¿Estado o gobierno fallido?
José Francisco Gallardo Rodríguez
generalgallardo@yahoo.com.mx
A Luis Oropeza Venegas.
El Estado moderno es el producto de siglos de desarrollo y adaptación; es un proceso histórico de conflictos que se originan sobre la creación y la transformación de derechos y obligaciones y las instituciones que los administran. Los conflictos son consecuencia de las relaciones sociales que existen en un lapso y un territorio determinado.
Las amenazas contra la seguridad internacional imputadas a una deficiencia del Estado, se deben a causas disímbolas. A veces, el término se usa con fines políticos, para generar una oposición internacional en contra de regímenes que enfrentan transiciones políticas complejas, por ejemplo México.
En este contexto, las naciones extranjeras recomiendan con insistencia la aplicación de reformas internas idénticas, sea para prevenir el derrumbe del Estado o para restaurar su capacidad y legitimidad después de un movimiento social, guerra o elecciones.
Detrás de esa insistencia se oculta otro propósito, ahí donde el Estado no consigue efectivamente evitar la crisis que preocupa a la comunidad internacional, es lanzada por gobiernos confrontados a una verdadera vulnerabilidad.
Llegamos al Estado fallido, término polémico que califica a un Estado débil en el cual el gobierno central tiene poco control sobre su territorio. Definición que es ambigua e imprecisa. Si se toma de forma literal, un Estado fallido es el que no tiene un gobierno efectivo.
De otra forma, un Estado tiene éxito si mantiene un monopolio en el uso legítimo de la fuerza física dentro de sus fronteras. Cuando este monopolio está quebrantado, por la presencia dominante de forma depredadora de captura del Estado, de milicias o de terrorismo, la misma existencia del Estado llega a ser dudosa, y se convierte en un Estado que ha fallado o Estado fallido.
La dificultad de determinar si un gobierno mantiene un monopolio en el uso legítimo de los medios de la fuerza, es uno de los factores que no permiten dejar claro cuando un Estado se puede determinar fallido.
La controversia deriva de las implicaciones políticas y militares de etiquetar a un Estado como fallido, pues las proclamaciones y las leyes de su gobierno pueden parcialmente no ser tomadas en cuenta. En algunos casos, sobre esta base, agentes extranjeros emprenden acciones violentas dentro de las fronteras del supuesto Estado fallido con una legalidad altamente dudosa porque no está amparada por el derecho internacional.
El término también se utiliza para un Estado que se ha vuelto ineficaz. Es decir, un Estado que tiene control nominal militar y policial sobre su territorio, solamente en el sentido de no tener grupos armados desafiando directamente la autoridad del Estado, pero que no puede hacer cumplir sus leyes uniformemente debido a las altas tasas de criminalidad, corrupción extrema, un extenso mercado negro y/o informal, burocracia impenetrable, ineficacia judicial, interferencia militar en la política, grupos de poder fácticos que imponen sus decisiones sobre la aplicación de la ley, la ley misma y el interés general, situaciones culturales en las cuales los líderes tradicionales gastan más energía que el Estado sobre ciertas áreas aunque desigual entre grupos; crisis económica aguda o grave; criminalización y deslegitimación del Estado; deterioro progresivo de los servicios públicos; violación extendida de los derechos humanos; aparato de seguridad que supone un "Estado dentro del Estado"; ascenso de elites faccionalizadas e intervención de otros Estados o factores externos.
En realidad el dinamismo estatal origina distintas formas de Estado y de su evolución. El Estado cambia cuando distintos grupos desafían la idea dominante de Estado, el contrato social y/o las instituciones del Estado. Así, el argumento que se presenta es que la incapacidad del Estado para proveer los bienes políticos fundamentales asociados a la noción de estatalidad, la seguridad física, instituciones políticas legítimas, administración de las relaciones económicas y bienestar social, está basada en las luchas y conflictos que surgen en un momento dado cuando el contrato social dominante está siendo cuestionado con éxito.
De esta forma, el concepto del Estado fallido debería tomar en cuenta los conflictos que llevaron al quiebre del contrato social, de las instituciones del Estado o de la idea misma del Estado.
Como los Estados de la periferia todavía se encuentran en formación son mucho más vulnerables a los conflictos. Esos Estados son débiles y en muchos casos pueden estar presentes y ausentes al mismo tiempo. Ese Estado débil combina fracasos y éxitos así como también legalidad e ilegalidad, legitimidad e ilegitimidad.
Así las cosas, el Estado-institución otorga el marco legal que administra el ejercicio de la ciudadanía y de los conflictos sociales y de intereses; asegura la provisión de servicios básicos; monopoliza el uso de la fuerza legítima; defiende a los ciudadanos de amenazas externas; administra la salud pública y preserva la integridad territorial.
México: ¿Estado o gobierno fallido?
Militares mexicanos practican contrainsurgencia en EUA
Carlos Fazio / Prensa Latina
cfazio@laneta.apc.org
La noticia de que soldados mexicanos están siendo entrenados en programas de contrainsurgencia en el Comando Norte de Estados Unidos, viene a confirmar que la seguridad es el eje sobre el que está articulada la actual relación mexicano-estadunidense.
Según reporte de mayo del Comando Norte, instructores estadunidenses entrenan a miembros de las fuerzas armadas mexicanas en tácticas de guerra irregular utilizadas para desmantelar redes en Afganistán e Iraq, que en algunos aspectos se aplican ya para combatir a los cárteles del narcotráfico. En la nueva relación militar, el Comando Norte trabaja sobre la idea de que la amenaza enfrentada por el Ejército Mexicano es un "enemigo interno" que vive entre civiles, por lo cual se tiene que transformar de fuerza convencional a otra capaz de librar una guerra irregular.
De acuerdo con el informe, la mayoría de los instructores estadunidenses han participado en operaciones militares en Afganistán e Iraq, incluyendo trabajo social y de reconstrucción. La seguridad de América del Norte viene siendo redefinida desde 1994, con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLCAN) entre Canadá, Estados Unidos y México, pero pasó a una fase de aceleración tras los atentados terroristas contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001.
Desde entonces, la nueva doctrina de seguridad de Estados Unidos, sostenida en el concepto de Homeland Security, requirió de la "cooperación" de sus dos vecinos a fin de poder evitar un nuevo ataque a su territorio. En 1994, cuando entró en funcionamiento el TLC, México rechazó que el tratado implicara compromisos en seguridad y defensa. Pero después de 2001, en el marco de la "guerra contra el terrorismo" de George W. Bush, comenzó a ceder en sus posiciones nacionalistas.
Bajo presión de la administración Bush, el expresidente Vicente Fox firmó un acuerdo de "fronteras inteligentes", lo que llevó a una suerte de cooperación asimétrica subordinada a su vecino, para compartir información de inteligencia en las áreas de seguridad y defensa, así como en la aplicación de la ley.
De manera paulatina, los principios clásicos de la teoría de la soberanía absoluta de los Estados fueron quedando atrás y México se convirtió en el "eslabón débil" de la alianza trinacional. El dramático cambio de la política de defensa mexicana ocurrió en momentos en que en Estados Unidos se estaba produciendo una gran revolución organizativa y técnico-militar, acentuada tras la creación del Comando Norte, en 2002.
El NORTHCOM del Pentágono tiene su sede en las instalaciones del Comando de Defensa Aeroespacial de América del Norte (NORAD), en la Base Aérea Peterson, Colorado Springs, y abarca de facto territorios de Canadá, Estados Unidos, México, Cuba, Puerto Rico y el Golfo de México. Tras la firma de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN, 2005), los mecanismos de defensa entre Estados Unidos y México todavía se hicieron más intensos, y durante el gobierno de Felipe Calderón se comenzó a hablar de una "interoperatibilidad" militar.
En 2009 se realizó el primer ejercicio de Top Off en el que México participó con el Comando Norte en los ejercicios Unitas. Asimismo, en los últimos cinco años se acentuó la "cooperación" entre los sistemas judiciales, policiacos, de inteligencia y migratorios de los dos países. La cooperación en materia de defensa incluye entrenamiento, compra y donación de equipo e intercambio de información.
Es en ese contexto, que ahora militares mexicanos reciben entrenamiento en tácticas de contrainsurgencia en el Comando Norte para combatir, supuestamente, al narcotráfico, un asunto de orden policial.
Infiernillo
Faustófeles
Las elecciones
En los recientes comicios
todo fue gran cochinero,
hubo hedor electorero
y alarde de viejos vicios.
Cué en Oaxaca
En la Antequera hay dilema:
cómo gobernará Cué:
¿Calderonista de fe
o AMLOísta de pura mema?
Comprar votos
La tierra jarocha mera
fue de votos un mercado:
compró Fidel al contado
pa'ganar de fea manera.
Puebla
Perdió Mario Marín, priísta
y góber muy pederasta
y de represora casta
contra Cacho periodista.
Reelección
No fue Yunes quien ganó,
pero tampoco fue Duarte;
fue un góber mapache aparte
quien así se reeligió.
Por qué las alianzas
Que no llegue el PRI al poder
es de una alianza misión;
es pobre argumentación
por no saber proponer.
¿Quién ganó?
En Oaxaca, Calderón
y El peje fuerzas sumaron;
aquél cree que ambos ganaron,
pero fue éste el vero gallón.
Elba Esther en Puebla
Gana en Puebla la Gordillo
pues Moreno es su delfín,
logrando así avieso fin:
negocios en tapadillo.
Revelaciones
Sara Lovera López
saralovera@yahoo.com.mx
Para mover la atención que se merecen los casos controvertidos de las elecciones del 4 de julio, especialmente Hidalgo, donde Xóchitl Gálvez no se derrota, entre otras cosas porque el ataque artero en su casa el mismo día de las elecciones puso en evidencia el miedo de sus oponentes, Felipe Calderón hizo cambios en su gabinete que han generado toda clase de interpretaciones.
Los sesudos analistas han explicado estos cambios como una necesidad del señor Felipe Calderón de fortalecer su entorno, crear un círculo de confianza, entre amigos y algunos pusieron en duda desde el primer momento la capacidad de Francisco Blake Mora, lo que no explica si puede o no con la Secretaría de Gobernación y los problemas poselectorales.
Desde luego que tras ese nombramiento queda claro, se endurece la política de guerra instrumentada desde hace casi cuatro años. Blake Mora no solamente hizo sus hazañas contra el crimen organizado en Tijuana, no se sabe si negociando con los jefes, sino que se parece mucho al secretario de Seguridad Pública, Genero García Luna, digo un parecido físico que hace pensar en una relación de parentesco, que si no lo es, ambos coinciden en mantener a flote, lo que Calderón llama guerra y que ya suma más de 25 mil muertos y miles de afectados de la sociedad civil.
Los cambios de personas son preocupantes y no solamente por las causas que mencionan los sesudos análisis, hay hechos que profundizan la política de este desgobierno contra la vida y la libertad de las mujeres.
El 17 de julio las mujeres de Nuevo León recordaron a la opinión pública quién es y hasta dónde llega el nuevo Secretario de Economía, Bruno Ferrari García de Alba, promotor en 1999 de la penalización del aborto, un hombre homofóbico y encima enlace de Marcial Maciel, jefe de los Legionarios de Cristo, allá de donde viene Ferrari, en Nuevo León.
Ferrari ha sido además de legionario, cuyo significado no vale la pena señalar por lo conocido del tema en el mundo, dirigente del Grupo Pulsar, cara visible de la Legión de Cristo en aquella entidad.
Estas son las cosas precisas por las que habría que preocuparse. Un secretario de Economía que será correa de transmisión de los intereses empresariales más conservadores del país donde se unirán sus militancias y su costumbre de recaudar fondos entre los ricos para enfrentar, por ejemplo, a los movimientos feminista, de la diversidad sexual y la defensa de los derechos humanos de las mujeres.
No puedo imaginar cómo se organizará ahora el Partido Acción Nacional para presionar con éstos, los empresarios más reaccionarios, cambios constitucionales como el que está pendiente para penalizar cualquier tipo de interrupción del embarazo en la Constitución o cuánto dinero habrá para penalizar todos los cambios liberales en las leyes del Distrito Federal, además de la política policiaca y militarista de Los Pinos o Bucareli.
Las revelaciones de las mujeres de Nuevo León sobre Ferrari, explican hasta qué punto Calderón tiene compromisos claros y de fondo con la ultraderecha mexicana. Es tan claro que no tendría que confundir a los sectores cuya careta de izquierda se alían acríticamente, fortalecen la política que afecta a las mujeres, nada despreciable 50 por ciento de la población y de los votos.
Las declaraciones de Irma Alma Ochoa, de Artemisas por la Equidad; de Mariaurora Mota, directora de Género, Ética y Salud Sexual, y de Mario Rodríguez Platas, de Diversitas, todas agrupaciones de Nuevo León, son una muestra de la importancia de la historia del conocimiento de hechos, que lamentablemente ignoran políticas y políticos, no les importa o no valoran. ¿Cómo se pueden ubicar los aliancistas en la izquierda, si ignoran que la derecha es el enemigo de la libertad de las mujeres y convalidan tamaños propósitos?
A pesar de todo y tras las nuevas gubernaturas que se festinan como un avance, lo claro es que entre los resultados del pasado proceso electoral y sus consecuencias y los cambios en el gabinete, según la gente que ha sufrido las acciones de los personajes de ultraderecha, el país no solamente tiene crisis financiera, desempleo, pobreza, crimen e ingobernabilidad sino que se inclina claramente a un camino de regreso, grave, muy grave opinan mis fuentes, porque una sociedad que se queda inerte ante estos hechos, grupos que negocian con el atraso y políticos cuya estrategia se basa sólo en los acomodos personales, indica que estamos perdiendo esa historia, hoy en boga, la de la Independencia y la Revolución.
Los priístas calladitos. Están como los súper analistas, hablan de política o sea de sus acomodos y no de los principios ni de los problemas. Cada año cientos de mujeres pierden la vida en abortos clandestinos, cientos son asesinadas por razones de su condición de mujeres y por la violencia desatada, miles humilladas por sus decisiones de vida, miles en ocupaciones explotadas en esas empresas que hoy defenderá Ferrari y su plusvalía, digo las de las trabajadoras, irá a parar a las campañas homofóbicas o antiabortistas, todas cosas de justicia social que no está en las preocupaciones de esa izquierda perdida.
AMLO, La mafia y la unidad popular
Fausto Fernández Ponte
ffponte@gmail.com / www.faustofernandezponte.com
"Nuestro movimiento está conformado por personas
comprometidas a no mentir, no robar y no traicionar".
Andrés Manuel López Obrador.
I
Andrés Manuel López Obrador presentó el domingo (25/VII/2010) a la ciudadanía su proyecto alternativo de país –habitado por varias naciones, las originarias incluidas, las más marginados de todas– para "acabar con esta absurda pesadilla"..
La "absurda pesadilla" –no huelga reiterarlo– acosa a millones de mexicanos desde hace cuatro sexenios y medio –28 años–, pero de manera asaz virulenta y terriblemente antisocial en los últimos tres años y pico, en el gobierno de Felipe Calderón.
Tampoco huelga reiterar las manifestaciones de esa pesadilla: saqueo brutal de México y expoliación opresiva de los mexicanos por una mafia oligárquica que utiliza al poder político panista-priísta-perredista del Estado, cínicamente plutocrático.
Ese poder político, al servir a una élite de mexicanos y extranjeros que el propio don AMLO ha popularizado como La mafia, ha creado un statu quo de opresión material, cultural y psicológica (y hasta espiritual) de la ciudadanía y la propia población infantil.
En ese contexto, el señor López Obrador convocó a miles de connacionales en el Zócalo capitalino –el cual se abarrotó, pese a la lluvia– realizada bajo la guisa de una asamblea y anunció, allí, buscar una candidatura partidista a la Presidencia de México.
II
El sucedido que se comenta ofrece varias moralejas y, a la vez, sugiere algunas reflexiones. Es evidente el poder de enorme convocatoria popular de don AMLO –en Oaxaca su apoyo ha llevado a Gabino Cué a la gubernatura– y de organización.
Ello es, insoslayablemente, un activo importantísimo para una campaña preelectoral y, luego, electoral, para la Presidencia de México, pues describe una identificación del ahora precandidato y varios estratos y clases societales no ajena a un contrato social.
Ello, según el sentir del propio don AMLO y millones de amloístas y ciudadanos afines, le permitirá ganar las elecciones de 2012 con tal amplitud que podría anular los afanes de La mafia por realizar una defraudación electoral.
Esa defraudación es predecible, pues La mafia recurrirá a todo para evitar que el tabasqueño logre su objetivo, el cual presúmese que no es sólo el de ser elegido presidente de México, sino también que la ciudadanía elija un Legislativo afín.
En 2006, si don AMLO hubiese asumido la Presidencia de México habría enfrentado obstáculos colosales, tal vez insalvables: un Congreso de la Unión dominado por la dupla antiMéxico y antipueblo, la del PRI y el PAN, al servicio de La mafia.
III
En 2012, si don Andrés Manuel ganare la elección, La mafia quizá –si acaso– tratará de inflar a Enrique Peña Nieto e influir en la composición de un Congreso análogo para obstaculizar a aquél, quien realizaría sus reformas mediante decretos.
Mas no serían reformas estructurales (ni mucho menos superestructurales). No podría modificar las relaciones de producción y las fuerzas productivas y refundar, con verismo, al Estado y crear así la IV República de México.
Empero, no es ése el obstáculo mayor que tiene ante sí este personaje, sino otros: lograr transversalmente –a través de clases sociales– influir en el albedrío ciudadano y que los casi 80 millones de inscritos en el padrón electoral voten por él.
Ello requiere algo más que poder de convocatoria y carisma, organización y un proyecto alternativo de país. Requiere una base amplísima y sólida de apoyo abrumador. Requiere, pues, de unidad popular que se traduzca en un contrato social.
La unidad popular, si lograda por don AMLO, sería el primer indicador real de que la ciudadanía puede alcanzar el poder mediante la vía convencional –la electoral–, más allá de la ilusoria "unidad" de la izquierda "amaestrada" putativamente por La mafia.
Ese "algo más"
Miguel Ángel Ferrer
ferrermentor@hotmail.com / www.miguelangelferrer-mentor.com.mx
La multitudinaria concentración del domingo 25 de julio en el Zócalo de la capital de la República confirmó lo que todo el mundo sabía, pero que no todo el mundo estaba dispuesto a reconocer: la enorme y actual fuerza social y política del movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador. De nada sirvieron los esfuerzos de tres años del gobierno panista en los medios de comunicación afines por borrar o disminuir la indiscutible fuerza política del tabasqueño y de su movimiento de resistencia a los actos del poder usurpado en 2006.
Pero López Obrador sabe perfectamente que encabezar un enorme movimiento popular y obtener la mayoría de los votos en una elección presidencial no bastan para llegar a Los Pinos. Así ocurrió en 2006. Es lógico, en consecuencia, que AMLO tenga claro que de nada sirve ganar la Presidencia en las urnas si la fuerza de su movimiento es incapaz de impedir un nuevo fraude electoral.
Aquí está la clave del asunto. El sistema electoral está corrompido. Y las muestras más evidentes son el Instituto Federal Electoral (IFE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Ambas instituciones están en manos de personeros del régimen pripanista. Y la tarea básica de ambas consiste en cerrarle el paso a cualquier opción partidaria que ponga en peligro ese sistema autocrático.
Dicho en términos tradicionales, el sistema electoral está dominado por la derecha y por la extrema derecha. ¿Cómo pensar entonces en la posibilidad de que sólo a fuerza de sufragios llegue al poder una organización representativa de la izquierda, aunque se trate de una izquierda puramente electoral y sin asomo de radicalismos, como, en este caso, la que encabeza López Obrador?
Ahora, como desde su creación, el IFE y el tribunal electoral federal son instrumentos institucionales para perpetuar el estado de cosas. Normalmente ambas corruptas instituciones no necesitan recurrir al desprestigiante recurso del fraude electoral. El dinero, del Estado y de la oligarquía, va pavimentando poco a poco el camino para la imposición de un personaje que garantice que nada habrá de cambiar.
A veces, sin embargo, cual aconteció en 1988, con el ingeniero Cárdenas, y en 2006, con López Obrador, los métodos tradicionalmente eficaces son desbordados por la insurrección electoral ciudadana. Y es necesario entonces torcer la voluntad expresada en las urnas y declarar vencedor a quien, derrotado, sea garantía de la continuidad autocrática.
Todo esto lo sabe bien López Obrador. Así como lo saben sus millones de seguidores en todo el país. Y saben igualmente que hace falta algo más que votos para llegar a Los Pinos. Pero ¿qué es ese "algo más"? Ese "algo más" que faltó en 1988 y en 2006. Un "algo más", desde luego, pacífico y constitucional. Algo así, digamos, como la movilización social y popular que le permitió a Evo Morales llegar a la Presidencia de Bolivia. Un "algo más" parecido a la movilización ciudadana que posibilitó en Argentina la caída del gobierno neoliberal, entreguista y caótico de Fernando de la Rúa.
Poner en juego ese "algo más" semejante al de los casos boliviano y argentino es, sin duda, muy difícil. En los dos países sudamericanos fue posible ese "algo más" por la extensa e intensa organización ciudadana en pro de un gobierno popular y nacionalista, y también y acaso principalmente, por el evidente deterioro de los regímenes finalmente derribados.
A dos años del 2012, nadie puede garantizar que en México se creen una organización y una movilización ciudadanas capaces de la hazaña. Pero no hay duda de que el segundo elemento de la ecuación está presente, puesto que es innegable el creciente deterioro del régimen oligárquico que tiene al país sumido en el caos.