6/09/2014

Considera el magistrado Flavio Galván que el tema de la pensión se ha vulgarizado a pesos y centavos


Nosotros ya no somos los mismos
Ortiz Tejeda

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Por qué los magistrados no exhiben a los falsarios informadores que los han apabullado y publican todos sus ingresos completitos. Avergüéncenos a todos con algunos actos de pundonor. Muéstrenos su capacidad de entrega y preocupación por el prójimoFoto Cristina Rodríguez

Iba a dar inicio a mi ímproba tarea de seguir cronicando los posicionamientos de los señores magistrados en torno a sus pensiones/haberes de retiro, cuando el día que se publicó la anterior columneta apareció en la prensa un desplegado de la Presidencia de la Republica en el que informa sobre un plausible avance de la Cruzada Nacional contra el Hambre. Desgraciadamente me veo en la imperiosa necesidad de inconformarme con las cifras que proporcionan como comprobación del logro publicitado. 

El desplegado muestra, en el lado izquierdo de la página, a cinco niños (3 hombres y 2 mujeres, como siempre) tomando sus alimentos. Con letras de elevado tipo se lee AHORA COMEMOS TODOS LOS DÍAS. 348 mil personas se alimentan en 3 mil 202 comedores comunitarios. Doble error: no son 348 mil las personas atendidas, sino 348 mil, SIETE. No son 3 mil 202 comedores, sino 3 mil 203. Paisana Rosario: no haga menos, por favor, al comedor (desayunador, cenador) de la sala mayor del tribunal electoral: éste también lo pagamos entre todos.

Tengo algunos otros comentarios sobre el tema de esta brasserie de luxe, pero antes, para terminar con la lamentable debacle de nuestro superior tribunal electoral, me permitiré transcribir algunas de las perlas japonesas, que diría Nikito Nipongo, fueron pergeñadas por los señores ministros. No tienen desperdicio y los reflejan tal como son.

Don Flavio Galván. (Sí, el magister que alegó problemas de salud para justificar su renuncia como presidente del tribunal, aunque fueron más creíbles los dictámenes de la auditoría interna, que los exámenes médicos que daban cuenta de sus graves dolencias). En tonito echado pa’lante dijo que él, como los árboles, caería de pie. Yo todos los árboles que he visto caídos están de costado, tan largos como fueron estando derechos. A lo mejor los árboles no lo dejaron ver los gatos que, esos sí, suele darse el caso mueren de pie (o patas), aunque se caigan de una sala muy superior. Por otra parte reconozcamos su hidalguía: enfrentó a capuletos y montescos en defensa de la honra de su colaboradora y experta en el asunto de los real estate (que lo acompañaba a la hora de la entrevista). Sostuvo ufano: no tengo un doble discurso. Afirmación fuera de toda duda porque si a duras penas puede con uno, con dos está cañón.

Don Olimpo. Es terco e insiste: es justo que los magistrados, al haber finalizado su tarea tengan un haber de retiro o una compensación. Yo pregunto: ¿Qué, la tarea la hicieron gratis, fue su servicio social, trabajo voluntario, de beneficio a la comunidad o simple fajina? (En mi pueblo le llaman fajina al castigo que la autoridad municipal les impone a los borrachitos y alteradores del orden en la vía pública, que no pueden pagar la multa correspondiente y que, generalmente, consiste en barrer las calles). 

Aunque el mismo magistrado, a continuación, hace referencia indistintamente a los términos, pensión y haber. Justamente enojado pregunta: “¿No sé quién pueda entender por haber de retiro equivalencia a pensión vitalicia ( sic). Hasta un alumno de derecho laboral entiende la diferencia”. ¡Sácatelas! Se abrió el fuego amigo. Yo no soy chismoso, pero por favor arregle este diferendo conceptual con don Flavio, pues en la amplia entrevista con la perspicaz joven Arcelia Maya, todo su alegato lo refiere al vocablo pensión. Sugerencia: un ojito al capítulo 11 de la Guía para el trámite de prestaciones, beneficios y servicios de las fuerzas armadas, ya citado aquí antes. Y, por favor, sea indulgente: ¿Y si el magistrado Nava no pudo asistir con la debida asiduidad a sus clases de derecho laboral?

Se ha vulgarizado el tema a pesos y centavos. En lo de los centavos tiene razón, es una verdadera vulgaridad, tanto que ya Paquita la del Barrio estrenó un exitoso bolero que afirma: Vulgares centavos, crematísticos pesos y si manejas divisas, tú ordenas mi rey. Dicen los señores que las especulaciones, las falsías, las exageraciones de los medios los han apabullado, ofendido, denigrado, lastimado. Después de un merecido apapacho para sus dolencias: (sana, sana colita de rana), me permito una sugerencia: por qué de un solo mandoble no exhiben ante la opinión pública a estos falsarios informadores y publican, de manera oficial, absolutamente todos sus ingresos (pero sin guardaditos). Avergüéncenos a todos con algunos actos de pundonor, hombría (y mujería, para no dejar fuera a nadie) de bien. Muéstrenos su capacidad de entrega y preocupación por el prójimo.

 Sea cual fuere su credo religioso, coincidirán en el amor al prójimo. Ese punto es proclama esencial de todas las confesiones (y no creo que ninguno pertenezca a un culto satánico). O, desde la óptica laica, su responsabilidad ciudadana y amor al país del que, como selecta minoría forman partecita y en el que, para su fortuna (en la doble acepción de buena suerte y también de gran cantidad de bienes y dinero) les diría la entrañable Cristina Pacheco: aquí les tocó vivir. A manera de respetuosas sugerencias se me ocurre dar algunos ejemplos:

 1. De los varios vehículos a su servicio conservar tan sólo uno. Entiendo que les traerá broncas con su señora que exige la camioneta blindada y el chofer (ambos por cuenta del tribunal), para que no la hagan menos los otros ricachones de la Suprema Corte. 

2. El blindaje es caro e innecesario. En casi 10 años de ejercicio no se ha presentado jamás una denuncia de parte de los señores magistrados por amenazas, atentados, levantones, acosos telefónicos (ni de los bancos o del Buró de Crédito), bueno, ni siquiera recordatorios familiares o signos procaces con el dedo medio, corazón o mayor, erguido frente a la cara de tan ilustres jurisconsultos.

 3. Aunado a esto está el ridículo, risible, mentiroso, chapucero pago de riesgo. ¿Riesgo de qué? ¿De la violencia de algún candidato irascible, de un compadre/patrocinador de ese candidato, a quien le cebó la recaudación de rentas?, ¿de un grafiti ingenioso en la barda de su residencia? Riesgo, dicen los que saben, es la vulnerabilidad ante un potencial daño o la posibilidad de que se produzca un lamentable evento. El más de medio millón de pesos que puntualmente reciben para calmar sus ñáñaras, en manera alguna cancela la posibilidad de que ese evento se produzca. No se trata de una medida preventiva que lo cancela definitivamente. 

No es un exorcismo, es simplemente un té de tila para abatir la zozobra. Es como un escapulario cristero: Detente bala, el corazón de Jesús está conmigo. Sugerencia: dado lo excepcionalmente riesgoso de su heroico encargo, pidan ustedes que les junten ese justificadísimo estipendio y cuando alguno de ustedes, o dos, o todos juntos sean víctimas del populacho, de un aristócrata hemofílico o un amante despechad@, se le entregue todo el bonche acumulado a quienes ustedes dispongan. 

Entiendo que estoy poniendo la mosca en la oreja de algún posible beneficiario del de cujus pero si, ¡Dios por delante!, todos terminan con bien, estoy seguro que el cuerpo de bomberos de esta sí riesgosa ciudad merecería recibir el acumulado de esa generosa prestación. Pienso, salvo prueba en contrario, que estos tragahumos, por cuidadosos que sean, corren más riesgos que el más osado miembro de la judicatura. También la Familia Pasta de Conchos, como recipiendaria del riesgo imaginado, virtual que a los magistrados les pagan, sería una buena opción. 

Los padres, esposos, hijos, hermanos allí enterrados son víctimas de un acaecimiento: cosa que sucede. En todo caso de un acontecimiento, hecho importante que sucede. Los magistrados están protegidos contra algo eventual que, según el diccionario, es sinónimo de contingencia o sea: lo que puede suceder o no. Un hecho o circunstancia de realización incierta o conjetural. Yo sé que acabo de escribir una magistral explicación que merece el aplauso de cuantos la hayan leído. Les agradeceré que no lo escatimen, pero les ruego dirigirlo a don José G. Moreno, maestro e investigador nacional emérito, por supuesto, de la UNAM. Fue director de la Academia Mexicana de la Lengua. Recientemente fallecido.

Tengo algunas otras propuestas para que los señores magistrados, voluntariamente, contribuyan a adecentar su función: los seguros, las primas (saben a qué me refiero), las compensaciones extraordinarias, los apoyos. Por ejemplo: tengo entendido que uno de éstos se les otorga con motivo del Día de la Madre. ¿No sería apropiado aclarar si éste es de carácter universal y tienen derecho a recibirlo, aun los magistrados que carecen de razón concreta para ello? Juro que de este asunto estoy harto, pero detesto los pecados por omisión. Continuará.

Twitter: @ortiztejeda

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