En un patético esfuerzo por tratar de cambiar el juicio de la historia, que sabe será muy duro, Felipe Calderón reunió a su clan para decir su “verdad” y apaciguar su conciencia. Sin embargo, el faraónico acto en el Auditorio Nacional no le habrá de redituar más que críticas severas, bien fundadas en una realidad lamentable que nos coloca no sólo como el país más violento de América Latina, sino el más injusto y desigual, como lo confirman organismos internacionales que no tienen interés en inmiscuirse en los asuntos internos de México.
Es absolutamente falso que la sociedad nacional esté en mejor situación que hace seis años. Esto se puede confirmar fácilmente recurriendo a informes de la ONU, de la OCDE y la Cepal, del propio Banco Mundial y hasta del Fondo Monetario Internacional. México descendió dramáticamente en todas las mediciones que realizan dichos organismos internacionales. No hay un solo renglón en el que haya habido avances, si Calderón cree lo contrario es porque sus asesores sólo le pasan informes endulzados, los mismos que sirven a sus publicistas para realizar miles de espots plagados de datos falsos y verdades a medias.
Las clases mayoritarias viven en carne propia una situación en acelerado declive, así que se engaña solo Calderón con sus frases demagógicas que no tienen asidero en la realidad. Habrá de dejar no sólo un terrible saldo de violencia e inseguridad, sino una injusta disminución de los niveles de vida de los trabajadores, quienes perciben salarios cuyo poder adquisitivo es menor en 70 por ciento en relación con el de hace diez años. Dejará 15 millones más de pobres, realidad que no podrá ocultar por más millones de pesos que gaste en propaganda, de acuerdo con estudios muy serios de especialistas de la UNAM y de otros centros de investigación económica, incluso del sector privado.
Hasta el propio Inegi reconoce que la población en condición de pobreza pasó de 44.7 millones que había en 2006, a 57.7 millones en la actualidad. Entonces, de dónde saca información Calderón para decir que mienten sus críticos. Quien se aferra a la mentira es él, como único y último recurso para sostener un gobierno espurio que se significó por su odio a los trabajadores, como lo ejemplifica el hecho de que México es el segundo país latinoamericano con los más bajos salarios mínimos, sólo arriba de Bolivia: 128 contra 119 dólares mensuales. En marcado contraste, Argentina tiene un salario mínimo de 545 dólares, factor que ha influido positivamente para remontar una crisis peor que la que vivió nuestro país en 2009.
Se engaña solo Calderón al afirmar que gracias a él México es ahora un país más tranquilo y más estable, que si no saca a las fuerzas armadas de sus cuarteles ahora seríamos rehenes del crimen organizado. Debe suponer que todo México está poblado de retrasados mentales, y que puede decir todo tipo de insensateces sin ruborizarse. La verdad concreta es que su estrategia sólo sirvió para impulsar un fenómeno que se tenía bajo control, no por complicidad entre gobernantes y mafiosos, sino por una necesidad sociológica ineludible.
El crimen organizado siempre ha existido, no es un problema inédito, lo que ocurre es que obedecía a mecanismos estructurales bien definidos, que con su malhadada decisión rompió Calderón. Provocó un caos que ahora no sabe como manejar. Su “gobierno” fue ampliamente rebasado, pues el crimen organizado se desorganizó y no hay forma de tener control sobre él. Es correcto el ejemplo del avispero, que si se sacude a lo tonto el resultado no puede ser otro que hacer enojar a las avispas, las cuales salen a picotear a todo mundo.
¿Cuándo hemos sido rehenes realmente del crimen organizado? Nunca, pues el Estado mexicano es más poderoso que cualquier organización. Lo que ahora trata de hacer Calderón es magnificar un problema que él mismo creó, con el fin de que la ciudadanía piense que está en lo justo, que no había otra salida más que sacar al Ejército a combatir a los narcos. En cuanto regresen las tropas a sus cuarteles, la ciudadanía podrá darse cuenta del verdadero origen de la violencia en el país. Y en cuanto se vaya Genaro García Luna de la Secretaría de Seguridad Pública no habrá ningún riesgo de filtraciones ni dobles juegos en el aparato gubernamental.
Fue muy claro el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ministro Juan Silva Meza, en el acto conmemorativo del natalicio de Benito Juárez. Dijo, mirando a Calderón: “Necesitamos que funcionen con normalidad las instituciones de la República. Nada justifica incumplir la Constitución y los derechos humanos. Respetemos las formas y la legalidad. Respetemos la esencia de la República que es la legalidad”. Tales palabras no son simple retórica.
Se equivoca Calderón si cree que con sus desplantes el juicio de la historia habrá de ser benévolo. Su sexenio significó un severo castigo para el pueblo que no se podrá borrar nunca, por las consecuencias que tendrá para el futuro de los mexicanos. No será nada fácil retomar el camino correcto y que más conviene al país, por el socavamiento del Estado de derecho que llevó a cabo Calderón con el propósito de apuntalar su “administración”. De ahí la urgencia de que haya un verdadero cambio estructural que permita recomponer el Estado, impulsar un crecimiento sostenido y apuntalar condiciones mínimas de gobernabilidad, ahora inexistentes gracias a Calderón.
3/30/2012
Sexenio de Calderón, un severo castigo para el pueblo
En un patético esfuerzo por tratar de cambiar el juicio de la historia, que sabe será muy duro, Felipe Calderón reunió a su clan para decir su verdad y apaciguar su conciencia. Sin embargo, el faraónico acto en el Auditorio Nacional
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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