A renglón seguido
Foto: Reuters
Hoy es
miércoles 9 de noviembre del 2016. Es la mañana después de las
elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Al revisar el resultado
de las elecciones en mi teléfono, espero leer que Hillary Clinton ha
ganado con el voto de las mujeres, de los afroamericanos, de los
latinos, de los jóvenes interesados en el mundo, de las minorías
sexuales y religiosas, de los ciudadanos informados que tienen confianza
en el sistema político y la democracia en los Estados Unidos.
Pero no es así. Como muchos otros millones de personas dentro y fuera
de los Estados Unidos, la idea de que Donald Trump se convirtiera en
presidente pareciera ser un mal sueño, una pesadilla. Las ideas de
Trump, en particular la xenofobia, el anti-intelectualismo y el
imperialismo macho que celebra, al mismo tiempo tan gringo, parecieran
ser reliquias de una ideología que ya ha pasado.
Sin embargo la incompetencia e ignorancia que Trump presume, han
puesto en jaque la legitimidad de la democracia y la vulnerabilidad del
sistema político de los Estados Unidos. ¿Qué significa América luego de
estas elecciones? ¿Cuál será el impacto de Trump sobre la hegemonía ‘del
mundo libre’, es decir, el liderazgo mundial del occidente anglosajón?
El sueño americano no es para nosotros
Trump le ha gritado en la cara a millones de migrantes que el sueño
americano no es para ellos. Y tiene razón, por más doloroso que sea
aceptarlo. Pienso en los millones de mexicanos, latinoamericanos, en los
individuos originarios de cualquier país que viven en los Estados
Unidos sin documentos. Ellos han llegado a ese país con la idea de que
pueden alcanzar el celebrado American Dream. Ellos llegaron buscando un
salario que es impensable en el país donde nacieron. Vienen siguiendo
las imágenes de las películas y programas de televisión que muestran
familias viviendo en los suburbios en grandes casas de dos pisos,
rodeadas con jardines y con grandes autos en las cocheras. Los
refrigeradores gigantes donde se puede almacenar comida para semanas. El
estilo de vida urbano de las grandes ciudades norteamericanas. Han
llegado a Estados Unidos para darse cuenta de que el sueño americano no
es para ellos.
La última reforma migratoria en los Estados Unidos data de 1986. En
los últimos treinta años se han asentado más de 11 millones de personas
sin permiso de residencia, la mayor parte de ellos latinoamericanos.
Individuos que tienen a su vez familias, vidas hechas y entretejidas con
la economía, la recaudación de impuestos y la vida de los ‘legales’.
Cada cuatro años, en cada campaña presidencial se repiten las promesas
de una reforma migratoria para regularizar inmigrantes sin papeles. Pero
esas promesas se olvidan luego de las elecciones.
Con su discurso xenófobo y amenazas de deportaciones masivas, Trump
no ha dicho nada nuevo. De hecho, Trump ha puesto de manifiesto la
hipocresía del sistema político estadounidense. Mientras que Barack
Obama se ha convertido en un icono de la paz mundial (luego de que
ganara el premio Nobel al inicio de su presidencia) y de la vanguardia
de los derechos civiles en los Estados Unidos, su práctica política es
polémica y no siempre acorde con los valores que Barack y su esposa
Michelle han profesado durante la presidencia.
Barack Obama le hace el trabajo a Trump
De acuerdo al servicio de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP por sus siglas en inglés) de 2008 al 2015 se han expulsado a más de 2.5 millones de personas de los Estados Unidos.
Más de un millón eran mexicanos. Obama ha sido por lo tanto el
presidente que más migrantes ha deportado en la historia de este país.
En otra palabras, la promesa de Trump de deportaciones masivas es en
realidad la política migratoria de los Estados Unidos hoy en día. No era
necesario votar por Trump.
Trump ha puesto de manifiesto cuán vulnerables son las instituciones
políticas y cuán frágil es la democracia, algo que ha venido pasando en
Europa con los nacionalistas conservadores desde la década de 2000. Es
terrible que Trump haya hecho una carrera electoral con un discurso
basado en la violencia, racismo, sexismo, misoginia, ignorancia, odio,
nacionalismo, y la supremacía ‘blanca’. Es anti-humanista, detestable
que exista un electorado radical que responda a estos anti-valores y
xenofobia. Es inaceptable que las iglesias tradicionales, como la
católica, se hayan quedado calladas ante las barbaridades del
millonario. Trump ganó las elecciones afianzando la noción de que los
Estadios Unidos de América son una ‘nación WASP’ (protestante blanco
anglo sajón). El ahora presidente electo ha convencido a millones de
‘blancos’ desempleados y racistas, que la política neoliberal de los
Estados Unidos es la causa de su malestar. Trump ha explotado el enojo y
el odio como un motor de emancipación política ni social, como ha
sucedido ya con los nacionalistas en el Reino Unido, Francia y los
Países Bajos.
Pero lo que pasa dentro de los Estados Unidos, refleja al mismo
tiempo la posición de este país en el contexto global. Cuando Trump
habla despectivamente de “los rusos”, “los chinos”, “los árabes”, y
sobre lo que “México” debería de hacer o pagar, no hace otra cosa que
destruir el liderazgo de los Estados Unidos en el extranjero. En sus
aseveraciones simplistas, pareciera ser que Trump cree que la política
internacional es como un juego de Turista o Risk, donde se pueden quitar
o remover piezas al antojo. Su visión es superficial, y su manera de
hablar del mundo sintetiza el imperialismo gringo que los
latinoamericanos tanto han sufrido y temen.
El fin de la hegemonía mundial anglo
Trump no necesitaba ganar para demostrar que la hegemonía mundial de
los Estados Unidos se ha terminado. Y con ella, se ha esfumado la
supremacía del mundo anglosajón y su definición de modernidad. Mientras
el Reino Unido arregla su ‘Brexit’ y Trump pone en marcha sus ideas para
aislar ‘América’ del mundo, el occidente anglosajón pierde su
legitimidad como líder de las naciones libres y de la hegemonía
capitalista. ‘El norte’ o ‘el occidente’ ya no es una autoridad
política indiscutible. Con todo, estamos todavía en medio de esta
caótica transición hacia un mundo sin liderazgo occidental. A diferencia
de las películas como The day after tomorrow, ‘América’ ya no salvará al mundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario