lo comentemos todo lo que quieras, todo lo que te nazca o te haga falta. Es, velo así, una especie de herencia intelectual.

Escribo en torno aquello que me preocupa, aquello que habrás de enfrentar si las cosas siguen igual. El mundo se encuentra en constante transformación, pero lo que habrás de vivir será sin duda consecuencia de los procesos que hoy se están gestando. Debo reconocer, además, que es la culpa motivando todo esto: el mundo que habrás de vivir es el que nosotros, los adultos, te heredamos; el que construimos día con día con nuestras acciones y omisiones, con todo aquello que permitimos se reproduzca y aquello que motivamos que cambie.

Empiezo entonces con una disculpa y un compromiso. Una disculpa por ser observador pasivo de los procesos que lamentablemente están dañando el mundo al que llegaste, porque cargo con la culpa de reconocer lo dañino y no hacer nada, mientras otros pueden disculparse diciendo que no sabían o no se habían dado cuenta. El compromiso tiene que ver con esto último: difundir los pros y los contras de esta sociedad y este mundo al que has llegado, para que cada vez seamos más los que sintamos la culpa de no hacer nada y la necesidad apremiante de tomar acciones concretas.

Como yo y como cada persona en este mundo, has sido arrojada a la vida sin brújula. Enfrentas, desde ahora que tienes tres años, distintos escenarios en los que desconoces las causas, los seres y saberes necesarios para enfrentarlos. Somos ignorantes por naturaleza, nacemos desnudos e indefensos. Son los otros, los adultos, los que nos visten con un ropaje que será más o menos adecuado para hacer frente al mundo. Esta carta tiene la intención de compilar mi mirada sobre la sociedad y el mundo, para ofrecértela como un apoyo en tu desarrollo y en la manera en la que miras lo que sucede en tu entorno. Iremos, por ello, por los caminos más diversos: desde la vida cotidiana, hasta sucesos internacionales, pasando por la sociedad, la cultura y la política local y nacional, cubriendo todo aquello que determina el entorno en el que te desarrollas.

Hoy en día, que vivimos en una sociedad tan compleja, todo importa, todo está interconectado, y los acontecimientos más diversos afectarán tu vida u ofrecen, al menos, oportunidades irremplazables para reflexionar sobre lo que nos sucede, lo que deseamos y debemos. Ésa, quizá, es la primera lección: no dejes de mirar lo que sucede a tu alrededor ni de reflexionar sobre ello. La vida es premura, nos demanda día con día tomar decisiones sin la información o la reflexión suficiente. Debemos, sin embargo, encontrar los momentos para detenernos un instante, mirar lo que sucede y reflexionar sobre sus implicaciones, sobre las fuerzas que están en juego, sobre los procesos en los que estamos inmersos y las responsabilidades a las que somos llamados. Es lo que ha faltado en nuestra sociedad. Como veremos, la actividad diaria del sistema en el que vivimos está teniendo consecuencias catastróficas en muchos sentidos: está dañando el tejido social, confrontando a unos con otros; está perturbando el medio ambiente, vital para nuestra subsistencia; está acabando con nuestros recursos y llevándonos a una crisis energética sin precedentes; está llevando a nuestro sistema económico a un camino sin salida, poniendo en juego nuestra estabilidad y estilo de vida. Y sin embargo, a pesar de todo eso, a pesar de que son muchas las voces que advierten al respecto, la gente sigue llevando su vida de la misma manera. No. Hace falta ese respiro, ese momento de reflexión en el que las personas asumamos la responsabilidad que nos corresponde en los procesos fatídicos en los que estamos inmersos.

Es tu presente y tu futuro lo que está en juego. Hoy te puedo decir sin temor al error que nosotros, tus padres, así como tus abuelos y bisabuelos, nos equivocamos. Que, en general, nos dejamos deslumbrar por imágenes y transformaciones fantásticas que –apenas nos vamos dando cuenta– tienen un costo altísimo para la estabilidad social y la supervivencia de nuestra especie. Hay una deuda histórica con las nuevas generaciones, una deuda que todos los adultos debemos de asumir y buscar la manera de orientarlos a ustedes por el camino debido. Lamentablemente hay una especie de evasión por parte de los adultos: tras la culpa, viene la idea de que los hijos son más inteligentes que los padres, que pueden más que nosotros, que saben más que nosotros. “Traen otro chip”, dicen ahora. Nada más equivocado. Eso sólo sirve para lavarnos las manos de nuestra responsabilidad como adultos frente a los errores cometidos, con una especie de esperanza infundada de que ustedes, por alguna razón mágica, sabrán hacer mejor las cosas. Pero ustedes, los niños de hoy, son tan ignorantes como los niños de cualquier época, y será siempre la orientación que reciban de nuestra parte lo que determine su desenvolvimiento en el mundo. Nuestra responsabilidad, por ello, no ha acabado, y cartas como ésta serán parte de las acciones que asumo en consecuencia.

*Colaborador de la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos


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