6/08/2015

30 años de un sistema educativo que sigue las reglas del fundamentalismo neoliberal


EDUCACION    
Por:  / 6 junio, 2015

Ilustración: Pe Aguilar / @elesepe1

No importa cuáles hayan sido las causas de la cancelación indefinida de la evaluación magisterial, el aspecto nodal de la mal llamada reforma educativa. Lo importante es que la presión firme y organizada de los maestros disidentes del sindicato de maestros, hizo que el “gobierno” de Enrique Peña Nieto diera marcha atrás a una medida impuesta desde centros hegemónicos del poder global, los mismos que quieren hacer de México una colonia donde puedan explotar sus recursos naturales y humanos como les venga en gana.
No es descabellado que tal decisión haya sido orquestada, días antes de las elecciones, con el fin de poner en marcha un alud de “protestas” de la derecha y sus corifeos, para demostrar que la mal llamada reforma educativa cuenta con el apoyo de amplios sectores. Así sucedió, lo que dio la pauta para que se criticara acremente la medida anunciada por el titular de la Secretaría de Educación Pública, y exigir que se dé marcha atrás. La reforma educativa, dicen los voceros de la derecha, no puede truncarse porque se manda una pésima señal a los mercados.
Se ha dicho incluso que el gobierno federal no debe dejarse vencer por la vocinglería y la violencia de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de Educación (CNTE), lo que justificaría una represión de mayor envergadura una vez pasadas las elecciones. Lo que no se dice es que las protestas surgen de un hecho fundamental: la tal reforma ni es educativa ni cuenta con el consenso de los órganos e instituciones que participan en la actividad docente. Los especialistas coinciden que se trata de un puñado de normas orientadas a apergollar laboralmente a los mentores, no a dar una orientación idónea al sistema educativo.
Quienes han lanzado gritos ensordecedores por la decisión de Emilio Chauyffet, parten de una premisa falsa: la reforma educativa no está en riesgo porque no existe una verdadera reforma del sector, sino una serie de políticas inconexas tendientes a dejar contenta a la derecha y seguir las instrucciones de los organismos internacionales que quieren imponer un Nuevo Orden Mundial basado en la dominación ideológica de los grandes poderes trasnacionales. En nada beneficia al país, mucho menos al sistema educativo, un plan con esa orientación entreguista y desnacionalizadora.
Por ello es una pésima señal que el secretario de la Defensa, general Salvador Cienfuegos Zepeda, tome cartas en el asunto al firmar junto con el titular de la SEP un convenio de capacitación. ¿Qué mensaje se nos envía a los mexicanos con esta reunión fuera de un contexto que la justifique? Si en el Ejército hay una legítima preocupación por el futuro educativo de las fuerzas armadas, no hay necesidad de firmar convenios. En efecto, como afirmó el titular de la Sedena, “la educación es la piedra angular que ha permitido y seguirá permitiendo construir los pilares en los que descansa la institucionalización, la democracia, la profesionalización, la lealtad, el honor y el compromiso de las mujeres y hombres que vestimos con orgullo el uniforme de la patria”.
Sin embargo, en los últimos treinta años, el sistema educativo mexicano ha estado orientado a seguir las reglas que impone el fundamentalismo neoliberal, ajenas por completo a los intereses nacionales. Los hechos son contundentes a este respecto: atrás ha quedado el imperativo de una educación que inculque los valores patrios y cívicos, como así fue durante los años de formación de una sociedad fundada en la ideología de la Revolución Mexicana. Hoy, esto se considera un anacronismo porque vivimos, dicen, en un mundo globalizado donde no caben fronteras, aunque sí existen, de modo brutal, para las súper potencias, como lo sufrimos los mexicanos por nuestra infausta vecindad con Estados Unidos.
No es fortuito que la Comisión Permanente del Congreso de la Unión haya exigido el miércoles a la SEP, que “no suspenda el proceso de evaluación para el ingreso, promoción y permanencia de docentes en la educación básica y media superior”. Lo que debería exigir, aprovechando la coyuntura, es que haya una verdadera reforma educativa, no la “miscelánea” que fue aprobada en el mal llamado Pacto por México, una reforma que impulse la educación de manera integral, que permita elevar no sólo la calidad educativa sino que favorezca una vida digna a los maestros. Entonces, seguramente no habría protestas de la CNTE.

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