Sylvia Aguilera García
Interesada en la construcción de la paz como una propuesta radical de cambio donde la pluralidad y la diversidad sean una riqueza, donde los conflictos se transformen positivamente y donde la violencia en cualquiera de sus exprediones no tenga cabida ni sea legítimada bajo ninguna circunstancia.
Macedonia Blas Flores
Indígena ñahño del estado de Querétaro. Incansable luchadora por los derechos de las mujeres indígenas y de todas las mujeres. Macedonia constituye un ejemplo de compromiso y dignidad humana. A través de su organización, Fot'zi Nahño atiende y resuelve, en su propio idioma y cosmovisión, situaciones de violencia, maltrato y discriminación hacia las mujeres.
Nuria Cosata Leonardo
Su proyecto de vida ha sido la dignificación y revalorización del campo y sus habitantes. Durante 18 años vivió en sus comunidades indígenas de Oaxaca y en ejidos de Durango donde aprendió a conocer sus problemáticas, y a construir alternativas para la equidad . Diseñó y operó políticas públicas con perspectiva de género, y propició procesos de organización para el empoderamiento de las mujeres rurales desde instituciones como la Secretaría de Agricultura y de la Reforma Agraria. Ha conformado varias organizaciones entre ellas la red Nacional de Mujeres Rurales, que hoy preside.
Guadalupe Hernández Dimas
Guadalupe Hernández Dimas, o Nana Lu, como la conocen en su comunidad, nace a la orilla del Lago de Pátzcuaro, en el estado de Michoacán. Es poeta e integrante de la Academia de la Lengua P'urhépecha. Elaboró junto con el Instituto de Antropología de la Universidad Autónoma de México la primera gramática en lengua p'urhépecha, Lanhaskapani, y fundó la organización Uarhi (mujer), donde se impulsan unidades productivas en manos de las mujeres indígenas y se realizan talleres de reflexión, encuentros, movilizaciones, publicaciones y denuncias.
Rosario Ibarra de Piedra
Candidata a la presidencia de la República en 1982 por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), Rosario Ibarra de Piedra es precursora de la lucha por los desaparecidos políticos. Junto con miles de familiares de personas desaparecidas, fundá en la época de los setenta el Comité Pro-Defensa de los presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exhiliados Políticos de México, que posteriormente tomó el nombre de Eureka, organización que continúa incansablemente en la lucha por la justicia.
Elsa Patria Jiménez Flores
Nació en el pueblo llamado El Venado, en San Luis Potosí, donde siempre se trato a homosexuales y lesbianas con desprecio.Esto y muchos otros eventos y experiencias son las que hicieron inicias, desde temprana edad, su activismo a favor de las mujeres y la comunidad LGBTT, donde se mantiene por 27 años. Para Patria es fundamental luchar contra todas las formas de discriminación y por este sentido de lucha pasó del activismo lésbico al feminista, sin olvidar el primero; conoció a las feministas y pusó su mirada en los derechos de ñas mujeres indígenas y de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez.
Sandra Jiménez Loza
A los 8 años entró a un taller de periodismo infantil, desde donde tuvo la oportunidad de ingresar a la UNICEF, iniciando su trayectoria en la promoción y defensa de los derechos humanos y de la paz. Ha abierto espacios de expresión y participación infantil y juvenil, con el fin de dar espacio a esa parte de la sociedad. Ha participado y organizado congresos nacionales e internacionales, escribió el libro ¿Si yo puedo, tú porque no? Y pertenece al programa de Jóvenes Escritores de México Unido. Forma parte del Consejo Editorial en el periodico Reforma.
Marta Lamas Encabo
Marta Lamas se vincula desde muy temprano con la izquierda y posteriormente con el feminismo. Es una de las mujeres más destacadas en la lucha por los derechos de las mujeres en México, particularmente con los relativos a las decisiones sobre la sexualidad.
Destaca también en el trabajo editorial. Desde 1976 ha paryticipado en la fundación de diversas publicaciones, como la primera revista feminista de México: Fem. Posteriormente, en 1987, fundó junto con otras mujeres el primer suplemento feminista en México: Doble Jornada, para el periódico La Jornada, y en los últimos años edita la publicación Debate Feminista
Sara Lovera
Periodista y feminista mexicana. De su abuela aprendió los términos de la libertad e independencia, mismos que la han hecho alcanzar las metas propuestas a lo largo de su trayectoria profesional. Desde los 19 años de edad sara inició su carrera en el periodismo. ha colaborado en diarios como El Nacional, El Día, Unomasunos y La Jornada, y en distintos medios televisivos y radicales con alcances internacionales.
Es fundadora de Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC), única agencia informativa de mujeres en México.
Marta Lucía Micher Camarena
Con 30 años en el feminismo. es oriunda del Distrito Federal y reside en el estado de Guanajuato. actualmente es diputada federal por el PRD y ha dedicado su vida a defender los derechos humanos de las mujeres.
Malú es fundadora del centro de Derehos Humanos dedicado gran parte de sus vida a proyectos de apoyo a las mujeres, a la defensa del pleno goce de los derechos sexuales y reproductivos, el ejercicio d elas libertades y la eliminación de todo tipo de violencia contra las mujeres, asi como la defensa del estado laico.
María del Pilar Servitje
Nacida en 1946 en la ciudad de México, madre de cuatro hijos, Pilar es presidenta de la Cruz Roja Mexicana de Distrito Federal desde 1999, además de ser parte de diversas organizaciones como la fundación Merced y Casa de la Amistad, desde hace más de una década forma parte del Consejo del Centro Mexicano de Filantropia. Sus paciones: el voluntariado y la enfermería. Ella proviene de una tradición familiar deonde aprendió valores como respeto, la solidaridad y la paz, mismos que ha podido reflejar en su quehacer social.
Teresa Columba Ulloa Ziaurriz
La Maestra Tere ha caminado sobre toda la república Mexicana reuniendose con mujeres por más de 30 años, compartiendo la convicción de que la vida no está destinada a vivirse en el medio, defendiendo sis derechos humanos y representámdolas en las instancias de justicia.
Ha luchado para exigir a las autoridades que cumplan su obligación. La Tere ha divulgado los instrumentos y mecanísmos jurídicos que protegen a las mujeres y las niñas de la discriminación y violencia de género. Desde hace cinco años se dedica exclusivamente a combatir la explotación sexual y la trata de mujeres y niñas en América Latina y el Caribe. Es abogada, pedagoga, feminista y madre de Graciela de 15 años de edad.
LOS MOVIMIENTOS DE EMANCIPACIÓN DE LAS MUJERES.
Hacia un nuevo feminismo.
Finalizada la II Guerra Mundial, el bucle recursivo burgués y el bucle recursivo marxista/proletariado, se conforman en bloques antagónicos en busca de la hegemonía mundial; sin embargo, la conquista del poder y el orden marcan su distancia con el contenido de los proyectos revolucionarios que movilizaron a las masas, con las autorreferencias identificadoras de las que reclaman, con la libertad y la igualdad, que sirvieron de banderas legitimadoras del sacrificio exigido por sus revoluciones .
A la victoria aliada, le sucede en las multitudes estremecidas y sensibilizadas por el holocausto, la tremenda incertidumbre de que nazi no es todo lo que en el mundo despidió olor a podrido. La guerra de Vietnam, la carrera de los armamentos nucleares que evidencian las ambiciones imperialistas de las grandes potencias, las escuchas, las torturas, las desapariciones, la manipulación de las informaciones, el desarrollo de los aparatos represivos..., plantean un ¿por qué? que estalla masivo en el mayo del 68.
La posible respuesta exige desentrañar cada comportamiento, cada vivencia, desenmascarar el error de las verdades, la subjetividad de las aparentes objetividades, lo que esconden las palabras y lo que dicen los silencios. Cuanto vieron los ojos de quienes dejaron de mirar banderas, se va acumulando de forma espontánea, desconexa e intuitiva para explosionar virulentamente a finales de los años 60. En los años siguientes, el movimiento vuelto sobre si mismo implosiona en una complejidad interna que si por una parte, rechaza y se pretende ajena a su exterioridad ( concepciones burguesas y concepciones socialistas), por otra se constata unida a ellas.
Betty Friedan y Simone de Beauvoir dieron voz a los porqués de las mujeres hasta los años 60. La explosión de feminismo en los años siguientes, su multiplicación en organizaciones, grupos, acciones, reivindicaciones, de todo tipo, se entraman en el subsuelo del mayo francés. La historia más reciente del feminismo es testigo del sinnúmero de problemas y contradicciones, crisis y escisiones que en su interioridad se producen y, también, de como esa interioridad se ve permanentemente penetrada por cuanto ha pretendido sin éxito ignorar: la concepción burguesa de libertad y la lucha marxista proletaria por la igualdad y, lo que aún es mas grave, el modelo masculino y machista que las acompaña.
BETTY FRIEDAN Y MARX
La gran aportación que se le reconoce a Betty Friedan es el relanzamiento del movimiento feminista centrándolo en el "problema que no tiene nombre", esa insatisfacción compartida por muchas mujeres, quienes en los países capitalistas más desarrollados, aún conformes con el "papel femenino" que la sociedad les impone y pese a las facilidades que el propio desarrollo capitalista pone en sus manos para facilitarles la tarea de ser buenas esposas y mejores madres, al preguntarse "¿quién soy?", no encuentran respuesta alguna o una en la que todo está presente menos ellas: soy mi marido, soy mis hijos, soy mi casa, soy la esposa, soy la madre, soy la asistenta...Friedan señala: " el único camino que tiene lammujer, lo mismo que el hombre , para encontrarse así misma, para conocerse como ser humano, es su propio creador". La resonancia de sus palabras alcanza a miles de mujeres. La respuesta desde la que descubrir que la maternidad y las tareas domésticas no bastan para que las mujeres se realicen como personas.
Los movimientos feministas en sus inicios surgen por la necesidad de las mujeres, sobre todo solteras y de los estratos medios, de conseguir el acceso a unas profesiones, unos ingresos y una posición social, que les permitía mantenerse en el nivel social en el que habían nacido; situación que antes les aseguraba la familia extensa, pero no el nuevo tipo de familia nuclear.
Su problema y el de la familia nuclear se inscriben en el proceso de la mano de obra que realiza la revolución burguesa: son las primeras mujeres burguesas, que, liberadas del vínculo familiar precedente, libres y escoteras, se ven obligadas a aceptar el nuevo vínculo que las sujeta por la venta de su fuerza de trabajo. Paralelamente, las mujeres casadas de esos mismos estratos acusan la incidencia de la otra vertiente de liberación que acompaña el ascenso de la burguesía a la que pertenecen: la liberación de la riqueza, y reclaman para si la libre disposición de sus bienes y propiedades legitimados por la herencia. En apoyo de ambas reivindicaciones se inicia la lucha por cambiar los aspectos legales que los impiden y que termina concentrándose en la reclamación del voto.
De esta forma las metas del primer feminismo se concentran principalmente en salvar condicionamientos económicos, mientras el trabajo aparece sólo como una de las formas de conseguirlo, pero con Betty Friedan el trabajo adquiere una consideración bien distinta, es el propio trabajo y su realización, y no únicamente la libertad económica y el tener unos ingresos que proporciona, lo que se reclama como vía de realización personal. Y no un trabajo sin más, sino creador, porque sólo si lo es, quien lo realiza evidencia para sí su calidad de ser humano.
Si alguien ha sabido expresar ese sentido del trabajo reclama para las mujeres, ha sido Marx:
El trabajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste realiza, regula y controla mediante su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza [...]
Pero Marx da un paso más; esta descripción le era necesaria para entrar en lo esencial: la forma social concreta que reviste el trabajo y es ahí donde va a situar su alternativa.
La concepción marxista del trabajo es una concepción burguesa, es la expresión misma de lo que la burguesía reclama para sí misma, frente al ocio de los señores como legitimación de su ascenso en cuanto clase social dominante. Pero, para Marx, tal y como el trabajo se realiza bajo las relaciones capitalistas, deja de ser humano, no por la riqueza de producción capitalistas, deja se ser humano, no por la riqueza que de todas formas genera, sino por los afectos que produce sobre quienes lo realizan: para los trabajadores explotación y la alienación, y en manos de quienes se aproximan de los productos queda la creación, las potencialidades, la naturaleza transformada, lo que en el trabajo hay de exclusivamente humano.
" El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura", decía el Programa de Gotha. " El trabajo no es la fuente de toda riqueza", critica Marx, "La naturaleza es la fuente de valores de uso, ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza del trabajo del hombre.
Friedan y las mujeres que van a seguirla aceptan sin crítica el slogan de que "el trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura", asentadas sobre una naturaleza, unos objetos y unos instrumentos previamente privatizados por le grupo al que pertenecen: la burguesía. Pero aun así, y en la medida en que el proyecto burgués es una construcción de sus propios hombres y que en su realización las discriminan, la lucha de estas mujeres por el trabajo por la participación en el quehacer socia, por salir del marco privado del hogar, es una lucha por romper las limitaciones mismas y los "permisos", por airear los "sobreentendidos" de un silabario que, aun aprendido, las discrimina.
Las reivindicaciones pacifistas y antirracistas llevadas acabo por la "Nueva Izquierda" en esas mismas fecha, encuentran el apoyo activo de muchas mujeres, pero de esas mujeres se obtiene una respuesta: "la asistencia". Descubren que se la reclama para la realización únicamente de trabajos subalternos: recoger fondos, hacer limpiezas...por ello, algunas, del mismo que Betty Friedan y sus seguidoras, deciden formar sus propias organizaciones de mujeres.
SIMONE DE BEAUVOIR Y MARX:
El relanzamiento que la institución familiar hace el stalinismo, la preocupación prioritaria por salvar la democracia burguesa frente al fascismo, el paro creciente que devuelve a las mujeres al hogar, son condicionantes que inciden directamente sobre los movimientos de mujeres socialistas. La exaltación de la maternidad, de la feminidad con todos sus atributos, les alcanza también a ellas. Y frente a ellas se sitúa la capacidad de análisis y de profundización que Simone de Beauvoir aporta en su libro, El segundo sexo.
Su concepción existencialista está en la base se sus planteamientos, y de ahí se cuestiona ella misma, a los hombres, a las mujeres y a su relación, el porqué de la soberanía del hombre y de la subordinación de la mujer, porqué del miedo de la mujer a ser libre, cuando, por una parte, "ningún destino biológico, psicológico, económico, definen la figura que reviste el seno de la sociedad la mujer, se llega a ser"; cuando "las conductas que se denuncian no son dictadas a la mujer por sus hormonas ni están prefiguradas en las casillas de su cerebro".
Su búsqueda de respuestas nos devuelve a Marx y a su texto sobre el trabajo en general. Mientras los hombres han realizado "actos que trascienden su condición animal", dice Beauvoir, las mujeres sólo realizan "funciones naturales", las "únicas conciliables con las cargas de la maternidad la encierran en la repetición y en la inmanenia"; mientras el hombres "se realiza como existente. Para mantener, crea; desborda el presente, inaugura el futuro, la mujer acepta pasivamente su destino biológico ". Esa dinámica y no otra, el trabajo de producción -dice- ha convertido a la mujer en "lo Otro, en el corazón de una totalidad cuyos dos términos son necesarios el uno al otro". Y en cuanto Otro, la mujer, las mujeres, pertenecen a la categoría de lo negativo.
En el pensamiento de Simone de Beauvoir parece estar subyancente la concepción marxiana de la naturaleza y el hombre, del esfuerzo se éste en su dynamis de progreso para romper las barreras naturales y convertir la naturaleza en sí mismo, en la objetivación de la naturaleza no sólo exterior, sino la del hombre mismo para romper esas barreras que anidan en su naturaleza animal y la importancia de la relación hombre y mujer y de la mujer misma que plantea el proyecto marxiano de humanización.
La "cuestión femenina" para Simone de Beauvoir no parte de la existencia de una naturaleza de una naturaleza diferente. "No creo que cuando las mujeres hayan conquistado la igualdad de desarrollen valores específicos femeninos. [...] Pienso que la mujer liberada sería tan creadora como el hombre, pero que no aportaría valores nuevos". No da a lo Otro una entidad que reclama ser liberada, al contrario, lo Otro no es más que lo que no se arriesga a ser, a liberarse, " ella es lo inesencial frente a lo esencial ", pero, y en su línea existencialista y no histórica reclama la decisión ya de las mujeres para dejar de pertenecer a la categoría de seres definidos como el Otro.
"Hay que iniciar -dice- la marcha hacia la libertad; una organización socialista es necesaria, pero debe acompañarse de una transformación psicológica de los hombres y de las mujeres, que lleve no a la contraposición de sexos, sino, a la hermandad varón-mujer, en la que nadie sea "ser-para" o "en -función-de" sino "para sí", abierto-al-otro".
La obra de Simone de Beauvoir no se inscribe en lo que luego se llamará "el feminismo de la diferencia", pero resulta difícil afirmar que cuando habla de una libertad para la mujer capaz de inventar sus propios fines, su propia existencia, cuando afirma que la mujer liberada será tan creadora como el hombre.
Precisamente las dificultades en la consecución de "el otro" para la mujer, llevaron a Beauvoir a reconocer la especificidad de la lucha de las mujeres y a situarla en una posición controvertida dentro de la militancia de los movimientos feministas, pero su soliralidad no traspasaría el límite de reconocer que en la existencia, en la vida de muchas mujeres, llegar a ser es algo dramático y doloroso, y que aún lo es más abrirse al otro.
Betty Friedan y Simone Beauvoir abren la brecha por la que otras mujeres se adentrarán para intentar dar respuesta a la pregunta: ¿quién ha decidido que el mundo haya pertenecido siempre a los hombres?.
EL MOVIMIENTO DE MUJERES EN EL ESTADO, 1965-1990
Punto de inflexión (1979-1982)
A finales de la década de los setenta el movimiento de mujeres del estado Español entra en un momento de cambio, tanto social como político.
Con la constitución de 1978, se intentaba abrir una posibilidad de actuación, política, a la mujer dentro de las instituciones democráticas, con la aplicación de conseguir el principio de igualdad desarrollado por las mujeres del PSOE y del PCE, pero aún tenían limitaciones en la política y se seguía, así, el movimiento feminista. Este movimiento era apoyado además, por las mujeres que no intervenían en la política, ya que no se fiaban del texto constitucional.
En una de las jornadas organizadas por la Coordinadora Estatal de Organizaciones Feministas, celebradas en Granada en 1979, se produce una división, a elegir, del feminismo; feminismo de igualdad y feminismo de la diferencia. Una de las causas era, que muchas mujeres abandonaron el poder político porque no se fiaban de las posibilidades que tenían con la democracia.
El feminismo de la diferencia estaba compuesto por mujeres metidas en política, y significaba partir de las mujeres frente a los modelos masculinos presentados como universales, pero este movimiento no consiguió sus objetivos ya que criticaban las formas organizativas existentes como no representativas de las mujeres. Por otra parte el feminismo de igualdad, donde se encuadraban mujeres de partidos no políticos, alertaban contra el peligro de caer en el esencialismo femenino, y de caer en la idea de diferencia entre hombres y mujeres, ya que defendían la igualdad.
Tambien en 1979 se fundó el Partido Feminista. Era el partido de las mujeres y su objetivo era la toma del poder y la revolución feminista. Tambien apareció mucha información sobre el partido feminista, como editoriales, librerías, asesorías, bares, etc...
Una nueva situación, el feminismo dentro y fuera de las instituciones (1982-1990)
En esta década, las ideas del feminismo son más asimiladas y escuchadas, por la población femenina y empieza a existir una acción política de gobierno dirigida especialmente a las mujeres. Pero las mujeres no consiguen todo el poder, que se les creía haber dado.
Después de la victoria electoral socialista en 1982, surgen entidades cuyo objetivo ha sido conseguir la aplicación de políticas de igualdad y cuyos servicios se han dirigido a ofrecer información, asistencia y promoción a las mujeres. Asi que se ha desarrollado un feminismo académico, donde se pretende conseguir el reconocimiento de los estudios femeninos o bien hacer ciencia cierta entre mujeres.
Tambien se organizaban campañas a favor del aborto libre y en contra de las agresiones, o trabajos dedicados a temas específicos. Tambien ha aumentado la producción escrita de mujeres para las mujeres, o también los foros de encuentro, originándose así un intercambio de conocimientos y de ideas.
La preocupación del movimiento feminista está en torno a la política de igualdad, que no alcanzan todas las mujeres y otras veces no responden a sus intereses reales, Estos intereses son conseguir máximos beneficios utilizando todas las posibilidades institucionales. Además de presentar listas electorales de mujeres y crear y trabajar en espacios de hegemonía femenina. Tambien tratan temas como la inserción laboral, el sexismo en la escuela mixta, conceptos de género y diferencia sexual, y construir un discurso teórico y político a partir de la experiencia de las mujeres.
Con esto se presentan nuevas formas de presencia y articulación del feminismo, que están abiertos a la circulación de las ideas, partiendo de la convicción que existe entre las mujeres que es un elemento bueno y necesario para el enriquecimiento del discurso feminista.
Finalizada la II Guerra Mundial, el bucle recursivo burgués y el bucle recursivo marxista/proletariado, se conforman en bloques antagónicos en busca de la hegemonía mundial; sin embargo, la conquista del poder y el orden marcan su distancia con el contenido de los proyectos revolucionarios que movilizaron a las masas, con las autorreferencias identificadoras de las que reclaman, con la libertad y la igualdad, que sirvieron de banderas legitimadoras del sacrificio exigido por sus revoluciones .
A la victoria aliada, le sucede en las multitudes estremecidas y sensibilizadas por el holocausto, la tremenda incertidumbre de que nazi no es todo lo que en el mundo despidió olor a podrido. La guerra de Vietnam, la carrera de los armamentos nucleares que evidencian las ambiciones imperialistas de las grandes potencias, las escuchas, las torturas, las desapariciones, la manipulación de las informaciones, el desarrollo de los aparatos represivos..., plantean un ¿por qué? que estalla masivo en el mayo del 68.
La posible respuesta exige desentrañar cada comportamiento, cada vivencia, desenmascarar el error de las verdades, la subjetividad de las aparentes objetividades, lo que esconden las palabras y lo que dicen los silencios. Cuanto vieron los ojos de quienes dejaron de mirar banderas, se va acumulando de forma espontánea, desconexa e intuitiva para explosionar virulentamente a finales de los años 60. En los años siguientes, el movimiento vuelto sobre si mismo implosiona en una complejidad interna que si por una parte, rechaza y se pretende ajena a su exterioridad ( concepciones burguesas y concepciones socialistas), por otra se constata unida a ellas.
Betty Friedan y Simone de Beauvoir dieron voz a los porqués de las mujeres hasta los años 60. La explosión de feminismo en los años siguientes, su multiplicación en organizaciones, grupos, acciones, reivindicaciones, de todo tipo, se entraman en el subsuelo del mayo francés. La historia más reciente del feminismo es testigo del sinnúmero de problemas y contradicciones, crisis y escisiones que en su interioridad se producen y, también, de como esa interioridad se ve permanentemente penetrada por cuanto ha pretendido sin éxito ignorar: la concepción burguesa de libertad y la lucha marxista proletaria por la igualdad y, lo que aún es mas grave, el modelo masculino y machista que las acompaña.
BETTY FRIEDAN Y MARX
La gran aportación que se le reconoce a Betty Friedan es el relanzamiento del movimiento feminista centrándolo en el "problema que no tiene nombre", esa insatisfacción compartida por muchas mujeres, quienes en los países capitalistas más desarrollados, aún conformes con el "papel femenino" que la sociedad les impone y pese a las facilidades que el propio desarrollo capitalista pone en sus manos para facilitarles la tarea de ser buenas esposas y mejores madres, al preguntarse "¿quién soy?", no encuentran respuesta alguna o una en la que todo está presente menos ellas: soy mi marido, soy mis hijos, soy mi casa, soy la esposa, soy la madre, soy la asistenta...Friedan señala: " el único camino que tiene lammujer, lo mismo que el hombre , para encontrarse así misma, para conocerse como ser humano, es su propio creador". La resonancia de sus palabras alcanza a miles de mujeres. La respuesta desde la que descubrir que la maternidad y las tareas domésticas no bastan para que las mujeres se realicen como personas.
Los movimientos feministas en sus inicios surgen por la necesidad de las mujeres, sobre todo solteras y de los estratos medios, de conseguir el acceso a unas profesiones, unos ingresos y una posición social, que les permitía mantenerse en el nivel social en el que habían nacido; situación que antes les aseguraba la familia extensa, pero no el nuevo tipo de familia nuclear.
Su problema y el de la familia nuclear se inscriben en el proceso de la mano de obra que realiza la revolución burguesa: son las primeras mujeres burguesas, que, liberadas del vínculo familiar precedente, libres y escoteras, se ven obligadas a aceptar el nuevo vínculo que las sujeta por la venta de su fuerza de trabajo. Paralelamente, las mujeres casadas de esos mismos estratos acusan la incidencia de la otra vertiente de liberación que acompaña el ascenso de la burguesía a la que pertenecen: la liberación de la riqueza, y reclaman para si la libre disposición de sus bienes y propiedades legitimados por la herencia. En apoyo de ambas reivindicaciones se inicia la lucha por cambiar los aspectos legales que los impiden y que termina concentrándose en la reclamación del voto.
De esta forma las metas del primer feminismo se concentran principalmente en salvar condicionamientos económicos, mientras el trabajo aparece sólo como una de las formas de conseguirlo, pero con Betty Friedan el trabajo adquiere una consideración bien distinta, es el propio trabajo y su realización, y no únicamente la libertad económica y el tener unos ingresos que proporciona, lo que se reclama como vía de realización personal. Y no un trabajo sin más, sino creador, porque sólo si lo es, quien lo realiza evidencia para sí su calidad de ser humano.
Si alguien ha sabido expresar ese sentido del trabajo reclama para las mujeres, ha sido Marx:
El trabajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste realiza, regula y controla mediante su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza [...]
Pero Marx da un paso más; esta descripción le era necesaria para entrar en lo esencial: la forma social concreta que reviste el trabajo y es ahí donde va a situar su alternativa.
La concepción marxista del trabajo es una concepción burguesa, es la expresión misma de lo que la burguesía reclama para sí misma, frente al ocio de los señores como legitimación de su ascenso en cuanto clase social dominante. Pero, para Marx, tal y como el trabajo se realiza bajo las relaciones capitalistas, deja de ser humano, no por la riqueza de producción capitalistas, deja se ser humano, no por la riqueza que de todas formas genera, sino por los afectos que produce sobre quienes lo realizan: para los trabajadores explotación y la alienación, y en manos de quienes se aproximan de los productos queda la creación, las potencialidades, la naturaleza transformada, lo que en el trabajo hay de exclusivamente humano.
" El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura", decía el Programa de Gotha. " El trabajo no es la fuente de toda riqueza", critica Marx, "La naturaleza es la fuente de valores de uso, ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza del trabajo del hombre.
Friedan y las mujeres que van a seguirla aceptan sin crítica el slogan de que "el trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura", asentadas sobre una naturaleza, unos objetos y unos instrumentos previamente privatizados por le grupo al que pertenecen: la burguesía. Pero aun así, y en la medida en que el proyecto burgués es una construcción de sus propios hombres y que en su realización las discriminan, la lucha de estas mujeres por el trabajo por la participación en el quehacer socia, por salir del marco privado del hogar, es una lucha por romper las limitaciones mismas y los "permisos", por airear los "sobreentendidos" de un silabario que, aun aprendido, las discrimina.
Las reivindicaciones pacifistas y antirracistas llevadas acabo por la "Nueva Izquierda" en esas mismas fecha, encuentran el apoyo activo de muchas mujeres, pero de esas mujeres se obtiene una respuesta: "la asistencia". Descubren que se la reclama para la realización únicamente de trabajos subalternos: recoger fondos, hacer limpiezas...por ello, algunas, del mismo que Betty Friedan y sus seguidoras, deciden formar sus propias organizaciones de mujeres.
SIMONE DE BEAUVOIR Y MARX:
El relanzamiento que la institución familiar hace el stalinismo, la preocupación prioritaria por salvar la democracia burguesa frente al fascismo, el paro creciente que devuelve a las mujeres al hogar, son condicionantes que inciden directamente sobre los movimientos de mujeres socialistas. La exaltación de la maternidad, de la feminidad con todos sus atributos, les alcanza también a ellas. Y frente a ellas se sitúa la capacidad de análisis y de profundización que Simone de Beauvoir aporta en su libro, El segundo sexo.
Su concepción existencialista está en la base se sus planteamientos, y de ahí se cuestiona ella misma, a los hombres, a las mujeres y a su relación, el porqué de la soberanía del hombre y de la subordinación de la mujer, porqué del miedo de la mujer a ser libre, cuando, por una parte, "ningún destino biológico, psicológico, económico, definen la figura que reviste el seno de la sociedad la mujer, se llega a ser"; cuando "las conductas que se denuncian no son dictadas a la mujer por sus hormonas ni están prefiguradas en las casillas de su cerebro".
Su búsqueda de respuestas nos devuelve a Marx y a su texto sobre el trabajo en general. Mientras los hombres han realizado "actos que trascienden su condición animal", dice Beauvoir, las mujeres sólo realizan "funciones naturales", las "únicas conciliables con las cargas de la maternidad la encierran en la repetición y en la inmanenia"; mientras el hombres "se realiza como existente. Para mantener, crea; desborda el presente, inaugura el futuro, la mujer acepta pasivamente su destino biológico ". Esa dinámica y no otra, el trabajo de producción -dice- ha convertido a la mujer en "lo Otro, en el corazón de una totalidad cuyos dos términos son necesarios el uno al otro". Y en cuanto Otro, la mujer, las mujeres, pertenecen a la categoría de lo negativo.
En el pensamiento de Simone de Beauvoir parece estar subyancente la concepción marxiana de la naturaleza y el hombre, del esfuerzo se éste en su dynamis de progreso para romper las barreras naturales y convertir la naturaleza en sí mismo, en la objetivación de la naturaleza no sólo exterior, sino la del hombre mismo para romper esas barreras que anidan en su naturaleza animal y la importancia de la relación hombre y mujer y de la mujer misma que plantea el proyecto marxiano de humanización.
La "cuestión femenina" para Simone de Beauvoir no parte de la existencia de una naturaleza de una naturaleza diferente. "No creo que cuando las mujeres hayan conquistado la igualdad de desarrollen valores específicos femeninos. [...] Pienso que la mujer liberada sería tan creadora como el hombre, pero que no aportaría valores nuevos". No da a lo Otro una entidad que reclama ser liberada, al contrario, lo Otro no es más que lo que no se arriesga a ser, a liberarse, " ella es lo inesencial frente a lo esencial ", pero, y en su línea existencialista y no histórica reclama la decisión ya de las mujeres para dejar de pertenecer a la categoría de seres definidos como el Otro.
"Hay que iniciar -dice- la marcha hacia la libertad; una organización socialista es necesaria, pero debe acompañarse de una transformación psicológica de los hombres y de las mujeres, que lleve no a la contraposición de sexos, sino, a la hermandad varón-mujer, en la que nadie sea "ser-para" o "en -función-de" sino "para sí", abierto-al-otro".
La obra de Simone de Beauvoir no se inscribe en lo que luego se llamará "el feminismo de la diferencia", pero resulta difícil afirmar que cuando habla de una libertad para la mujer capaz de inventar sus propios fines, su propia existencia, cuando afirma que la mujer liberada será tan creadora como el hombre.
Precisamente las dificultades en la consecución de "el otro" para la mujer, llevaron a Beauvoir a reconocer la especificidad de la lucha de las mujeres y a situarla en una posición controvertida dentro de la militancia de los movimientos feministas, pero su soliralidad no traspasaría el límite de reconocer que en la existencia, en la vida de muchas mujeres, llegar a ser es algo dramático y doloroso, y que aún lo es más abrirse al otro.
Betty Friedan y Simone Beauvoir abren la brecha por la que otras mujeres se adentrarán para intentar dar respuesta a la pregunta: ¿quién ha decidido que el mundo haya pertenecido siempre a los hombres?.
EL MOVIMIENTO DE MUJERES EN EL ESTADO, 1965-1990
Punto de inflexión (1979-1982)
A finales de la década de los setenta el movimiento de mujeres del estado Español entra en un momento de cambio, tanto social como político.
Con la constitución de 1978, se intentaba abrir una posibilidad de actuación, política, a la mujer dentro de las instituciones democráticas, con la aplicación de conseguir el principio de igualdad desarrollado por las mujeres del PSOE y del PCE, pero aún tenían limitaciones en la política y se seguía, así, el movimiento feminista. Este movimiento era apoyado además, por las mujeres que no intervenían en la política, ya que no se fiaban del texto constitucional.
En una de las jornadas organizadas por la Coordinadora Estatal de Organizaciones Feministas, celebradas en Granada en 1979, se produce una división, a elegir, del feminismo; feminismo de igualdad y feminismo de la diferencia. Una de las causas era, que muchas mujeres abandonaron el poder político porque no se fiaban de las posibilidades que tenían con la democracia.
El feminismo de la diferencia estaba compuesto por mujeres metidas en política, y significaba partir de las mujeres frente a los modelos masculinos presentados como universales, pero este movimiento no consiguió sus objetivos ya que criticaban las formas organizativas existentes como no representativas de las mujeres. Por otra parte el feminismo de igualdad, donde se encuadraban mujeres de partidos no políticos, alertaban contra el peligro de caer en el esencialismo femenino, y de caer en la idea de diferencia entre hombres y mujeres, ya que defendían la igualdad.
Tambien en 1979 se fundó el Partido Feminista. Era el partido de las mujeres y su objetivo era la toma del poder y la revolución feminista. Tambien apareció mucha información sobre el partido feminista, como editoriales, librerías, asesorías, bares, etc...
Una nueva situación, el feminismo dentro y fuera de las instituciones (1982-1990)
En esta década, las ideas del feminismo son más asimiladas y escuchadas, por la población femenina y empieza a existir una acción política de gobierno dirigida especialmente a las mujeres. Pero las mujeres no consiguen todo el poder, que se les creía haber dado.
Después de la victoria electoral socialista en 1982, surgen entidades cuyo objetivo ha sido conseguir la aplicación de políticas de igualdad y cuyos servicios se han dirigido a ofrecer información, asistencia y promoción a las mujeres. Asi que se ha desarrollado un feminismo académico, donde se pretende conseguir el reconocimiento de los estudios femeninos o bien hacer ciencia cierta entre mujeres.
Tambien se organizaban campañas a favor del aborto libre y en contra de las agresiones, o trabajos dedicados a temas específicos. Tambien ha aumentado la producción escrita de mujeres para las mujeres, o también los foros de encuentro, originándose así un intercambio de conocimientos y de ideas.
La preocupación del movimiento feminista está en torno a la política de igualdad, que no alcanzan todas las mujeres y otras veces no responden a sus intereses reales, Estos intereses son conseguir máximos beneficios utilizando todas las posibilidades institucionales. Además de presentar listas electorales de mujeres y crear y trabajar en espacios de hegemonía femenina. Tambien tratan temas como la inserción laboral, el sexismo en la escuela mixta, conceptos de género y diferencia sexual, y construir un discurso teórico y político a partir de la experiencia de las mujeres.
Con esto se presentan nuevas formas de presencia y articulación del feminismo, que están abiertos a la circulación de las ideas, partiendo de la convicción que existe entre las mujeres que es un elemento bueno y necesario para el enriquecimiento del discurso feminista.
Cien años de feminismo.- Sophie Bessis
A lo largo del siglo XX las mujeres batallaron por sus derechos. Su combate ha cobrado una dimensión mundial y avanza en todos los frentes.A menudo se oye decir que el siglo XXI será el de las mujeres dada la rapidez con que ha cambiado su condición en los últimos decenios. Aunque todavía es demasiado pronto para confirmar esta predicción, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el siglo XX ha sido el del combate de las mujeres para salir del hogar, donde la ancestral división sexual de los papeles las había relegado. En todas partes ese combate ha sido jalonado por sus luchas para adquirir los derechos de que estaban privadas y para construir –con los hombres– el porvenir del planeta.Es cierto que en la Historia ya se habían registrado batallas semejantes, aunque su versión oficial haya optado por ocultarlas. Pero las breves rebeliones de esta “minoría” singular, que cuenta en sus filas a más de la mitad de la humanidad, no cambiaron en ninguna parte el papel que se asignaba a las mujeres en el seno de las sociedades en que vivían.
Podían reinar sobre el hogar, ser objeto a veces de miramientos no desdeñables, pero lo cierto es que seguían naciendo para servir a los hombres y engendrar la descendencia de sus esposos.Contra todas las formas de opresiónEn el siglo XX, en cambio, la repartición de los papeles, pese a parecer inmutable y legitimada por los dioses o por un orden “natural” igualmente forzoso, empezó a tambalearse como consecuencia a la vez de la modernización y de la pugna de las mujeres por su emancipación colectiva. Estas libraron numerosas batallas para obtener progresivamente, a punta de conquistas y repliegues, una modificación de su situación que dista mucho de haber concluido.Su primer combate del siglo es el de la educación. De Francia, donde la primera bachiller egresó del liceo en 1861, al Japón, donde la primera universidad femenina fue fundada en 1900, a Egipto, país en el que las niñas tuvieron acceso a la educación secundaria desde 1900, o a Túnez, donde la primera escuela de niñas abrió sus puertas ese mismo año, las mujeres que podían hacerlo penetraron por la brecha que la instrucción entreabría para ellas. No sólo para llevar mejor el hogar y educar bien a sus hijos, como sugerían los discursos de la época, sino para hacer algo distinto de lo que siempre habían hecho, para invadir el espacio público y tener acceso a las esferas del ejercicio de la ciudadanía y de la política que les estaban vedadas.A lo largo de todo el siglo XX, las mujeres presentaron la batalla en dos frentes, batiéndose por obtener el reconocimiento de sus derechos y participando en los grandes movimientos de emancipación política y social que lo jalonaron.
Convencidas del poder liberador de estos últimos, reanudaron sus combates específicos cuando los nuevos amos de sus países las mandaron de vuelta al hogar. De la bolchevique rusa Alexandra Kollontai, primera mujer que formó parte de un gobierno en 1917, a la estadounidense de color Rosa Parks, que se negó en 1955 a ceder su asiento a un blanco en un autobús de Alabama y desencadenó así el movimiento en pro de los derechos cívicos, o a Djamila Boupacha, heroína de la guerra de independencia de Argelia, las mujeres intervinieron en todas las luchas que aspiraban a poner término a todas las opresiones, entre otras la suya. Sin embargo, su íntima participación en las revoluciones rara vez fue recompensada, y fue al salir al frente por sus propios derechos como obtuvieron sus mayores victorias.El derecho de votoLos primeros movimientos feministas, que surgieron en Occidente desde fines del siglo XIX, concentraron sus acciones en los ámbitos del trabajo y de los derechos cívicos. La industria necesitaba mano de obra femenina a la que pagaba una remuneración inferior a la de sus homólogos masculinos. A trabajo igual, salario igual, reivindicaban las obreras estadounidenses y europeas que empezaron a crear sus propios sindicatos y a multiplicar las huelgas. Aunque los progresos sean innegables, sabemos que, tras más de un siglo de batallas, la mayor parte de las mujeres del planeta no han conseguido aún la igualdad de remuneraciones.La segunda consigna de las pioneras del siglo versa sobre la participación en la vida cívica, que presupone en primer lugar la obtención del derecho de voto. Conseguirlo significó una larga lucha. A veces fue violenta, como la de las sufragistas británicas que salieron a la calle para tratar de arrebatarlo o de las chinas que invadieron en 1912 el flamante Parlamento para reclamarlo.
Enconadas en todas partes, las resistencias del mundo político cedieron gradualmente ante la determinación de los movimientos de mujeres.Fue en los países escandinavos donde primero, desde 1906 en Finlandia, pasaron a ser electoras y elegibles. Como la Primera Guerra Mundial las hizo salir a la palestra, la mayoría de las europeas obtuvieron el derecho de voto en 1918 y 1919. Las francesas e italianas tuvieron que esperar la conclusión de la Segunda para ser por fin ciudadanas. Fuera de Occidente, las mujeres también se organizaron para reclamar derechos. En Turquía, en Egipto, en la India, surgieron asociaciones femeninas. El primer congreso de mujeres de Oriente se reunió en 1930 en Damasco para reivindicar la igualdad. Durante ese periodo hay mujeres que proclaman en todas partes que, fuera de la maternidad, quieren “ser hombres como los demás” y que los verdaderos hombres no podrían negarles tal derecho.Un desfase entre la realidad y las leyesLa Segunda Guerra Mundial y las luchas de liberación del Tercer Mundo relegaron durante cierto tiempo sus combates específicos a un segundo plano.
El lema era luchar contra el fascismo, contra el colonialismo, y ello movilizaba todas las energías. Hubo mujeres que se distinguieron en esos empeños, pero ello no bastó para que se reconocieran los derechos de su sexo. Sin embargo, el mundo siguió avanzando. Con las independencias, numerosas mujeres del Sur tuvieron acceso a la escuela, al trabajo asalariado y algunas, excepcionalmente, al mundo hermético de la política. En los países occidentales, durante la postguerra, invadieron masivamente el mercado del trabajo. Se produjo un desfase cada vez más pronunciado entre la realidad y las leyes discriminatorias defendidas por poderes exclusivamente masculinos.Pero, como un gaje de la modernidad, es una vez más en Occidente donde nació, siguiendo las huellas del movimiento libertario de 1968, la segunda generación del feminismo. Tomando el relevo de sus mayores, ésta amplió sus reivindicaciones. Pues las feministas de este fin de siglo ya no aspiraban a ser “hombres como los demás”. Oponiéndose a la pretensión del “macho blanco” de representar lo universal, su ambición era llegar a ser iguales, pero sin dejar de ser mujeres. Nacido en la clase media estadounidense, el Movimiento de Liberación de la Mujer (Women’s Lib) quiso devolverles el dominio de su cuerpo. Se inició la lucha por el derecho a la anticoncepción y al aborto en los numerosos países en que uno y otro estaban prohibidos, a la autonomía, a la igualdad dentro de la pareja. “Lo privado es político” afirmaban las mujeres partidarias del marxismo y del psicoanálisis. “Trabajadores del mundo ¿quién lava vuestros calcetines?”, clamaban las manifestantes de los años setenta en las calles de París. En Francia la ley Veil que autorizó el aborto desencadenó un acalorada polémica en 1974. Aunque provocaron la hostilidad de numerosas mujeres del Tercer Mundo, que no se reconocían en los combates de las “occidentales” y querían librar sus propias luchas a su ritmo, los movimientos feministas dieron sin embargo un nuevo impulso a las luchas de las mujeres en el mundo.
Tomando nota de esa evolución y proclamando su intención de acelerarla, las Naciones Unidas declararon 1975 año de la mujer y organizaron en México la primera conferencia internacional dedicada a ellas.Proclamada ya en la Declaración Universal de Derechos Humanos, la igualdad de los sexos fue confirmada por la Convención Internacional de 1979 sobre Abolición de todas las Formas de Discriminación respecto de la Mujer. Gracias a las conferencias organizadas por las Naciones Unidas en Copenhague en 1980, Nairobi en 1985 y Beijing en 1995, las mujeres del Norte y del Sur lograron ponerse de acuerdo para reclamar “un hijo si quiero, cuando quiero”, rechazando tanto las exhortaciones de los natalistas como de los maltusianos, para reivindicar un lugar en las instancias políticas que decidían sin ellas sobre el porvenir del mundo y para luchar contra la regresión religiosa que amenazaba sus modestas conquistas. Cauces distintos de una misma luchaEl combate de las kuwaitíes a las que se niega el derecho de voto o el de las indias contra el infanticidio de las niñas in utero no puede ser el mismo que el de las estadounidenses contra sus fundamentalistas o de las francesas contra la misoginia de su clase política.
Aunque siga cauces diferentes de un continente a otro y no tenga necesariamente las mismas prioridades, lo cierto es que la lucha de las mujeres se ha tornado mundial en los últimos años. Desde hace un cuarto de siglo, su presencia ha aumentado en los espacios públicos, pero su acceso aún no se les ha abierto de manera franca. De Africa a Asia, sus organizaciones se han multiplicado y adquirido experiencia.Pero sus victorias siguen siendo incompletas y el porvenir es incierto. De la pesadilla de las mujeres afganas a las resistencias a la igualdad que se manifiestan en los llamados países más avanzados, los obstáculos con que tropiezan indican el camino que les queda por recorrer. ¿Llegarán al término de éste en el siglo que se inicia y que se supone es el suyo?
Podían reinar sobre el hogar, ser objeto a veces de miramientos no desdeñables, pero lo cierto es que seguían naciendo para servir a los hombres y engendrar la descendencia de sus esposos.Contra todas las formas de opresiónEn el siglo XX, en cambio, la repartición de los papeles, pese a parecer inmutable y legitimada por los dioses o por un orden “natural” igualmente forzoso, empezó a tambalearse como consecuencia a la vez de la modernización y de la pugna de las mujeres por su emancipación colectiva. Estas libraron numerosas batallas para obtener progresivamente, a punta de conquistas y repliegues, una modificación de su situación que dista mucho de haber concluido.Su primer combate del siglo es el de la educación. De Francia, donde la primera bachiller egresó del liceo en 1861, al Japón, donde la primera universidad femenina fue fundada en 1900, a Egipto, país en el que las niñas tuvieron acceso a la educación secundaria desde 1900, o a Túnez, donde la primera escuela de niñas abrió sus puertas ese mismo año, las mujeres que podían hacerlo penetraron por la brecha que la instrucción entreabría para ellas. No sólo para llevar mejor el hogar y educar bien a sus hijos, como sugerían los discursos de la época, sino para hacer algo distinto de lo que siempre habían hecho, para invadir el espacio público y tener acceso a las esferas del ejercicio de la ciudadanía y de la política que les estaban vedadas.A lo largo de todo el siglo XX, las mujeres presentaron la batalla en dos frentes, batiéndose por obtener el reconocimiento de sus derechos y participando en los grandes movimientos de emancipación política y social que lo jalonaron.
Convencidas del poder liberador de estos últimos, reanudaron sus combates específicos cuando los nuevos amos de sus países las mandaron de vuelta al hogar. De la bolchevique rusa Alexandra Kollontai, primera mujer que formó parte de un gobierno en 1917, a la estadounidense de color Rosa Parks, que se negó en 1955 a ceder su asiento a un blanco en un autobús de Alabama y desencadenó así el movimiento en pro de los derechos cívicos, o a Djamila Boupacha, heroína de la guerra de independencia de Argelia, las mujeres intervinieron en todas las luchas que aspiraban a poner término a todas las opresiones, entre otras la suya. Sin embargo, su íntima participación en las revoluciones rara vez fue recompensada, y fue al salir al frente por sus propios derechos como obtuvieron sus mayores victorias.El derecho de votoLos primeros movimientos feministas, que surgieron en Occidente desde fines del siglo XIX, concentraron sus acciones en los ámbitos del trabajo y de los derechos cívicos. La industria necesitaba mano de obra femenina a la que pagaba una remuneración inferior a la de sus homólogos masculinos. A trabajo igual, salario igual, reivindicaban las obreras estadounidenses y europeas que empezaron a crear sus propios sindicatos y a multiplicar las huelgas. Aunque los progresos sean innegables, sabemos que, tras más de un siglo de batallas, la mayor parte de las mujeres del planeta no han conseguido aún la igualdad de remuneraciones.La segunda consigna de las pioneras del siglo versa sobre la participación en la vida cívica, que presupone en primer lugar la obtención del derecho de voto. Conseguirlo significó una larga lucha. A veces fue violenta, como la de las sufragistas británicas que salieron a la calle para tratar de arrebatarlo o de las chinas que invadieron en 1912 el flamante Parlamento para reclamarlo.
Enconadas en todas partes, las resistencias del mundo político cedieron gradualmente ante la determinación de los movimientos de mujeres.Fue en los países escandinavos donde primero, desde 1906 en Finlandia, pasaron a ser electoras y elegibles. Como la Primera Guerra Mundial las hizo salir a la palestra, la mayoría de las europeas obtuvieron el derecho de voto en 1918 y 1919. Las francesas e italianas tuvieron que esperar la conclusión de la Segunda para ser por fin ciudadanas. Fuera de Occidente, las mujeres también se organizaron para reclamar derechos. En Turquía, en Egipto, en la India, surgieron asociaciones femeninas. El primer congreso de mujeres de Oriente se reunió en 1930 en Damasco para reivindicar la igualdad. Durante ese periodo hay mujeres que proclaman en todas partes que, fuera de la maternidad, quieren “ser hombres como los demás” y que los verdaderos hombres no podrían negarles tal derecho.Un desfase entre la realidad y las leyesLa Segunda Guerra Mundial y las luchas de liberación del Tercer Mundo relegaron durante cierto tiempo sus combates específicos a un segundo plano.
El lema era luchar contra el fascismo, contra el colonialismo, y ello movilizaba todas las energías. Hubo mujeres que se distinguieron en esos empeños, pero ello no bastó para que se reconocieran los derechos de su sexo. Sin embargo, el mundo siguió avanzando. Con las independencias, numerosas mujeres del Sur tuvieron acceso a la escuela, al trabajo asalariado y algunas, excepcionalmente, al mundo hermético de la política. En los países occidentales, durante la postguerra, invadieron masivamente el mercado del trabajo. Se produjo un desfase cada vez más pronunciado entre la realidad y las leyes discriminatorias defendidas por poderes exclusivamente masculinos.Pero, como un gaje de la modernidad, es una vez más en Occidente donde nació, siguiendo las huellas del movimiento libertario de 1968, la segunda generación del feminismo. Tomando el relevo de sus mayores, ésta amplió sus reivindicaciones. Pues las feministas de este fin de siglo ya no aspiraban a ser “hombres como los demás”. Oponiéndose a la pretensión del “macho blanco” de representar lo universal, su ambición era llegar a ser iguales, pero sin dejar de ser mujeres. Nacido en la clase media estadounidense, el Movimiento de Liberación de la Mujer (Women’s Lib) quiso devolverles el dominio de su cuerpo. Se inició la lucha por el derecho a la anticoncepción y al aborto en los numerosos países en que uno y otro estaban prohibidos, a la autonomía, a la igualdad dentro de la pareja. “Lo privado es político” afirmaban las mujeres partidarias del marxismo y del psicoanálisis. “Trabajadores del mundo ¿quién lava vuestros calcetines?”, clamaban las manifestantes de los años setenta en las calles de París. En Francia la ley Veil que autorizó el aborto desencadenó un acalorada polémica en 1974. Aunque provocaron la hostilidad de numerosas mujeres del Tercer Mundo, que no se reconocían en los combates de las “occidentales” y querían librar sus propias luchas a su ritmo, los movimientos feministas dieron sin embargo un nuevo impulso a las luchas de las mujeres en el mundo.
Tomando nota de esa evolución y proclamando su intención de acelerarla, las Naciones Unidas declararon 1975 año de la mujer y organizaron en México la primera conferencia internacional dedicada a ellas.Proclamada ya en la Declaración Universal de Derechos Humanos, la igualdad de los sexos fue confirmada por la Convención Internacional de 1979 sobre Abolición de todas las Formas de Discriminación respecto de la Mujer. Gracias a las conferencias organizadas por las Naciones Unidas en Copenhague en 1980, Nairobi en 1985 y Beijing en 1995, las mujeres del Norte y del Sur lograron ponerse de acuerdo para reclamar “un hijo si quiero, cuando quiero”, rechazando tanto las exhortaciones de los natalistas como de los maltusianos, para reivindicar un lugar en las instancias políticas que decidían sin ellas sobre el porvenir del mundo y para luchar contra la regresión religiosa que amenazaba sus modestas conquistas. Cauces distintos de una misma luchaEl combate de las kuwaitíes a las que se niega el derecho de voto o el de las indias contra el infanticidio de las niñas in utero no puede ser el mismo que el de las estadounidenses contra sus fundamentalistas o de las francesas contra la misoginia de su clase política.
Aunque siga cauces diferentes de un continente a otro y no tenga necesariamente las mismas prioridades, lo cierto es que la lucha de las mujeres se ha tornado mundial en los últimos años. Desde hace un cuarto de siglo, su presencia ha aumentado en los espacios públicos, pero su acceso aún no se les ha abierto de manera franca. De Africa a Asia, sus organizaciones se han multiplicado y adquirido experiencia.Pero sus victorias siguen siendo incompletas y el porvenir es incierto. De la pesadilla de las mujeres afganas a las resistencias a la igualdad que se manifiestan en los llamados países más avanzados, los obstáculos con que tropiezan indican el camino que les queda por recorrer. ¿Llegarán al término de éste en el siglo que se inicia y que se supone es el suyo?