12/13/2025

Columnas y opinión del periódico La Jornada sábado 13 de diciembre 2025


Privatización de agua, amenaza en Mexquititlán
La privatización del agua amenaza su territorio y su supervivencia como pueblo originario, denunció el Concejo Indígena de Gobierno de Santiago Mexquititlán, Amealco, en Querétaro, al tiempo que llamó a la sociedad y a organismos de derechos humanos a acompañar la defensa del pozo de agua de Barrio Cuarto, mientras esperan la resolución de un juicio de amparo.

El Concejo de Santiago Mexquititlán, que también es parte del Congreso Nacional Indígena (CNI) y de la Asamblea Nacional por el Agua y la Vida (Anavi), sostiene que las autoridades mexicanas ignoran los derechos históricos y territoriales de los pueblos indígenas. “Nos conformamos como Concejo Autónomo para la defensa del territorio, desde la recuperación y el ejercicio de nuestros derechos históricos ancestrales de autonomía y autodeterminación”, explicaron en un comunicado.

La comunidad denunció la imposición de políticas neoliberales que han provocado despojo, sobre explotación y contaminación de sus fuentes de agua y acusaron que empresas privadas, inmobiliarias y agroindustrias operan con el respaldo de funcionarios públicos, mientras los mecanismos legales, como la Ley de Aguas Nacionales y reformas locales, legitiman la desigualdad y la privatización. “El agua es del pueblo y no del mal gobierno, el territorio es del pueblo y no del Estado”, advirtió la población organizada.

La comunidad ñhöñhö pidió enviar cartas de apoyo al juzgado séptimo de distrito en materia de amparo civil, administrativo y de trabajo de Querétaro, y la creación de amicus curiae de expertos en gestión comunitaria del agua, antropología y derecho indígena. Además, solicitaron monitoreo, documentación y denuncia pública de los riesgos que enfrenta la comunidad, así como acciones que eviten el despojo y la contaminación de su territorio.

En Santiago Mexquiti-tlán reivindican su lengua, historia, vestimenta, ceremonias del agua con danzas, sonajas, violín y tambor. Han sobrevivido a pesar del racismo estructural y a la falta de justicia y advierten que seguirán de pie “hasta que la dignidad se haga costumbre”, frase que, por cierto, salió de Estela Hernández, hija de Jacinta, originarias de esta comunidad.

desinformemonos.org

María Amparo Casar, ¡a la reja! // FGR judicializa carpeta contra ella // ¿Fin de la pensión fraudulenta?
A

l final de cuentas, de nada sirvieron las lágrimas de cocodrilo (ni la “indignación” de la mafia de intelectuales y comentócratas de derecha que la apoyaron) que allá por mayo de 2024 derramó mediática y profusamente frente a las cámaras de televisión en su intento por zafarse del fraude a la nación por ella cometido (del que ha obtenido pingües ganancias a lo largo de más de 21 años) y en su momento denunciado por el entonces director de Petróleos Mexicanos, Octavio Romero Oropeza.

De nada, pues, porque el jueves pasado la Fiscalía General de la República (FGR), ya con Ernestina Godoy en el despacho principal, judicializó una carpeta de investigación en contra de María Amparo Casar, presidenta de Mexicanos Contra (a favor de, en realidad) la Corrupción y la Impunidad (uno de los juguetes –y negocios– del junior Claudio X.), para que sea juzgada “por su probable intervención en la comisión del hecho señalado en la ley como delito de uso ilícito de atribuciones y facultades”, a través del cual obtuvo una pensión vitalicia otorgada por Pemex, por alrededor de 125 mil pesos mensuales, tras el suicidio de su esposo, Carlos Fernando Márquez Padilla, el 7 de octubre de 2004.

Casi 20 años después, en mayo de 2024, Oropeza Romero informó que el cónyuge ingresó a Pemex como coordinador ejecutivo de la Dirección Corporativa de Administración el 1º de junio de 2004 –durante el sexenio foxista–, de tal suerte que sólo colaboró en ese puesto directivo 129 días ( La Jornada, Gustavo Castillo).

Como viuda, María Amparo Casar no tenía derecho a la citada pensión, toda vez que su cónyuge se suicidó (se lanzó de una ventana del piso 12 del edificio A de Pemex), hecho confirmado por los peritajes correspondientes. Sin embargo, ella de inmediato solicitó el pago del seguro de vida, ayuda de gastos funerarios, pensión post mortem (que involucraba a sus hijos) y –con la “ayuda” del impresentable Héctor Aguilar Camín– “convenció” a los entonces directivos (con Raúl Muñoz Leos a la cabeza, el mismo que con dinero de la empresa del Estado pagaba, entre tantas otras cosas, las cirugías plásticas de su esposa) de que Márquez Padilla murió por un “accidente de trabajo” para que pudiera cobrar la pensión y conexos, omitiendo el dictamen que resolvió suicidio.

Y Romero Oropeza denunció que “entonces (2004) el fraude a la nación ascendía a 17.6 millones de pesos. “Ahora (2024), supera 31 millones, en un caso de corrupción encabezado por quien dice combatirla”. Por ello, se cancelaron la pensión (125 mil pesos mensuales) y las prestaciones, y se le denunció penalmente.

Pero, ¡sorpresa!: con sorprendente velocidad (24 horas después de que Pemex cancelara la pensión y tras un peloteo entre “impartidores de justicia” en tiempos de Norma Piña) el juez Ricardo Guzmán Wolffer, titular del juzgado sexto de distrito en materia del trabajo, otorgó un amparo a Casar y ordenó a la empresa “reintegrar el pago de la pensión a que tiene derecho (los faltantes y los que se generen), a menos que exista ordenamiento firme jurisdiccional o administrativo que cancelara la entrega del pago por viudez; (caso contrario), ‘la subsistencia de la quejosa se verá comprometida’”. Ella, como buena mártir mediática, agradeció la cortesía, y a seguir cobrando.

Pero se acabó la fiesta: “la Fiscalía Especializada en Materia de Combate a la Corrupción solicitó audiencia inicial en contra de María Amparo Casar y dos personas más para que sean imputados por su probable intervención en la comisión del hecho señalado en la ley como delito de uso ilícito de atribuciones y facultades, previsto y sancionado por el artículo 217 del Código Penal Federal, vigente al momento de cometido los hechos; al que lo cometa se le impondrá de seis meses a 12 años de prisión y de 30 a 150 días de multa; la audiencia está programada para el próximo 16 de diciembre, fecha en la que se le darán a conocer los resultados de la investigación realizada y las conductas que se les imputarán a los tres señalados como responsables de la comisión del ilícito” (ídem). Sólo falta otro histérico desplegado de la mafia de intelectuales y comentócratas de derecha, ensalzando las “virtudes” de la pensionada.

Las rebanadas del pastel

Mientras el pirata de la Casa Blanca roba barcos petroleros, los demócratas del Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes publicaron nuevas fotografías de Jeffrey Epstein, incluida una del bucanero rodeado de seis mujeres. Otra muestra “una colección de condones, de 4.50 dólares cada uno, cuyo empaque luce una caricatura de Trump y la frase: ¡Soy ENORME!”

Twitter: @cafevegacfvmexico_sa@hotmail.com

EDITORIAL 
El lunes 8 de diciembre, el presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) del Senado, Adán Augusto López Hernández, envió un extrañamiento al departamento de Relaciones Gubernamentales y Política Pública de Google México por permitir la difusión de una campaña en la que se suplanta la identidad de la presidenta Claudia Sheinbaum mediante inteligencia artificial, a fin de defraudar a la ciudadanía. El legislador resaltó que los mensajes denunciados forman parte de “una campaña pagada por alguien, con el consentimiento y beneficio económico” de la tecnológica, y alertó sobre el “peligro que representan a la privacidad, la identidad y los recursos económicos de quienes sean víctimas de tal manipulación, pues nada de lo mencionado está basado en la verdad”. Tres días después, la compañía informó al Senado que eliminó todos los “anuncios infractores” y se comprometió a “continuar monitoreando activamente la situación y aplicar medidas firmes en caso de detectar nuevos contenidos que violen sus políticas”.

No es la primera vez que se produce este tipo de situaciones. Hace justamente dos años, este diario informó sobre la difusión de videos modificados con inteligencia artificial, en los cuales se usaban imágenes del presidente Andrés Manuel López Obrador y de Petróleos Mexicanos para invitar a los ciudadanos a invertir en una ficticia plataforma de inversiones de la paraestatal; es decir, lo mismo que ha ocurrido con la mandataria, pero ahora con un nivel mucho mayor de sofisticación técnica. La evolución de esta modalidad de fraude ilustra el riesgo creciente de la inteligencia artificial conforme los distintos modelos de esta herramienta generan contenidos audiovisuales cada vez más difíciles de distinguir de la realidad. La amenaza del uso de la IA con la intención de suplantar a figuras políticas puede analizarse desde dos grandes vertientes. Por un lado, como en los casos descritos, los internautas pueden perder su patrimonio y hasta poner en riesgo su integridad física al caer en estafas facilitadas por la confianza en los personajes e instituciones suplantados. En este sentido, es urgente reforzar la educación digital de personas de todas las edades y estratos socioeconómicos a fin de ayudarles a diferenciar entre ofertas verídicas y apócrifas.

La segunda perspectiva supone un peligro para la sociedad en su conjunto y para la estabilidad del Estado mexicano. Los políticos, personas de negocios, comunicadores, agencias de mercadotecnia y consultoras dedicados a la creación y difusión de noticias falsas tienen en la IA un arma nunca vista para implantar narrativas engañosas y manipular a la opinión pública. Incluso si posteriormente se prueba el carácter apócrifo de un video o una imagen alterada, los principios de la propaganda indican que es más fácil engañar que sacar a alguien de su engaño.

Dentro de esta vertiente debe contemplarse también que una autoridad electoral parcial y militante, como lo fue el INE en las manos de Lorenzo Córdova, legitime anuncios falsos con la intención de descarrilar candidaturas y favorecer a los grupos que les son afines. Debe recordarse que, en el marco normativo actual, para anular una candidatura basta con un spot difundido fuera de tiempo o no incluido en los reportes financieros de una campaña.

El gran obstáculo para combatir estos riesgos no es técnico, sino económico, pues los anuncios fraudulentos dejan miles de millones de dólares a las grandes tecnológicas. Hace sólo unos días, se dio a conocer que Meta (matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp) obtiene alrededor de 10 por ciento de sus ingresos de publicidades que muestran claros indicios de estafa o comercialización de productos prohibidos, como juego ilegal, inversiones ilícitas o premios inexistentes.

Aunque la compañía afirma hacer todo lo posible contra el fraude publicitario, sus documentos internos la desmienten: mientras los usuarios se ven expuestos a 15 mil millones de anuncios de este tipo al día, sólo se han eliminado 134 millones en lo que va del año. No sólo no hace lo suficiente, sino que impide a sus empleados hacerlo: éstos tienen prohibido actuar contra publicidad que reporte ingresos sustanciales a Meta, lo cual muestra que al menos este gigante tecnológico privilegia sus ganancias sobre la seguridad de sus usuarios y el cumplimiento de la ley.

Ante el creciente uso de la tecnología para potenciar actividades ilícitas y el evidente desinterés de la iniciativa privada en proteger a los internautas, queda claro que las autoridades deben tomar cartas en el asunto mediante regulaciones y sanciones de una severidad que disuada a las empresas de mirar hacia otro lado cuando sus plataformas son empleadas con fines maliciosos.

Respecto al desalojo del Refugio Franciscano

Desde hace más de medio siglo el Refugio Franciscano ha protegido a animales en desgracia. Sin embargo, su labor ha sido interrumpida y los mil 500 animales que ahí viven ya no tienen a sus cuidadores. A las 12:01 del jueves 11 de diciembre, la Fundación Haghenbeck desalojó a los empleados y se apoderó de las instalaciones rompiendo cerraduras y haciendo gala del uso de la fuerza pública. Ahora son responsables de la integridad de los animales que, asustados por los ruidos y las voces de tanta gente extraña, no dejan de ladrar. Necesitamos que se garantice su cuidado y su vida.

La Fundación Haghenbeck le está quitando a los animales 45 años de futuro, al violentar la voluntad de Don Antonio Haghenbeck de la Lama, quien fue el que le entregó al Refugio Franciscano este espacio en comodato por 99 años. Por codicia, hoy los integrantes de la Fundación lo traicionan a él y a su memoria.

La Fundación Haghenbeck miente. No se dejen engañar. Escuchen la versión del Refugio Franciscano en la cuenta de Instagram: refugio_franciscano_ac

Cristina Henríquez Bremer

Acerca de la reinserción social en los Ceferesos

Luego de leer el desplegado de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana titulado “El Sistema Penitenciario Federal se fortalece con un enfoque de seguridad, reinserción y derechos humanos”, es necesario preguntarse sobre las acciones e indicadores que se han modificado para lograr efectivamente la reinserción de las personas presas en los Centros Federales de Readaptación Social (Ceferesos), además de los mecanismos de refuerzo de la seguridad . Resaltan en un recuadro las actividades deportivas, culturales, educativas, laborales y de salud mental, sin mencionar la relación de la persona presa con su familia y amistades, algo indispensable para lograr la reinserción social.Surge también la pregunta de si por fin hay un trato diferenciado entre las personas procesadas y sentenciadas conforme a la presunción de inocencia.Desde que se crearon los Ceferesos, las autoridades y la normatividad señalan que se respetan los derechos humanos.

Pilar Noriega García

Sobre el salario mínimo de jubilados y las UMA

Con relación a la carta publicada el pasado miércoles 10 de diciembre en El Correo Ilustrado con el título El salario mínimo, los jubilados y el Issste, el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (Issste) informa respecto al incremento de las pensiones otorgadas con anterioridad a la publicación de la Ley del Issste de 2007, con base en unidades de medida y actualización (UMA) y no en salario mínimo, lo siguiente:

Mediante la reforma constitucional en materia de desindexación del salario mínimo, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 27 de enero de 2016, se estableció que toda referencia al salario mínimo para fines distintos a su naturaleza laboral debe considerarse referida a la unidad de medida y actualización (UMA).

Asimismo, el 1º de diciembre de 2023, la Suprema Corte de Justicia de la Nación publicó en el Semanario Judicial de la Federación la tesis de jurisprudencia número 2027745, en la cual se establece que las pensiones del Issste otorgadas con anterioridad a la entrada en vigor del decreto de desindexación del salario mínimo deben cuantificarse con base en el valor de la UMA, y no en el salario mínimo. Dicha jurisprudencia es de aplicación obligatoria a partir del 4 de diciembre de 2023.

Cabe señalar que la desindexación del salario mínimo permitió su incremento constante, sin vincularlo con otros cálculos ajenos; desde entonces no es utilizado para calcular otros salarios superiores a éste o cualquier otro asunto. Finalmente, la UMA se actualiza cada año conforme a la inflación.

En este contexto, al aplicar los incrementos a las pensiones conforme al marco normativo vigente y con base en la unidad de medida y actualización, el Issste cumple con los principios de legalidad, seguridad y certeza jurídica que rigen la actuación del servicio público.

Unidad de Comunicación Social

Invitaciones

Posada de la resistencia

Invitamos hoy a la Posada-bazar de la resistencia en solidaridad con la doctora Belem Benítez, despedida del IMSS-Bienestar, a partir de las 16 horas en el Auditorio Maestro Agustín Ascensión Vázquez de la Sección 9, Belisario Domínguez 32. Contaremos con comida, música, danza y poesía.

Sección 9 Democrática CNTE, Fintras, Colectivo Trashumante

Parece absurdo pedir perdón, nomás, por las barbaridades cometidas hace 500 años, cuando muchas más pueden considerarse hasta la fecha. Sin embargo, puede ser una buena ayuda para ir estableciendo una relación más armónica entre ambos países que un grupo de españoles deje establecido su repudio por lo que reprueban que hicieron salvajes y voraces antepasados a las civilizaciones originales mexicanas, aunque hayan pasado ya casi cinco siglos.

Tal sería el caso también si las relaciones contemporáneas tomaran en cuenta la valiosa cauda de migrantes españoles que hallaron refugio del abominable franquismo peninsular que, a la sombra y con el respaldo de Hitler y Mussolini, se estableció en España en 1939 y, aun después de a desaparición de éstos, se sostuvo hasta mediar los años 70.

Bien se sabe qué hubiera sucedido con tantos españoles de ideas “civilizadas” si no hubieran hallado cobijo seguro en México, además de buenas condiciones para desarrollarse personal y profesionalmente. Es muy curioso que no falten peninsulares hoy que tienen la cara dura de asegurar que no fueron más de unos 10 mil… Por lo menos, hasta 1942, el número de acogidos, gracias a lo cual salvaron la vida o, al menos, la libertad, merodea los 40 mil.

Pero no acabó ahí la cosa: parientes y amigos de los “refugiados” cruzaron también “el charco” a fines de los 40 y principios de la década siguiente, cuando se pudo hacer a “la buena”, aunque también tenían casi todos motivos sobrados para huir del franquismo.

En su mayoría, tales refugiados resultaron un alimento para México, aunque sus descendientes pueden dividirse entre quienes se mexicanizaron y los que se conservaron españolistas a ultranza y, peor aún, algunos que llegaron incluso a denostar la mexicanidad, no obstante los beneficios que de ella gozaron.

Por fortuna, con el paso del tiempo, los de categoría humana, sin perder el respeto por su origen, se convirtieron en mexicanos de verdad y, lo mismo que sus progenitores, han resultado muy benéficos para nuestro país.

Ello separó a unos y a otros y, claro, han sido los “mexicanistas” quienes, lo mismo que sus padres e, incluso, sus abuelos, han destacado muy favorablemente en el ámbito nacional.

Es el caso de que muchos ni siquiera dan fe de sus orígenes, entre otras cosas porque no es necesario y ello no les representa valor alguno. A fin de cuentas, nuestro país está formado por una retahíla de mexicanos cuyos padres o abuelos o algunos de ellos no nacieron aquí.

No sé si eso es a favor o en contra, pero es el caso de que tales mexicanos los son plenamente y, en general, de valía.

Lo que sí es cierto, aunque parece olvidarse a veces, es que México no tan sólo fue el único país que abrió las puertas de tal manera, sino que incluso hizo muchas y atinadas gestiones para que pudieran escapar de la Europa “facha”, gracias a lo cual muchos incluso salvaron la vida.

Poco se recuerda, por caso, la enorme gesta de don Gilberto Bosques Saldívar, representante de México en la Francia que no fue sometida por completo por los nazis, aunque bastante fascista resultó ser el mariscal Pétain, quien fue su gobernante.

Bosques fue primero –1939– cónsul general, luego embajador de México y finalmente hasta hecho prisionero por los nazis en virtud de todo lo que hizo a favor de los franceses y de otras nacionalidades, empezando por los españoles que habían logrado escapar del fascismo de sus paisanos.

No en vano, sendos homenajes le brindan, por ejemplo, nombres de calles de las ciudades de Viena y de Marsella, mientras en España casi no hay testimonios de gratitud.

A veces los españoles pierden de vista que la gran ayuda mexicana no consistió solamente en recibir y amparar a tantos miles de ellos en México, sino también en dar lugar a que tantos perseguidos allá fuesen protegidos para asilarse y salvarse acá.

Pero es el caso, vale reiterarlo, de que también dieron lugar a que, al principiar los años 50, muchos más parientes y amigos hallaron cobijo y refugio en esta tierra nuestra. Creo que puede hablarse en total de una cifra cercana a 50 mil españoles que, a fin de cuentas, por una vía o por otra, encontraron seguridad y el modo digno de vivir en nuestro país.

El término fue adoptado por instituciones como el Ejército, la Policía, y ahora los que se supone que checan datos, pero cuando una persona lo usa como escudo, las cosas se ponen extrañas. Lo que quiere decir que alguien confiese que no es “partidista” no es sinónimo de que sea “apolítico”, esos que en la Grecia antigua eran considerados “idiotas” porque optaban por no interesarse en los asuntos públicos y reservaban todas sus energías para lo doméstico y privado. “Apartidista” implica una cierta idea de la política despolitizada.

Hace unos cuatro años fui a presentar una revista a la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM y me tocó escuchar a una estudiante que decía: “Los partidos no me representan y no voy a ir a votar”. Que fuera en el lugar en donde se estudia la política fue lo de menos. Me quedé con la frase: “No me representan” atorada porque nadie fue capaz de interpelarla para responderle. Como yo era un invitado, simplemente, tomé mis ejemplares de la revista y salí a la explanada. Caminé pensando en la idea despolitizada de que la representación política es como si uno, en lo personal, estuviera ahí y no, como es en una democracia, que nuestros representantes no nos representan en lo individual, sino en lo colectivo. De ahí el interés general, de la nación, o del futuro compartido. La contaminación que la sociología ha hecho de la política es, en menor escala, igual de perniciosa: tener representantes por grupo de interés o comunidad que sólo ve por lo que tiene en sus proximidades le da a la política un carácter de reparto de recursos materiales y simbólicos. Lo que representan diputados y senadores no es a cada grupo con fuerza organizativa, sino algo que no es divisible y que se llama interés general. No es una suma de demandas, sino una idea de comunidad y de continuidad en el tiempo, en el futuro. Pero si creemos, como los estadunidenses, que todo es sociología y el marketing que la acompaña, lo que se representa acaba convertido en un lío de demandas, deseos, privilegios, y hasta quejas sin ton ni son. Ahí los que ganan son los poderosos lobbies corporativos, que le dan vuelta a la voluntad popular para satisfacer sus intereses privados. Bajando un escalón, ahora la estudiante y muchos a quienes escucho todos los días decirse “apartidistas”, piensan que la política no es ni siquiera sociología sino terapia.

Imaginemos por un momento que no existieran partidos políticos, que son los que condensan las aspiraciones y miedos de las sociedades en principios, líneas de acción, métodos para decidir, y proyectos de nación. Y que, sin partidos, todas las acciones de política pública vinieran de la personalidad de alguien. Estaríamos hablando de un rey absolutista y sería un tanto teórico porque hasta esos tienen que tener algún tipo de legitimidad; eso que hace que los obedezcamos persuadidos de sus motivos. Los reyes caen también y, a veces, hasta les cortan las cabezas. O que las sociedades no se organizaran a partir de miedos y esperanzas colectivos, nacionales, en torno a un plan de gobierno para ser votado. ¿Qué sentido tendría ir a votar por alguien que no está pensando, deseando, temiendo lo mismo que tú en tu infinita autodeterminación, apartada de las ideologías, manteniendo pulcro el arcón donde reside tu conciencia moral, libre y distanciada? La estudiante a la que nadie la representa tiene otro problema: ¿quién es ella? ¿qué identidad tan específica y definida, permanente, y suya tiene como para exigir una representación? Desde Freud sabemos que los deseos son formados por el lenguaje y las reglas. Como el “yo” es un resultado de relaciones sociales, no de tu autodeterminación. Como escribe Anna Kornluth: “Desde nuestras fantasías de autoposesión y nuestros delirios de plenitud, hasta el rechazo del otro y cientos de dualidades proliferantes, pasando por ráfagas paranoicas y fluctuaciones polarizadas”. Ese es el “yo”. O, como diría Freud: “grandes emociones y pensamientos imperfectos”.

El narcisismo digital se engaña en el espejo de la pantalla: es él, el espejo, el que media esa necesidad de reconocimiento permanente y ese usar a los demás como vehículos de tu propia reflexión. No es el “yo” el que aflora sino una mediación que no se presenta como mediación y que es el Internet. Nada ahí es auto-expresión, sino trabajo para las corporaciones digitales y sus parámetros. Eso no tiene que ver con hacer política, pensar en los demás, imaginar una colectividad en el tiempo llamada nación, con sus formas de pertenencia y arraigo. Tiene que ver, más bien, con producirte a ti mismo, varias veces al día. Eso podría darte la impresión de soledad, de que nada a tu alrededor tiene algo que ver contigo, aunque se te presente como muy próximo. Pero la política –repito– no es terapia.

Los partidos políticos son instancias de mediación en las sociedades: ayudan a condensar posturas entre extremos, a convertir en lenguaje y normas objetos políticos que no son percibibles por nuestros sentidos como “soberanía nacional” o “justicia”. Del lado de la estudiante apartidista no hay representación posible porque fantasea con una inmediatez que se presente como liberadora, auténtica, justa, espontánea, y no reprimida pero que, al mismo tiempo, deslegitima cualquier mediación. Lo inmediato es pura autoridad de la imagen digital de una persona que tiene una impaciencia por la intensidad y la certeza. La certeza no es inmediata, como tampoco lo es la organización de personas reales en torno a unos principios e ideales colectivos. La presencia individual es imposible de representar porque es su contrario. Así, los que se dicen “apartidistas” en realidad están buscando que la política sea un nuevo espejo para su necesidad de validación. O, lo que es más común, son derechistas sin partido.

Dos palabras han desparecido con este auge del apartidismo como vana neutralidad entre ideologías que ni siquiera conoces: militancia y mística partidaria. La primera se refería a entregar tiempo y esfuerzo para difundir ideas, datos, estados de ánimo con una postura política e ideológica clara, y la segunda era hacerlo a cambio de nada. Es una idea del sacrificio y de la entrega que está ya lejos de los actuales partidos políticos que son presas del cálculo costo-beneficio en un oficio que tiene una lógica distinta a la economía. Así, habría que reconstruir lo que es política. Y, por supuesto, no es ni sociología, ni economía, ni terapia. No sirve para tus intereses particulares, ni para tus cálculos egoístas, y no te va a decir quién eres.

“Negocien con sus homólogos. Ustedes son la Unión Europea. Son 450 millones de personas y una economía de 20 mil millones de dólares. Actúen como tal”. La demanda del economista Jeffrey Sachs en el Parlamento Europeo, el pasado mes de marzo, sonaba casi a súplica. Nueve meses después, es ya un ruego colectivo.

La nueva estrategia de seguridad nacional (ESN) de la Casa Blanca, que para delicia de los historiadores futuros ha puesto por escrito lo que la administración Trump venía ya haciendo, deja sin argumentos a los pusilánimes dirigentes de la Unión Europea. Contemporizar ha dejado de ser una opción. La peor parte se la llevan en el resto del continente americano, con el particular corolario a la Doctrina Monroe, pero a este lado del Atlántico, el terremoto no es menor. Déjenme compartir una versión europea del sismo.

Trump arremete contra la Unión Europea, convierte en un zombi andante a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y anuncia sin tapujos la intención de entrometerse en procesos electorales a favor de la extrema derecha. La nueva ESN no sólo rompe la ficción acerca de una relación igualitaria entre socios, sino que dinamita muchos de los tótems sobre los que se ha erigido la Unión Europea.

En Bruselas siguen dando señales de no haber entendido nada. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tardó seis días en decir algo, que más bien fue nada: “Se supone que nadie debe interferir en los asuntos europeos”. La responsable de Exteriores, Kaja Kallas, fue todavía peor: “Lo que podemos extraer de esa estrategia de seguridad es que seguimos siendo aliados de Estados Unidos. No siempre vamos a estar de acuerdo en todo”. Sólo el presidente del Consejo Europeo, António Costa, dio signos de haber comprendido algo: “Ahora está claro. Los discursos de Vance en Múnich y los tuits de Trump se han convertido en la doctrina de Estados Unidos. Y debemos actuar de manera acorde”.

¿Cuál es esa manera? Para empezar, hacerse valer y tomarse en serio a uno mismo. 450 millones de personas son más de las que viven en Estados Unidos. Si cada país europeo mira a Washington desde su pequeñez, resulta casi comprensible achicarse. Pero el conjunto comunitario, bien articulado, es una potencia en toda regla. Como país, sería el tercero más poblado del globo. La propia ESN certifica que “el comercio trasatlántico sigue siendo uno de los pilares de la economía mundial y de la prosperidad estadunidense”. Dicho en plata: 25 por ciento de los ingresos de las grandes tecnológicas estadunidenses provienen de Europa. Apple, Google, Meta y la Casa Blanca pueden poner el grito en el cielo cada vez que Bruselas pone una multa a una de las grandes tecnológicas –cada vez son más pequeñas–, pero no se van a ir del continente. No van a renunciar a un cuarto de su pastel. Va siendo hora de comprender las fortalezas propias.

Y una vez asumida la mayoría de edad, a Europa le toca reformularse. Nada indica que los acontecimientos vayan a discurrir por este cauce, porque las mayorías son las que son, pero el fin relativo de la tutela estadunidense abre, objetivamente, una ventana de oportunidad. El momento ha situado a la izquierda continental en una tesitura extraña, porque pareciera que, para hacer frente a Trump, ahora toca defender una Unión Europea largamente criticada desde posiciones progresistas. Pero entre el repliegue abanderado por la extrema derecha y la actual Unión Europea, diseñada para la circulación de bienes y capitales en detrimento de la aspiración emancipadora de sus pueblos y habitantes, hay un término medio que pasa por recuperar viejos estandartes sobre otra Europa posible. Hay que hacerlo mientras se camina, pero reconstruir y recuperar la utopía no es un esfuerzo baldío.

Sobre todo porque hay bases sobre las que hacerlo. Para ello hay que mirarse al espejo con un poco de autoestima. La narrativa instalada sobre Europa es la de un continente viejo, lleno de achaques, con una economía que no funciona. ¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de economía? ¿De verdad funciona mejor la economía de un país como Estados Unidos, con una esperanza de vida menor y unas ratios de desigualdad mucho mayores? Medirlo todo en función del producto interno bruto aleja los análisis de la economía real.

La reciente encuesta realizada por Cluster 17 para Le Grand Continent da algunas pistas sobre los anhelos ciudadanos, que no se alinean, en términos generales, con la ola reaccionaria. Excepto en el Estado francés –uno de los eslabones más débiles de la cadena europea–, en todos se apuesta por una combinación estatal-continental como mejor forma de protegerse de los riesgos actuales. El 55 por ciento de los encuestados rechaza elegir entre Pekín o Washington a la hora de relacionarse con las grandes potencias y 48 por ciento considera ya a Trump como enemigo, frente a sólo 10 por ciento que lo califica de amigo.

Y por encima de todo, 74 por ciento quiere seguir formando parte de la Unión Europea, una cifra que baja a 65 por ciento cuando se pregunta sobre el apego al euro, la moneda común. En esta brecha está una de las claves: el ideal de la unidad europea sigue en pie, es la forma neoliberal en la que se ha desarrollado la que muestra síntomas de un desgaste irreversible.

El contenido semiótico de la palabra “Núremberg”, el nombre de la vieja ciudad alemana −todos los significados, los mensajes e imágenes que transmite este signo−, está determinado, en su mayoría, por los eventos históricos asociados a una breve pero turbulenta época: la del nazismo y del Tercer Reich que iba a extenderse “por mil años”, pero duró apenas 12 (1933-1945). Éstos incluyen los masivos mítines del Partido Nazi allí (1923-1938), las “leyes de Núremberg” (1935), el centro de la legislación antisemita nazi y, finalmente, los famosos juicios (1945-1946) llevados a cabo allí por las potencias victoriosas −Unión Soviética, Estados Unidos, Reino Unido y Francia− contra los líderes de la Alemania derrotada.

Pensados como el “punto final” al periodo nazi en la historia −y celebrados, entre otros, por eso en una ciudad-símbolo de su poder−, los juicios contra 22 figuras claves supervivientes de las esferas política, militar, económica e incluso mediática ( sic) del Tercer Reich iban a ser una “lección” tanto para los alemanes como para el resto del mundo. El cargo principal contra los acusados era “el delito de conspiración y guerra de agresión” al igual que, en caso de algunos, haber cometido los crímenes de guerra y de lesa humanidad de las que el “judeocidio” (Arno J. Mayer) era apenas uno de los aspectos. En los años posteriores, Estados Unidos llevó a cabo también 12 juicios “subsiguientes” en Núremberg, centrados más en el Holocausto, contra los perpetradores de menor rango. Todos estos juicios dieron inicio al derecho penal internacional tal como lo conocemos.

Pero en el −celebrado el mes pasado− 80 aniversario del inicio de los primeros juicios en Núremberg que, supuestamente, marcaron “un antes y un después para la conciencia del mundo civilizado”, la única conclusión posible es que, en realidad, “Núremberg”, a pesar de una aparente sobrecarga semiótica, representa más bien y en buena parte un vacío.

La promesa de la justicia y del “nunca más” que parecían hacer los juicios jamás ha sido cumplida y la “civilización” −por cierto, la occidental− que, en palabras del fiscal estadunidense Robert H. Jackson, “no podía soportar la repetición (de los crímenes semejantes)”, sigue siendo su generadora y garante de impunidad en tiempos de (más) genocidio y (más) guerras de agresión.

Como bien apuntaba recientemente Raz Segal −uno de los primeros estudiosos que reconoció que Israel estaba perpetrando en Gaza “el clásico caso de genocidio” (t.ly/yTcCk)−, al subrayar que éste no ha cesado y que continúa, los juicios de Núremberg “no cambiaron en nada las estructuras ideológicas y políticas que llevaron a los nazis al poder y sobre las cuales ellos edificaron su proyecto: el sistema excluyente de Estado-nación, surgido después de la Primera Guerra Mundial y que se superpuso con la supremacía blanca que se encontraba en el corazón de la construcción del imperio europeo y del colonialismo de asentamientos”.

El Tercer Reich −algo que ha sido oscurecido en su momento por la escala de sus crímenes−, siendo un imperio supremacista basado en un nacionalismo extremo empeñado en “purificarse de sus enemigos raciales” y hacer que, siguiendo el sendero de la guerra, los colonos “arios” se apoderasen de la tierra en las regiones ocupadas en el Este, no difería, en esencia, de otros imperios supremacistas como Estados Unidos, Reino Unido y Francia que −como escribía Segal−, “no estaban dispuestos a rendir las cuentas por su nacionalismo y que, igual que los soviéticos, creían que la ‘homogenización nacional’ era la condición esencial para la seguridad y la paz” (t.ly/TLFd0).

No es ninguna casualidad que la primera Nakba (1948) ocurriese a pocos años de la Segunda Guerra Mundial e incluso cuando todavía los juicios “subsiguientes” en Núremberg estuviesen en marcha. El amplio consenso de aquel entonces –después de todos los transfers de poblaciones durante la guerra, la casi total aniquilación de las comunidades judías en Europa y luego la expulsión de los colonos y las minorías alemanas− era que la limpieza nacional/étnica “era buena” y que era la única vía para la construcción de un Estado-nación.

Hoy, la segunda Nakba en Gaza, que desde los inicios pretendía concluir lo que se quedó inacabado en 1948 −ahora mediante una guerra genocida cuyo objetivo no era Hamas, sino la deliberada destrucción del pueblo palestino como tal, “total o parcialmente”−, sigue los mismos impulsos “Estado-nacionales” y colonialistas. Ahora incluso en fase de “cese el fuego”, como parte de un deal de Donald Trump y con la “línea amarilla” como la nueva frontera del enclave, expulsando y concentrando a “todos los brutos”.

Para facilitarlo, ante nuestros ojos todo el edificio del derecho internacional −por más raquítico que fuera, entre otros, por los intereses de las potencias victoriosas y las “exigencias” de la guerra fría− construido después de Núremberg mediante la Convención sobre el Genocidio (1948), los Acuerdos de Ginebra (1949) o luego el Estatuto de Roma (1998), que creó la Corte Penal Internacional (CPI), mostrándose inútil después de un par de intentos de actuar frente a este genocidio, ha sido efectivamente neutralizado por los aliados de Israel −todos unos paladines de la “civilización”− con tal de que éste pudiese actuar con impunidad.

En este sentido, el vacío del significado de “Núremberg” ha de ser entendido también como el vacío de toda la idea de la “civilización” que los juicios pretendían defender, pero que no era una antítesis de los crímenes nazis, sino una de sus fuentes. Contrario al alegato del fiscal Jackson, la “civilización” bien podía soportar la repetición de las “atrocidades semejantes”, siempre y cuando estuviesen cometidos bajo su cobijo y/o en su nombre ( t.ly/gs0gR).

Cada mundial futbolero funciona como un dispositivo gigantesco de anestesia social a escala planetaria mediante un despliegue simultáneo de negocios, publicidad, emoción, espectáculo y simulacro de identidad nacionalista colectiva, exageraciones hasta la náusea. Es un fenómeno que, en apariencia, celebra comercialmente la diversidad, la convivencia y la pasión deportiva, pero que, en su estructura profunda, se ha convertido en herramienta eficiente para desactivar el pensamiento crítico y encubrir las contradicciones más dolorosas del capitalismo global. Bajo esta maquinaria, millones de personas canalizan sus deseos, frustraciones y esperanzas hacia un acontecimiento que, lejos de convertirse en espacio de emancipación, sirve para reforzar la lógica del mercado y reproducir el orden dominante; olvidarse de las realidades más crudas. El opio del balón.

Será un año de “reformas laborales”, pero durante las semanas del Mundial (incluso mucho antes y después), la atención colectiva se divorcia de la realidad cotidiana y se concentra en un relato épico cuidadosamente diseñado por vendedores. Las tensiones del empleo precario, la desigualdad estructural, el endeudamiento, la violencia, los recortes sociales y las crisis políticas quedan relegadas a un segundo o tercer plano, no porque hayan disminuido, sino porque el espectáculo ofrece una anestesia de escape que promete una ilusión de pertenencia y triunfo. El consumidor futbolero, que en su vida diaria carece de control sobre los procesos económicos que lo afectan, siente que participa en algo decisivo mediante la identificación simbólica con un equipo nacional, por el que paga fortunas inmensas. Esa identificación, sin embargo, está mediada por corporaciones, marcas globales, intereses financieros y organismos que han convertido el deporte de las patadas en un negocio multimillonario. El resultado es un dispositivo ideológico que transforma emociones legítimas en energía políticamente inutilizada.

Su “mundial” no sólo desvía la atención, también reorganiza la sensibilidad social. La emoción colectiva es administrada y guiada por un guion previamente establecido, en el que cada partido se convierte en una narrativa de héroes, villanos, milagros y tragedias, diseñada para mantener al público en un estado de excitación emocional sostenida, bajo los monopolios mediáticos. La euforia es interrumpida por anuncios publicitarios que prometen felicidad instantánea en forma de consumo; las transmisiones repiten imágenes del pasado que consagran a jugadores como mitos modernos, mientras los estados aprovechan el entusiasmo para reforzar nacionalismos oportunistas y reactivar discursos patrióticos vacíos. La anestesia funciona porque la exaltación colectiva simula una comunidad que, en realidad, no se organiza para transformar su propia vida, sino para contemplar pasivamente un espectáculo ajeno a su control.

Esa anestesia futbolera opera además mediante un mecanismo de sustitución simbólica; el triunfo del equipo nacional se presenta como triunfo del pueblo, aunque nada cambie en la vida material de ese pueblo. La victoria se experimenta como compensación simbólica que amortigua el descontento y reduce la propensión a la movilización política. En este sentido, el Mundial administra un goce colectivo que no conduce a ninguna transformación concreta, sino que recicla la frustración al final del torneo, preparando el terreno para que el ciclo comience nuevamente cuatro años después. Saturan el espacio público con mercancías ideológicas futboleras, análisis interminables, repeticiones, anécdotas, polémicas artificiales, narrativas emocionales y estrategias de mercadeo camufladas. La exageración premeditada crea un entorno donde resulta difícil mantener distancia crítica y donde incluso quienes no se interesan por el futbol quedan atrapados en el flujo simbólico que organiza la conversación pública. La lógica del rating se convierte en la lógica de la sensibilidad, y la opinión colectiva se moldea según las necesidades de las marcas, patrocinadores y corporaciones que sostienen el espectáculo.

Esa anestesia también opera mediante la ilusión de igualdad. Durante el Mundial, se insiste en que “todas las naciones compiten en igualdad de condiciones”, como si la competencia deportiva eliminara mágicamente las desigualdades económicas, políticas y tecnológicas que atraviesan el planeta. Se presenta un escenario donde cualquier país puede “dar la sorpresa”, cuando en realidad la estructura económica del futbol profesional reproduce las desigualdades del sistema global: los mismos países dominan históricamente, las mismas potencias económicas controlan los clubes y las mismas corporaciones obtienen beneficios extraordinarios. El espectáculo oculta estas asimetrías bajo el brillo de la “fiesta deportiva”, transformando una estructura desigual en un show aparentemente democrático.

Pese a todo, el futbol –como expresión humana– tiene un potencial liberador, creativo y comunitario. El problema no es el juego, sino su secuestro por parte de una industria que convierte la pasión popular en un flujo constante de capital. La tarea crítica consiste en recuperar el sentido humano del deporte e impedir que sea utilizado como instrumento de distracción masiva. Esto implica desarrollar una mirada capaz de atravesar la superficie del espectáculo y someter a crítica rigurosa los mecanismos económicos, políticos y sicológicos que lo sostienen. Solamente a partir de esa comprensión puede plantearse una práctica cultural que revalorice el juego como experiencia colectiva y no como mercancía emocional diseñada para neutralizar el descontento social.

En vez de una comunidad anestesiada por el espectáculo, es necesario imaginar comunidades activas que organicen su energía emocional en torno a la solidaridad, la lucha por la justicia social y la creación de formas de vida más dignas. El desafío consiste en transformar la pasión popular en fuerza política y no en simple combustible para una maquinaria global que, mientras celebra el espectáculo, profundiza las condiciones que hacen necesaria la anestesia. En esa transformación reside la posibilidad de que la euforia colectiva deje de ser un paréntesis y se convierta en la construcción consciente de un mundo donde el juego vuelva a pertenecer al pueblo. Se trata de una anestesia que los pueblos pagan con sumas estratosféricas que van a parar al bolsillo de unos cuantos mercachifles.

* Doctor en filosofía

Allá por los años 60 del siglo pasado conocí a Alberto Híjar Serrano y sabía que era un prestigiado crítico de arte y destacado intelectual. Sin embargo, su presencia me resultaba particularmente incómoda, porque al igual que yo, pretendía llevarle serenatas y contarle las pestañas a una bella hija de un poeta que terminó casándose con otro famoso poeta. A fin de cuentas, ella nos mandó no por un tubo, sino por un largo gasoducto. Pero ya en la década siguiente, Alberto dejó de incomodarme porque mostraba capacidad de ser auténtico mentor de experiencias vitales y solidaridades internacionales. Aquel gran escritor que se llamó José Revueltas, debido a su enorme generosidad, realmente padecía de un sufrimiento entrañable cuando, por ejemplo, se enteraba de que algunos niños y niñas eran asesinados en algún rincón de África. Si José hubiera vivido en estos horribles tiempos, su dolor por el genocidio palestino casi no hubiera alcanzado límites.

Pero en Híjar no domina el sufrimiento, sino la ira; ciertamente, al igual que Revueltas, ha sido solidario con todos los pueblos oprimidos del mundo, pero no lo ha envuelto la depresión. En este trágico planeta donde las tinieblas de la indiferencia parecen oscurecer millones de escenarios, la capacidad de Alberto para generar apoyos y simpatías a todos los seres explotados y escarnecidos es verdaderamente excepcional.

Alberto, desde que estudiaba ciencias químicas y posteriormente ya como filósofo, se sentía convocado a no perderse en los pantanos del individualismo posesivo y el egoísmo patológico. Ha sido permanentemente militante infatigable de izquierda, admirador y apoyador de los procesos revolucionarios de Cuba, Nicaragua y El Salvador, aunque lamenta que en estos dos últimos casos las presencias de los Ortegas y Bukele hayan degradado las luchas de los pueblos en esos países.

Alberto ha tenido muchos cargos como funcionario en la Universidad Nacional Autónoma de México, en Bellas Artes y en varias dependencias culturales, aunque siempre se ha topado con los pesados muros que le han impuesto burocracias conservadoras. Adicionalmente, por su inteligencia y sus posiciones heterodoxas se ha confrontado con frecuencia incluso con otros militantes de izquierda y ha tenido importantes desacuerdos con ellos, y en no pocos casos las reflexiones de esos desacuerdos han sido una magnífica oportunidad para corregir múltiples errores y defectos existenciales, como ha sucedido en mi propio caso.

Humberto Musacchio, en su Diccionario Enciclopédico Milenios de México, escribe una nota escueta sobre Híjar y no lo muestra como autor de numerosos libros, sino como colaborador de algunas revistas importantes. En efecto, creo que Híjar no ha sido muy prolijo en llevar al papel muchos de sus múltiples pensamientos e ideas, pero si bien sus publicaciones no son muy extensas, sí son notoriamente profundas y deben ser conocidas por todas aquellas personas interesadas en la vida intelectual de nuestro país.

Sobran motivos para celebrar los 90 años de Alberto Híjar, sabiendo muy bien que para él cada minuto en su vida ha sido un acicate para su pasión revolucionaria.

* DEAS-INAH

El 5 de diciembre de 2025 una revista de la editorial científica Elsevier retiró públicamente uno de los estudios más citados sobre el herbicida glifosato, el cual afirma que no hay evidencias de que es dañino para la salud humana. Encontraron que el estudio tenía numerosas fallas, y que en realidad fue redactado por “científicos” de Monsanto (ahora propiedad de Bayer) no por quienes firman como autores, quienes recibieron un pago de la trasnacional para que el artículo apareciera como independiente de ésta (https://tinyurl.com/zedpj8zk).

Es un hecho altamente relevante porque el artículo desmentido es uno de los más citados por agencias regulatorias de Europa, Estados Unidos y de América Latina, que se basaron en él para alegar que no hay evidencias de daños graves del glifosato a la salud. Esto pese a que la Organización Mundial de la Salud en 2015 y numerosos estudios científicos anteriores y posteriores han confirmado la toxicidad a corto y largo plazos y el potencial de causar cáncer de este herbicida.

El glifosato es el agrotóxico más usado en el mundo, lo cual ha dejado residuos tóxicos en alimentos, cuerpos, agua, medio ambiente y hasta se han encontrado trazas en aire y nubes, por su alto grado de diseminación.

La revista Regulatory Toxicology and Pharmacology detalla en el argumento para retractar el artículo, originalmente publicado en el año 2000, que los autores Williams, Kroes y Munro, no tomaron en cuenta una extensa lista de artículos artbitrados y publicados antes de esa fecha, que muestran evidencias de toxicidad y carcinogenicidad del glifosato y sus derivados. Por el contrario, los autores usaron como referencia artículos no publicados escritos por Monsanto, que afirman que no existen evidencias de que el glifosato –inventado y patentado por la misma compañía–, sea cancerígeno.

Además, no declararon que el artículo había sido total o parcialmente redactado por personal de Monsanto y nunca manifestaron que habrían recibido pago de la empresa para figurar como autores. En suma, explica el director de la revista, Martin van den Berg, el artículo presenta “serios problemas éticos” por el ocultamiento de evidencias, la falta de integridad y el conflicto de interés de los autores, lo cual lleva a cuestionar las conclusiones del mismo.

La gran pregunta es por qué tuvieron que pasar 25 años desde la publicación de este fraudulento artículo para que finalmente fuera retractado. La acción de la revista ahora la motivó otro estudio científico, publicado este año, que denuncia las irregularidades (https://tinyurl.com/5et356jt).

En este cuarto de siglo, decenas de millones de personas en todo el mundo han sufrido los impactos y daños del glifosato, especialmente aquellos en zonas donde se plantan cultivos transgénicos a gran escala, como Argentina, Brasil y Paraguay, donde muchas personas, incluso niñas y niños, han muerto por sus efectos, pese a las múltiples denuncias de impactos de la fumigación con glifosato.

El hecho de que Monsanto redactó y pagó a los que aparecen como autores apareció como evidencia por primera vez en 2017 en uno de los juicios contra Bayer-Monsanto por haber causado cáncer a los demandantes (Carey Gillam, The Guardian, https://tinyurl.com/2hemerw2).

En esa instancia se mostraron correos electrónicos de ejecutivos de Monsanto, donde se autoelogian por el éxito del artículo ahora retirado, incluso de Hugh Grant, entonces presidente global de la compañía, por el buen resultado del artículo fraguado.

Esta forma de actuar, con “escritores fantasma” que niegan evidencias y pagos ocultos a científicos para que no se los vincule a la empresa, se enmarca en la estrategia que Monsanto llamó internamente Freedom to operate (Libertad de operación) para avanzar impunemente la venta de productos tóxicos (https://tinyurl.com/bdd4c73w).

Luego de que la OMS declarara al glifosato como posible cancerígeno en 2015, se desató un alud de víctimas de cáncer que habían usado o estado expuestos al glifosato en Estados Unidos, con más de 167 mil demandas en la actualidad. En esos procesos se revelaron miles de documentos de Monsanto para ocultar o falsear información y manipular a científicos y periodistas para defender el glifosato (https://tinyurl.com/3xn5vmrp).

Bayer pagó ya más de 12 mil millones de dólares en sentencias y acuerdos con unos 100 mil casos, pero siguen aumentando, por lo que la empresa solicitó a Trump que intercediera ante la Suprema Corte de ese país para que no permitiera seguir con los juicios.

El glifosato está bajo restricciones de uso en una veintena de estados o países, pero la venta del tóxico es un gran negocio, ligado a los cultivos transgénicos y los de la llamada “edición” génica, por lo que las empresas invierten agresivamente en su defensa.

Al tiempo que se revelan nuevos datos sobre la manipulación de información de Monsanto-Bayer y otras empresas para engañar al público y los reguladores, siguen aumentando los datos sobre los gravísimos daños que provoca este y otros agrotóxicos a la salud humana, animal y al medio ambiente. Deben ser prohibidos (https://tinyurl.com/9ztzywp7).

Una de las propuestas musicales más interesantes y sugerentes en mucho tiempo: el reciente debut de Jordi Savall al frente de la Orquesta Filarmónica de Berlín, ocurrido el sábado pasado en la Philharmonie berlinesa. El violagambista, director, musicólogo, organizador y divulgador catalán se ha hecho famoso, con plena justificación, por sus numerosas y variadas incursiones en el mundo de las músicas antiguas, incursiones caracterizadas, por una parte, por su acuciosidad en la búsqueda de fuentes auténticas y, por la otra, por su admirable enfoque ecuménico y auténticamente multicultural, de manera que su primera vez ante una orquesta como la OFB se antojaba (y lo fue) como una ocasión imperdible.

En una entrevista previa al concierto, realizada por Joaquín Riquelme García, violista de la orquesta alemana, Savall refirió algunos hitos de sus inicios musicales: su pasión por Elvis Presley, su canto en un coro de niños y el quiebre de su voz, su elección primera por el violoncello y su mudanza a la viola da gamba ante el hallazgo de partituras para este instrumento en la legendaria Casa Beethoven en Barcelona. Habló también, con elocuencia singular, de los comienzos de su fascinación por la música del Ars Nova, por los documentos musicales del monasterio de Las Huelgas y de la Escuela de Notre Dame, y de su admiración particular por las monjas y monjes que componían música en aquellos tiempos y lugares. De su diálogo con Riquelme García, extraigo su afirmación contundente y digna de consideración de que en el vasto linaje sonoro que va del Ars Nova hasta los compositores más destacados de hoy se encuentra lo mejor de la historia europea. Y después del diálogo, la música.

Desde los primeros compases de la suite de la ópera Naïs de Jean-Philippe Rameau, primera obra de su programa, Jordi Savall dio noticia de que tanto los filarmónicos de Berlín como el público se enfrentaban a algo nuevo. Y la novedad habitó tanto los elementos expresivos externos como las profundidades de la materia musical. Savall dirigió sin batuta, como debe ser dadas las circunstancias, y empleó en el podio berlinés una gestualidad específica, apartada de lo acostumbrado cuando se trata de directores y repertorios más modernos: lo suyo fue todo discreción, eficacia y claridad. Y desde esas primeras páginas fue posible percibir también la capacidad de Savall para extraer de esta modernísima orquesta sinfónica sonoridades cercanas (hasta donde es posible) a las de los ensambles que realizan interpretaciones históricamente informadas del repertorio antiguo. Particularmente apreciable en Naïs, la inclusión de instrumentos de época para reforzar esa sonoridad: clavecín, tiorba, guitarra barroca, y una cornamusa para enfatizar el elemento pastoral. En el contexto de una interpretación iridiscente de esta suite de Rameau, destacó brillantemente la extrovertida sección Tambourins conducida por dos modernos piccolos a guisa de rústicos pífanos, uno de muchos logros en este arreglo de Naïs realizado por el propio Savall.

El evidentemente meticuloso trabajo de Jordi Savall en la preparación de su debut con la OFB (donde extrañó los detallados ensayos de seis horas que realiza con sus propios ensambles) dio como resultado una aproximación aún más perceptible a la sonoridad de antaño en su versión de la suite del ballet Don Juan de Christoph Willibald Gluck. El músico catalán ofreció aquí una versión abundante en matices, tanto dinámicos como tímbricos, que condujo a una realización poderosamente dramática de la tremendista escena final del ballet.

Savall concluyó su espléndido programa con una fresca, innovadora (mas nunca iconoclasta) ejecución de la Sinfonía Júpiter de Wolfgang Amadeus Mozart, obra que ya había interpretado y grabado con su propia orquesta especializada, Le Concert des Nations. La ejecución estuvo marcada por un riguroso apego al estilo y por un cuidado extremo en las cuestiones de fraseo y articulación que son el pan y mantequilla de las interpretaciones auténticas de la música temprana. Todo ello dio como resultado un Mozart luminoso y renovado, poderoso sin excesos y expresivo de principio a fin

Y no, no estoy en Berlín, qué más quisiera; asistí a este brillante debut de Jordi Savall ante la Filarmónica de Berlín a través del servicio de streaming (impecable en calidad de imagen y sonido) de la orquesta.

Nicolas Sarkozy, presidente de Francia durante el quinquenio de mayo de 2017 a mayo 2012, puede hoy ser descrito como un personaje pintoresco que no carece de visos cómicos y termina por ser simpático gracias a una gestualidad nerviosa que recuerda los tropiezos de un payaso en la arena de un circo. Con la diferencia de que el manoteo de Sarkozy tiene lugar en la arena donde, a veces, el personaje es librado a los leones y otras fieras salvajes, tan hambrientas como ambiciosas, de la política.

Sarkozy logró imponerse como sucesor del presidente Jacques Chirac, a pesar de haberlo traicionado para aliarse con su rival Balladur, creyendo que éste ganaría las elecciones presidenciales. Gracias a una de esas piruetas, cuya destreza posee, Sarkozy consiguió cambiar de vestuario, de escena y de programa en un acto digno de magia.

Nunca fui partidaria de Nicolas y más bien me parecía un tipo sin grandeza de ideas ni estatura presidencial. Demasiado narcisista, su actuación durante el secuestro de los niños de una guardería de Neuilly cuando él era el alcalde, cargando a uno y otro párvulo, siempre situándose frente a las cámaras de televisión, me pareció grotesca. Pero el público, siempre sentimental cuando se trata de tiernas creaturas, se dejó hipnotizar por la imagen que dio en esa ocasión de bienhechor al rescate.

Aparte sus jugarretas de juglar de la política, sus devaneos sentimentales para no decir sus traiciones amorosas, me chocaban, no por su falta de moral, ausencia que puedo admirar cuando la amoralidad se presenta con el cinismo del marqués de Sade y la inmoralidad se expresa con orgullo maquiavélico, sino a causa de la repugnancia que me inspira la cara contrita del Tartufo de Molière, que esconde sus crímenes y bajezas tras una falsa virtud y bellas palabras.

Pero el tiempo pasa y las cosas cambian. Como igualmente varía la impresión que puede darnos una persona. En el caso de Sarkozy, creo que él se ha ido transformando e imagino que yo también he ido dejando de ser la que fui.

La personalidad de Sarkozy no deja indiferente. Es un hombre que inspira pasiones, sentimientos de odio como de fanatismo. Así, nuestro antihéroe logró atraerse una buena cantidad de enemigos, pero de enemigos de veras mortales. Entre otros, buena parte de la magistratura de donde salieron los jueces que no cesaron en su empecinamiento para meterlo tras las rejas o, en el caso, tras los altos muros de la prisión de la Santé en París.

Perseguido por la justicia durante meses, a pesar de su condición de ex presidente, y aunque nadie hubiera podido imaginarlo, Nicolas Sarkozy se dirigió él mismo a la prisión de la Santé. Sería olvidar su carácter para imaginarlo sin hacer nada tras las rejas. Así, tomó la pluma y se puso a escribir un “diario”. El resultado no se hizo esperar y, apenas salido de la cárcel, apareció un volumen titulado Journal d’un prisonnier. El libro inspiró, desde luego, la curiosidad general. No es para menos: Sarkozy sabe cómo hacer reír y llorar, qué tecla tocar, qué modulaciones dar a su voz y a su palabra.

El primer día de su encarcelamiento, el ex presidente se arrodilla para rezar: “Sucedió como una evidencia. Me quedé así durante largos minutos. Oraba para tener la fuerza de cargar la cruz de esta injusticia”, prosigue detallando sus pláticas dominicales con el capellán. Protegido por dos oficiales de seguridad, por completo aislado de otros prisioneros, el ex presidente quedó encerrado en su célula 23 horas sobre 24, exceptuadas las horas de visitas.

“Habría dado cualquier cosa para poder mirar por la ventana y ver pasar los autos… Era necesario que yo respondiera a esta simple pregunta: ¿cómo fui a dar ahí? Que me interrogue sobre esta vida tan extraña que es la mía, que me hace pasar por tantas situaciones extremas.”

En todo caso, Nicolas Sarkozy sabe sacar provecho de cualquier situación como demuestran las ventas de su Journal d’un prisonnier.

Hasta ahora, la carrera del realizador texano Richard Linklater no podía ser más desigual. Su filmografía tiene aciertos como la trilogía del Antes de…, pero también algunos petardos definitivos (¿alguien vio ¿Dónde estás Bernardette?, de 2019?). Sin embargo, este año se ha redimido totalmente con un par de títulos: Nouvelle vague y la próxima a estrenarse, Blue Moon.

La primera no es otra cosa que la canción de amor más sentida que se le ha hecho a esa fundamental corriente epónima del cine francés que, a fines de los años 50, empezó a transformar la concepción misma de la narrativa cinematográfica.

Estrenada en Cannes, donde no recibió premio alguno, la película es la divertida recreación del singular rodaje, en el París de 1959, de Sin aliento, la ópera prima de Jean-Luc Godard (Guillaume Marbeck). Linklater identifica con letreros a todos los cineastas, actores, personalidades que influyeron en la Nueva Ola, de una forma u otra. Y homenajea además a Roberto Rossellini, Robert Bresson y Jean-Pierre Melville como padrinos simbólicos del movimiento y figuras definitivas del cambio.

El relato, en radiante blanco y negro, comienza con la aclamación recibida en Cannes por Los 400 golpes (de François Truffaut, claro) y la evidente envidia que eso le provoca a Godard, el último de los críticos del influyente Cahiers du Cinéma que no ha filmado su primer largometraje. El mismo Truffaut (Adrien Rouyard) ha escrito un guion sobre la relación entre un hampón de poca monta y una gringa, y Godard decide debutar sobre esa base, bajo el patrocinio del bonachón productor Georges de Beauregard (Bruno Dreyfürst).

Sobre un ocurrente guion de Holly Gent y Vincent Palmo Jr., adaptado por las francesas Michèle Halberstadt y Laetitia Masson, Linklater hace la crónica de las tres semanas de rodaje. Godard es caracterizado como un mamón inspirado, quien no utiliza un guion si no consulta su libreta de notas sobre la naturaleza del cine. Es el origen de un cine de ruptura, de un cambio que no tiene marcha atrás.

Como en sus escritos, el cineasta –de sempiternas gafas oscuras y cigarrillo en la boca– se basa en citas célebres y aforismos para darse a entender. Su negativa a ser convencional lo lleva a hacer rodajes de un par de horas diarias –o incluso, a cancelar labores fingiendo estar enfermo– y a no cumplir ningún precepto de la industria, para exasperación de Beauregard y de la actriz estadunidense Jean Seberg (Zoey Deutch), acostumbrada al método hollywoodense de hacer las cosas.

Ahora que las biopics no se preocupan mayormente por conseguir el parecido físico del biografiado (ahí tienen a Jeremy Allen White como Bruce Springsteen), es loable el casting realizado en este caso. Todo el reparto está integrado por réplicas muy convincentes de los originales, detalle que le da especial convicción a las escenas recreadas de Sin aliento, interpretadas por Aubry Dullin, como Jean-Paul Belmondo y la ya mencionada Deutch, quien nos brinda una Seberg mucho más creíble que la interpretada por Kristen Stewart en Vigilando a Jean Seberg (Benedict Andrews, 2019).

Sin duda, el cinéfilo empedernido gozará Nouvelle vague mucho más que quien ignore las glorias de la Nueva Ola francesa. No obstante, aún sin ese contexto, la película es una de las más inspiradas miradas al proceso creativo de hacer cine, visto como un juego genial.

Nouvelle vague:

D: Richard Linklater/ G: Holly Gent, Vincent Palmo Jr., adaptado por Michèle Halberstadt, Laetitia Masson/ F. en ByN: David Chambille/ Ed: Catherine Schwarz/ Con: Guillaume Marbeck, Zoey Deutch, Aubry Dullin, Adrien Rouyard, Antoine Besson/ P: ARP Sélection, Detour Filmproduction, Ciné + OCS, Francia-Estados Unidos, 2025.

X: @walyder

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