Pero aún así hay quienes, de buena o mala fe, se atreven a defender a Calderón y despotrican y echan pestes contra López Obrador, sólo porque actúa con franqueza absoluta
Con la llegada de Alejandro Poiré Romero a la Secretaría de Gobernación se cierra el círculo policíaco con el que Felipe Calderón ejerce el poder. Así queda claro que la estrategia para cerrar “a tambor batiente” el sexenio, será la mano dura contra el pueblo, en el caso de que no acepte de buen grado las políticas entreguistas y de franca traición a la patria en marcha, entre ellas, para cerrar con broche de oro, abrir los cielos de México sin ninguna cortapisa a empresas aéreas extranjeras, objetivo que se persigue con la firme oposición a que vuelva a operar Mexicana de Aviación.
Aun cuando las credenciales académicas del joven funcionario, ahora de primer nivel, sean de politólogo, lo cierto es que su actuación en el gabinete ha sido más de asesor en asuntos de seguridad nacional y de policía, como se corroboró con su nombramiento al frente del Cisen. Es cierto también que la Secretaría de Gobernación tiene ese tipo de funciones como prioritarias, sobre todo en un régimen que no cumple funciones de arbitraje imparcial, sino de franca gestoría en favor de una elite, pero hay una abismal diferencia entre un Fernando Gutiérrez Barrios y el joven Poiré, en lo que toca al perfil para cumplir esa prioridad.
En fin, lo hecho, hecho está. Ahora queda padecer el último tramo de un sexenio de pesadilla para los trabajadores, que amenaza volverse aún más negro, de acuerdo con la descarnada advertencia de Javier Lozano a los pilotos de Mexicana, de que más vale que acepten ya su liquidación, porque si se esperan más tiempo ni siquiera verán un peso, por la depreciación de los activos de la empresa. ¡Qué diferencia al trato que ha recibido Gastón Azcárraga, el depredador concesionario que la desmanteló y endeudó a más no poder, con cínica impunidad! A éste incluso se le premió, por su depredación, con mil millones de pesos, en calidad de préstamo que no será cobrado.
Esta criminal realidad no la ven los panegiristas y admiradores de Calderón, quienes se desgañitan gritando horrores contra Andrés Manuel López Obrador, a quien ya comienzan a calificar nuevamente de “mesiánico” y “demagogo”, como si él fuera el causante de los males que aquejan al país, no la camarilla tecnocrática, ésta sí demagógica y cínica a más no poder, como lo patentizan los hechos. Sería saludable que quienes se molestan porque la derecha está en plena derrota, analizaran las causas y aceptaran, como buenos mexicanos que dicen ser, el imperativo de un cambio pacífico antes de que las cosas empeoraran.
Quienes de manera pueril, ya sea por estar desinformados, o porque tienen prejuicios de clase al sentirse de “sangre azul”, rechazan a priori la urgencia de un cambio, y se aferran a que México siga en manos de apátridas y corruptos, harían bien en ponerse a pensar un poco en las consecuencias para el país, de continuar por la ruta que llevamos desde que se implantó el modelo neoliberal, el mismo que tiene a Europa al borde del colapso, y que amenaza también la estabilidad financiera de Estados Unidos. Cabe preguntar, por ejemplo: ¿en qué beneficia al país que Mexicana de Aviación sea liquidada y sus trabajadores echados a la calle? ¿Qué beneficios trajo la liquidación del sistema ferroviario nacional y ahora empresas estadounidenses sean las beneficiarias del mismo, e incluso exijan al gobierno federal les brinde seguridad?
Lozano se disgusta terriblemente porque López Obrador afirma que puede acabar con el terrible problema de desempleo que habrá de dejar de herencia el calderonismo. Pero no explica en qué basa su rechazo a las afirmaciones del candidato de la izquierda, sólo se concreta a insultar y descalificar, como es proverbial en él. Así debe actuar, seguramente, porque quiere que consorcios trasnacionales se fijen en él y lo llamen como lo hicieron con Ernesto Zedillo. ¿Será acaso que ya está apalabrado con alguna poderosa empresa aérea estadounidense? Esta misma suposición es válida para su jefe y para el secretario de Comunicaciones y Transportes, Dionisio Pérez-Jácome. Lo es porque así lo dejan ver los acontecimientos.
Ahora con el “politólogo” Poiré al frente de Gobernación, el círculo se cierra para que a tambor batiente concluya una “administración” que pasará a la historia como la más negra y siniestra, incluso más que aquella de triste memoria conocida como el Porfiriato. Pero aún así hay quienes, de buena o mala fe, se atreven a defender a Calderón y despotrican y echan pestes contra López Obrador, sólo porque actúa con franqueza absoluta y no lo pueden acusar de nada. Quienes lo hacen de buena fe, por desinformación y/o falta de conocimiento de las causas y efectos de la realidad nacional, deberían tomarse un poco de tiempo para pensar un poco en esto. Entonces se darían cuenta que con su comportamiento le están haciendo el juego a personajes sin ética, sin compromiso con la patria, sin un interés básico en servir a la sociedad.