Aunque
pueda parecer contrasentido, la vida religiosa no es obstáculo para ser
feminista. Los principios de justicia e igualdad, conviven en los dos
ejes de vida y de militancia de esta mujer que busca también un respeto
para la población femenina dentro de la Iglesia Católica.
Alejada
de los estereotipos que hemos visto de las religiosas -nada que ver con
el hábito, ni con hacer galletas o rompope- Leonor Aída Concha hace la
revolución a sus 83 años de edad.
Su convicción por terminar con
las desigualdades y la explotación humana, es tan firme ahora como en
su juventud. Sobre todo busca eliminar la explotación y desigualdad de
las mujeres.
Es necia, claro que sí, necia en su convicción
social, política y económica. Es una líder que cuando encontró al
feminismo encontró su «lugar en la historia».
Nacida en la
ciudad de Chihuahua en 1933, la tercera hija de un matrimonio en el que
convivieron el cristianismo materno y la masonería paterna, nos recibe
en su oficina ubicada frente a la estación del metro Taxqueña, un
pequeño departamento donde la estancia es a la vez sala de juntas y
biblioteca y cuyas paredes están adornadas con posters de diversas
marchas.
El librero asoma materiales elaborados por “Mujeres
para el Diálogo”, organización que fundó en el año 1979 y desde donde
trabaja desde hace 37, por los Derechos Humanos de las mujeres.
Como
en todas las expresiones ideológicas y políticas, el movimiento
feminista mexicano se ha nutrido de cientos de mujeres que le aportan su
propia visión y Leonor Aída Concha es una de las representantes
históricas del feminismo mexicano. Es, sin lugar a dudas, un referente
fundamental para entender el feminismo activista mexicano de este siglo.
Con
los recuerdos de la infancia, Leonor Aída Concha, nos va develando las
distintas visiones de los grupos católicos, las corrientes teológicas de
la liberación, de la construcción de colectividad y del compromiso
social, en una época de gran efervescencia social, no sólo en México
sino en el continente latinoamericano.
Para comprender dónde
estamos hay que conocer nuestra historia, desde lo individual y
colectivo, las visiones de las piezas clave que han construido un
movimiento que ha creados nuevos escenarios de libertad para las
mujeres, desde todos los ámbitos.
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-Lucía Lagunes Huerta (LLH): ¿Cómo es que llegas a la vida religiosa?
–
Leonor Aída Concha (LAC): Entré a la religión católica de pequeña,
porque hay grupos de pequeñas y juventudes, entonces desde pequeña entré
a la Acción Católica. Tenía, creo, 11 o 12 años cuando entré a la
Acción Católica y de ahí pasé a la juventud, ahí recibíamos formación y
capacitación para ir a las rancherías a dar conferencias.
-LLH: ¿Y cuántos son religiosos de esta familia?
-LAC: Nadie, sólo yo, porque mi padre era masón y en mi casa funcionaba la logia.
-LLH: ¿Ahí se reunían?
-LAC:
¡Claro! había conferencias, reuniones. Mi padre tenía el grado 33 que
era el máximo. Era el tiempo de Lázaro Cárdenas. No he investigado si
era logia masónica europea, que yo creo que era europea, o
norteamericana – que eran las dos corrientes-. En mi casa funcionaba la
logia masónica y fuimos formados en la masonería, pero curiosamente la
masonería postula la cuestión de servir a los demás, hacer bien a los
demás. Entonces fui formada en esos principios masónicos.
Mi
padre murió muy pronto, a los 33 años. Era gerente general de la
compañía jabonera La Esperanza, con sede en Gómez Palacios, Durango,
pero nosotros estábamos en Chihuahua. Y mi padrino de bautizo incluso
fue el dueño de la cervecería, de la única cervecería que había en
Chihuahua.
-LLH: ¿Tú mamá a que se dedicaba?
-LAC: Era
una mujer del campo, o sea ella era originalmente campesina, hija de
hacendado y la revolución le quitó la hacienda a la familia de mi madre,
entonces, ella se trasladó del campo a la ciudad de Chihuahua y ahí se
conocieron mi padre y mi madre, ahí se casaron y ahí se quedaron a
vivir.
-LLH: ¿Y cómo entras a la Iglesia Católica formada en la masonería?
-LAC:
Porque mi padre murió muy joven, a los 33 años, entonces ya quedamos
bajo la autoridad de mi madre, tenía una fe católica. Ella no había
asumido los principios masónicos como mi padre. Mi padre inclusive
odiaba y rechazaba a los curas, a la Iglesia. Yo tenía 7 años, por eso
mi madre me pudo formar y me autoriza entrar en la Unión Católica.
-LLH: Entras a la Acción Católica y a esa edad ¿ya querías ser monja?
-LAC:
Es que a los 13 años me convertí al cristianismo y ese fue un impacto
muy especial. La conversión consistió para mí en la sensación de que
Dios existía, por eso seguí en la Acción Católica.
En la Acción
Católica llegaron las Hermanas del Servicio Social, era una
congregación muy diferente del resto de las congregaciones, porque
fueron fundadas por una mujer profesionista que había salido de una
congregación religiosa de estas históricas, tradicionales. Ella tenía la
intención de que viviéramos estructuralmente otro modelo de vida
religiosa.
Entonces dijo: aquí no me van a llamar superiora ni
nada, vamos a hacer un proceso de toma de decisiones colectivo. Vivimos
otro modelo, otra forma de estructura de la vida religiosa, diferente a
las históricas.
-LLH: Y ella te marca ¿recuerdas su nombre?
-LAC: ¡Claro que sí! se llamaba Himelda Tijerina, yo escribí su vida cuando murió.
Leonor
detiene la entrevista, llama a una de sus colaboradoras para buscar el
libro de Himelda Tijerina y mostrármelo para que conozca a su mentora,
ella misma se para a buscar entre los estantes sin mucha suerte -regresa
a la entrevista- no sin antes prometer enviarme un ejemplar.
–
LAC: Con ella, inmediatamente fui consejera y muy cercana, la quise
mucho. El modelo de vida religiosa que se buscaba, (era) mucho más
abierto, democrático, eliminando una serie de costumbres históricas que
hay en la vida religiosa, como depender muchísimo de la superiora, como
el voto de obediencia, el voto de pobreza, etcétera.
-LLH: Y empiezas a ir a las comunidades
-LAC:
Empiezo a ir desde los 14 o 15 años, íbamos a dar conferencias con las
comunidades campesinas de Chihuahua y a mí me gustó mucho
inmediatamente, porque empecé a experimentar que había muchas cosas más
en la existencia que casarte y tener hijos.
Yo quería ser libre y
ser yo, tener mi propia personalidad, mi propia capacitación, mi
propia información y con Himelda teníamos el ejercicio de la libertad y
ella me invitó a participar en el movimiento ecuménico, para mí fue
excelente.
EL NACIMIENTO DE UNA LIDERESA RELIGIOSA FEMINISTA
– LLH: ¿Cuáles eran los principios del movimiento ecuménico? ¿qué buscaba?
-LAC:
La difusión de los principios cristianos, pero vividos en libertad. Por
ejemplo, cuando la Iglesia Ortodoxa Rusa cumplió 1000 años, a mí me
dieron el discurso por América Latina, fue un evento muy grande, había
cerca de mil Iglesias.
En Moscú, estaba (Mijaíl) Gorbachov; y a
mí me dieron el discurso por América Latina, claro que estaban furiosos
porque siendo católica di el discurso por América Latina ¡y además
mujer!
La oportunidad me la da la única feminista que había en
la Iglesia Ortodoxa Rusa. Ahí estaban también los teólogos de la
Liberación Gustavo Gutiérrez y Leonardo Boff, era el año 1983.
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-LLH: ¿De ahí venía Himelda, de la teología de la liberación?
-LAC:
¡Ah claro! nosotras éramos un grupo joven con propuesta de vida
religiosa distinta, pues cuando apareció la teología de la liberación,
dijimos de aquí somos.
-LLH: ¿En qué momento te encuentras al feminismo y lo sumas a tu vida religiosa?
-LAC:
El feminismo lo había encontrado antes porque llegó la propuesta de que
trabajáramos con mujeres en el año 78, parte de la congregación decía
“no, es peligrosísimo porque habla del aborto”; y además parientes de
algunas hermanas les decían “no las dejen entrar con el feminismo porque
es una cosa espantosa, muy peligroso”. Entonces Himelda me dijo entra, y
cuando yo entré a conocer las corrientes feministas, fundo en el 79
“Mujeres para el Diálogo”.
En esta búsqueda, llego con Betsie
Hollants (periodista Belga fundadora de Cidhal en 1969) a Cuernavaca.
Con Cidhal me inicié y entonces dije: este era mi lugar en la historia.
Desde
que entre dije, este era mi lugar. Claro, ya había pasado de estar en
el equipo con puros hombres, con Don Samuel Ruiz y la pastoral indígena,
anduve con puros sacerdotes hombres y el obispo. Yo daba una opinión y
nadie la tomaba, hasta que la daba un cura, entonces ¡“ah esa idea que
maravillosa”! ya recibía yo esos impactos, entonces por eso cuando entré
al feminismo dije este era mi lugar en la historia.
-LLH: Y casas, digamos, tu vida religiosa con el feminismo
-LAC: ¡Sí claro! entonces fundé Mujeres para el Diálogo
-LLH: ¿Y por qué ponerle así?
-LAC: Por qué era el diálogo con las Iglesias.
-LLH: ¿Y por qué querías dialogar con las Iglesias, qué querías dialogar con la Iglesia?
-LAC:
Su renovación, su aceptación de los principios feministas dentro de la
Iglesia porque tú sabes que tenemos (las religiosas) un lugar secundario
y hasta la fecha. O sea que el manejo del poder está en los hombres, no
está en las mujeres, y todo lo que significa esta situación de opresión
dentro de la Iglesia.
-LLH: ¿Y cómo recibieron toda esta propuesta?
-LAC: No pues ni siquiera me la recibieron.
-LLH: ¿Pero estabas conversando con ellos?
-LAC:
No, la conversación era muy relativa porque eran participaciones como
en reuniones en las que te dejan entrar, en las que no te dejan ni te
voltean a ver. Es un desconocimiento total.
Como nosotras ya
habíamos asumido la teología de la liberación y la teología de la
liberación sí nos fundamentaba nuestra acción, al decir, se tiene que
hacer desde la gente, desde los problemas, desde el pueblo; entonces,
bueno, desde las mujeres había que hacer la teología.
Entonces
fue la teología de la liberación la que nos dio la fundamentación para
impulsar “Mujeres para el Diálogo”. Muy pronto hicimos encuentros
nacionales de mujeres cristianas para hacer la propuesta de la teología
de la liberación y porque desde entonces se empezó a hacer teología de
las mujeres con Ivone Gebara (teóloga feminista brasileña).
Muy
pronto o al mismo tiempo, establecí la vinculación con el movimiento
feminista; o sea no me quedé en términos de las mujeres cristianas y la
teología de la liberación de las mujeres, no, sino que inmediatamente di
el salto al feminismo.
LA REBELDÍA
-LLH: ¿Y qué te pasaba en medida que vas conociendo a las feministas y que te vas relacionando con ellas?
-LAC:
Las etapas son distintas, la primera etapa es el apoyo a la comisión
episcopal con los indígenas, de ahí di el salto a las Mujeres para el
Diálogo.
Yo experimenté en la comisión episcopal para los
indígenas el patriarcado de la Iglesia, de los obispos. Por ejemplo, una
vez en una reunión sobre teología me dicen: “hermana trae la falda muy
corta”; entonces le dije, señor ese es su problema.
-LLH: ¿Qué cara puso?
-LAC:
Ya no dijo nada, se quedó callado. Si Himelda estaba de acuerdo de que
yo trajera el vestido hasta donde se me pegara la gana, que un obispo
macho me dijera algo, pues no.
Después me corrieron y me recibe
Equipo Pueblo y de ahí di el salto hacia la cuestión de las mujeres,
porque conocí a mujeres indígenas.
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-LLH: ¿Qué es hacer teología desde las mujeres Leonor?
-LAC: Es el reflexionar a la luz del cristianismo qué es bueno en esta temática. Es apoyar a las mujeres.
-LLH: ¿Cuál es el destino que le ves a la Iglesia Católica?
-LAC:
Una transformación, en un momento dado tiene que transformarse y
renovarse, si no, pues se termina, fue algo que existió y que fue
maravilloso ¿no? Pero hasta ahí llegó si no se renueva, yo tengo la
esperanza de que se va a renovar.
-LLH: ¿Cómo definirías quién es Leonor Aída Concha?
-LAC:
Bueno, pues una monja revolucionaria, o sea, que no he querido dejar de
ser religiosa porque esta vida religiosa me ha dado la libertad, me ha
dado fundamentación.
-LLH: ¿Cómo te gustaría que dijera el último párrafo de la biografía de Leonor Aída Concha?
-LAC: Pues algo así como que ha sido feliz, por la posibilidad de vivir la libertad como la entendía.
-LLH: A las generaciones siguientes de religiosas ¿qué te gustaría decirles en términos de la libertad?
-LAC:
En términos de la libertad, pues que tenemos que construir nuevas
estructuras, que sean auténticamente democráticas y que permitan el
ejercicio de la libertad a cada una de las hermanas, por un lado la
libertad personal y por otro lado vivencia democrática por la toma de
decisiones colectivas.
-LLH: ¿Ser una buena cristiana implica ser una persona respetuosa de la humanidad?
-LAC:
Así es, centrarse las sociedades, la organización que hagamos
socialmente hablando, económicamente hablando, culturalmente hablando,
se centre en lo humano, en los Derechos Humanos. Entonces por lo tanto
sí hay que acabar con la diferencia gigantesca que hay entre ricos y
pobres.
-LLH: Mantener la diferencia de pobres y ricos dirías ¿que es ir en contra de un precepto religioso, un precepto de Dios?
LAC.-
No, no diría eso, sino que más bien lo que se ha creado por los
llamados cristianos han sido instituciones que favorecen a unos cuantos,
pero el cristianismo te demanda la igualdad de todos y para las
mujeres no se diga, la igualdad, el bienestar. Entonces por lo tanto
otro tipo de sociedades que se centren en eso, en el bienestar humano,
en eliminar las diferencias gigantescas entre ricos y pobres.

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