La Jornada
La indignante
utilización política del sismo de 8.2 en la escala de Richter revela el
nivel de cinismo y desesperación del régimen. Sólo en un contexto de
total devastación pueden políticos tan impresentables como Enrique Peña
Nieto, Rosario Robles y Alejandro Murat pasear entre la gente sin
recibir una lluvia de expresiones de repudio e indignación popular.
Apenas unas horas antes del terremoto, Peña y Murat tuvieron que llegar
en helicóptero a la inauguración del Centro de Convenciones de Oaxaca,
para esquivar la protesta organizada por los maestros de la sección 22
en contra de la reforma educativa neoliberal y la masacre de Nochixtlán.
Peña Nieto y su grupo desprecian profundamente al sur, los indígenas y
los pobres. Todos recordamos cómo durante la campaña presidencial de
2012 su hija Paulina retuiteó un mensaje en defensa de su padre que
criticaba a la
bola de pendejos, que forman parte de la prole y sólo critican lo que envidian. Antes de disparar cobardemente a la multitud el 19 de junio de 2016 en Nochixtlán, Oaxaca, los mismos agentes federales que ahora entregan limosnas gritaron,
¡Pinches oaxacos, ríndanse!
¡Putos huarachudos!
Este jueves pasado los policías golpearon brutalmente a los maestros oaxaqueños afuera del Centro de Convenciones (véase: http://ow.ly/u9jt30f2PpL).
Y cuando Peña anunció hace años su proyecto de zonas económicas
especiales para el sur del país, dejó ver su profundo racismo al
referirse a los supuestos
rezagos ancestralesen la región (véase: http://ow.ly/NL5j30f2Q5x).
Los mismos políticos que tanto desprecian al sur por su larga
tradición de conciencia social y dignidad rebelde, ahora derraman
lágrimas de cocodrilo a raíz de la destrucción en Oaxaca y Chiapas.
Hasta Angélica Rivera y la misma Paulina Peña colocaron sus maquillajes
más caros y sus expresiones de dolor más teatrales para inaugurar un
centro de acopio del DIF el sábado pasado.
Los recursos del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) son públicos y
el artículo 134 de la Constitución prohíbe de manera tajante que la
propaganda gubernamental utilice
nombres, imágenes, voces o símbolos que impliquen promoción personalizada de cualquier servidor público. En lugar de sacarse fotografías y lanzar palabras huecas desde los escombros, los funcionarios públicos tendrían que dar una muestra de humildad y misericordia coordinando silenciosa y transparentemente las labores de rescate y reconstrucción.
Pero no es suficiente solamente repartir bolsitas de agua y
reconstruir algunos edificios públicos. Esta crisis debería ser la
oportunidad para dar pie a una etapa de renacimiento generalizado para
toda la región del Istmo de Tehuantepec y el sur del país. Habría que
invertir grandes cantidades de recursos públicos para edificar nuevos
hospitales, escuelas, centros de investigación e infraestructura para
lanzar una nueva etapa de prosperidad en esta zona tan golpeada.
Pero en lugar de invertir más, José Antonio Meade, fiel a su
educación neoliberal y compromisos con el capital financiero
internacional, acaba de proponer más recortes millonarios para 2018.
Afortunadamente, existen fuentes alternativas de financiamiento. En
primer lugar, Peña Nieto debería vender inmediatamente su lujoso avión
presidencial, que costó 3 mil millones de pesos del erario. Cerece de
sentido tener un gobierno de lujos cuando el pueblo sufre entre los
escombros.
Segundo, habría que frenar todos los pagos en materia de publicidad oficial. El informe de la asociación civil Fundar (véase: http://ow.ly/mXFr30f2P6m) demuestra que Peña Nieto ha gastado más de 37 mil millones de pesos desde el primero de diciembre de 2012 hasta la fecha.
Tercero, Rosario Robles, Alfredo del Mazo y Emilio Lozoya deberían
reincorporar al erario los más de 7 mil millones de pesos de la
#EstafaMaestra que fueron desviados por medio de la Secretaría de
Desarrollo Social, Banco Nacional de Obras y Petróleos Mexicanos, de
acuerdo con las investigaciones del portal web de Animal Político
(véase: http://ow.ly/3pBT30f2PjI).
Es también importante garantizar que los recursos, tanto los públicos
como los de la enorme solidaridad nacional e internacional, no sean
utilizados con fines políticos o desviados hacia los bolsillos de los
amigos y socios del poder. ¿Cuáles líderes locales administrarán los
apoyos? ¿Cuáles empresas de construcción serán favorecidas con los
contratos de las obras de reconstrucción?
Para evitar el uso del desastre para empoderar y enriquecer a los
mismos de siempre, es urgente y necesario que las comunidades afectadas
se organicen de manera autónoma y democrática para que sean ellas mismas
las que administren de manera totalmente transparente la distribución y
la utilización de los recursos. Afortunadamente en Oaxaca y Chiapas, y
en particular en Juchitán, existe una larga tradición de autogestión
comunitaria y democracia popular.
De los escombros del sur tendría que volar el ave fénix de la
justicia, la democracia y el desarrollo. Sólo el pueblo puede salvar al
pueblo.
Twitter: @JohnMAckerman
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