Alexander Naime Sánchez-Henkel
La Jornada
Esté el agua
caliente o esté fría, si se derrama fue el vaso el que no estuvo a la
medida. Estar medio lleno o estar medio vacío deja de ser perspectiva si
la sed se te quita.
Este año el reporte de confianza Edelman apuntó que se vivía una
época de alarmante desconfianza hacia el gobierno, particularmente entre
las personas
informadas(quienes tienen acceso a información superior o forman parte de las élites gobernantes) y el resto de la banda. Esta desigualdad de confianza, apunta el estudio, brota de la disparidad en ingresos y acceso a las tecnologías y en las expectativas sobre el futuro.
En Estados Unidos, Inglaterra, Brasil, Francia, India y México, la
población en general, a diferencia de la minoría informada, no cree que
sus vidas mejorarán en los siguientes cinco años. Mientras el planeta
gira, los pocos suben por las nubes y para el resto el cielo no sólo se
nubló, sino que no hay luz en sus vidas.
No es necesario el microscopio para perforar la realidad que se ve
con los propios ojos: la desigualdad económica cada vez mata a más por
un solo peso y el peso baja mientras suben los gandayas. La seguridad es
exclusiva, o la tira te retira o el narco es a lo que aspiras.
La brecha digital se ha convertido en la herida que el tiempo no
cicatriza, gracias a la sangre en los dedos de niños en el Congo que
rascan minas es por lo que hoy existen más drones que aviones de papel
en oficinas. Las aguas que conectan los continentes se llenan de peces
muertos que flotan en el azul celeste y las redes sociales difunden selfies
en algún bosque del Oeste. Lo que no se ve no se siente, pero son las
balas que pasan por Juárez que terminan con los sueños de jóvenes
mexicanos. Por cada persona que cruza, nos regresan una bala. El
capitalismo no tiene palmas, pero en el verdor de su follaje todo se
lava.
El reporte señala también, con algo de dinamita, que el surgimiento
de esta nueva desigualdad –la desconfianza en el gobierno– explica el
incremento de llamados populistas, el bloqueo de la migración y el
renacimiento del proteccionismo y nacionalismo.
Considerando los recientes resultados electorales de Estados Unidos se entiende que
El Gran Vaso, ese donde las masas se confinaban a las medidas de las élites
informadas, se está quebrando. Fallaron las matemáticas de los estadistas, las advertencias políticas, las predicciones de los comentaristas, las declaraciones presidencialistas y hasta los estudios de la demografía. Pero no falló la sed. Y la masa votó con el cerebro seco.
Se trabajó con el entendido que los
informados(periodistas, políticos, intelectuales, comentaristas, en sí, el elitista
círculo rojo) nutrían y guiaban el sentimiento popular. Siempre cuidando el statu quo, al cual pertenecían. Pero la democratización de la información, la evidencia de avaricia y abuso de poder, y la creciente desigualdad entre los de arriba y los de abajo, han quebrado ese molde en el cual nos contenían. Se acabó la brujería: la masa ya puede hacer su propio camino y poner al frente a quien más se le parezca, ¿será la nueva forma de tiranía, el flujo de una masa sin forma ni sentido?
Si alguna vez las élites guiaron a sus pueblos, hoy ya han perdido
ese privilegio. No hay confianza en las sillas de la democracia, y mucho
menos ahora que ya nos gobiernan arrodillados.
Entre el muro y el 2018, quien evada el discurso de perspectivas y
nos hable, nos mire, nos sienta y nos vea como seres humanos –no como
masa que se tiene que controlar–, porque vale la pena sembrar sueños en
este pedazo de tierra ganará nuestra confianza. El pueblo necesita algo
fresco, algo nuevo, algo tangible que sea de verdad. No más pantallas,
ni títeres, ni juegos de tronos. Ya no hay medio vaso. Si no se ofrece
esto, el vaso ya no sirve para saciar la sed
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