107 variaciones alrededor del dolor y de una carta de ruptura.
lasillarota.com
“Cuídese”, Sophie Calle en el Museo Tamayo.
“Recibí un mail de ruptura. No supe responder. Fue como si no me estuviera dirigido. Terminaba con la palabra: ‘Cuídese’ (‘prenez soin de vous’).
Tomé esta recomendación al pie de la letra. Solicité a 107 mujeres,
entre las cuales una con plumas y dos de madera -elegidas por su
oficio, su talento– que interpretaran la carta desde un ángulo
profesional. Analizarla, comentarla, tocarla, bailarla, cantarla.
Disecarla, agotarla. Comprender por mí. Hablar en mi lugar. Una manera
de tomarme el tiempo para romper. A mi ritmo. Cuidarme”: Sophie Calle.
Es una loca la artista francesa Sophie Calle (París, 1953). En el
mejor sentido de la palabra “loca”. Una mujer fascinada por las
emociones: las suyas y las de las/os demás. Necesita espiarse y
necesita espiar, como en sus comienzos, cuando recorría las calles de
París y fotografiaba a personas que le eran desconocidas, (en tanto que
nunca le fueron presentadas) y “conocidas”, en el sentido de la célebre
frase de Terencio: “Hombre soy, y nada de lo humano me es ajeno”.
“Mujer soy…” se dice la artista, y se lanza a través de su obra (muy
autobiográfica) hacia las indagaciones más íntimas y complejas.
Lo suyo es un trabajo de tránsito –de una manera muy explícita-
entre lo privado y lo público. ¿Quiénes somos cuando estamos ajenos,
distraídos, distantes? ¿Cuáles son nuestras expresiones, nuestros
gestos? Ese segundo exacto en una imagen que nos revela un momento de
vida, un estado de ánimo. ¿Qué es el dolor y qué hacemos con él? ¿Y
con el vacío? ¿Y con la pérdida? ¿Y con la ausencia? ¿Se vale exponer
nuestras emociones en público? Desmenuzarlas, pasarlas a la lupa, jugar
con ellas, reírse a carcajadas –también- de ellas? La respuesta del
arte y de la literatura intimista es sí.
De manera rotunda y sin la menor duda: sí. En lo personal, creo en
el intimismo como una forma de encuentro entre sensibilidades afines,
distantes en la geografía, en los modos de vida, en la lengua en que se
expresan, pero vinculadas por afinidades -conscientes o no- que las
llevan a conformar una misteriosa galaxia de revelaciones y de
encuentros.
La exposición en el Tamayo
Sophie Calle recibió una carta por mail, en la cual su pareja le
explicaba que no podía continuar la relación. Y sí, por mail. Ni
siquiera por correo, lo que implicaría –por lo menos- la cercanía de la
letra, el tomarse la molestia de caminar hasta el correo, hacer la
cola, comprar una estampilla, lamer la estampilla, pegarla, echar la
carta en el buzón. Se quedó atónita y muda. Dado que se quedó muda,
como ella explica en su introducción a la exposición, decidió recurrir
a 107 mujeres con las más distintas especialidades para que
“entendieran”, “interpretaran” y respondieran por ella.
Las 107 “mujeres” incluyen a dos marionetas y a una perica. En un
video, la perica mastica largamente un pedazo de papel: ¡La carta! Y
emite cantidad de ruiditos y ruiditos y ruiditos. Así se expresa,
deduce la espectadora, la refinada ternura de las pericas, ante el
abandono sufrido por una de sus prójimas.
Fuimos a la exposición mi hijo y yo. Después de leer la introducción
y al entrar en una sala llena de imágenes y videos de mujeres
re-creando la carta, mi hijo, en un arranque de solidaridad masculina
me dijo: “¡Pobre hombre, mamá!”. Así, como desolado. Me pregunté: ¿si
la carta hubiera sido escrita por una mujer y aquello fuera la
exposición de 107 hombres respondiendo, (entre ellos un perico) me
hubiera atraído tanto la exposición? No sé si “tanto”, pero sí
muchísimo, casi podría asegurarlo. Aunque estoy convencida de que los
aquelarres intimistas se dan más, mucho más, entre mujeres. Todavía.
Sería interesante un ejercicio semejante entre artistas varones:
¿cuántos responderían al llamado?
Y pueden ser tan duras las palabras y todo lo que viene con ellas.
En la ya célebre carta, el “fugitivo” explica que se ve obligado a
renunciar a su relación porque lo angustia demasiado estar con una sola
mujer; (la condición de Sophie para estar con él) y que después de
cumplir el pacto por un tiempo, su compulsión le ganó la batalla: ya
recuperó a las otras tres. Ante esas palabras que son/ podrían ser
demoledoras: ¿cómo jugar con ellas? Relativizarlas, arrancarles
despacito su carga que una/o puede vivir como devastación.
Descorporeizar las palabras. Tomar distancia. ¿Cómo se escucha la carta
de despedida en francés, leída por Jeanne Moreau? ¿Y cantada en
portugués como un fado? ¿Y actuada en italiano por una actriz que pela
cebollas en la cocina de su casa? ¿Y tarareada por una música? ¿Cómo
es la carta en braille? ¿Y en lenguaje para personas con problemas de
audición? ¿Y en la voz de una cantante de ópera?
Varias actrices, entre ellas ni más ni menos que la magnífica Jeanne
Moreau, leen la carta. Las actrices leen la carta en sus distintas
lenguas de origen. Una marioneta declama la carta hasta caer desmayada.
Una clown, una bailarina de ballet. Una especialista del tiro al
blanco le apunta desde lejos y logra colocarle tres balazos en palabras
elegidas como claves. Otras mujeres responden por escrito: una
psicoanalista, una periodista de Libération, una traductora,
una comandante de policía, una abogada, una escritora. A cada oficio un
lenguaje distinto para responder y para analizar. La idea es
maravillosa y ya en los hechos, divertidísima.
La comandante de policía –por ejemplo- responde aclarando que si
bien entiende el dolor de quien recibe la carta del “asesino del amor”,
no encuentra delito alguno que “perseguir” del lado de quien la
escribió. Una niña de primaria se esmera en señalar y corregir las
faltas de ortografía. Una fanática del “buen gusto” señala la
repetición de frases hechas. La diplomática escribe de: “decisiones
tomadas de manera unilateral”. La sexóloga en una carta con sello de
los Hospitales de París se niega a recomendarle antidepresivos a
Sophie. La jueza denuncia “un vulgar contrato de arrendamiento entre
dos personas”. La periodista explica que la carta es impublicable
porque: “no ha matado a nadie, no le interesa a nadie, no es un libro,
y terminará en el cesto de basura”.
La importancia de la creatividad, de la invención. La importancia de
lo lúdico en los procesos de duelo. Mi hijo terminó riéndose y muy
interesado en el devenir de esa idéntica carta, multicitada y
transformada. Me importó mucho que un adolescente varón se internara en
ese “juego” doloroso, y tímido, y descarado y dramático y risueño… del
tan humano derecho a viajar las emociones. A mirarlas a los ojos. A no
negarlas. ¿Qué hay de más “ordinario” que una ruptura? ¿Quién no las ha
vivido? ¿Cómo aprender a crear con ellas? Cada quien desde lo que
necesita, lo que conoce, lo que sabe hacer. Una puede escribir
alrededor de la pérdida, o correr un maratón con ella, o dibujarla. O
confeccionar panecitos dulces para que la casa huela a hogar. Pero lo
que es un hecho: una tiene que aceptar la pérdida, y transitarla. Y
esos tránsitos inscritos en los duelos, son la especialidad de Sophie
Calle.
“Cuídese”, (“prenez soin de vous”) las últimas tres
palabras de la carta del amante nombran la exposición que se presentó
por primera vez en el 2007 en el Pabellón Francés de la Bienal de
Venecia. Sophie Calle comenzó como fotógrafa en 1979, caminaba detrás
de quienes llamaban su atención, y los fotografiaba. Después hizo una
invitación para que distintas personas fueran a dormir en su cama, y
ella las fotografiaba mientras dormían. ¿Cómo duerme cada quién? ¿Con
qué expresiones? ¿Cómo coloca el cuerpo? ¿Cómo se cobija o se
descobija?
Fotografías, textos, videos, instalaciones. Una mirona Sophie, sin
duda alguna. Una mirona dispuesta a ofrecerse a su vez a la mirada de
los otros. Como en la exposición en la que trabajó la enfermedad y la
muerte de su madre. O en: “El dolor exquisito” (me parece más bonito el
título en francés, lengua en la que –además- “dolor” es un femenino: “la douleur exquise”, en la que se sumergió para aceptar la pérdida de un –antiguo- gran amor.
Mostrarse es exponerse. Exponerse y saber hacerlo, es talentoso y es valiente.
Me encanta Sophie Calle, y su manera de convertir la tan singular y
tan común experiencia del dolor, en los imaginarios y los actos de ”La exquisita
dolor”. Allí donde nos reconocemos todas/os. Como en esa galaxia de
vínculos invisibles que les digo: “Y nada de lo humano me es ajeno”.
Para quienes no viven en la ciudad de México y/o no pueden visitar la exposición:
El texto completo de la multicitada carta interpretado por la actriz española Victoria Abril.
Sophie Calle presenta su exposición en el Museo Tamayo.
La carta en el lenguaje para personas con problemas de audición.
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