6/10/2018

El triunfo popular que viene


Arturo Alcalde Justiniani

El próximo 2 de julio se iniciará un cambio histórico que abre la oportunidad para reconstruir el país, producto de un movimiento social de grandes dimensiones. Para nuestra generación era difícil imaginar que fuéramos testigos de un viraje social de esta magnitud en favor de los que menos tienen, de los eternos perdedores.
En el año 2000 vino la alternancia panista que se acompañó muy pronto de decepción. No había intención de lograr el cambio prometido. Se derrocharon los recursos petroleros, se incrementó el burocratismo, se benefició a un pequeño grupo de empresarios, muchos de ellos gracias al proceso de privatización y a los contratos de asignación directa. Sin estrategia, lanzaron una guerra generando un escenario de muerte y criminalidad que ha crecido día con día. En fin, se mantuvieron los azotes sociales que nos tienen postrados.
Regresó el priísmo con desbocado afán de enriquecimiento, todo lo negociaron y lo encubrieron. Día a día aparecieron escándalos a escala local con numerosos funcionarios y gobernadores involucrados en delitos de corrupción y a escala federal con fraudes millonarios como la estafa maestra, que se convirtieron en un lugar común. El PRI quedó exhibido como el vulgar negocio de una camarilla que hoy paga sus consecuencias.
Este 2018 se nos presenta como el año del quiebre, el momento de construir una nueva convivencia. La expresión común es Ya basta, no podemos seguir en la simulación y la utilización de las instituciones públicas en favor de unos cuantos; no podemos acostumbrarnos a la pobreza extrema como si fuera un mal inevitable. No existe justificación para tener los peores salarios del mundo tragándonos el discurso de que son consecuencia natural del mercado y resultado de la ausencia de productividad cuando sabemos que responden a una política impuesta por el Estado y del charrismo sindical. Tampoco debemos resignarnos a que los criminales impongan su ley en ciudades, pueblos y barrios y en las calles que transitamos cuando sabemos que es la complicidad gubernamental la que los cobija abonada en la ausencia de una política social incapaz de crear empleo sustentable, especialmente para los jóvenes. La lista de inconformidades es inagotable, por ello se requiere de un cambio de raíz.
Con todo, no basta que la coalición encabezada por Morena gane la elección, que AMLO sea presidente y que nuevos rostros integren el Congreso de la Unión. Se requiere que esta insurgencia social tenga la capacidad para articular esa gigantesca energía ciudadana en una agenda de soluciones en las distintas regiones del país que deberá lograr la participación de la sociedad en sus distintas expresiones.
Después de la gran fiesta popular del 2 de julio, hay que impulsar un rencuentro en el que no se necesite credencial de Morena para participar. Convocarnos a partir de un conjunto de causas comunes. Coordinar acciones en contra de la corrupción, la transformación del modelo de desarrollo, reivindicar el espacio público frente a la indebida apropiación privada, proteger el medio ambiente y promover el respeto a los derechos humanos que incluya a la diversidad y la equidad de género, vincular las cadenas productivas y apoyar con créditos a la pequeña y mediana empresa. Necesitamos también crear infraestructura en las regiones menos favorecidas, practicar sin miramiento la austeridad en el gasto público, conscientes de que es esencial para redistribuir recursos y presupuestos, lograr un proceso de pacificación a partir de un pacto nacional con los apoyos especializados necesarios. Es impensable que los maleantes sean más fuertes que la sociedad en su conjunto.
La soberbia de los triunfadores suele ser mala consejera cuando en la reconstrucción se requiere de un esfuerzo colectivo, amplio y generoso, puede parecer ingenuo pero no lo es, esa energía explica la insurgencia social que producirá entre otros frutos el triunfo electoral que viene.
Para enriquecer el optimismo convendría tener en mente las anécdotas diarias del agotador recorrido de AMLO día con día, que no alcanza a ser documentado públicamente y que exhibe el tamaño del compromiso. Los ríos de gente que espontáneamente lo abordan en los pueblos y rancherías, sin regalos a cambio. Lo importante es que saben que ese personaje está de su lado, que entiende el drama de sus vidas y por ello confían en sus palabras, que no será un gobernante de escritorio, que no les va a fallar, que volverá muy pronto a visitarlos e informarles qué se ha hecho o a que le revoquen su mandato si no cumple. Les pide con humildad que lo cuiden y les repite una promesa que ha calado muy hondo en la gente: No robar, no mentir y no traicionar al pueblo. Para algunas mentes sofisticadas puede parecer superficial, pero para las masas que lo acompañan no, y por eso le van a dar un triunfo en una dimensión que ha desconcertado a propios y extraños.
Por ahora, en las próximas tres semanas deberán superarse los crecientes obstáculos que buscan impedir el triunfo electoral popular, lograr que sea lo más amplio posible, convocar a la familia, vecinos, amigos y hombres y mujeres de buena fe que dejen su huella en esta histórica jornada. Es preciso no confiarnos, todos hemos visto como la desesperación de los que tienen cola que les pisen crece en la medida que la elección se acerca, las miles de llamadas por celular que se han hecho estos días con mentiras sobre Andrés Manuel son sólo una muestra. Insistirán en reproducir toda clase de engaños y estrategias para amedrentar a la población, intentarán generar toda clase de temores y rumores, inventarán lo indecible.
Lo importante al fin es dar el último jalón para abrir la puerta que nos plantea una oportunidad y signos de esperanza que dará frutos si participan todos aquellos que puedan poner un grano de arena en la construcción de esa sociedad que merecemos.

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