5/04/2014

La inquietante "costumbre" de soñar dormidos


 “La procesión va por dentro”, refrán.


La inquietante "costumbre" de soñar dormidos

“La conducta de la memoria onírica nos enseña, que nada de aquello que hemos poseído una vez espiritualmente puede ya perderse por completo”, Scholz.

Nuestros sueños son/podrían ser nuestros maestros, en un cierto apasionante camino hacia el interior de nosotras/os mismas/os; una no elige sus sueños cuando duerme, casi podríamos asegurar, que una es elegida por ellos. Una duerme y los sueños emergen desde los jardines más secretos y negados: se deslizan encantadores, inquietantes, felices, angustiosos, brutales, y nos ocupan. Nadie “autoriza” sus sueños, (es posible que si ese fuera el caso, dejáramos de soñar por los riesgos que implica) ni los planea, imagina, o escribe antes de soñarlos. Los sueños suceden, a pesar de una misma.

“Anoche soñé que…”, implica la aceptación explícita de una evidencia: si bien una ni decreta, ni elige sus sueños, ellos suceden en el interior de cada uno y por lo tanto, no pueden ser sino propios, aunque casi siempre nos parezcan tan extravagantes y tan ajenos. ¿Acaso eres ese/a que anoche soñó lo que te  parece innombrable?  Qué inquietante extrañeza. Nuestros sueños surgen de materiales íntimos (reprimidos) desconocidos por nosotros en la vigilia,  voces, imágenes, ¿metáforas? que se insinuan hacia la consciencia cuando dormidos, se dejan caer nuestras defensas.  Freud publicó  “La interpretación de los sueños” en 1899, una obra tan hipnótica como “El chiste y su relación con el inconsciente”, y “Psicopatología de la vida cotidiana”.  El inconsciente existe, está allí todo el tiempo, y dado que su compañía nos es inevitable, bien podríamos comenzar a  considerarlo fascinante.

Somos los guionistas inconscientes de nuestros sueños. Y qué difícil nos es, con frecuencia, reconocernos en ellos.  La experiencia de soñar  es entonces, una de las pruebas más rotundas de la existencia del inconsciente.  La fascinación comienza. ¿Alguien me habla adentro mío cuando sueño? ¿O yo soy “hablada” por el sueño? Es decir, hay un lenguaje desconocido que nos narra nuestra historia de manera muy  misteriosa a través del sueño. “Soy donde no pienso”, dijo Lacan, como una manera de expresar: soy – también- de una manera rotunda, allí en donde no puedo controlar mis pensamientos. Allí en donde “el sueño de la razón” se detiene, para reconocer con humildad que cada vez que una/o dice “Yo”, está hablando  de más de una/o. El inconsciente (la parte que ignoramos de nosotros mismos) va dejándonos pistas con frecuencia –y no sin trabajos- interpretables; el proceso de intentar descifrar/entender nuestros sueños, o por lo menos fragmentos de ellos, es como una larga aventura a la Sherlock Holmes.

Si aceptáramos el sueño como “el regreso de lo reprimido”, a la manera de Freud, entonces  aceptamos que “la procesión va por dentro”.  ¿Queremos saber? ¿Qué tanto? Aquello que fue reprimido tuvo que serlo, porque en un momento bien concreto de la vida nos resultó insoportable. Los mecanismos de defensa y salvaguarda se ponen en marcha: una olvida. Pospone.  O una recuerda, pero le retira a esos recuerdos la intensidad de las cargas emocionales que antes tuvieron.  ¿Estamos ya en condiciones de “saber”?  Me ha llamado la atención cómo el insomnio, tantas veces, podría ser una consecuencia del miedo a padecer pesadillas, o sueños con contenidos demasiado reveladores que aún estamos frágiles para aceptar.  Tan significativos son los sueños que, –conscientes o no- les tememos.

Sabemos que cuando dormimos las “protecciones” interiores bajan su nivel: nos desinhibimos, las imágenes  irrumpen en tropel. Las noches pueden estar pobladas de fantasmas. Hay “fantasmas” que nos regresan a los manantiales del amor, la ternura, la esperanza, la confianza, la sensualidad gozosa, los cuidados; fantasmas generadores de los sueños más luminosos. Hay fantasmas tan temidos, que nos arrastran por los cabellos (de la noche) Hacia las emociones insoportables: el sentimiento de abandono, de “inadecuación”, la vergüenza, la humillación, la rabia, la desolación, el odio, la violencia silenciada. La sensualidad como portadora de amenazas y de culpas. El sueño es –algunas noches- como una danza de los siete velos, hay una transparencia que nos permite percibir “su cuerpo”. A veces es una fortaleza inexpugnable, un laberinto de significantes enigmáticos.

Abandonamos la vigilia. Soltamos amarras hacia un viaje de aventuras a cual más de desatadas. Una característica de los sueños es el “desplazamiento”: surgen personajes “desconocidos”, ¿a qué personas conocidas nos ocultan? ¿Podrían ser proyecciones de uno mismo? Somos exploradores de un mundo otro, ajeno (puesto que nos cuesta trabajo reconocerlo) y muy nuestro: ese mundo que a escondidas nos habita. Los diálogos de los sueños suelen ser absurdos, como imaginados por Beckett o Ionesco. El sueño está hecho con “representaciones distorsionadas”. La “deformación onírica” en la cual un lagarto no necesariamente nos significa un lagarto. Un desierto, jamás podría ser sólo un desierto. “La condensación”, otra de las características de los sueños, funciona como las muñecas rusas:  un significado contiene otro, que a su vez contiene otro. Freud consideraba dos tipos de contenidos en los sueños: uno manifiesto y otro latente: una trama evidente, y otra que –detrás-  apenas se insinúa.

Hay mañanas en las que recordamos sueños largos, con detalles y diálogos incluidos. Otras, recordamos tramos como a-saltos.  A como corre el día y nos sumergirmos en las exigencias de la vigilia, vamos olvidando lo que soñamos. Algunos sueños nos llaman tanto la atención o por su claridad o por su extravagancia, que  necesitamos compartirlos.  Hay días en los que a mitad de la realidad más real, las imágenes de los sueños nos acosan como si tuvieran algo urgente que transmitirnos.  ¿Una parte de mí se permite murmurarme dormida, lo que no podría –aún- soportar decirme despierta?

“Aportaré la demostración de la existencia de una técnica psicológica que permite interpretar los sueños, y merced a la cual se revela cada uno de ellos como un producto psíquico pleno de sentido, al que puede asignarse un lugar perfectamente determinado en la actividad de la vida despierta”, escribió Freud, con esa escritura suya tan poética como sus descubiertas. Nos explica estímulos que pueden participar en el proceso de soñar: Estímulo sensorial externo (Objetivo), Estímulo sensorial interno (Subjetivo), Estímulo somático interno (orgánico), Fuentes de estímulo puramente psíquicas.  Las “fuentes psíquicas” siempre están. “Una de las fuentes de las que el sueño extrae el material que reproduce, y en parte aquel que en la actividad despierta del pensamiento no es recordado ni utilizado, es la vida infantil”.

Freud propone no saltar hacia interpretaciones apresuradas ante el material de los sueños. Detenerse y con paciencia, tomar cada una de las partes del sueño como si colocáramos piecitas de un rompecabezas sobre la mesa. Dejar correr la “asociación libre”. Soñé con que Volodia llegaba en un tren. No conozco a nadie que se llame así. ¿Qué me puede significar a mí –concretamente- ese nombre? “Volodia”, puede ser un deseo, un olvido, un ser amado o no tanto, una emoción innombrable. ¿Una yo misma que se ausentó? Cada imagen, cada palabra responden a la singularidad de quien sueña. Existen sueños repetidos de una persona a otra y de una cultura a la otra: volar, los dientes que se caen,  el mar, la desnudez en público, el peligro inminente del que logramos escapar un segundo antes de que se concrete. Pero cada quien trae dentro su muy personal “peligro”, su atracción o rechazo hacia su propia desnudez, las emociones de su intimísimo –y nunca intercambiable- mar de mares.

La propuesta psicoanalítica tiene mucho de interesante como manera de aprender a leer y a leernos: propone un método de sanación a través de la palabra; pero aunque nunca se nos ocurra ir a tendernos en un diván, su trabajo alrededor del inconsciente y de los sueños es toda una invitación a intentar escucharnos. Somos seres divididos. El sueño es el mensajero, pero ¿cuál es el mensaje?  La procesión es cotidiana y va por dentro.

@marteresapriego

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