Hernán González G.
Con
los mismos criterios bicicleteros –aldeanos y efectistas– que el
gobierno de ilusoria izquierda de la ciudad de México simuló atenuar
los problemas de transporte y vialidad en el Distrito Federal, en
costosas pero redituables obras apenas atenuantes de un sistema que
prefiere apostar por el automóvil y sus utilidades y no por los
peatones y sus necesidades, con idéntico estilo contradictorio, por no
decir demagogo, fueron abordados problemas relacionados con la salud,
en concreto el tema de la muerte digna o negativa de un enfermo,
terminal o no, a ser sometido a tratamientos que prolonguen
innecesariamente su sufrimiento o agonía.
Si a nivel federal durante el sexenio que recién concluyó, y no
obstante las mareadas cuentas del contumaz ex presidente, prevaleció la
multiplicación de la violencia y las muertes indignas, como consuelo a
la angustiada ciudadanía y en lugar de disminuir los hechos violentos y
su sensacionalista difusión, en enero de 2009 fue reformada la Ley
General de Salud, adicionando un piadoso articulado en materia de
cuidados paliativos que, desde luego, prohíbe la práctica de la
eutanasia, a la que la maniquea ley califica de homicidio por piedad, a la vez que criminaliza el suicidio asistido. Un año después, esta cadena de fingimientos de los del Jesús en la boca prohibía aplicar en el IMSS y otras instituciones lo establecido en la Ley de Voluntad Anticipada para el Distrito Federal.
A
la postre, los gobiernos federal de desbocada derecha y defeño de
pretendida izquierda ha-brían de coincidir en el vitalismo desalmado de
la línea vaticana, pues la satanizada Ley de Voluntad Anticipada cayó
en el espejismo de los cuidados paliativos como opción única de
atención a los enfermos terminales, con la aportación además de un
conmovedor neologismo: ortotanasia o muerte correcta, en teoría con una
supuesta humanización de la muerte y alivio del dolor, sin incurrir en
alargamientos abusivos mediante la obstinación médica o religiosa, pero
sin provocar la muerte de manera activa, directa o indirecta,
procurando la dignidad del enfermo. Otro monumento a la contradicción.
Hacer prevalecer el concepto
dignidaddesde la óptica institucional y confesional sobre valores como libertad y voluntad de morir, desde la óptica del paciente, sigue siendo el gran atraso legislativo de izquierdas y derechas en materia de muerte digna y de voluntad anticipada.
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