No parece casualidad que este cambio simbólico se produzca durante la misma semana en que Washington ha realizado acciones concretas de proyección de su poderío bélico y reafirmación de sus intenciones imperialistas. El hundimiento de una lancha en aguas del Caribe y la ejecución extrajudicial de sus 11 tripulantes envía un mensaje inequívoco a la comunidad internacional: la Casa Blanca renuncia hasta a la más tenue apariencia de respeto por la legalidad y se arroga el “derecho” –como lo llamó el secretario de Estado, Marco Rubio– a asesinar a quien quiera, donde quiera, cuando quiera y con cualquier pretexto que se le ocurra, sin reparar en su inverosimilitud. Porque inverosímil es que la diminuta embarcación destruida por un misil estadunidense transportara la “cantidad masiva” de drogas de la que habló Trump, o que pudiera recorrer los 2 mil kilómetros de mar abierto que separan Venezuela de la costa más cercana de la superpotencia.
Incluso si pudiera probarse que las víctimas eran narcotraficantes, cosa que no se ha hecho hasta ahora, el ataque violó el principio universal de proporcionalidad de la fuerza, por lo que sólo puede considerarse un asesinato, como denunció el presidente de Colombia, Gustavo Petro. El mandatario andino también tocó un punto nodal al señalar que durante décadas se ha detenido a civiles que trasiegan drogas sin matarlos, y condenó la atrocidad de usar semejante poder de fuego contra quienes no son grandes capos, sino jóvenes de bajos recursos que realizan ese tipo de labores para los cárteles.
Por ello, resulta alarmante que Rubio y el titular del Pentágono, Pete Hegseth, hablen de sus actos de piratería como sucesos normales a los que la región debe acostumbrarse porque “volverán a suceder”. Sea que la fuerza de invasión desplegada en las cercanías de Venezuela tenga la improbable misión de interceptar y eliminar embarcaciones usadas por el crimen organizado o que, como parece cada día más cierto, busque desestabilizar a Caracas, es innegable que supone un peligro para toda la región y una inopinada provocación hacia el gobierno de Nicolás Maduro y sus aliados, de los cuales Moscú ya expresó su tajante rechazo a tan inaceptable comportamiento.
En este contexto, el secretario de Estado anunció ayer una nueva política de restricción de visados para los ciudadanos de América Central que “actúen intencionadamente en nombre del Partido Comunista Chino (PCC)”, pues Washington “está decidido a contrarrestar la influencia corrupta de China en América Central y a detener sus intentos de subvertir el estado de derecho”. Los disparates de Rubio rayan en la comedia, habida cuenta de que el único país que ha corrompido y subvertido el estado de derecho una y otra vez en Centroamérica es Estados Unidos, cuyas agencias de espionaje han llegado a organizar el tráfico de drogas continental para financiar sus operaciones encubiertas.
Con sus palabras y actos el trumpismo deja claro que se encuentra atascado en una mentalidad de la guerra fría y trata por todos los medios de hacer que el orden global retroceda más de 80 años, a una época en que las potencias occidentales mantenían grandes imperios coloniales y arrastraban al mundo a guerras devastadoras a fin de ampliar sus posesiones.
socioen ataques tipo Caribe? //
Volarlos por los aires// Rubio se abre en Ecuador // Nuevo flanco: barreras comerciales
En México, durante una acotada conferencia de prensa, el secretario Marco Rubio fue marcadamente impreciso respecto a la repetición de esos ataques a cárteles “terroristas”, aunque, como era natural, defendió las políticas trumpistas de aniquilamiento en caliente de presuntos sospechosos de narcotráfico.
Ante el ecuatoriano Noboa, Marco Rubio se soltó: “Esos gobiernos (socios o amigos: contexto astillado) nos ayudarán a encontrar a estas personas y a volarlas por los aires (...) podrían hacerlo ellos mismos, y nosotros les ayudaremos a hacerlo (...) Francamente, es una guerra. Es una guerra contra asesinos, es una guerra contra terroristas” (nota en el NYT: https://goo.su/yhr1gGQ).
The Washington Post, a su vez, destacó que Rubio había dicho que la administración Trump continuará identificando y matando a narcotraficantes extranjeros sin el consentimiento de sus países de origen, pero tales acciones pueden no ser necesarias si los contrabandistas provienen de naciones amigas que cooperen con Estados Unidos (https://goo.su/UVePFlR).
En tanto, Donald Trump, en Washington, enmarcó el posicionamiento belicista con la versión de un anónimo funcionario de la Casa Blanca de que hoy será cambiado el nombre del Departamento de Defensa por Departamento de Guerra: “Ganamos la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial… Se llamaba Departamento de Guerra y, para mí, eso es realmente lo que es. La defensa es parte de ello, pero tengo la sensación de que vamos a cambiarlo”, había adelantado días atrás Trump.
A la luz de las palabras de Rubio y de su jefe Trump, vale preguntarse cuál es el posicionamiento mexicano acordado con el secretario de Estado, que se mostró escénicamente muy complacido por el “entendimiento” logrado con la presidenta Claudia Sheinbaum. ¿Se aceptarán de Estados Unidos informaciones y localizaciones (“ayuda”) correspondientes a grupos criminales para que fuerzas mexicanas los “vuelen por los aires”?
Pero la “guerra” no va solamente en términos del crimen organizado (sólo el de América Latina, obviamente, no el de Estados Unidos). Al iniciar octubre, Trump arrancará el proceso de consultas públicas (sobre todo a empresas y sindicatos) para la renegociación del tratado comercial norteamericano. The Wall Street Journal publicó ayer que “el inicio inminente de las consultas se produce tras la reunión” del secretario Rubio con la presidenta Sheinbaum; según esa versión, “la coordinación de seguridad trasfronteriza fue el tema central de la agenda en la Ciudad de México (...) Un acuerdo sobre seguridad para reforzar la guerra estadunidense contra las drogas es visto ampliamente como un requisito para acuerdos comerciales más amplios”.
La presidenta Sheinbaum mencionó ayer que Estados Unidos “tiene alrededor de 50 (“barreras comerciales”), y entonces se ve una a una”. Por ello, Marcelo Ebrard partió de inmediato a Washington para seguir negociando esos temas. Según el mismo diario neoyorquino, “la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos ha dicho que otras barreras incluyen las políticas energéticas de México que favorecen a las empresas estatales, la falta de igualdad de condiciones en el mercado de las telecomunicaciones, las restricciones a las importaciones de maíz y algodón de Estados Unidos y las débiles protecciones de los derechos de autor”. ¡Hasta el próximo lunes!
X: @julioastillero ,Facebook: Julio Astillero, juliohdz@jornada.com.mx
Ridiculazoopositor
Así, creer en la “buena voluntad” de quien ocupe la Casa Blanca puede resultar suicida, por mucho que el nivel de “entendimiento” alcanzado “se basa en la reciprocidad, el respeto a la soberanía, la responsabilidad compartida y la confianza mutua, sin subordinación”, como señaló la presidenta Sheinbaum, quien subrayó que “hay cuatro principios en los que se basa el programa”, siempre con colaboración y coordinación.
El comunicado conjunto resultante del citado encuentro da cuenta de que “los gobiernos de México y Estados Unidos reafirman su cooperación en materia de seguridad, la cual se basa en los principios de reciprocidad, respeto a la soberanía e integridad territorial, responsabilidad compartida y diferenciada, así como en la confianza mutua. El objetivo es trabajar juntos para desmantelar el crimen organizado trasnacional mediante una cooperación reforzada entre nuestras respectivas instituciones de seguridad nacional, cuerpos de seguridad y autoridades judiciales. Además, colaboramos para atender el movimiento ilegal de personas a través de la frontera. Esta cooperación, mediante acciones específicas e inmediatas, fortalecerá la seguridad a lo largo de nuestra frontera compartida, detendrá el tráfico de fentanilo y otras drogas ilícitas y pondrá fin al tráfico de armas”.
Algo más: “los dos gobiernos han establecido un grupo de implementación de alto nivel que se reunirá regularmente para dar seguimiento a los compromisos mutuos y las acciones tomadas dentro de sus propios países, incluyendo medidas para contrarrestar a los cárteles, fortalecer la seguridad fronteriza, eliminar los túneles fronterizos clandestinos, abordar los flujos financieros ilícitos, mejorar la colaboración para prevenir el robo de combustible, incrementar las inspecciones, investigaciones y procesos judiciales para detener el flujo de drogas y armas. Nuestra estrecha coordinación nos ha permitido asegurar la frontera, reducir el tráfico de fentanilo y avanzar en el intercambio de inteligencia, todo dentro de nuestros respectivos marcos legales”.
Entonces, todo bien en el texto, en el comunicado y en la reunión, pero el gobierno mexicano nunca debe olvidar que negocia con un alacrán, y si bien a lo largo de la historia la rana ha ido adquiriendo experiencia, siempre hay que estar a las vivas con este tipo de “amigos bien intencionados” y “buenos vecinos”. Cualquier duda, favor de consultar la historia de la relación bilateral.
Por cierto, en la mañanera de ayer, la presidenta Sheinbaum no perdió la oportunidad de “enviar atentos saludos” al grupo de impresentables que se ha dedicado a promover la intervención militar estadunidense. Dijo la mandataria: “ Alito ayer en Washington, haciendo el ridículo, diciendo ‘es que el gobierno de México está vinculado con los narcos’, y aquí el secretario Rubio felicitándonos por el trabajo que tenemos en torno a la delincuencia organizada y la buena cooperación que hay. Roberto Gil Zuarth (en entrevista a una televisora gringa) diciendo quién sabe qué cosa, pura mentira. Y toda esta cosa de narcopresidente, narcopresidenta, bla, bla… Fíjense lo que hubiera querido la oposición, la derecha, los conservadores, que no hubiera un entendimiento. Estaban así: ‘que le vaya mal a la Presidenta, por favor, que vengan a regañarla, a decirle que la lista de los políticos que están vinculados’, ¿no? Así estaban, a eso se dedican los comentócratas, ¿no?: ‘el gobierno de Estados Unidos tiene acorralada a la Presidenta’, y dicen: ‘no le fue tan bien a la Presidenta’. Los opositores sólo buscan que le vaya mal al país a través de la mentira, la calumnia, pero ayer se les cayó el teatrito. ¡El ridiculazo que hicieron!”
Las rebanadas del pastel
Si de ridículos se trata, ahí está Trump, el alacrán mayor, a quien nadie le cree, por mucho que asegure “tener pruebas” de la narcolancha (que él denomina “barco”) supuestamente destrozada por los gringos en el Caribe, “procedente de Venezuela”.
Si el supuesto que da base al procedimiento de la CNA es empíricamente falso y conceptualmente insostenible, debemos preguntarnos si el método mide algo. En el promedio del estrato de referencia, cuya dieta sirve para construir la canasta alimentaria, y E sirve para transformar el costo de esta canasta en la LP, resulta evidente que es lo mismo comparar directamente el GA per cápita con el costo de la canasta alimentaria per cápita, que comparar el gasto o el ingreso per cápita del hogar con la LP. Formalicemos esto. Sea Er el coeficiente promedio de Engel del estrato de referencia elegido. Éste será igual a Er=Gar /Gtr, donde Gar y Gtr son el gasto alimentario y total respectivamente, ambos per cápita, en el estrato de referencia. Recordemos también que la línea de pobreza en el método de CNA se obtiene de la siguiente forma: LP=LPE/Er.
El criterio de pobreza suele ser: son pobres todos los hogares en los cuales: (1) Gtr LP. Esto es idéntico, para el estrato de referencia, a Gar LPE. Esto demuestra, de paso, mi aseveración de que el supuesto de Altimir, que quien satisface la N alimentaria, satisface las demás N, equivale a suponer que el grupo de referencia elegido (del que sólo sabemos que satisface la NA) no es pobre, haciendo de todo el procedimiento de la CNA uno de razonamiento circular. La conclusión a que llegamos es que el procedimiento de la LP basada en la CNA es una manera de medir la pobreza alimentaria, por lo pronto del estrato de referencia. ¿Qué pasa, sin embargo, con los demás estratos? Los estratos inferiores al de referencia, lo sabemos por la Ley de Engel, gastan porcentajes más altos de su ingreso en alimentación, de tal manera que para ellos no es posible transformar una desigualdad en la otra. Sin embargo, también sabemos, de los estudios empíricos, que si bien el porcentaje que se gasta en alimentación disminuye con el ingreso, va aumentando el valor absoluto del gasto per cápita en la materia, de modo que podemos estar seguros de que, en promedio, los hogares de los estratos inferiores al de referencia gastarán menos que éste en alimentos per cápita. De esta manera, podríamos afirmar que, con el método de CNA de construir la LP, podríamos identificar con casi absoluta certeza la población cuyo gasto alimentario per cápita es menor que el costo de la canasta normativa alimentaria, población a la que hemos calificado en situación de pobreza alimentaria, y que sería toda la que está debajo del estrato de referencia. Es claro el sentido conceptual real del método de la CNA, al que, por tanto, podemos llamar el método de medición de la pobreza alimentaria e interpretar los datos de pobreza en AL, calculados con el procedimiento de CNA, en tal sentido. Aunque debe haber un error en ello, su grado de error es mucho menor que el derivado de interpretar estas cifras como pobreza en general.
Enemigo de dar entrevistas sobre la vida privada y pública de Epstein, finalmente, Valdson Vieira Cotrin dio una al diario británico The Telegraph, en la cual asegura no creer la versión oficial de que el pedófilo se suicidó en su celda del Centro Correccional Metropolitano de Nueva York en 2019, mientras esperaba el juicio.
Sostiene que Epstein “amaba demasiado la vida” como para ponerle fin, y confiaba en obtener la libertad bajo fianza. Cuando dio su declaración, una encuesta mostró un drástico aumento de los estadunidenses que creen que fue asesinado: en 2019, era 39 por ciento. Ahora, 50 por ciento.
Esa variación la atribuyen algunos analistas a la forma errática con que el presidente Donald Trump se ha referido a los llamados “archivos Epstein”, en los cuales aparece repetidamente su nombre. Inicialmente, ordenó una revisión del caso y sostuvo que publicaría los nombres y las pruebas de los socios de Epstein.
Pero en julio pasado, la FBI y el Departamento de Justicia indicaron que no existía una “lista de clientes” de Epstein y que no se presentarían más cargos. Ello desencadenó una reacción muy crítica que incluyó a las bases de apoyo de Trump que exigían publicar todos los documentos, tal como se había prometido.
Ghislaine Maxwell, socia del delincuente y condenada a 20 años de prisión por tráfico sexual, declaró a las autoridades estadunidenses que no existía tal lista y que no fue testigo de ninguna conducta inapropiada del presidente Trump o del ex presidente Clinton.
Por su parte, Vieira Cotrin dijo que Epstein contrataba mujeres jóvenes para darle masajes y cortarle las uñas, “nada más”, y que “si hubiera ocurrido algo anormal, aterrador, y alguien hubiera gritado o hubiera sido abusado, habría llamado a la policía; pero no vi nada”.
No hay lista, afirman, pero sí existen innumerables fotos, videos y documentos que muestran la relación de Trump y Clinton con el depredador sexual.
No parece casualidad que este cambio simbólico se produzca durante la misma semana en que Washington ha realizado acciones concretas de proyección de su poderío bélico y reafirmación de sus intenciones imperialistas. El hundimiento de una lancha en aguas del Caribe y la ejecución extrajudicial de sus 11 tripulantes envía un mensaje inequívoco a la comunidad internacional: la Casa Blanca renuncia hasta a la más tenue apariencia de respeto por la legalidad y se arroga el “derecho” –como lo llamó el secretario de Estado, Marco Rubio– a asesinar a quien quiera, donde quiera, cuando quiera y con cualquier pretexto que se le ocurra, sin reparar en su inverosimilitud. Porque inverosímil es que la diminuta embarcación destruida por un misil estadunidense transportara la “cantidad masiva” de drogas de la que habló Trump, o que pudiera recorrer los 2 mil kilómetros de mar abierto que separan Venezuela de la costa más cercana de la superpotencia.
Incluso si pudiera probarse que las víctimas eran narcotraficantes, cosa que no se ha hecho hasta ahora, el ataque violó el principio universal de proporcionalidad de la fuerza, por lo que sólo puede considerarse un asesinato, como denunció el presidente de Colombia, Gustavo Petro. El mandatario andino también tocó un punto nodal al señalar que durante décadas se ha detenido a civiles que trasiegan drogas sin matarlos, y condenó la atrocidad de usar semejante poder de fuego contra quienes no son grandes capos, sino jóvenes de bajos recursos que realizan ese tipo de labores para los cárteles.
Por ello, resulta alarmante que Rubio y el titular del Pentágono, Pete Hegseth, hablen de sus actos de piratería como sucesos normales a los que la región debe acostumbrarse porque “volverán a suceder”. Sea que la fuerza de invasión desplegada en las cercanías de Venezuela tenga la improbable misión de interceptar y eliminar embarcaciones usadas por el crimen organizado o que, como parece cada día más cierto, busque desestabilizar a Caracas, es innegable que supone un peligro para toda la región y una inopinada provocación hacia el gobierno de Nicolás Maduro y sus aliados, de los cuales Moscú ya expresó su tajante rechazo a tan inaceptable comportamiento.
En este contexto, el secretario de Estado anunció ayer una nueva política de restricción de visados para los ciudadanos de América Central que “actúen intencionadamente en nombre del Partido Comunista Chino (PCC)”, pues Washington “está decidido a contrarrestar la influencia corrupta de China en América Central y a detener sus intentos de subvertir el estado de derecho”. Los disparates de Rubio rayan en la comedia, habida cuenta de que el único país que ha corrompido y subvertido el estado de derecho una y otra vez en Centroamérica es Estados Unidos, cuyas agencias de espionaje han llegado a organizar el tráfico de drogas continental para financiar sus operaciones encubiertas.
Con sus palabras y actos el trumpismo deja claro que se encuentra atascado en una mentalidad de la guerra fría y trata por todos los medios de hacer que el orden global retroceda más de 80 años, a una época en que las potencias occidentales mantenían grandes imperios coloniales y arrastraban al mundo a guerras devastadoras a fin de ampliar sus posesiones.

Así, la China imparable de Xi Jinping, en la ciudad de Tianjín, para la 25 cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), destacando con Rusia, de Vladimir Putin, e India, con Narendra Modi, sin duda, da el banderazo de salida del nuevo orden mundial en sentencia del respeto mutuo multipolar y extendiendo el Sur Global vía el grupo BRICS. En cadencia de gongs, tambores y campanas el dragón rojo parte y regodea en el firmamento, ya sin retorno.
El preámbulo, no casual, con su magno desfile del 80 aniversario de su victoria contra Japón, evidenciando su poderío tecno-militar; China transitará sobre el Estado y pilares del sistema capitalista a la par de un inminente nuevo sistema comercial y financiero. La nueva era ha sido parida del propio viejo y decadente vientre capitalista, con la singularidad de hegemonía repartida.
Mientras el imperialismo yanqui, sin más, de las patas de Donald Trump, juega al muñeco tirado en América Latina, particularmente en Venezuela, patético holograma neocolonial y en casa se le expande el fuego, ni así mismo se toma en serio ni a su divisa otrora suprema, hoy es su dólar de muelas.
Ismael Cano M.
Amenaza de EU contra Venezuela debe preocupar a AL
La política imperialista del Pentágono contra Venezuela amenaza no sólo a este país hermano, sino a todas las naciones del mar Caribe e incluso al continente en su conjunto. El motivo que esboza es la lucha contra el narcotráfico usándolo como señuelo para “justificar” el peligroso despliegue militar de barcos, misiles y un submarino nuclear.
¿Tan peligrosos son los señores de las drogas? No, sus intenciones son otras: amedrentar a gobiernos latinoamericanos; por eso mueven sus piezas humanas de un lado a otro buscando ejercer una diplomacia de fuerza intimidatoria. Estados Unidos, dueño de medios informativos, engaña a un buen número de sus ciudadanos haciéndoles creer, con bandera falsa, el combate que ha emprendido contra el narcotráfico y oculta el verdadero propósito.

No hay duda, ya lo había señalado años antes Laura Richardson, del Comando Sur, que las riquezas naturales (petróleo, metales, agua, etcétera) de nuestros países son de gran importancia y las apetece a Estados Unidos, es decir, al imperialis-mo para no perder su sobrevivencia y hegemonía que está en decadencia.
Las materias primas en nuestros territorios deben ser vistas como partes del progreso social de los pueblos y bajo explotación racional, respetar la biodiversidad del planeta.
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) debe emprender todo un plan de acción conjunto contra el peligro que representa el imperialismo estadunidense que amenaza a la República Bolivariana de Venezuela y resto de los países del sur.
Luis Langarica A.
Invitaciones
Puesta en escena La Ovillapenas
El Centro Cultural El Albergue del Arte invita al cierre de temporada de Tadeco Teatro con la puesta en escena de La Ovillapenas (PenÁlope). Margarita H. Navarro, Melissa Cornejo y Xiomara Becerra. Dramaturgia de Gabriel Penner. Dirección de Juan Carlos Cuéllar. Música de Hernani Villaseñor
Obra a manera de performance poético con el fin de que el público sea parte de éste, utilizando la herramienta de la dramaturgia palimpséstica.
Las citas son hoy y el próximo 12 de septiembre a las 20:30 horas en el Foro El Albergue del Arte, ubicado en Alberto Zamora número 32, colonia Villa Coyoacán. Reservaciones al 55-5554-6228. Entrada libre.
Presentación musical 47 Revoluciones de Trayectoria
Se invita a la presentación del cantautor Raymundo Colín Axolotl, denominada 47 Revoluciones de Trayectoria. Estará acompañado por El Trío Alameda.
La cita es hoy a las 18:30 horas en el Libro Club El Sótano de los Conjurados, ubicado en Mascagni número 49, colonia Ex Hipódromo de Peralvillo, alcaldía Cuauh-témoc. Entrada libre.
Raymundo Colín Chávez
Días atrás el gobierno federal de Brasil lanzó un megaoperativo contra el crimen organizado en el sector de los combustibles, con resultados sorprendentes. Identificó 40 fondos de inversiones en el sector inmobiliario por un valor de 5 mil 500 millones de dólares, controlados por el Primer Comando de la Capital (PCC), que es el mayor grupo narcotraficante de Brasil. Esos fondos financiaron la compra de una terminal portuaria, cuatro plantas de refinación, mil 600 camiones para transporte de combustibles y más de 100 inmuebles (https://goo.su/Chmn3).
Además, compraron fincas por valor de otros 5 mil millones de dólares y un banco paralelo de la organización, la fintech BK Bank, que movilizaba hasta 8 mil millones de dólares. Más de mil gasolineras en 10 estados de Brasil son utilizadas para lavar dinero del crimen organizado, pero se estima que las operaciones del PCC alcanzarían hasta 2 mil 500 gasolineras en todo el país.
El PCC nació en 1993 en la prisión de Taubaté, en Sao Paulo, hoy opera en el 90 por ciento de las cárceles, y se ha extendido a Uruguay, Paraguay, Bolivia y Colombia. Se trata de la banda criminal más grande de América Latina, que podría llegar a 40 mil miembros, buena parte de ellos en prisiones. A través del tráfico de cocaína estableció alianzas con la 'Ndrangheta italiana y se cree que cuenta con sólidos apoyos en países africanos y europeos.
Lo que revelan las investigaciones de los últimos años es una creciente sofisticación en las operaciones de lavado de dinero, así como su participación en sitios web de apuestas en línea y la inversión en clubes de futbol. En la actual investigación surgió que el PCC domina la cadena de la caña de azúcar, a través de la compra de haciendas, plantas refinadoras, puestos de combustibles y transporte.
De los datos anteriores surge con claridad la estrecha relación entre el empresariado “tradicional” y el crimen organizado. Esta realidad merece ser profundizada.
Por un lado, se observa cómo el crimen adopta los modos de los grandes empresarios capitalistas. Invierten con la misma lógica, buscando monopolizar cada sector para maximizar ganancias. El mal llamado crimen organizado es parte del capitalismo, del que se diferencia sólo porque sus actividades no son consideradas legales, lo que le permite aumentar de modo exponencial sus ganancias. Los modos del crimen son idénticos a los del extractivismo, como puede observarse en la actividad minera.
Por otro, surge una amplia zona gris entre lo legal y lo ilegal: el crimen busca legalizar sus capitales invirtiendo en tierras, negocios inmobiliarios, minería y, sobre todo, en finanzas porque es el mejor modo de lavar sus activos. La empresa “legal” adopta modos mafiosos al evadir impuestos (algo que ya es norma en cualquier sector), arropada por especialistas como abogados y notarios.
Mientras el crimen camina hacia lo legal, el empresario tradicional lo hace a lo ilegal. Ambos buscan comprar jueces y políticos, invierten en el deporte y en todo lo que les permita sortear dificultades para incrementar ganancias. Neutralizan al Estado o lo toman por asalto, comprando voluntades o amenazando, dependiendo la situación.
Por todo esto, en muchas regiones, empresas mineras y crimen organizado trabajan unidos para desplazar comunidades a las que consideran un obstáculo para la explotación de la madre tierra.
Si aceptamos que el capitalismo existente es guerra de despojo contra los pueblos –“Cuarta Guerra Mundial” la denominan los zapatistas–, debemos aceptar también que en las guerras no hay nada ilegal puesto que manda la ley del más fuerte. Gaza es el mejor ejemplo de la evaporación de toda legalidad, de toda humanidad, porque se trata de despojar y desplazar al pueblo palestino para convertir sus territorios y tierras en meras mercancías.
Exactamente igual opera el crimen en Cherán, en Chicomuselo, o en cualquier parte del mundo, porque los pueblos, los seres humanos, nos hemos convertido en un obstáculo para la acumulación interminable de capital. Por eso, en adelante, el genocidio será la norma, como lo fue durante la Conquista de América.
Es una actitud irresponsable y perversa difundir la idea de que puede existir un capitalismo “bueno”, como lo han repetido presidentes progresistas en esta región.
Como refirió Immanuel Wallerstein, el capitalismo fue un enorme retroceso para dos terceras partes de la humanidad, mujeres, niñas y niños, pueblos del color de la tierra. Lo que sigue son los hornos crematorios, los genocidios y los grandes medios que disfrazan esta realidad.
Una forma de hacer política que no advierta a los pueblos que estamos en la era de los genocidios, o que éstos suceden en otras latitudes, los conduce al patíbulo. Como señaló el historiador del movimiento obrero Georges Haupt, aquel que divierte al pueblo con historias cautivadoras “es tan criminal como el geógrafo que traza mapas falaces para los navegantes”.
Tal es el caso de una obra recientemente publicada por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y el Colegio de Morelos: El arma de la historia: Francisco Pineda y pensamiento crítico latinoamericano, compilada con profesionalismo y dedicación por Carlos Zamudio y Julieta Paula Mellano, y prologada por el colega y compañero Francisco López Bárcenas.
Precisamente hace una década, reseñando uno de sus libros: Ejército Libertador, 1915, consideraba que por la calidad de la narración y el enorme esfuerzo investigativo, Francisco Pineda se situaba como el historiador más especializado y riguroso de la insurgencia zapatista; un demoledor de clichés, mitos y prejuicios construidos por la historiografía dominante: desde las versiones carrancistas que nutrieron los imaginarios posrevolucionarios, con su racismo abierto o soterrado sobre la gente del campo e indígenas; pasando por investigadores estadunidenses que describen el zapatismo como un levantamiento de campesinos localistas-tradicionalistas-conservadores, hasta quienes en el ámbito del socialismo internacional restaron importancia, e, incluso, ignoraron el proceso revolucionario que estalla en 1910, y, en particular, la revolución de indígenas-campesinos dirigidos por Emiliano Zapata, por no estar encuadrada en la contradicción de clases burguesía-proletariado, considerados los sujetos socio-políticos capaces de efectuar cambios en las sociedades “modernas”.
El arma de la historia condensa en sus 370 páginas, prólogo, introducción, tres secciones, anexo y epílogo, la riqueza y coherencia teórica de un pensador comprometido con una ciencia social al servicio de los pueblos.
López Bárcenas señala sobre el interés de Pineda no sólo en el zapatismo histórico, sino también en el neozapatismo, en los hilos conductores entre las luchas de los liberales (siglo XIX), las luchas nacionalistas (XX) y las guerras de liberación (XXI), que le hace llegar a la pertinente observación de cómo Pineda le daba un sentido político al estudio y la comprensión de la historia, y cómo “conocer la historia tenía sentido si ese conocimiento nos ayudaba a entender el pasado y éste, a su vez, nos servía para ir construyendo un mejor futuro para todos, donde vivir dignamente no fuera un privilegio, sino un derecho fundamental para todos.”
En la introducción, los compiladores escriben una semblanza de Pineda, sus décadas de vida dedicadas a estudiar la estrategia político-militar del Ejército Libertador del Sur, así como los numerosos ensayos que consignan a detalle esta epopeya campesina entre los años de 1911 y 1919.
Se le sitúa no sólo como un consumado y apasionado estudioso de las revoluciones de nuestro continente y el permanente intervencionismo estadunidense, sino también como un intelectual que ejerció su profesión con una absoluta convicción militante, que lo hacen involucrarse en el apoyo activo a la insurrección neozapatista de 1994 en el sureste.
En el libro, se reúnen textos que los compiladores consideran relevantes para apreciar la obra de Pineda en su conjunto, sus contribuciones en la conformación de una corriente de trabajo, metodológica y de investigación que, con toda pertinencia, denominan pinedista.
En la primera parte, hay textos en los que Pineda reflexiona sobre la necesidad de comprender la complejidad de la cultura mesoamericana y la civilización del maíz como creadores del sujeto político principal de nuestra sociedad: el campesinado indígena. Es impactante el capítulo sobre la representación del indio en los ámbitos del poder, y a partir de la mentalidad colonial que tratan de imponer.
En la segunda parte, hay escritos en torno al EZLN, publicados muchos de ellos en la revista Chiapas, mientras que en la tercera se recopilan textos sobre la imagen de Zapata, la guerra contrarrevolucionaria para aniquilar a los zapatistas y a la población civil (genocidio).
Destaco su trabajo sobre la guerra de baja intensidad como estrategia de EU para combatir las revoluciones y movimientos populares, por su actualidad en los tiempos políticos que vivimos. La lectura de este libro me emocionó. Dejo constancia de su mérito y profundidad.
“La Nación Mexicana es única e indivisible, basada en la grandeza de sus pueblos y culturas. La Nación tiene una composición pluricultural y multiétnica sustentada originalmente en sus pueblos indígenas, que son aquellas colectividades con una continuidad histórica de las sociedades precoloniales establecidas en el territorio nacional; y que conservan, desarrollan y transmiten sus instituciones sociales, normativas, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas. La conciencia de su identidad indígena deberá ser criterio fundamental para determinar a quiénes se aplican las disposiciones sobre pueblos indígenas. Son comunidades integrantes de un pueblo indígena aquéllas que forman una unidad social, económica y cultural, asentadas en un territorio y que reconocen autoridades propias de acuerdo con sus sistemas normativos. El derecho de los pueblos indígenas a la libre determinación se ejercerá en un marco constitucional de autonomía que asegure la unidad nacional (...).”
Además, es de celebrar que por primera vez se incluyen algunos párrafos dedicados a las mujeres indígenas, se les reconoce como trabajadoras del hogar y con necesidades específicas de salud:
Inciso B. “La Federación, las entidades federativas, los Municipios (…) deberán determinar las políticas públicas que garanticen el ejercicio efectivo de los derechos de los pueblos indígenas y tienen la obligación de:
Apartado XIII. Establecer políticas públicas para proteger a las comunidades y personas indígenas migrantes, tanto en el territorio nacional como en el extranjero, en especial, mediante acciones destinadas a: (…) b) Garantizar los derechos laborales de las personas jornaleras agrícolas, trabajadoras de hogar y con discapacidad; c) Mejorar las condiciones de salud de las mujeres, así como apoyar con programas especiales de educación y nutrición a niñas, niños, adolescentes y jóvenes de familias migrantes...”
El Año de la Mujer Indígena ha sido ocasión para visibilizar las profundas inequidades que afectan de manera desproporcionada a mujeres y niñas indígenas; se trata de la discriminación que no se ha superado en el país y de desigualdades arraigadas en pautas patriarcales y en sistemas normativos que se han perpetuado por generaciones.
La desigualdad en el acceso a la educación de niñas y adolescentes indígenas es inaceptable: mientras que 50.8 por ciento de las mujeres mexicanas siguen estudiando a los 19 años de edad, a esta edad tan sólo 25 por ciento de las indígenas continúan en la escuela, un ciclo educativo que es crucial para la ampliación del conocimiento, de habilidades técnicas y profesionales, y del acceso a mejores condiciones laborales.
La falta de oportunidades educativas es una determinante de uniones tempranas, a pesar de que las leyes mexicanas prohíben el matrimonio antes de los 18 años, en las comunidades indígenas 34.2 por ciento de las hablantes de lengua indígena ya están unidas antes de los 18 años. A escala nacional, la proporción es de 18.4 por ciento y en las comunidades urbanas es de 15 por ciento.
En ese sector las uniones y matrimonios van acompañados de una maternidad temprana: 20 por ciento de las indígenas son madres antes de cumplir los 18 años, la fecundidad de las hablantes de lengua indígena es de 82.9 nacimientos por cada mil adolescentes (de 15 a 19 años), mientras que en las no hablantes es de 49.1 por cada mil y entre afrodescendientes es de 54.8 nacimientos.
De los 8 mil 218 nacimientos en niñas de 10 a 14 años registrados el año pasado, 53.3 por ciento estaban unidas. Se tipifica como fecundidad forzada los nacimientos de madres menores de 14 años, la cual, aunque logró reducirse en los últimos seis años, de 4.40 a 2.45 nacimientos por cada mil niñas de 12 a 14 años. Ninguna niña tendría que ser madre.
El 80.4 por ciento de niñas de 6 a 10 años declaró haber tenido su primera relación sexual sin consentimiento, y 95.5 por ciento de las de 11 a 14 años la tuvo con consentimiento aparente. El 86.2 por ciento de las niñas madres se dedican al trabajo no remunerado (doméstico y de cuidados), 16.2 realiza trabajo remunerado y sólo 13.7 continúa estudiando.
El papel de las parteras tradicionales destaca por sus cosmovisiones indígenas que ofrecen servicios integrales de atención a la salud: 2.2 por ciento de los partos en niñas de 10 a 14 años fueron asistidos por parteras, con mayores concentraciones en Chiapas (10.1 por ciento), Guerrero (4.1) y Tabasco (3.6).
Sigue siendo un reto construir un diálogo intercultural que garantice la autonomía comunitaria de nuestros pueblos originarios y es lamentable que en la reforma del año pasado no se haya aprobado, como parte de los sistemas normativos, el párrafo sobre el respeto y la inclusión de la dignidad e integridad de las mujeres, de las niñas, niños y adolescentes, ni la prohibición explícita de prácticas perjudiciales como el matrimonio infantil.
* Secretaria técnica de Conapo
“Los enemigos externos de la superpotencia (aquí pueden poner desde los comunistas chinos hasta los terroristas islámicos, pasando por los narcotraficantse latinoamericanos, o todos ellos juntos) impulsaron la victoria electoral de Donald Trump de 2024 a fin de colocar un chivo en la cristalería, un Terminator en la Casa Blanca, un Godzilla en Washington, y asegurar de esa manera la destrucción total y definitiva de Estados Unidos.
“Sólo con esa maligna ayuda de los demonios extranjeros puede explicarse el que un delincuente convicto, claramente dictatorial, indiscutiblemente mentiroso, ofensivamente ignorante y cada vez más chiflado, lograra derrotar los sólidos valores democráticos, sociales y familiares que caracterizan al pueblo estadunidense”, y bla, bla, bla.
Puede parecer chistoso, pero hay que recordar que algo así (un complot informático ruso) inventaron los demócratas en 2016 porque no les cabía en la cabeza que la vulgaridad trumpiana hubiese sido capaz de derrotar en las urnas a la “decencia” clintoniana.
Una explicación semejante de la actual coyuntura tendría la ventaja adicional de que exoneraría de responsabilidad a los propios ciudadanos del país vecino y les permitiría asumirse como víctimas, una vez más, de la maldad foránea. Pensándolo bien, esta operación mental encajaría a la perfección con la retórica paranoica con la que el trumpismo presenta ante su sociedad al resto del mundo.
En efecto, según ese discurso, la humanidad exterior (acaso con la excepción de la que habita en Israel) odia a Estados Unidos, procura su ruina estratégica y civilizatoria, busca sacar provecho injusto de sus mercados, copia su tecnología, droga a sus ciudadanos, se infiltra en su territorio para delinquir o simplemente quiere que Washington la mantenga sin tener que trabajar, como vendría siendo el caso de los socios de la Unión Europea.
Bueno, esta visión es parcialmente equívoca: desde luego, la presencia de Trump en la Casa Blanca (por segunda ocasión) no es producto de un complot extranjero, sino del agotamiento histórico de un proyecto de nación, de un pacto social, de una vida institucional y de un modelo económico.
Lo que es indudablemente cierto es que el país más dañado por esta segunda administración a cargo del magnate no es México, ni China, ni Venezuela, ni Rusia, ni Cuba, ni Brasil, ni Japón, sino el propio Estados Unidos, y que si alguien deseara el derrumbe de esa nación por sobre todas las cosas, tendría que estar brincando de felicidad en estos momentos.
Hay quienes ven en el trumpismo la imposición (violenta, bárbara, impúdica) de un nuevo orden internacional distópico por parte de un puñado de megamillonarios.
Otros lo vemos más bien como la caída en el desorden y la expresión de un declive grave e inocultable. Porque, entre otras cosas, Donald Trump ha logrado destruir: a) la apariencia de racionalidad con la que operaban las instituciones en Estados Unidos; b) el consenso Washington-Bruselas sobre Ucrania; c) la confianza en la superpotencia de los más estrechos aliados de Estados Unidos (salvo Israel); d) el abasto de fuerza de trabajo inmigrante en el que han cifrado su competitividad y su productividad los sectores agrícola, de la construcción, restaurantero y de servicios, entre otros; e) la tradicional armonía entre el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal; f) la abominación (así fuera ritual) del conflicto de interés en el poder público; g) la seguridad en el suministro de tierras raras, necesarias para la industria armamentista de punta. Y mucho, pero mucho más.
Más allá de eso, la segunda presidencia trumpista ha logrado revertir el giro hacia Occidente que venía realizando el gobierno indio y su hostilidad arancelaria dio especial relevancia a la reunión en Pekín entre Narendra Modi, Xi Jinping –líderes de estados rivales– y Vladimir Putin –o sea, a los gobernantes de tres potencias nucleares y de las dos mayores poblaciones del orbe–, los cuales se propusieron fortalecer un mundo multipoplar, es decir, contrario a la delirante hegemonía unipolar que Trump quiere imponer como sueño húmedo al conjunto de la sociedad estadunidense.
Unos días después de ese encuentro, el gobierno chino realizó, con motivo del 80 aniversario de la victoria sobre Japón, la exhibición de medios bélicos más impresionante en el mundo en muchas décadas.
El acento infantil del gobierno estadunidense lo proporcionó en esa ocasión el embajador de Washington ante la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Matt Whitaker. Declaró que las armas chinas eran copia de las estadunidenses y que Pekín “no puede, no podría luchar ni aunque lo intentara” porque “somos la única superpotencia con la economía más grande y fuerte”. Eso dijo, pero no pudo evitar que le temblara la voz (https://is.gd/HO26T8).
La Llorona en estos helados días, con cielos encapotados, nos parece más honda, más negra, más dramática, más friolenta.
Todo parece llanto en gotas negras semicirculares delineadas alrededor de esos ojos negros en que resaltan sus profundas pupilas sin exageraciones ni engaños, recreando charcos anegados de dolor, abandono, olvido…
Melancólica se defiende recreando nuevos enamoramientos, no se sabe si de Lope de Vega o de Miguel Cervantes Saavedra –de uno de ellos o de los dos–. La Llorona se enamoró después de que, por años de llegar a San Ángel desde Chimalhuacán, se le desapareció el Zincuatle.
Mientras, la esquelética mujer se fue detrás de un hombre, cualquier hombre. Época cumbre de la mujer que por única vez se fue a la batalla acompañando al hombre.
A parir a la mitad del campo, amamantar al calor de los fusiles. Dejando de lado su mucha madre. Lo cual quedó consignado en las novelas de la Revolución Mexicana: Martín Luis Guzmán, La sombra del caudillo y El águila y la serpiente; Mariano Azuela, Los de abajo; Francisco L. Urquizo, Tropa vieja.
Sin duda, de ello ha nacido el mito, los mitos, ese género que es la novela en cierta medida es su decadencia.
Bajo estas formas poéticas aparecen estas imágenes de la vida humana que, por encima, más allá del tiempo cotidiano, engarzan el pasado más remoto, el futuro inaccesible. Se ciernen –dirigen, hasta justifican– sobre el hacer, padecer que constituye la historia de los pueblos, como señala la filósofa española María Zambrano.
Como anillo al dedo cae a La Llorona Lope de Vega, en su imaginación creadora, después de sus múltiples aventuras galantes, en las canciones de cuna cantando la entrada al mundo de Cristo, o de cualquier niño. ¿Sería tal la transformación de Lope, el mujeriego, al tierno maternal? O sería la forma de encontrar la manera de sublimar la muerte de su pequeño hijo Carlos, que le afectó profundamente.
Con ese trágico suceso, Lope se acerca a su época. Lega a la humanidad la poesía de canción de cuna. La ternura filial. Versos que parecen una elaboración del duelo, de la muerte de su hijo.
Mezcla de ternura y dolor, enmarcada en una musicalidad no superada en las canciones de cuna, Lope de Vega une lo humano y lo divino, la ternura y el vacío, lo traumático y su elaboración, lo festivo y el dolor.
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