La Jornada
Carlos Bonfil
Una nobleza salvaje. Del realizador austriaco Markus Schleinzer, colaborador cercano de Michael Haneke en El listón blanco (2009), se recordará sin duda su polémico primer largometraje, Michael (2011), sobre el cautiverio que padecía un niño de 10 años sometido a la voluntad y caprichos de un pederasta. Angelo (2018), su propuesta más reciente, es una nueva historia de encierro, pero esta vez se trata de un niño arrancado de su África natal y conducido hasta la corte vienesa de principios del siglo XVIII, con el fin de ser educado, entre los nobles, como una rareza exótica de sangre pura.
El infante africano, bautizado por la condesa (Alba Rohrwacher), su protectora, con el nombre de Angelo como un consuelo de Dios para su soledad, muy pronto revela poseer talentos musicales, una sensibilidad muy fina, y la mejor disposición para entretener y maravillar a una corte ociosa. En ese medio crece convencido de ser plenamente aceptado por quienes él considera sus pares y cuyos privilegios piensa compartir plenamente. La propia condesa, quien vela por su educación y le ofrece una estima sin duda sincera, le ha informado desde niño:Encontrarás entre nosotros seguridad y abrigo. Serás uno de los nuestros y vivirás como un príncipe. En tres episodios muy bien definidos que corresponden a diferentes etapas de la vida de Angelo –sirviente negro, mascota humana de los blancos–, la película describe con distanciamiento frío y precisión quirúrgica su paulatino y triste desengaño.
En Angelo, el director austriaco explora y busca revertir el viejo mito del aborigen salvaje, intrínsecamente bueno, que una sociedad bienintencionada puede educar y moldear a su antojo para inculcarle sus gustos y costumbres, y redimirlo así de su inferioridad congénita, a la manera de un azaroso experimento pedagógico. El realizador François Truffaut había ensayado una variante crítica de ese empeño en El niño salvaje (1970). Lo que acomete Markus Schleinzer se relaciona más, sin embargo, con esa cruel parábola del abuso occidental en que se sustenta la pretensión civilizadora del colonialismo, y que también encontraba una ilustración elocuente en Venus negra(2010), del tunecino Abdellatif Kechiche, con una sirvienta y prostituta negra convertida en una atracción circense en la civilizada Europa de principios del siglo 19. Angelo, una realización redonda, es también una feroz embestida a las vergonzantes fantasías racistas de una buena conciencia europea.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 14:45 y 20 horas.
Twitter: Carlos.Bonfil1
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