Lydia Cacho
Cuando Daniel Murphy, el segunda base del equipo de beisbol Mets de Nueva York, decidió pedir su derecho legal al permiso de paternidad presente (paternity leave), jamás imaginó los ataques que recibiría de otros hombres.
Daniel se perdió el primer juego de la temporada por estar en el nacimiento de su bebé. Emocionado dijo que en ese momento no quería estar en ningún otro lugar más que allí, al lado de su esposa, para recibir el primer aliento de su bebé. Mientras esto sucedía en la radio el comentarista Boomer Esiason declaró: “Yo hubiera ordenado una cesárea antes de que la temporada comenzara, yo tengo que estar en el primer juego. Esto le va a dar la oportunidad a mi hijo de tener una vida exitosa; voy a poder pagarle cualquier universidad que elija, porque soy un jugador de beisbol”. Todo parece indicar que Esiason, como millones de hombres en el mundo, es víctima del discurso antediluviano de que un hombre sólo es hombre por su carrera profesional. Es decir, no es persona, no es esposo, no es padre, no es ciudadano; hacer dinero con su trabajo lo define social y emocionalmente. Es el modelo de masculinidad tradicional que revive con el neo-machismo.
Mientras Murphy, como millones de hombres de las nuevas generaciones, estaba en el hospital disfrutando el ritual íntimo de la paternidad, se desató la ira de otros hombres. El comentarista deportivo de radio Mike Francesa, se burló de la estrella deportiva y terminó gritando en la radio: “¡Eres un jugador de las ligas mayores. Puedes contratar a una enfermera!”. Acto seguido Francesa se descosió burlándose de la política de la radiodifusora en que él trabaja, diciendo que el derecho legal al permiso de paternidad es una absoluta tontería, un fraude para forzar a los hombres a estar en casa. Afortunadamente las reacciones de hombres y mujeres no se hicieron esperar, el debate comenzó en redes sociales y terminó en radio y televisión. Al final, de mala gana Esiason tuvo que pedir una disculpa por su arranque. Pero la división entre los hombres del mundo aumenta como una revelación pura y dura de la ira neo-machista, esa que se resiste a los cambios del paradigma de masculinidad.
Nos encontramos frente a un asunto de vital importancia política: sin un cambio en los mandatos de la masculinidad no habrá equidad de género. Lo cierto es que este incidente nos permite dar voz a los hombres que, por más famosos que sean, se sienten aislados y atacados por los de su género, que siguen creyendo deben defender el código Macho Alfa a como dé lugar. Muchos temen perder sus espacios de poder físicos e imaginarios; defienden los valores de una cultura que ha enseñado a los niños a ser hombres a punta de golpes, de censura emocional, de competencia feroz, de desprecio hacia lo femenino-familiar, y que da valía a los varones en la medida de cuánto dinero lleven a casa. Quien quiera romper las reglas puede ser fustigado con la mayor crueldad; porque se considera un traidor, un no-hombre.
Joe Ehrman, ex jugador de la NFL, dijo que el permiso de paternidad ayuda a los hombres a crear vínculos vitales entre padres e hijos, a ser co-responsables de criar personas emocionalmente sanas. El jugador aseguró que los comportamientos rabiosos fortalecen una cultura que normaliza las relaciones paterno-filiales disfuncionales. Lo cierto es que cada vez más atletas hablan de sus problemas de salud, de cómo el bullying en los vestidores les ha hecho daño; de la necesidad de tener una vida equilibrada y relaciones más equitativas en casa. Son ellos quienes están creando nuevos modelos de paternidad que, eventualmente, criarán nuevos hombres. Pero la batalla apenas comienza, porque los neo-machistas no están dispuestos a ceder un ápice, quieren un mundo violento, sexista y de padres ausentes; temen perder poder al alcanzar la equidad con las mujeres. Los pro-machos ganarán la batalla mientras los otros no socialicen cómo se reinventan individualmente y hagan colectivos de nuevas masculinidades.
@lydiacachosi
Periodista
No hay comentarios.:
Publicar un comentario