Luis Hernández Navarro
Ro Cortina es un joven locutor de radio en Aguascalientes. Conduce el programa Exafm,
especializado en grandes éxitos de música juvenil, perteneciente a MVS.
Le encanta subir a su página de Facebook fotos suyas en actitud de
mira qué guapo y qué buena onda soyo con muchachas a su lado.
Pero, a juzgar por sus comentarios al aire, también tiene otras
pasiones un poco menos frívolas: aborrece a los normalistas rurales. El
pasado 2 de junio, a eso de las 4:20 de la tarde, tras comentar un
bloqueo que las estudiantes de Cañada Honda habían hecho en
Aguascalientes, dijo con el micrófono abierto:
No nos faltan 46 (sic), nos sobran muchos que deberían de desaparecer en fosas clandestinas. De inmediato puso una canción.
El odio que personajes como Claudio X González y grupos como
Mexicanos Primero han sembrado contra el nomalismo ha fructificado. La
opinión del locutor es evidencia nada sutil de ello. Los 46 (43, en
realidad) que desaparecieron son los jóvenes de Ayotzinapa. Quienes
–según Ro Cortina– deben ser sepultadas en fosas clandestinas son las
alumnas de la Escuela Normal Rural Justo Sierra Méndez de Cañada Honda,
Aguascalientes.
Ese 2 de junio del comentario radiofónico fue un día intenso para las
jóvenes normalistas rurales. Comenzó a las 6 de la mañana con la toma de
las instalaciones del Instituto de Educación de Aguascalientes (IEA),
para exigir, infructuosamente, ser atendidas por el Raúl Silva
Perezchica, director general de la institución. A las 2, efectuaron una
marcha, para conmemorar el séptimo aniversario de la represión
gubernamental en su contra. Y ya encarreradas, junto a compañeros de la
Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (Fecsm),
bloquearon el crucero de avenida Siglo XXI y carretera 45 Norte.
Finalmente, los antimotines las desalojaron a golpes, según dijo el
mando a cargo de la operación:
respetando sus derechos humanos.
La tarde del sábado la policía intentó meterse por la fuerza al
plantel. Las muchachas se pegaron al portón e impidieron que entrara.
Indignadas, dicen: No hemos hecho nada y nos responden de esa manera. En
los últimos años, ser estudiante es peor que ser delincuente.
Las jóvenes radicalizaron su lucha después de buscar inútilmente
negociar en varias ocasiones con las autoridades gubernamentales.
“Fuimos –explicó una de su voceras– a las instancias correspondientes
durante varios días, y no nos hicieron caso. Ya nos cansamos de tratar
de hablar con ellos. Ni siquiera nos han mandado un comunicado. El
gobierno miente al decir que hay mesas negociadoras. Ellos quieren que
se haga lo que ya decidieron y punto.”
Las alumnas se oponen a los cambios que las autoridades educativas
efectuaron a la convocatoria de ingreso de la normal rural, que
convierte a la escuela en mixta (actualmente es sólo para mujeres) y
reduce la matrícula de 120 a 100 estudiantes. “Nos interesa –aseguran–
la educación, nos seguimos preparando. Pero nos quieren quitar 20
lugares. Nos roban de cualquier manera.”
“Queremos –explica una estudiante– que nuestra escuela siga siendo
exclusiva de mujeres. Queremos que se hagan las cosas como debe ser.
Nosotras nos incorporamos en agosto, contamos con cuatro plantas que
tienen diferentes academias. Si se llegan a meter los varones, ¿dónde
los acomodamos? ¿Tres por cama? Las camas son individuales.”
La Escuela Normal Rural Justo Sierra se estableció en la casa
grande de la ex hacienda Cañada Honda, afectada por la reforma agraria
cardenista. Se fundó a raíz del incendio de la Escuela Regional del
Soconusco en 1938 y se trasladó a Aguascalientes.
La normal es un internado en el que viven las estudiantes. Las
instalaciones son precarias y carecen de mantenimiento adecuado. Faltan
docentes, materiales educativos y servicios médicos. Para los alimentos
de las 358 alumnas se destinan 6 millones 700 mil pesos, es decir, 51
pesos al día por cada una de ellas. Una cantidad que funcionarios y
comentaristas creen exorbitante.
Se forman allí como maestras muchachas provenientes de familias
pobres de Aguascalientes, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí y
Guanajuato. Su día comienza a las 6 de la mañana, aseando dormitorios y
baños, haciendo tareas de cocina y arreglándose ellas mismas. Asisten a
clases impecablemente uniformadas, peinadas y con los zapatos boleados.
Además de estudiar, siembran maíz y alfalfa y engordan puercos. Tienen
grupos musicales y deportivos.
Las calumnias que se han filtrado para estigmatizar a las jóvenes son
de una bajeza y ruindad de antología. Un periódico de Aguascalientes
publicó que “de por sí, la Normal Justo Sierra no goza de buena fama,
máxime que se sabe de la presencia, permanentemente de hombres que son
los que según se cuenta, se encargan de ‘castigar’ a las muchachas que
no se pliegan a las ‘normas’ de la organización que se ha creado a su
interior”.
Las normalistas de Cañada Honda
tienen tras de sí una larga tradición de lucha y la solidaridad de los
campesinos. Cuando en 1994 el entonces gobernador y hoy subsecretario de
la SEP, Otto Granados, mandó a la policía para sacar a las muchachas de
su dormitorio, los habitantes del municipio lo impidieron.
Fiel a esta tradición de resistencia, la maestra Aída Huerta,
egresada de Cañada Honda y hoy profesora en Querétaro, publicó un
testimonio sobre su escuela en video. Allí explica sobre su escuela: “Me
recibió no teniendo nada y salí de allí teniendo todo. Me dio la mejor
profesión, grandes satisfacciones. Tuve unos maestros excelentes que me
enseñaron a ir más allá de un libro, más allá de un salón. Me enseñaron a
llegar directamente a la vida de mis alumnos. Me dieron este anillo y
me dijeron: ‘donde quiera que te pares pon en alto el nombre de tu
escuela’. La escuela nos hizo iguales a todas. Me cuidó como una madre y
no vamos a permitir que el abuso de la autoridad nos quite nuestra
normal. Queremos que nuestra escuela siga viva para que dé educación a
más personas, como nosotros que ahora tenemos una vida digna.” Contra
dignidades como esa se topan las autoridades educativas.
Twitter: @lhan55
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