Leonardo García Tsao
La
edición 67 del festival de Cannes fue atípica en muchos sentidos. En
primer lugar, duró un día menos que los 11 tradicionales porque las
elecciones europeas del domingo pasado obligaron a que los premios y la
clausura se realizaran el sábado. El festival se mantuvo
artificialmente un día más, dedicado a la repetición de películas, pero
la cosa ya había terminado. Y la competencia se redujo a 18 títulos,
cuando normalmente supera la veintena.
Eso fue sujeto de conjeturas sobre lo difícil que pudo haber sido la
selección de películas este año. Ya se ha reportado que, a primera
vista, extrañaba la ausencia de algunos cineastas. (En cuanto a Birdman, de Alejandro González Iñárritu, se reveló después sotto voce que
el cineasta prefirió competir en Venecia). Pero, a fin de cuentas, el
balance fue positivo. Ciertamente fueron varias películas las que
resultaron meritorias, si bien no hubo una sorpresa importante como la
de La vida de Adèle, de Abdellatif Kechiche, el año pasado.
Los premios se repartieron entre algunas de las cintas más
sobresalientes, las que la crítica también había destacado en general,
aunque también hubo omisiones incomprensibles. Tanto Deux jours, une nuit, de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, como Sils Maria,
de Olivier Assayas, merecían haber sido incluidas de alguna forma en el
Palmarés. Y si se hubiera tratado de un jurado más relajiento hasta
algo le hubiera tocado a la argentina Relatos salvajes, de Damián Szifrón, cuyo humor negro sirvió para romper la monotonía de los temas serios.
Si bien no se exhibió un solo largometraje mexicano en todo el lado
oficial del festival, la presencia nacional sí se hizo sentir tras
bambalinas, con las actividades profesionales de varios productores,
distribuidores, cineastas, organizadores de festivales y los delegados
del Instituto Mexicano de Cinematografía. Es de esperar que el año
próximo se vuelva a los números normales de las pasadas ediciones.
Por
el lado del comercio, el mercado se movió más lentamente que en
ediciones anteriores, según reportaron las publicaciones
especializadas, con el normal dominio de Estados Unidos en el terreno
de las adquisiciones. La buena noticia es que Mantarraya, la
distribuidora mexicana independiente, compró los derechos para la
ganadora de la Palma de Oro y otros títulos relevantes. Lo cual ayuda a
que nuestra cartelera se diversifique un poquito.
También fue significativo que se tratara de la última edición
presidida por el casi legendario Gilles Jacob, quien fue delegado
general de Cannes desde 1978 y su presidente desde el año 2000. Desde
el inicio de su gestión, Jacob fue el responsable de establecer la
sección paralela Un Certain Regard (Una Cierta Mirada) y el premio la
Cámara de Oro para la mejor ópera prima del festival. En 1991 se
realizó la primera clase magistral, que le tocó al director italiano
Francesco Rosi (desde entonces, muchos festivales han copiado esa
iniciativa con el pochismo de Master Class). Y en 1998 fundó la sección
Cinéfondation, una selección de cortos y mediometrajes de las escuelas
del cine de todo el mundo. Cuando se le despidió en la ceremonia de
entrega de premios, a Gilles Jacob se le brindó una más que merecida
ovación de pie. Pierre Lescure será su sucesor.
No se puede hablar del festival de Cannes sin mencionar el clima.
Este año casi se cumplió la promesa del delegado general Thierry
Frémaux, en el sentido de que todos los días serían soleados. En honor
a la verdad, sólo un día y medio hubo lluvia y no fueron los
despiadados aguaceros del año pasado. La 67 edición será memorable
aunque sea por eso.
Twitter: @walyder
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