La digna voz
A lo largo de los
últimos meses, las campañas electorales en los Estados Unidos han
confirmado algunas continuidades pero también han mostrado novedades en
medio de una crisis estructural que configura el contexto político. Las
primeras van desde la permanencia del bipartidismo hasta el aumento en
el gasto para financiar la campaña más cara de la historia; mientras que
las segundas están marcadas por el asalto de la periferia de los
partidos para competir en las primarias con discursos endurecidos y
radicales, que expresan la crispación y polarización que se vive en la
sociedad. Desde México, las campañas han mostrado las limitaciones de
los actores políticos a la hora de analizar las consecuencias de la
lucha electoral estadounidense, generando incluso reacciones
nacionalistas exacerbadas por las declaraciones discriminatorias y
racistas de Donald Trump. En realidad, gane quien gane la elección, se
mantendrá el papel subordinado de México hacia los intereses yanquis y
la ‘enchilada completa’ seguirá siendo una promesa incumplida.
El
sistema de partidos tradicional, a pesar que fue sometido a presiones
para su transformación al final sólo fue testigo de una reñida
competencia en el bando demócrata, la cual evidenció el debilitamiento
de las corrientes internas tradicionales -producto del desfase entre la
paulatina derechización del centrismo tradicional y la crisis
estructural que ha evaporado el sueño americano. Fue así como Bernie
Sanders logró condensar con un discurso asistencialista el enorme
descontento provocado por la administración de las consecuencias del
crack de 2008 y que tan bien personifica Hillary Clinton. Este hecho
parece inclinar la balanza a favor de una transformación interna del
partido demócrata mas que a su desaparición. Por su parte, en el partido
republicano parece ganar fuerza el radicalismo nacionalista, con fuerte
carga racista y antiinmigrante, prefigurada por el Tea Party, los
Minuteman pero que Trump logró popularizar, sobre todo al sur del Rio
Bravo. Su discurso políticamente incorrecto -expresando lo que muchos
piensan pero nadie dice- le proporcionó mucha atención de los medios de
comunicación. La construcción de un muro fue la joya, explotando una
idea cara tanto para demócratas como republicanos, y a la que sólo le
agrega la ocurrencia de que serían los mexicanos los que pagarían su
costo. Si bien el triunfo en la primarias de Trump generó preocupación,
sobre todo por la supuesta imprevisibilidad del magnate, entre las
corrientes republicanas tradicionales no se percibe la fractura
republicana.
El rampante aumento del gasto en las campañas
presidenciales es otra tendencia que confirma la continuidad de su
control por parte de los dueños del dinero en los Estados Unidos. Este
hecho no deja lugar a dudas de que el proceso electoral es una puja por
parte de los intereses corporativos para colocar a su representante en
la Casa Blanca. Aunado a lo anterior está el fraude sistemático
realizado vía voto de muertos y otros mecanismos que harían palidecer a
cualquier mapache ilustre en México. Y por que no decirlo, la enorme
manipulación informativa ejercida por los grandes medios de comunicación
que esta vez demostraron que apoyan sin miramientos a la candidata de
la continuidad. La relación entre el aumento del costo de las elecciones
y la intensificación de la intervención mediática a favor de algunos de
los candidatos podría explicar en buena parte la causa de campañas
multimillonarias. Por lo tanto, el poder del dinero resulta una vez mas
la clave para explicar victorias y derrotas electorales. Todo lo demás
pasa a un segundo término, confirmado el marcado carácter oligárquico en
la democracia yanqui… como sucede en todas las democracias del mundo.
Desde
México, las elecciones en el vecino del norte generaron posturas
encontradas: por un lado las que siguen con especial interés pues
consideran que su resultado tendrá consecuencias importantes en la
política y la economía nacional; por el otro los que, dada la mínima
diferencia en las plataformas electorales de los republicanos y los
demócratas, se muestran bastante escépticos de cambios en la relación
entre los países. Las propuestas antiinmigrantes de Trump provocaron
fuertes reacciones en México e incluso algunas figuras públicas se
pronunciaron de manera entusiasta por Hilaria para detener la supuesta
amenaza del candidato anaranjado. Dichas reacciones parecen olvidar el
hecho de que en la política mexicana sobran los que actúan bajo los
postulados de Trump; el racismo y el machismo son moneda corriente en
los pasillos de San Lázaro, en Los Pinos y un largo etcétera. Pero
además, los que apoyan a Hilaria olvidan que fue ella la supervisó el
proyecto energético que sirvió de base para la reforma energética en
México; la que a pesar de discurso conciliador en materia de migración
apoya el modelo económico que produce la migración de millones de
mexicanos sin empleo o medios de subsistencia; la que a través de la
Fundación Clinton recibe dinero de Arabia Saudita para cabildear a favor
de la venta de armas a los saudís quienes, a su vez, financian a los
grupos fundamentalistas en Siria e Irán. Se puede entender que los
seguidores de Margarita Zavala se entusiasmen por el eventual triunfo de
Hilaria; en su delirio creen que eso puede fortalecer la posibilidades
de la esposa de Calderón.
Sin embargo, desde México no parece
haber señales claras de que Trump represente una amenaza los intereses
de las mayorías del país, aunque tal vez si para el sector exportador.
Mas aún, ya se ha dicho que con argumentos sólidos que la verdadera
amenaza la representa la candidata demócrata, ya que ella es la
representante de la continuidad en la política internacional de los
Estados Unidos, tanto en su belicismo como por su insistencia el
sometimiento de Latinoamérica y el mundo a la pax americana. Esto
significa para la región mas golpes blandos y a través de tratados de
libre comercio, control económico y profundización del extractivismo
depredador. Como se ve, para México la continuidad se extenderá, gane
quien gane, en un espectáculo electoral que hoy termina.
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