11/24/2014

Dos métodos frente al narco-estado mexicano

Ramón I. Centeno


No, la humildad no es una virtud: es un defecto que hace a los pueblos sumisos, sufridos. La humildad aconseja poner la otra mejilla cuando en una se ha recibido el ultraje… Contra soberbia, humildad, suspira el fraile. Contra soberbia, ¡rebelión!, gritamos los hombres. - Ricardo Flores Magón

El primer movimiento de envergadura nacional que se alzó contra la guerra del narco, fue el del poeta Javier Sicilia en 2011. Con gran audacia, él abrió el primer y único desafío serio al entonces Presidente que inauguró en 2006 el baño de sangre que aún vive México: Felipe Calderón, del PAN. Sin embargo, el enfoque de Sicilia incluía un defecto que luego explicaría su empeño por evitar la radicalización de su movimiento.

En corto, Sicilia buscaba que Calderón fuera quien derrotara al Presidente (¡sic!). Veamos el extracto de una olvidada entrevista que el poeta sostuvo con Proceso:
- Usted se ha reunido con Calderón en dos ocasiones. ¿Qué impresiones tiene de él?

- Cuando deja hablar su corazón y al hombre, no al presidente de la República, creo que Calderón puede encontrar caminos. Pero cuando deja hablar al político, lo que sucede generalmente, se mete en una cerrazón que lo está poniendo en un terreno muy difícil porque 40 mil muertos y 10 mil desaparecidos representan un fracaso; muestran que su política no tiene rumbo más que el camposanto y el terror.

Proceso tuvo el mérito de rascar en esa singular idea de Sicilia:

- ¿Es una oportunidad más para Felipe Calderón?

- Es una gran oportunidad. Ojalá escuche; ojalá haga ese silencio que deje escuchar a su corazón y al hombre, no al personaje que representa: el presidente de la República.

- ¿Es tiempo justo para hacerlo?

- Está justo a tiempo. Yo tengo esperanzas en el hombre, no en el presidente de la República; que deje que lo humano, la comprensión y la sensatez vuelvan a operar en él. (Proceso 1802).

Tres años después, ha surgido una nuevo ascenso en contra de una barbarie que, en vez de disminuir, amenaza con perpetuarse. Como si buscara apegarse a una ecuación lineal, el radicalismo de los familiares de los normalistas de Ayotzinapa se ha mostrado directamente proporcional a la dimensión que ha adoptado la violencia.

El pasado 27 de octubre, en Iguala, como corolario de las protestas al cumplirse un mes del ataque a los normalistas, los familiares levantaron tres cruces en remembranza de los tres estudiantes de Ayotzinapa que fueron asesinados en el ataque donde otros 43 desaparecieron. Conviene recordar el discurso de los familiares en voz de Felipe de la Cruz, el cual explica el tono de la actual ola de protestas:

“Como padres de familia no vamos a descansar hasta encarcelar a los asesinos intelectuales y materiales de [el asesinato de] Julio César, de Daniel y de César, que han ofrendado la vida para que esta sociedad cambie... Vamos a dar un giro a esta situación. Porque ya no puede ser posible que día con día sigan asesinando a nuestros jóvenes.

A diferencia de Sicilia, los familiares de los normalistas no tienen la expectativa de que sea Peña Nieto quien traiga la justicia ausente: la justicia hay que imponerla:

“Que nos escuchen los gobernantes de este país, ¡asesinos!, que los padres de familia vamos a continuar unidos todos con la sociedad de Guerrero y de México y del mundo. Y no vamos a descansar hasta que tengan que ser encarcelados los autores intelectuales y materiales de [el ataque a] nuestros alumnos... ¿Cómo podemos confiar en un gobierno podrido? Que no nada más en Guerrero, sino en los diferentes estados que conforman nuestra república aparecen muertos día con día... Por eso el llamado a la sociedad mexicana y al mundo que nos mantengamos unidos con la esperanza de que los 43 muchachos van a aparecer con vida.”

Sicilia convirtió su iniciativa en un movimiento de víctimas. Sin embargo, tal vez el punto es rechazar el rol de la víctima y apostar por otra postura: la del militante. La víctima invita a la caridad; el militante, a la solidaridad. La primera, abre un diálogo de arriba hacia abajo: el filántropo; la segunda, uno entre iguales: el camarada.

Así es como supongo que debemos interpretar el exhorto de Omar García, estudiante de Ayotzinapa, sobreviviente del ataque del 26 de septiembre en Iguala:

“Que esto no sea una moda, que no nos acompañen solamente porque ahorita somos víctimas y porque ahorita andamos llorando, no queremos esto; queremos que esto continúe y que si nos quieren acompañar nos acompañen hasta las últimas consecuencias.”


México está recuperando su legado plebeyo, su tradición revolucionaria. 
Ramón I. Centeno es miembro del Partido Obrero Socialista. Twitter: @ricenteno
Columna publicada el 23-nov-2014 en elbarrioantiguo.com. 

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