11/09/2024

La quemada. Leyenda misógina de la colonia en México

 

Una de las leyendas que ilustra esto a la perfección es la historia de «La quemada», la cual —supuestamente— nació en el corazón de la Ciudad de México. Según el relato popular, la calle Jesús María del Centro Histórico capitalino antes era conocida como «La calle de la quemada». Esto se debe a que, en el siglo XVI, una mujer llamada Beatriz (quien vivía en un hogar de dicha vialidad) decidió quemar su rostro con carbón al rojo vivo.

Cuentan que lo que la llevó a desfigurarse fueron ni más ni menos que los celos de un hombre con el que, sin embargo, terminó contrayendo matrimonio. Pero este no es el único rasgo de machismo en la leyenda de «La quemada».

El estereotipo de la mujer «digna de amor»

La protagonista de esta leyenda mexicana lleva por nombre Beatriz es una mujer de 20 años, hija de un español adinerado llamado Gonzalo Espinosa de Guevara. Este hombre era un encomendero, lo que quiere decir que tenía la labor de educar a un grupo de personas indígenas en la fe católica (y, de paso, supervisar que hicieran bien su trabajo en las tierras de siembra recién conquistadas).

En todas las versiones de la historia, Beatriz es descrita como una mujer con la piel blanca, un cuerpo esbelto y una dedicación a la caridad. En otras palabras, Beatriz era uno de los tantos personajes femeninos arquetípicos que representan la belleza canónica de occidente, la cual está ligada con la pureza (condición indispensable para que la mujer sea «merecedora» del amor de un hombre).

Ejemplos de esto sobran en las diferentes expresiones culturales de nuestra sociedad. Desde Blanca Nieves hasta Camila, de Las penas del joven Werther: todas ellas tienen pieles impecables y son mujeres buenas con una caridad desbordante.

En el caso de Beatriz, además, vale la pena destacar que toda esta bondad proviene de una protagonista extranjera, cuya representación es contraria a la imagen de la morena voluminosa y sexualizada con la que todavía nos encontramos en la publicidad y en muchos libros y expresiones culturales.

En este sentido, quizá no sea descabellado pensar que «La quemada» forma parte de una de las tantas narrativas que han arraigado al racismo y las ideas como «la virginidad» o «la castidad» en nuestra sociedad. Pasemos ahora a la segunda parte de nuestra leyenda.

Un amor violento y patriarcal

Sigamos con la leyenda. Al ser una mujer tan hermosa y bondadosa, Beatriz levantaba suspiros entre todos los hombres que la conocían, pero ella no les correspondía y prefería entregarse enteramente a la caridad. Hubo un hombre, sin embargo, que se obsesionó con ella.

Este hombre se llamaba Martín de Scúpoli y era un italiano marqués de Piamonte y Franteschelo. Su «amor» por Beatriz fue tal que, para evitar que otros hombres se acercaran a ella, se quedaba en la entrada de la calle Jesús María para atacar a cualquier otro pretendiente de la joven. O sea: Martín era un hombre con celos que lo llevaban a violentar a otros hombres y, además, a tratar a Beatriz como si fuera un objeto de su posesión.

Según la leyenda, Beatriz se entristeció mucho ante el hecho de que muchos hombres resultaran heridos por su culpa. Así es: no la entristeció que un hombre alejara a todos de ella o que la trataran como a un objeto, sino que otros hombres fueran lastimados «por ella».

Para la joven española, la solución frente a los celos violentos de Martín fue encerrarse en su recámara y quemar su rostro con carbón encendido. Esperaba que, con esto, el marqués italiano dejara de amarla y de atacar a otros hombres por ella. Pero esto no salió como esperaba; y es que, al verla deformada del rostro, Martín de Scúpoli le dijo que no la amaba por sus atributos físicos sino por su alma transparente y buena.

La leyenda cuenta que esto dejó a Beatriz sumamente conmovida y aceptó casarse con Martín, un final que a todas nos deja insatisfechas. ¿Cómo es que una mujer sacrifica su integridad física para frenar la violencia de un hombre?

«La quemada» tiene versiones actualizadas en las que no son ellas quienes deciden deformarse frente al amor violento de los hombres. Detrás de varios casos de ataques con ácido hay concepciones enfermizas del amor que cosifican a las mujeres bajo la idea «si no eres mía no puedes ser de nadie más». A costa de eso, las dañan física y emocionalmente de manera irreversible.

Este mismo principio aplica también para los casos de feminicidio, una de las expresiones más crueles de la violencia contra las mujeres. El hecho de que detrás de estos crímenes haya ideas erradas del amor hizo que, durante mucho tiempo, se les denominara «crímenes pasionales«, un concepto erróneo respaldado por leyendas como la de Beatriz y Martín.

México está lleno de Beatrices que no son leyendas. La violencia no desaparece: el sistema machista y patriarcal trasciende la ficción con hechos más terroríficos que los que sucedían en la época de la colonia.

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