9/09/2018

43 Festival de Toronto Trump no es el único blanco


Leonardo García-Tsao


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▲ Penélope Cruz en la presentación de la cinta Everybody knows en el Festival de Cine de Toronto.Foto Afp

Uno de los estrenos más esperados del festival ha sido el nuevo documental de Michael Moore. Titulado Fahrenheit 9/11, en referencia al día que Donald Trump ganó la elección, es fácil adivinar cuál es su blanco de ataque en esta ocasión. El cineasta usa videos de archivo para pintar al presidente estadunidense como un déspota, racista y misógino, y no dice algo que no hayan dicho antes incontables comentaristas políticos, humoristas, blogueros y demás.
Pero eso es sólo la punta del iceberg. Moore tiene muchos temas en su agenda y los expone con su dispersión característica. El realizador sufre del síndrome de déficit de atención y se desvía a media película para denunciar la crisis de agua potable en su pueblo de Flint, Michigan, y condenar a Rick Snyder, el corrupto gobernador republicano de ese estado. Luego ejerce sus payasadas de costumbre y finge querer arrestar a Snyder en su oficina o rociar la entrada de su casa con agua contaminada.
Aunque Moore es pesimista, se permite ver con esperanza el surgimiento de movimientos cívicos por parte de los jóvenes, sobre todo los de Parkland, Florida, que convocaron a manifestaciones masivas después de haber sufrido uno de tantos tiroteos que se dan en Estados Unidos.
En la parte final, el cineasta hace comparaciones entre Hitler y Trump, advirtiendo cómo la historia puede repetirse si se confía demasiado en el poder de la Constitución. El tino de Moore es como de escopeta: dispara hacia todos lados, pero alguno de sus perdigones dan en el blanco. Fahrenheit 9/11 es más acertado cuando afirma que Trump es el resultado de un sistema, del cual los demócratas también son responsables. (Por cierto, Obama tampoco sale bien parado del documental y es acusado igualmente de corrupción).
Otro tipo de desencanto estadunidense pudo apreciarse en Destroyer, un abrasivo ejercicio en neo-noir debido a la directora Karyn Kusama. A diferencia de tantos ejemplos del género, la policía que ha tocado fondo en este caso es una mujer. Flaca, ojerosa, cansada y sin ilusiones, lo más sorprendente es quien la interpreta, una Nicole Kidman casi irreconocible.
La película abre en la escena de un crimen. La detective recuerda cómo estuvo involucrada hace 17 años como agente encubierta con una banda de asaltabancos, cuyo botín sigue oculto. Alternando dos tiempos en un Los Ángeles desolado y sórdido, la narrativa va revelando las razones por las que la protagonista ha descendido a su estado actual y cómo su hija adolescente, en plena etapa de rebeldía, es su única fuente de redención. Destroyer es cine negro como casi ya no se practica.
En el segundo día, las multitudes ya se agolpan en el múltiplex Scotiabank, donde se llevan a cabo la mayoría de las funciones. Aunque hay 14 salas en el complejo, alguien ha organizado con notable eficacia la logística de las largas colas de espectadores para evitar amontonamientos, agandalles y percances. Si el festival de Cannes tan sólo aprendiera.
Twitter: @walyder

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