8/24/2014

La jaula de oro



Leonardo García Tsao

FotoFotograma de la cinta Guten tag, Ramón, de Jorge Ramírez-Suárez, donde ofrece una visión benigna y cálida de la humanidad, en contraste escapista a la imagen más cruda que el cine suele darnos de la realidad

El tema de la migración ha sido abordado por el cine mexicano desde una variedad de puntos de vista y casi siempre –la excepción sería Norteado (2009), de Rigoberto Pérezcano– en un tono dramático, tal como ocurría en la reciente La jaula de oro, de Diego Quemada-Diez (2013). Una nueva perspectiva es abordada ahora por el realizador Jorge Ramírez-Suárez en Guten tag, Ramón, su cuarto y –hasta ahora– mejor largometraje.

Egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica, de la notable generación de los llamados Ukeleles (única en la que todos sus miembros se han desempeñado en el cine de alguna u otra manera), Ramírez-Suarez plantea en la película un revés a las nociones de emigrar al extranjero en condiciones de desventaja. Aunque en un principio parece que el relato va a seguir la ruta conocida –el personaje epónimo (Kristyan Ferrer) lleva cinco intentonas frustradas de cruzar el Río Bravo– y aplicar el melodrama también convencional –la madre (Arcelia Ramírez) y una abuela enferma (Adriana Barraza) dependen económicamente de Ramón– Guten tag, Ramón da un giro inesperado.

Por recomendaciones de su amigo el Güero (Héctor Kotsifakis), el protagonista va a intentar otra opción: viajar por avión a Alemania y encontrarse allá con una tía del primero. Si bien parecería improbable que Ramón juntase el dinero suficiente para un vuelo trasatlántico (y un pasaporte), aceptemos esa licencia de guión. La siguiente sorpresa es que Ramón no logra encontrar a su contacto. El joven deberá recurrir a su ingenio para sobrevivir el invierno alemán en una ciudad pequeña (Wiesbaden, en realidad) donde todo le resulta ajeno.

Reducido a la indigencia, Ramón recibe algunas muestras de hostilidad, pero sobre todo comprueba la amabilidad de varias personas. Sobre todo, la anciana Ruth (Ingeborg Schöner), quien vive sola en su departamento y encuentra en el joven mexicano a una cooperativa compañía. Ella se hará cargo de que el joven tenga techo y cobijo, y hasta procura que una profesional satisfaga sus necesidades sexuales.

Así, Ramírez-Suárez abandona el melodrama y se aboca a una gentil comedia donde el choque de idiomas y costumbres va a ser la principal fuente de humor. Aunque a veces las situaciones se vuelven reiterativas –por ejemplo, los esfuerzos de Ramón por comprar elementos de la cocina mexicana con una afable tendera– la película se sostiene gracias a la simpatía de Ferrer (quien antes había dado muestras de su solvencia en Las horas muertas, de Aarón Fernández).

La buena recepción que goza el protagonista con Ruth y sus vecinos, otros viejos solitarios a los que imparte clases de bailar salsa, se vuelve tan ideal que Guten tag, Ramón es como la fantasía de todo migrante. Ciertamente describe al pueblo alemán en términos positivos, cosa que contradice una larga tradición de villanía cinematográfica derivada de la Segunda Guerra Mundial. Total, una visión benigna y cálida de la humanidad, en contraste escapista a la imagen más cruda que el cine suele darnos de la realidad.

Guten tag, Ramón/ Buen día, Ramón. D y G: Jorge Ramírez-Suárez/ F. en C: Carlos Hidalgo/ M: Rodrigo Flores/ Ed: Sam Baixauli, Sonia Sánchez Carrasco, Jorge Ramírez-Suárez/ Con: Kristyan Ferrer, Ingeborg Schöner, Adriana Barraza, Arcelia Ramírez, Rüdiger Evers/ P: Beanca Films, MPN Cologne Film 3, Fox International Productions, FIDECINE. México-Alemania, 2013.
Twitter: @walyder

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