Bajo la lupa
Alfredo Jalife-Rahme
La Jornada
Más allá de los
respetables asuntos domésticos y las disputas regionales, en términos
puramente geoestratégicos la llamada de 45 minutos del presidente Trump
al zar Vlady Putin se podría calificar de
la llamada del siglo XXIque, a mi juicio, inicia la construcción del andamiaje de un G-2 entre Estados Unidos (EU) y Rusia, y que, en una fase ulterior, debería incorporar a China para un G-3 y así asentar el nuevo orden tripolar del siglo XXI con sus respectivas esferas de influencia cuando han renacido los nacionalismos y las soberanías en medio de la catástrofe de la cruel globalización financierista antihumana y antidemocrática.
Pese a la viciosa rusofobia del establishment en EU, Trump deseaba establecer
relaciones fantásticas (¡supersic!) con Putin.
Ya el zar Putin había felicitado a Trump por su elección.
Ocho días después de su juramento sobre dos Biblias –la de Lincoln y
la de su madre escocesa anglicana– Trump contactó a su homólogo ruso: la
llamada del siglo XXI.
La amplitud de los temas abordados por los mandatarios Trump y Putin, por lo que se ha dejado permear hasta ahora (https://goo.gl/Mscc86), delata una agenda global de alcances geoestratégicos, más que bilateral propiamente dicho.
El abordaje de la seguridad global y la no-proliferación son la
piedra de toque del G-2 que se inscribe en el abordaje simultáneo del
contencioso nuclear de Norcorea –del que no puede ser dejado fuera
China– y del programa civil pacífico nuclear iraní, que Trump, en
alianza con el primer ministro israelí Netanyahu, desea rescindir, lo
cual pondría en tela de juicio el acuerdo del P5+1, es decir, de los
mismos EU y Rusia, al unísono de Gran Bretaña (GB), Francia, Alemania y
China, a los que desea dejar fuera de la jugada el polémico presidente
45 de EU.
Cuando ya empezó la colaboración entre Trump y Putin con bombardeos
coordinados contra el Estado Islámico en Siria, su principal cooperación
se centra en el combate al yihadismo global –si es que no consigue
descarrilarlo el establishment: tanto del Partido Republicano como del Partido Demócrata, totalmente controlado por el creador del caos global: George Soros (https://goo.gl/eyL9dj).
A mi juicio, los temas regionales abordados comportan necesariamente
un acuerdo global de carácter bipolar en el Olimpo geoestratégico, hoy
compartido por Rusia y EU, desde el punto de vista de la supremacía
militar y nuclear global, donde resalta el contencioso de Ucrania, que
forma parte de la cosmogonía existencial de Rusia.
En referencia a Medio Oriente, se abordaron cuatro temas candentes:
el terrorismo yihadista, la situación en Siria, el conflicto
israelí-palestino y el programa nuclear iraní.
El acuerdo contra el combate al yihadismo global en Medio Oriente
goza de pleno acuerdo entre Trump y Putin, quienes también, por la
naturaleza de las cosas, como dirían los clásicos griegos, acomodarán
sus intereses en Siria, mientras el contencioso israelí-palestino y el
programa nuclear iraní (ya acordado con Obama) pueden causar algunas
fricciones nada insuperables cuando Putin mantiene óptimas relaciones
con Israel, Irán y la Autoridad Nacional Palestina, mientras la política
de Trump es una fotocopia del irredentismo racista de Netanyahu.
¿Se podrá liberar Trump de la hipoteca de Netanyahu?
The Financial Times, portavoz de la agónica globalización financierista que sería sepultada por el G-2 entre Rusia y EU, destaca que la llamada
cubrió la restauración de los lazos económicos(https://goo.gl/ZzUoBO).
Los dos máximos mandatarios militares nucleares del planeta no
abordaron el levantamiento de sanciones de EU contra Rusia –quizá por la
espera de la aprobación de varios miembros del gabinete Trump, donde no
figura ningún latino, por el Congreso–, pero acordaron
restaurar los lazos económicos (sic) y comerciales (sic) mutuamente benéficos entre los círculos de negocios (¡supersic!) de ambos países, que podrían adicionalmente (sic) estimular el desarrollo seguro de relaciones bilaterales.
Vladimir Putin, presidente de Rusia, habla, el miércoles pasado, a estudiantes de la Universidad Estatal de MoscúFoto Ap |
Según filtraciones de funcionarios del Congreso de EU, el
equipo del Trump ha esbozado una orden ejecutiva para levantar las
sanciones contra Rusia, que habría sido redactada por personal de
carrera del Consejo de Seguridad Nacional (https://goo.gl/z5fcGW).
Se hace camino al andar y la llegada de Rex Tillerson, ex mandamás de
Exxon Mobil, al Departamento de Estado desenterraría el magno acuerdo
petrolero de Rusia y EU (https://goo.gl/PkD6V4).
Las piedras de toque de la arquitectura de un G-2 entre Trump y Putin pasan por el combate común contra el yihadismo global (https://goo.gl/3boHdw).
¿Abandonaría Trump la doctrina trasatlántica de contención de la OTAN contra Rusia?
Trump y Putin acordaron reunirse próximamente muy probablemente en Reikiavik (Islandia).
Un día antes a la
llamada del siglo XXI, el presidente
puritano WASP(https://goo.gl/b92FwW) recibió antes que nadie a la premier de GB, Theresa May, con quien salió agarrado de la mano como si fueran novios, en claro mensaje de la renovación de la
relación especialde las dos máximas potencias anglosajonas del Atlántico norte.
Como Trump, la premier británica declaró renunciar al
cambio de régimenajeno y a cesar de
reconfigurar el mundo(https://goo.gl/xTYy9g).
Trump desea establecer un acuerdo comercial expedito con GB como compensación por el Brexit: algo así como la consolidación del bloque geoeconómico de la
anglósfera: EU, GB, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, etcétera.
La reacción en Francia, del candidato a la presidencia del partido gobernante, Emmanuel Macron, ha sido feroz: fustigó el
vasallaje(sic) de GB con Trump cuando
EU no podrá más coorganizar la globalizaciónni ser el gendarme del mundo con la Unión Europea (UE), ya que el
desequilibrio de cosas construidas durante tantas décadasy el repliegue de EU
no garantizan más la seguridad de Europa.
A juicio de Macron, GB rompe su
equilibrio dentro de la UE, mientras
se produce un verdadero desequilibrio del mundo, lo cual reclama una Europa más fuerte (https://goo.gl/VWYJRc).
Tras llamar a Putin, Trump habló con el desgastado presidente
francés, François Hollande, y la agazapada canciller Angela Merkel,
quien lo invitó a la cumbre del G-20 en Hamburgo en julio. Trump aceptó
la invitación.
Si por sus reacciones los conoceréis, algunos mandatarios de la
dislocada UE han arremetido más contra Trump que contra Putin, cuando
quizá ya se huelan que un G-2 aplicado a Ucrania los podría dejar fuera
de la jugada. En una cumbre del
Club Med, Hollande urgió contrarrestar las acciones de Trump mediante la unidad europea (https://goo.gl/E8Pa8J).
Durante la conferencia común con la premier británica, Trump declaró que
si
pudiéramos tener buenas relaciones con Rusia y China (¡supersic!), eso sería una tremenda ganancia.
El problema del G-2 anhelado por Trump, a instancias de Kissinger (https://goo.gl/upo1RR), es que deja fuera a China, con quien Rusia ha establecido una
alianza estratégica.
Hoy quien posee las mejores cartas geoestratégicas es Putin; no Trump, quien no tiene salida más que aceptar un G-3 con China. It is not so bad.
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