“…en
1974, en el Cuartel Terranova -hoy conocido como Villa Grimaldi-, los
represores celebraron el año nuevo con una violación masiva a todas las
mujeres allí detenidas.”
Santiago
de Chile, 03 jun. 14. AmecoPress/SEMlac.- Cuando Alejandra Holzapfel
cayó detenida, fue llevada al cuartel "Venda Sexy", especializado en
torturar mujeres. Allí le pusieron electricidad en los genitales, los
pechos y fue violada por los torturadores y un perro pastor alemán
llamado "Volodia".
Lucrecia
Brito recuerda cuando, en 1974, en el Cuartel Terranova -hoy conocido
como Villa Grimaldi-, los represores celebraron el año nuevo con una
violación masiva a todas las mujeres allí detenidas. Ella se salvó
porque, ante lo violento de la escena, vomitó sin parar.
Estas
situaciones de violencia sexual en la tortura no fueron fortuitas en
las detenciones de mujeres durante la dictadura militar de Augusto
Pinochet (1973-1990).
Los maltratos
sistemáticos y recurrentes implicaban un castigo por ser militantes del
bando contrario o vincularse con militantes que eran perseguidos.
Pero también
se trataba de apremiarlas por transgredir los roles femeninos
tradicionales y una ideología militar y derechista que remarcaba la
idea de las mujeres como madres y esposas abnegadas, a la usanza de la
virgen María.
Soledad
Castillo, una víctima de estas acciones, indicó: "La denuncia de estos
abusos fue muy dolorosa (…) eso explica que después de 40 años recién
se atrevan a contar esta dolorosa experiencia".
Presentada Querella
A mediados de
mayo, mujeres sobrevivientes de centros de tortura interpusieron una
querella por violencia sexual en la dictadura, apoyadas por la
Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi, ex centro de detención
que fue recuperado y transformado en un sitio de memoria.
La querella
tiene por objetivo diferenciar este tipo de actos como una tortura
específica aplicada a la gran mayoría de las detenidas.
"La violencia
sexual a que fueron sometidas las presas políticas en dictadura no fue
precisamente en momentos de tortura; fueron abusos realizados por
agentes de organismos represores fuera de interrogatorio", dijo
Castillo, abogada de la causa.
"Las mujeres
eran sacadas de sus celdas en la noche o, en determinados momentos, y
eran violadas y abusadas sexualmente", detalló.
Lucrecia
Brito, quien acompañó a las querellantes, indicó que las mujeres en
dictadura fueron tomadas como botín de guerra, incluida la actual
presidenta Michelle Bachelet, quien estuvo recluida en la Villa
Grimaldi junto a su madre, ambas torturadas.
La tortura
sexual fue tan recurrente que incluso existió un cuartel llamado "Venda
Sexy", especializado en el maltrato sexual a las mujeres que pasaban
por allí.
El abogado a
cargo de la querella, Hiram Villagra, explicó que "la violencia sexual,
por su poder destructivo, su forma particularmente perversa y
humilladora, buscó los efectos en forma intencionada como la mejor
manera de golpear la moral del enemigo".
Así, constituyó una forma de castigo por transgredir los roles tradicionales que les impone la sociedad, precisó.
Castillo
indicó que "este delito lo contempla el derecho internacional separado
de la tortura y es un delito de lesa humanidad inadmisible,
imprescriptible y sin beneficios".
Quienes
participaron en ello están en la más absoluta impunidad, agregó.
"Fueron conductas delictivas persistentes, sistemáticas, con el fin de
degradar a las mujeres pertenecientes a un grupo social y político.
Fueron prácticas permanentes en todos los centros de tortura".
El director de
Villa Grimaldi, Alberto Rodríguez, se alarma ante las dimensiones y
conceptos del maltrato de género a nivel social. En palabras del
torturador Osvaldo Romo, expuso de ejemplo, a él le gustaba torturar
mujeres porque aguantaban más.
"Hoy, cuando
ellas salen a protestar y exponen su cuerpo en la escena pública, son
llevadas a la comisaría, vejadas, maltratadas, son manoseadas con un
carácter sexual evidente y eso está silenciado en nuestra sociedad. No
podemos seguir siendo cómplices de esta situación; la violencia sexual
debe detenerse", dijo Rodríguez.
Para Soledad
Castillo es muy importante visibilizar este delito. "En los últimos
años hemos visto y denunciado el abuso por parte de carabineros a las
estudiantes, a quienes han obligado a desnudarse en las comisarías,
levantar sus faldas y así un sinnúmero de prácticas de abusos. Es
necesario denunciar y hacer públicos estos delitos", denunció.
El informe oficial
En 2004, el
Estado investigó por primera vez los casos de tortura en Chile. De más
de 3.000 mujeres que ofrecieron testimonio, casi 10 por ciento señaló
haber sido violada. Sin embargo, la Comisión de Prisión Política y
Tortura estima que fue mayor el número de violaciones, silenciadas
debido al estigma moral de los abusos sexuales.
Además,
concluyó que casi la totalidad de los relatos de las sobrevivientes se
refirieron a maltratos sexuales de distinta índole, como una represión
sistemática durante la tortura, aunque el tema no fue consultado
expresamente, sino que surgió de manera espontánea.
El informe de
investigación difunde relatos anónimos de vejaciones sexuales que
ejemplifican lo crudo y sistemático de este tipo específico de
violencia aplicada masivamente contra las detenidas. Describe, por
ejemplo, violaciones utilizando botellas, perros amaestrados, ratas
vivas introducidas en la vagina; además de abusos sexuales que iban
desde el manoseo hasta la obligación de practicarles sexo oral a los
torturadores.
Muchas
víctimas eran menores de edad. Una de ellas, con solo 14 años y 12 días
detenida, asegura que esas vejaciones que le cambiaron la vida para
siempre.
"Mi vida nunca
volvió o volverá a ser como antes, ya que en ese tiempo era solo una
estudiante. Por lo ocurrido no pude continuar estudiando hasta ese
momento (...) lo único que sé es que no puedo olvidar nada", señala en
el informe.
Esos maltratos
específicos para las mujeres afectaron no solo sus sexualidades y
aparatos reproductores, sino la relación con sus maternidades.
Las víctimas
relatan haber sufrido quemaduras en el útero, torturas específicas en
el vientre y violaciones estando embarazadas, que les causaron abortos.
Igualmente, embarazos como resultado de las violaciones reiteradas en
los cuarteles.
El documento
emitido por la Comisión reconoce estas acciones como constante
histórica en conflictos armados y agresiones de los ejércitos para
vulnerar a sus enemigos mediante la dignidad de sus mujeres.
La violencia
sexual está prohibida en el derecho internacional humanitario,
específicamente en el Convenio de Ginebra, suscrito por Chile en 1949.
En 1998 la
Corte Penal Internacional reconoció en uno de sus estatutos legales que
la violación sexual podría constituirse en crimen de guerra o de lesa
humanidad, en vez de considerarlo un simple crimen contra la dignidad
de las personas, como tradicionalmente se había establecido en el
derecho internacional humanitario.
Para la
Comisión, la violación es tortura cuando es "infligida, instigada o
llevada a cabo con el consentimiento o la pasividad de un funcionario
público u otra persona que actúa como representante oficial; y/o busca
infligir dolores o sufrimientos para intimidar a la víctima, obtener
información, denigrarla o castigarla por actos reales o supuestos
atribuidos a ella o a miembros de su familia o para proporcionar
satisfacción al victimario bajo condiciones de abuso y desprotección
absoluta de la víctima", señala el informe oficial.
Las investigaciones
La
investigación "Las mujeres víctimas de violencia sexual como tortura
durante la represión política en Chile, 1973-1990. Un secreto a voces",
realizada por el Instituto de la Mujer en 2003, concluyó que la mayoría
de las detenidas y/o torturadas en la época dictatorial sufrieron algún
tipo de violencia sexual.
Agrega que
estos vejámenes fueron un método extendido de tortura invisibilizado
por los organismos de derechos humanos, la sociedad entera y las
propias víctimas.
Este tipo de
tortura "buscaba la degradación máxima de la víctima, que esta sintiera
vergüenza de sí, de su propio cuerpo", señaló en una columna de opinión
la psicóloga Carolina Carrera, una de las autoras del estudio.
"Era, a juicio de las propias mujeres, el peor de los castigos, la peor tortura", subrayó Carrera.
Gloria Leal,
directora ejecutiva de la Fundación Instituto de la Mujer, indicó que
este tipo de tortura, habitual durante las detenciones de mujeres en
Chile, fue una forma de tortura diferente con un doble castigo para
ellas: denigrarlas y violentarlas por el solo hecho de ser mujer.
"Por su
gravedad, deben ser tratados como crímenes de lesa humanidad, y sus
agresores deben ser juzgados, además, como agresores sexuales",
puntualizó.
El
especialista José Olavarría aclara en sus estudios que estos maltratos
específicos a las mujeres se enmarcaron en la lógica de la
"contrainsurgencia" y la doctrina de la "seguridad nacional" del
aparato represor.
Según esa
doctrina, las mujeres del bando contrario se diferenciaban entre
"enemigas" o "mujeres del enemigo", por lo que la violencia sexual
contra ellas fue una política de género aplicada sistemáticamente por
la represión dictatorial.
Foto: Archivo AmecoPress.
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