Leonardo Boff
Adital
La
demolición teórica del capitalismo como modo de producción comenzó con Karl
Marx y fue creciendo a lo largo de todo el siglo XX con el surgimiento del
socialismo. Para realizar su propósito principal de acumular riqueza de forma
ilimitada, el capitalismo agilizó todas las fuerzas productivas disponibles.
Pero, desde el principio, tuvo como consecuencia un alto costo: una perversa
desigualdad social. En términos ético-políticos, significa injusticia social y
producción sistemática de pobreza.
En los
últimos decenios, la sociedad se ha ido dando cuenta también de que no
solamente existe una injusticia social, sino también una injusticia ecológica:
devastación de ecosistemas enteros, agotamiento de los bienes naturales , y, en
último término, una crisis general del sistema-vida y del sistema-Tierra. Las
fuerzas productivas se han transformado en fuerzas destructivas. Lo que se
busca directamente es dinero. Como advirtió el Papa Francisco en pasajes ya
conocidos de la Exhortación Apostólica sobre la Ecología: «en el capitalismo
quien manda ya no es el hombre, sino el dinero y el dinero vivo. La motivación
es la ganancia… ganancia… Un sistema económico centrado en el dios-dinero
necesita saquear la naturaleza para mantener el ritmo frenético de consumo que
le es inherente».
Ahora
el capitalismo ha mostrado su verdadera cara: estamos tratando con un sistema
anti-vida humana y anti-vida natural. Y se nos plantea este dilema: o cambiamos
o corremos el peligro de nuestra propia destrucción, como alerta la Carta de la
Tierra.
Sin
embargo, el capitalismo persiste como el sistema dominante en todo el globo
bajo el nombre de macroeconomía neoliberal de mercado. ¿En qué reside su
permanencia y persistencia? A mi modo de ver, reside en la cultura del capital.
Eso es más que un modo de producción. Como cultura encarna un modo de vivir, de
producir, de consumir, de relacionarse con la naturaleza y con los seres
humanos, constituyendo un sistema que consigue reproducirse continuamente, poco
importa en qué cultura venga a instalarse. Ha creado una mentalidad, una forma
de ejercer el poder y un código ético. Como enfatizó Fábio Konder Comparato en
un libro que merece ser estudiado A civlização capitalista (Saraiva, 2014): «el
capitalismo es la primera civilización mundial de la historia» (p.19). El
capitalismo orgullosamente afirma: «no hay otra alternativa».
Veamos
rápidamente algunas de sus características: la finalidad de la vida es acumular
bienes materiales mediante un crecimiento ilimitado producido por la
explotación sin límites de todos los bienes naturales, por la mercantilización
de todas las cosas y por la especulación financiera, realizado todo con la
menor inversión posible, buscando obtener mediante la eficacia el mayor lucro
posible dentro del más corto tiempo posible; el motor es la competencia
impulsada por la propaganda comercial; el beneficiario final es el individuo;
la promesa es la felicidad en un contexto de materialismo raso.
Para
este propósito se apropia de todo el tiempo de vida del ser humano, no dejando
espacio a la gratuidad, a la convivencia fraternal entre las personas y con la
naturaleza, al amor, a la solidaridad y al simple vivir como alegría de vivir.
Como tales realidades no importan en la cultura del capital, por que no son
mercancias sino valores morales, como enfatizó el megaespeculador George Soros
en su libro La crisis del Capitalismo (1999). Pero son ellas las que producen
la felicidad posible; el capitalismo al revés destruye las condiciones de
aquello que se proponía: la felicidad. Y así no es sólo anti-vida sino también
anti-felicidad.
Como se
deduce, estos ideales no son propiamente los más dignos para el efímero y único
paso de nuestra vida por este pequeño planeta. El ser humano no posee solamente
hambre de pan y afán de riqueza; es portador de otras hambres como hambre de
comunicación, de encantamiento, de pasión amorosa, de belleza y arte, y de
trascendencia, entre muchas otras.
¿Pero
por qué la cultura del capital se muestra así tan persistente? Sin mayores
mediaciones diría: porque ella realiza una de las dimensiones esenciales de la
existencia humana, aunque la elabora de forma distorsionada: la necesidad de
autoafirmarse, de reforzar su yo, de lo contrario no subsiste y es absorbido
por los otros o desaparece.
Biólogos
e incluso cosmólogos (citemos apenas a uno de los mayores: Brian Swimme) nos
enseñan que en todos los seres del universo, especialmente en el ser humano,
prevalecen dos fuerzas que coexisten y se tensionan: la voluntad del individuo
de ser, de persistir y de continuar dentro del proceso de la vida; para eso
tiene que autoafirmarse y fortalecer su identidad, su "yo”. La otra fuerza es
la de integración en un todo mayor, en la especie, de la cual el individuo es
un representante, constituyendo redes y sistemas de relaciones fuera de las
cuales nadie subsiste.
La
primera fuerza gira alrededor del yo y del individuo y origina el
individualismo. La segunda se articula alrededor de la especie, del nosotros y
da origen a lo comunitario y a lo societario. Lo primero está en la base del
capitalismo, lo segundo, en la del socialismo.
¿Dónde
reside el genio del capitalismo? En la exacerbación del yo hasta el máximo
posible, del individuo y de la autoafirmación, desdeñando el todo mayor, la
integración y el nosotros. De esta forma ha desequilibrado toda la existencia
humana, por el exceso de una de las fuerzas, ignorando la otra.
En este
dato natural reside la fuerza de perpetuación de la cultura del capital, pues
se funda en algo verdadero pero concretizado de forma desmesuradamente
unilateral y patológica.
¿Cómo
superar esta situación que viene desde hace siglos? Fundamentalmente
recuperando el equilibrio de estas dos fuerzas naturales que componen nuestra
realidad. Tal vez la democracia sin fin sea la institución que hace justicia
simultáneamente al individuo (al yo) pero insertado dentro de un todo mayor
(nosotros, la sociedad) del cual es parte. Volveremos sobre el tema. No es
suficiente la crítica, sino importante es la identificación de alternativas que
nos puedan dar esperanza para el futuro de nuestra civilización y para
continuidad de la vida en este planeta.
Traducción
de Mª José Gavito Milano
Fuente: leonardoboff.wordpress.com
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