11/29/2012
Las gracias de Calderón
Gerardo Fernández Casanova (especial para ARGENPRESS.info)
“Que el fraude electoral jamás se olvide”
El espuriato nefasto de Felipe Calderón se acabó. El que nunca debió de haber llegado, que lo hizo por la vía del fraude, que debió ser defenestrado por sus errores, que nunca logró legitimarse y que se burló de la Constitución que prometió cumplir, logró su capricho sexenal y prepara la fuga pretendiendo evitar el juicio del pueblo al que victimó. La propaganda pagada con dinero público le da las gracias; el pueblo sin acceso a los medios publicitarios le mienta su madre. Los beneficiarios de sus traiciones le recibirán con fanfarrias en Harvard, mientras que los que las sufrimos lo sometemos al juicio del Tribunal de los Pueblos, al Internacional de Justicia de La Haya y, en último término, al de la historia; será condenado a vergüenza perpetua, por lo menos.
“Gracias” le dicen en los spots quienes ahora tienen casa y automóvil, los que recuperaron la salud y la alegría, los que van a la escuela, los de la carretera con puentes y los que gozan de seguridad Son tantos que –para no desgañitarse- lo agradecen por radio y televisión y, de paso, le agradecen la gentileza de pagar las módicas tarifas del tiempo aire en los medios. El resto no tuvo acceso porque el código moral prohíbe las majaderías en los spots y porque la señora Hinojosa de Calderón no tiene vela en este entierro.
Especial ceremonia de agradecida despedida la que, mediante prácticas espiritistas, le ofrecieron quienes fueron bendecidos por el martirio de las balaceras, incluidos los que gozaron de los beneficios colaterales. Ellos ya no tienen que padecer por la inseguridad ni vivir en la zozobra. Lástima que Carlitos Loret se fue de vacaciones a Gaza y López Dóriga se fue a Washington con Peña Nieto (el muy ingrato) y no hubo quien diera testimonio televisivo de tan emotivo evento. Entre periodistas y defensores de derechos humanos disputaron el premio a la mejor manera de acceder al mundo de los occisos de Felipe “El Belicoso”; quedaron empatados. Al final del acto los beneficiados hicieron coro para dedicar a su benefactor la muy mexicana Séptima de Bethoven: Tata tatáta tatá.
La muy cosmopolita firma “Tequila Herradura 100% agave” ofreció una degustación de honor, con edecanes incluidas, para despedir a su cliente VIP. Con un meritorio esfuerzo audiovisual resaltaron las mejores decisiones de su bebedor estrella: la extinción de Luz y Fuerza del Centro, con sus cuarenta y cuatro mil beneficiarios, y la cuarentena por el virus AH1N1, con el país parado. Hubo muchas otras ocasiones y decisiones memorables pero éstas se llevaron la palma del premio a la mejor ocurrencia etílica.
Mariano Rajoy, ínclito sepulturero de España, organizó una muy sentida celebración en La Coruña, cuna de su entrañable Mouriño, en agradecimiento por su inmenso apoyo. El número estelar se lo disputaron los trabajadores de los astilleros que armaron un barco hotelero de fantasía, por un lado, y los socios de Repsol, BBVA, Fenosa y otras que, en reconocimiento a sus beneficios, lo incorporaron a sus consejos de administración.
Pero el mundo está lleno de ingratos y canallas. Sus otrora amigos del PAN le reprochan el haber traicionado y descompuesto al partido que lo llevó a la presidencia. Están muy equivocados, la presidencia se la debió a la maestra Elba Ester quien, por cierto, debiera estar muy agradecida por el pago recibido, pero que también resultó ingrata y se entregó al nuevo, que resultó mejor postor.
Ingratos los que, seguidores de López Obrador, se pasaron el sexenio recordando el fraude electoral y la ilegitimidad del gobierno de Calderón. No reconocieron que, en los hechos, Calderón cumplió y desplazó al Peje: él sí generó el desempleo que se auguraba traería el tabasqueño; él no se quedó en ser un peligro para México, lo convirtió en realidad; la deuda se incrementó por arriba de lo que amenazaba hacerlo AMLO y los capitales se esfumaron en mayor medida y, además, con toda elegancia.
Por todo esto me sumo al coro: ¡Calderón: Tata tatáta tatá!.
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