9/29/2014

La dictadura perfecta viva y coleante

Dictadura Perfecta mexicana, no responde sólo a los resortes y atavismos autoritarios de los poderes fácticos y cuasi-legítimos que nos gobiernan sino una especie de entramado sociopolítico que incluye y obtiene por diversas artes, el consenso de una buena parte de la ciudadanía.

lasillarota.com
En ocasión a la exhibición en salas de cine, de la más reciente película de Luis Estrada: La Dictadura Perfecta por muchos esperada y donde se retratan las relaciones de connivencia del poder y los medios en México, van las siguientes reflexiones arrancadas a pedazos en mis largos circunloquios mientras estoy atrapada en el agobiante tráfico de la ciudad de México y miro el abigarrado paisaje urbano de mi alrededor.
Recordemos que el término “Dictadura Perfecta” se lo debemos a un extranjero de amplia cultura, mirada aguda e inteligente: Mario Vargas Llosa, quien nos ofreció con esta expresión un camino abierto a la construcción de un gran concepto propio de la sociología política, explicativo de la especificidad mexicana en cuanto al funcionamiento y legitimidad del régimen político. Lo que a mi juicio todavía sigue en gran medida esperando ser retomado como tema de construcción sociológica o politológica por las y los académicos mexicanos y los mexicanólogos del todo el mundo.
Vargas Llosa lanzó esta expresión en un coloquio que organizara Octavio Paz en conjunto con Televisa (septiembre de 1990), en plena cresta de la ola del príismo reformista con Salinas de Gortari a la cabeza. Coloquio tildado como:El siglo XX: La experiencia de la libertad, en el que el propio Paz, sumado a una lista de intelectuales estelares de diversas partes del mundo, revisarían el impacto de la caída del Europa del Este y con esto, el fin de la bipolaridad política y económica mundial, “a favor –decían optimistamente-  de la democracia”.  
Justo en ese marco Vargas Llosa soltó una bomba mediática cuando espetó: “Yo no creo que se pueda exonerar a México de esa tradición de dictaduras latinoamericanas. Creo que el caso de México, cuya democratización actual soy el primero en aplaudir, como todos los que creemos en la democracia, encaja en esa tradición con un matiz que es más bien el de un agravante. México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo. No es la URSS. No es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México, porque México es la dictadura camuflada. Tiene las características de la dictadura: la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido. Y de un partido que es inamovible".
Una década después con la llegada del primer gobierno de la alternancia en el año 2000, un coro de voces intelectuales entonaron himnos al fin de laDictadura Perfecta con la llegada de lo que su juicio era la tersa “transición a la democracia mexicana”. En esta empresa los corifeos sumaron su fuerza a la de los panistas, nuevos detentadores del poder y de sus aliados (básicamente estos últimos los mismos de siempre) que lejos siquiera de intentar transformar las bases de la gobernabilidad del régimen, a tono con la pluralidad política que derivaba de las urnas, se solazaron en el sueño de galopar a lomo del Leviatán mexicano, gozando las mieles del poder esta vez de su lado.
Doce años después de ese Asalto a Los Pinos somos testigos de la descomposición política del régimen de gobierno a todo lo largo y ancho del país, habida cuenta la extendida corrupción de autoridades de todos los niveles; el saqueo de recursos sin medida, sin control y prácticamente impunes. Siendo atónitos testigos también de las vías inagotables que tiene “la perversidad del sistema” (Colosio dixit) capaz de trastocar y anular medidas democratizadoras como: La reelección, la rendición de cuentas, la consulta popular, la representación social a partir de órganos ciudadanizados en la forma, pero partidizados y facciosos en el fondo. Mirando el refrendo a monopolios que controlan la formación de opinión pública y la comunicación política; que crean y recrean cortinas de desinformación.
Aparatos de poder que en su operación y alcances, suscitan con seguridad la envidia de los autócratas que perviven en el mundo, no podemos más que rendirnos ante la evidencia de que la Dictadura Perfecta está viva y andando en México.
La cuestión sin embargo es que después de la salida y regreso del PRI de Los Pinos (aunque nunca dejó de gobernar la mitad de las entidades) y del arribo de gobiernos de partidos opositores al poder en diversas entidades, comenzamos a sospechar que la Dictadura Perfecta mexicana, no responde sólo a los resortes y atavismos autoritarios de los poderes fácticos y cuasi-legítimos que nos gobiernan (por aquello de la compra de votos, aún dentro del Congreso de la Unión), sino una especie de entramado sociopolítico que incluye y obtiene por diversas artes, el consenso de una buena parte de la ciudadanía.  
Es decir más a la manera weberiana que marxista, la dominación política de laDictadura Perfecta mexicana obtiene obediencia –y en ese sentido autoridad- en sus mandatos específicos, descansando en los más diversos motivos de sumisión: “desde la habituación inconsciente hasta lo que son consideraciones puramente racionales con arreglo a fines. Ya que un determinado mínimo de voluntad de obediencia, o sea de interés (externo o interno) en obedecer, es esencial en toda relación auténtica de autoridad”. [1]
Mi propuesta para el análisis de esta obediencia y sus motivos de sumisión parte de la tesis de que la habituación inconsciente o el cálculo racional detrás de la convicción que gran parte de la ciudadanía mexicana parece compartir, en el sentido de que no vale la pena oponerse o confrontar las decisiones del poder, es producto de tres fuentes de legitimación.
La primera es la legitimación que deriva del bombardeo cotidiano por parte de todos los frentes del pulpo mediático, con la idea de que todos los partidos y profesionales de la política son igualmente corruptos. Ergo los políticos sólo se dividen entre los que saben y no saben gobernar. Es decir entre los que conocen o no conocen los códigos internos del poder, practican y reproducen los rituales del mismo, o los ignoran por ñoños y se los saltan y los desafían por “nacos”. Como esta fuente defiende los rituales y encomia la simulación, los rijosos, los gritones y rebeldes, no son gratos ni útiles. Gracias al esfuerzo realizado por esta fuente casi desde que apareció y tuvo poder real la oposición en México, ahora prospera en la opinión pública la propuesta de llevar a Consulta popular eliminar la representación proporcional de las minorías partidistas en las Cámaras, que ha sido una vía para fortalecer la pluralidad  política de estos espacios.
La segunda fuente es más societal y sistémica ya que está sustentada en un entramado institucional tanto público como privado, cuyas reglas de transacción despojan cotidianamente a toda la población de sus derechos. Encarna así un esquema de desincentivos a la defensa, reclamo y vigencia de los derechos, ya sea como consumidores, como pobladores, como vecinos, como estudiantes,  como transeúntes, como usuarios o trabajadores.  
Es una especie de “mano invisible” como la que suponen los economistas liberales existe y que pauta las expectativas de utilidad e interés de los actores en las transacciones económicas, modulando –dicen- a los agentes abusivos o monopólicos. En nuestro caso esta “mano invisible” estaría instalada a partir de las prácticas y normas abusivas, unilaterales, verticales, escritas y no escritas, legitimadas incluso en ocasiones contractualmente, de modo que los actores (la ciudadanía en general) han interiorizado e internalizado el abuso cotidiano en sus costos de transacción y están ya dispuestos a descontarlo.
Es decir estamos ya acostumbrados y somos hasta cierto puntos dóciles frente a la prepotencia con que empresas, servicios de transportes, oficinas públicas, funcionarios de gobiernos y toda suerte de etcéteras, nos aplican diariamente sus reglas verticales y ventajosas. Donde el tono de suficiencia y altanería con que nos tratan las y los oficiales de toda laya en ventanillas, mostradores, líneas telefónicas y otros etcéteras, no son mas que expresión de una especie de corporeización de este poder abusivo, que a ellos les toca encarnar personalmente.
Como sabemos a la hora de contratar un servicio o adquirir un bien en México hay abusos sin fin. No existen en la práctica los derechos del consumidor y los organismos dedicados a su supuesta defensa, así como otros reguladores de servicios son totalmente inocuos en este campo, ya que no se ve su mano en estas transacciones. Es el caso de los contratos por ejemplo de telefonía, de la banca, de la energía eléctrica, del agua, etcétera. Ya que a pesar de algunos de estos servicios tienen en sus contratos cláusulas con salvedades formales a favor de los usuarios y consumidores, las formulaciones suelen ser vagas y poco efectivas para ejecutarse a la hora que aparece el abuso. Y los recursos de apelación y de reclamo son lentos y farragosos y por tanto desincentivan la defensa por agregar al abuso otro costo mas de transacción. 
Pero lo mismo estaría ocurriendo en las transacciones laborales, donde el objeto de intercambio y de contrato (así sea verbal) es el trabajo. Y esto no sólo por los bajos salarios e inexistentes prestaciones que recibe la gran mayoría de las y los empleados y trabajadores, sino por los abusos y el maltrato corporal que reciben muchos y muchas de éstos, sin que haya autoridad alguna que pueda sancionarlos (ejemplos como la Mina Pasta de Conchos son sólo la puntita de ese descomunal iceberg).
De esta suerte al igual que lo que ocurre en la denuncia de delitos, desalentada por la ineficiencia de las autoridades de procuración de justicia, en las transacciones de mercado, las personas prefieren descontar el costo del abuso que agregar el costo del despido o del reclamo por la justicia, por lo que elsistema autoritario de la mano – que a esta alturas tendríamos que llamar  abusiva- sale triunfante.  
La gran pregunta que surge en este punto es sí el capitalismo de compadresque es el actor principal en este sistema de la invisible mano abusiva que se ha consolidado en México a partir de las supuestas reformas de mercado lideradas por el priísmo, es un avance complementario en la legitimación laDictadura Perfecta hacia terrenos de la societalidad, ya que ha extendido los resortes del autoritarismo, la verticalidad y el abuso a la existencia cotidiana. Acostumbrándonos, naturalizando el abuso del poder y la indefensión a un sistema de disciplinamiento y sumisión más perfecto, por cuanto la mano que mece el poder está invisibilizada en las reglas del mercado, que es un sistema de coordinación individualizado, fragmentador, que pone a cada uno de nosotros a contender aisladamente con “las fuerzas y tendencias del mercado”. Mismas que impersonalmente nos arrolla y nos mide en la lucha diaria por la sobrevivencia, a partir de nuestras dotaciones individuales.
Es decir por la escolaridad, experiencia laboral, salud física y capital social que hallamos podido acumular. Como si el Estado, sus políticas inequitativas, la corrupción de los funcionarios y gobernantes, el influyentismo y sus omisiones en las garantías a nuestros derechos, no fueran en buena medida responsables del paquete de capacidades y habilidades que traemos cada uno para contender en el mercado.     
Finalmente, la tercera pero no última fuente de legitimidad de esta Dictadura Perfecta está sin duda anclada en el sistema educativo nacional. Ya que es el sitio donde inicia el despojo y anulación de derechos y la práctica de abusos y violencia, que es parte consustancial de la socialización autoritaria mexicana.  Un educación sin contenidos cívicos ni humanistas; que despersonaliza, que adoctrina en la sumisión; que no forma el intelecto ni la curiosidad científica; un modelo educativo que internaliza la supremacía del mas fuerte y del patriarcado abusivo y retrógada que impera en el macro sistema.
[1] Weber, Los Tipos de dominación.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario