6/02/2019

Fuerte y en el clavo



Honor a quien honor merece… después de la desastrosa experiencia en Semarnat con una oligarca, hija de oligarcas, acostumbrada a considerar lo público como si fuera de su propiedad, Andrés Manuel López Obrador recomienza por donde debería haber comenzado y nombra en ese puesto clave a un destacado científico y valioso intelectual quien, además de haber criticado desde La Jornada sus planes para el Tren Maya y el Corredor Transítsmico, puede aportarle la inestimable colaboración de muchos otros ecologistas serios.
Este no es el primer acierto, pues en educación –otra cartera clave– nombró subsecretario de Educación Superior a Luciano Concheiro, distinguido profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, sindicalista, hombre de ideas y principios y buscó acuerdos con los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, nombró a Paco Ignacio Taibo II en el Fondo de Cultura Económica y otorgó un importante incremento salarial en la franja fronteriza norte, además de liberar algunos presos políticos y sociales. Pero el nombramiento del maestro Toledo es una medida que debe ser doblemente elogiada porque da un fuerte golpe en el clavo, al otorgar a los problemas ambientales la jerarquía que hasta ahora se le desconocía y porque demuestra que AMLO podría verse obligado a empezar a restablecer contacto con quienes votaron por él para tratar de liberarse de la influencia nefasta de los grandes capitalistas y oligarcas que creyó oportuno incrustar en su entorno y a los que hasta ahora ha ido cediendo, como lo demuestra el caso de la central térmica de Huexca, rechazada por los pueblos a quienes la justicia ha dado razón, pero que López Obrador insiste en hacer.
El mundo y México, que sobrevive en este planeta al lado de primer contaminador mundial, están en un emergencia ecológica que pone en cuestión la existencia misma de la especie humana.
En esta guerra desatada contra la naturaleza y la sociedad por el capitalismo depredador y sin futuro es indispensable otorgar preponderancia a la protección ambiental, una prioridad aun mayor que ladada a la guerra contra el narcotráfico y la violencia. En ambos casos deben ser los protagonistas los directamente afectados y los científicos sociales, ecológicos y étnicos, no los burócratas.
En la lucha contra la desertificación, la escasez y la contaminación de las aguas, la brutal contaminación ambiental en las aglomeraciones urbanas, la deforestación acelerada y el deterioro de los recursos marinos y turísticos por el calentamiento global que acaba con especies marinas enteras y estimula los sargazos, habría que convocar los Estados Generales del Medio Ambiente para que campesinos, indígenas, estudiosos y científicos formulen diversas propuestas y medidas de corto y mediano plazos y congelar los proyectos ecocidas hasta que se establezca una línea de defensa de los recursos y de las comunidades que de ellos viven.
En el campo de la lucha contra la violencia, la solución tampoco es la militarización del país bajo la cobertura de una Guardia Nacional y en vez de desarmar a las autodefensas habría que reforzarlas y legalizarlas, así como a las policías comunitarias darles instrucción militar y armas adecuadas, legalizar las drogas ligeras, subsidiar productos alimenticios sustitutivos de la mariguana y las amapolas y controlar a los narcos mediante la vigilancia popular como lo demostró en los años 40-50 el ejemplo chino.
Víctor Manuel Toledo Manzur, un crítico lúcido de los errores ambientales y un científico dispuesto a arremangarse para cambiar las cosas con la acción, no es un ministro más ni está dispuesto a doblegarse ante las presiones ni podría hacerlo sin negar sus principios. Es por lo tanto una garantía para los pueblos indígenas, las poblaciones mayas y quienes defienden la prioridad del agua para el desarrollo rural y las poblaciones.
La lucha de clases, la influencia de los combates de los trabajadores y los defensores del ambiente, atraviesan también las filas de Morena y hasta el entorno de AMLO. En este combate de influencias a veces predomina el gran capital y otras, menos, el ansia de transformación que llevó a muchos a votar por López Obrador. Esto no quiere decir que el gobierno haya cambiado de carácter o que Morena sea anticapitalista. Simplemente nos indica que no es sensato ignorar las diferencias y las grietas en un entorno heterogéneo como el que rodea al Presidente.
A la gente honesta y capaz en el gobierno hay que apoyarla, tomarle la palabra y respaldarla sin abandonar la crítica a una orientación política reformista utópica que somete a México a los intereses del capital financiero internacional.
Si Toledo aplica en Semarnat lo que escribió reiteradamente en nuestro diario –como no dudo intentará hacer– habrían consultas reales y estudios serios de impacto ambiental de cada medida, desde las forestales, hidráulicas o energéticas hasta el turismo y la minería. Los anticapitalistas deben por eso apoyar lo que en el campo de la ecología podría ser el comienzo de algunos cambios.

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