Alberto Aziz Nassif
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El índice sobre la paz en México a cargo del Institute for Economics and Peace, deja ver un clima poco propicio para tener elecciones por la violencia y la falta de paz social. Varios de los estados con más violencia tendrán comicios locales y federales. En esta lista destacan Guerrero y Michoacán, dos de los más violentos del país, Michoacán en el lugar 29 y Guerrero en el 32. Una de las partes que más complica tener elecciones en esos territorios es la captura de la autoridad por parte del crimen, lo cual hace que las elecciones sean particularmente peligrosas.
En Guerrero el clima social está completamente revuelto, entre Ayotzinapa, el gremio magisterial y la penetración del crimen organizado en las estructuras de gobierno, se da un escenario que complica al extremo el proceso electoral. ¿Qué resulta peor: que haya elecciones o que no las haya? El interrogante en Guerrero, el caso más extremo, pero que se repite en otras partes del país es: ¿será posible encontrar algún sentido para ir a las urnas cuando atravesamos por una grave crisis de representación y por un divorcio generalizado entre la clase política y la ciudadanía?
Desde hace varios meses hay un debate sobre el sentido del voto y se pueden identificar tres grandes posiciones. La primera es la que niega la crisis, por ejemplo, para los partidos políticos no hay crisis, ellos está en lo suyo, administran su negocio, postulan candidatos, hacen spots y promesas para atraer el voto ciudadano. Organizan a sus votantes mediante redes clientelares que les aseguran los porcentajes de votantes para seguir con su juego. En este sector la crisis es un mal lejano, en todo caso, una molestia por la que hay que pasar, porque siempre hay problemas y siempre se pueden hacer ofertas de que las cosas serán mejores. El partido gobernante dice que vamos mejor y pronto habremos superado los problemas más graves; y la oposición fija posiciones y hace crítica al gobierno. Para los partidos simplemente vamos a un nuevo ciclo electoral. El voto les ratifica privilegios y falta de representación.
Una segunda posición, se da en un sector que reconoce la gravedad de los problemas y sabe que esta clase política no da resultados, que incumple y se mueve en función de sus propios intereses y no es digna de confianza. En esta visión todavía se considera que no se puede dejar de lado lo que queda de democracia electoral y que desde dentro se resuelven los problemas, es decir, intensificando el juego político. Aquí se sabe que votar es importante y que no hay de otra; las dudas son por quién votar, por quién será el menos malo.
En una tercera posición están los que abiertamente llaman a no votar, a ir por la anulación, la abstención o el boicot. Se trata de una visión que plantea que el sistema político está colapsado y que no tiene ningún sentido ir a otro ciclo y reproducir el mismo juego. Plantean que se tiene que hacer un cambio de fondo, una nueva Constitución, nuevas reglas y prácticas que modifiquen el actual deterioro. Este planteamiento está cruzado con los resultados que ha dejado la violencia, el crimen y las fallidas políticas públicas. Esta posición tiene su asidero territorial más fuerte en Guerrero, en donde hay grupos sociales organizados en contra del proceso electoral, lo cual se suma al movimiento de opinión por el boicot o la anulación que se da en la mayoría de otros territorios del país. ¿Qué hacer con el voto?
Investigador del CIESAS.
@AzizNassif
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