9/12/2012
Partidos de izquierda: ¿el principio del fin?
Ricardo Rocha
Conste que no pregunto por la izquierda. Porque esa es una convicción tan grande que no depende de una eventualidad. La izquierda es una herencia histórica que no sólo se debe a los estadistas y hasta tiranos que han dicho ejercerla. Sino a la suma de grandes filósofos, escritores, artistas y creadores que se han nutrido en ella. Por eso, está muy por arriba de los partidos políticos que dicen representarla, a veces en la mediocridad, tal cual ocurre en México.
La izquierda es una forma de mirar al mundo. De concebir a nuestro país. Es la vía de la sensibilidad y el aprecio por el talento y la inteligencia en un planeta donde prevalecen los números. Es la aceptación de que no podemos ser todos iguales, pero de que cada individuo tiene derecho a la igualdad de oportunidades. El entendimiento de que la pobreza no es un asunto de conmiseración sino de moral pública, pero también de mercado. A nadie conviene que haya tantos pobres, porque luego quién compra. Por tanto, es imperativo abatirla. Porque nos ata al pasado y nos impide mirar al futuro.
Se necesita estar ciego para no ver experiencias como las de Chile, Brasil y Perú en América. O las de Singapur, Corea y por supuesto China, en Asia, e ignorar que hay soluciones a la miseria y la desesperanza. Claro, siempre y cuando se propongan alternativas imaginativas, audaces y radicales. Que en el inevitable escenario de la globalidad puedan conducirnos a modelos propios de desarrollo. En México, por ejemplo, esquemas viables para nuestros tres grandes pendientes: una profunda reforma del Estado; un nuevo modelo económico; y una gran revolución educativa.
No estoy seguro de que todas estas propuestas sean alcanzables en el corto plazo, pero junto con otras más que han circulado en los años recientes creo que pueden ser un punto de partida. De lo que sí estoy absolutamente cierto es de que ni éstas ni otras visiones de país se discuten al interior de los partidos de izquierda. Ellos están siempre en lo suyo: la rebatinga por las posiciones de poder y los dineros, en sus partidos, sus gobiernos y con sus “representantes populares”. Las diferencias entre tribus no son ideológicas sino por posicionamientos políticos y económicos. En este sentido, los partidos de izquierda no se diferencian del resto. Todos convertidos en rentables empresas de colocación donde los cargos en los gobiernos y las legislaturas llegan incluso a subastarse al mejor postor o atendiendo a cuotas tribales o conveniencias familiares y personales.
No. Por supuesto que no. La ruptura —que no separación— de López Obrador con PRD, PT y MC, que lo postularon a la presidencia como Movimiento Progresista, no puede ser una buena noticia para los partidos de izquierda ni para la izquierda. Quienes digan que al fin podrán ser ellos mismos, compiten por la medalla a la estupidez política. Los que aseguran que no habrá desbandada mienten con todos lo dientes. Porque quiérase, o no: López Obrador es el líder más carismático que han tenido; la inmensa mayoría de quienes hoy gozan poder y sueldo en sus gobiernos o bien como diputados y senadores le deben a AMLO estar ahí; y por supuesto que habrá desbandada explícita o implícita.
Así que, una vez más la izquierda se atomiza porque es un hecho que Morena será el partido político de López Obrador. Así que todos son responsables de esta escisión histórica que podría significar el principio del fin de los partidos de izquierda en este país. Una catástrofe que se gestó desde el cochinero del 2008 en el que ni los contendientes ni sus ventrílocuos tuvieron la grandeza para renunciar a sus candidaturas, hacerse a un lado y reponer un proceso confiable. Una herida a la que han seguido otras con su cadena de agravios en que los arrogantes señores de la izquierda partidista han sido incapaces de anteponer los intereses del país a sus berrinches, bilis y obsesiones enfermizas. Porque de lo único que son capaces es de hartar a cualquiera.
@RicardoRocha_MX
ddn_rocha@hot
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