8/19/2019

México SA de Carlos Fernández-Vega


Macri: más allá del caballo de Atila
Argentina: otro ministro de Finanzas

Desde que se instaló en la Casa Rosada –10 de diciembre de 2015– el mayor logro de Mauricio Macri ha sido destrozar el poder adquisitivo de los argentinos, derrumbar la economía de su país y pulverizar la moneda nacional. Apenas dos semanas después de tomar posesión del cargo, el peso acumulaba una devaluación de 40 por ciento, y a estas alturas supera 510 por ciento, con un desplome de 1.6 –como promedio anual– del producto interno por habitante, una caída, también promedio, de 0.63 por ciento en el PIB, escalada inflacionaria e incremento sostenido del desempleo. Lo peor del caso es que le restan algunos meses para ofrecer resultados aún más desastrosos.
Algunos creen que Macri es como el caballo de Atila –donde pisa no vuelve a salir la hierba–, pero los argentinos saben –y padecen– que las inagotables capacidades del empresario metido a político superan con creces los perniciosos efectos del jamelgo del que era líder de los hunos.
Ayer, el mandatario argentino estrenó ministro de Finanzas, el número cuatro desde que llegó a la Presidencia, tras la renuncia el pasado sábado de Nicolás Dujovne, principal negociador con el Fondo Monetario Internacional, quien renunció a su cargo y fue remplazado por Hernán Lacunza, actual ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires, en un escenario de crisis, cuando sectores políticos, empresariales y sindicales rechazan las medidas anunciadas por Mauricio Macri el pasado viernes tras la aplastante derrota electoral sufrida en las elecciones Primarias, Simultáneas y Obligatorias, del 11 de agosto pasado (La Jornada, Stella Calloni).
Como tantos otros mandatarios latinoamericanos, Mauricio Macri aseguró que con la protección del Fondo Monetario Internacional la economía de su país no sólo saldría avante, sino que sería el principio de un futuro venturoso de rápido crecimiento y mayor bienestar. La realidad –como en todos los casos de la región– sólo confirmó esa falacia y ahora los argentinos se enfilan, mayoritariamente, por otra opción, en el entendido de que los caballerangos son ellos y quieren que el émulo del citado jamelgo quede fuera del establo.
En vía de mientras, la Comisión Económica para América latina y el Caribe (Cepal) reporta que la economía argentina cayó 2.5 por ciento en 2018 como consecuencia de una crisis cambiaria que dio lugar a una fuerte devaluación del peso, aceleración de la inflación (de 25.5 por ciento, promedio de 2017, a 34.3 en 2018), aumento de la tasa de desempleo (de 7.2 a 9.1 en 2018) y una caída pronunciada de los ingresos reales de las familias.
El gobierno argentino, detalla la Cepal, solicitó un acuerdo de financiamiento al Fondo Monetario Internacional con el fin de robustecer la capacidad de pago de la deuda pública. El acuerdo resultante incluyó un programa de ajuste fiscal destinado a reducir el déficit primario y un programa monetario contractivo tendiente a estabilizar el mercado de cambios y controlar la inflación (sucedió exactamente lo contrario).
La caída de los ingresos reales de las familias, la inestabilidad financiera generada por la elevada volatilidad cambiaria y las políticas fiscal y monetaria contractivas afectaron negativamente al consumo público y privado y a la inversión. Como resultado de las emisiones de deuda y de los primeros desembolsos del crédito del FMI, pero fundamentalmente del efecto valuación de la suba del tipo de cambio nominal sobre los pasivos denominados en moneda extranjera, la deuda pública bruta de la administración central fue de 56.6 por ciento del PIB en 2017, a 86 por ciento en 2018.
En el primer trimestre de 2019 el PIB mostró una profundización de la tendencia recesiva, al experimentar una caída de 5.8 por ciento interanual. Destaca la pronunciada caída de la utilización de la capacidad instalada de la industria de apenas 59.4 por ciento.
Las rebanadas del pastel
Lástima: por ahora Carlos Ahumada no vestirá el mismo atuendo que su querida Rosario.
Twitter: @cafevega

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