Leonardo García Tsao
F
inalmente se ha estrenado Güeros, opera prima de
Alonso Ruizpalacios, después de un afortunado paseo por numerosos
festivales de cine, con premio en cada uno, a lo largo de un año. Su
calidad es tan evidente que los diversos jurados la encontraron
irresistible.
Y es que la película es esa rara avis en el panorama del
cine mexicano contemporáneo: una creación original que ha asimilado sus
diversas influencias en un discurso divertido, fresco, pleno de
vitalidad y energía, que dice mucho sobre el estado actual de la
juventud nacional.
Si bien la acción se sitúa en 1999, durante la huelga de la UNAM,
sus situaciones son más bien intemporales. En Veracruz, el niño Tomás
(Sebastián Aguirre) arroja un globo lleno de agua a una señora y su
bebé. Esa travesura será el colmo. La mamá envía a Tomás a la ciudad de
México para que lo cuide su hermano universitario, Federico, apodado Sombra (Tenoch
Huerta, irreconocible tras sus anteriores papeles serios). Resulta que
éste y un compañero llamado Santos (Leonardo Ortizgris) viven en un
departamento sin luz, porque no han pagado la cuenta eléctrica. Viven,
según ellos,
en una huelga de la huelga.
Tomás carga un fetiche, un caset del olvidado músico Epigmenio Cruz, quien
pudo haber salvado al rock mexicanoy
una vez hizo llorar a Bob Dylan. Siendo un legado de su padre, Sombra y su hermano se proponen encontrar a Epigmenio. Para ello emprenden un viaje en coche por los cuatro puntos cardinales de la ciudad, incluyendo el Centro, al que se une Ana (Ilse Salas), una activista de la huelga con quien Sombra sostiene una especie de romance platónico.
Filmada en la tradicional proporción 1:33, y en blanco y negro, Güeros remite
en espíritu a la Nueva Ola europea de los años 60, así como admite
evocaciones a Jim Jarmusch. Pero nunca se siente como una película de
referencias. La interacción entre los cuatro jóvenes es singular porque
depende de diálogos ingeniosos que tienen la naturalidad de parecer
improvisados. El guión del propio Ruizpalacios y Gibrán Portela, sin
embargo, es tan exacto que descarta esa posibilidad. Los personajes
hablan con igual soltura y gracia de su compromiso político –o falta de
él–, del cine mexicano clásico y el que se exporta a festivales, de
trivia juvenil o de obsesiones personales. Una secuencia ejemplar en
ese sentido es aquella de una asamblea estudiantil, en la cual Ana
intenta arengar a sus compañeros, sólo para recibir gritos propios de
clasismo, sexismo y otros ismos.
Güeros hasta
se permite momentos de ruptura, de metacine, cuando los personajes
aluden a su propia situación como actores de una película. Uno
incidental, apodado El Oso, la define con razón como
una de correteadas. Y asoma en medio de la escena una claqueta. Que la narrativa continúe como si nada es parte del juego de una de las obras más lúdicas del cine mexicano reciente.
No cabe duda que Ruizpalacios ha encontrado a su aliado fundamental
en el cinefotógrafo Damián García, quien con unos cuantos títulos ha
dado fe de la versatilidad de su estilo. Aquí demuestra su habilidad
para seguir, cámara en mano, a los personajes en sus constantes
carreras y hacernos partícipes de la vertiginosa acción. Así también le
devuelve la poesía a imágenes en blanco y negro que son como chispazos
de emoción pura. La mirada embelesada hacia el personaje de Ana es
particularmente llamativa (y es natural, la actriz es la compañera del
director en la vida real).
Güeros se ha estrenado con sólo 50 copias cuando quizá su
público idóneo la ha visto ya en la Muestra de la Cineteca. Sin
embargo, es una película que invita a varias revisiones –yo la he visto
tres veces, con creciente entusiasmo. Es de esperar que no languidezca
en la cartelera, como suele suceder con toda película –mexicana o no–
que se atreve a ser diferente.
Güeros
D: Alonso Ruizpalacios/ G: Alonso Ruizpalacios, Gibrán Portela/ F.
en ByN: Damián García/ M: Canciones varias/ Ed: Yibrán Assaud, Ana
García/ Con: Tenoch Huerta, Sebastián Aguirre, Ilse Salas, Leonardo
Ortizgris, Laura Almela/ P: Catatonia Films, Conaculta, Difusión
Cultural UNAM. México, 2014.
Twitter: @walyder
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