Magalí Daniela Pérez Riedel / Furias
Avances y retrocesos. Encuentro Internacional de Mujeres Zapatistas. Entrevista con una mexicana en Argentina
“En nuestra lucha, hay mujeres que no dejan que las traten como
adorno o que las humillen y desprecien nada más por ser mujeres, sino
que se organizan y luchan por el respeto que se merecen como mujeres que
son”.
Prende un cigarrillo. Natalia se acomoda sobre una silla frente a su
escritorio para contarme sobre aquella experiencia inolvidable. Su
habitación, repleta de objetos. Un estante con la colección de libros de
Harry Potter entera, otro con cds, más libros y fotos. Hay ropa en el
suelo, la gata Celina duerme sobre la cama y la perra se recuesta cerca
de nosotras. Un placard alto me llama la atención; está repleto de
dibujos que el padre había realizado. No es de extrañarse si se sabe que
Natalia, de 30 años, es estudiante del profesorado de Bellas Artes y
nació en México. No solo eso, sino que también pertenece a la agrupación
Hijos e Hijas del Exilio, motivo por el cual, después de una larga
espera, decidió hacer una breve visita a su país natal. Y por una de
esas casualidades fue invitada al Encuentro Internacional de Mujeres en
Chiapas, algo que la hará explayarse conmigo sin problema alguno.
En una sociedad sexista como la mexicana, el rol de la mujer, sobre el
que luego ahondaremos, siempre estuvo limitado a las labores domésticas y
maritales. Y de allí se desprende la necesidad de una construcción de
autonomía, que tanto hombres como niños y mujeres pudieron lograr en la
comunidad zapatista de Chiapas. La reivindicación de la mujer como
sujeto de derecho quizás no sea un logro reciente en la Argentina del
siglo XXI, pero en la comunidad indígena se trató de un conmovedor
proceso revolucionario que involucró el uso de fuerzas armadas, de una
gran capacidad de autogestión, organización y solidaridad y, sobre todo,
de unidad; una campaña interesante en busca del cambio social.
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Un poco de historia
“La tierra es de quien la trabaja”, dijo Emiliano Zapata. Y en su honor, el Ejército Nacional de Liberación Zapatista tomó su nombre, al igual que la comuna que constituye hoy un movimiento social rebelde, revolucionario y de base popular e indígena; sin duda, una de las más pobres del continente americano. Lograron imponerse el primero de enero de 1994 en el estado mexicano de Chiapas al tomar varias cabeceras municipales; el acto se encontraría con un gobierno desprevenido que estaba ocupado con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que entraría en vigencia ese mismo día.
El acuerdo ya mencionado entre Estados Unidos, México y Canadá que establecía el libre comercio y una dura política arancelaria endurecería las circunstancias vividas por los indígenas. Pero el problema era todavía más profundo: desde su emancipación, México y su pasaje de la era colonial a la neoliberal solo supusieron un cambio de nombre y no de modalidad. Las burguesías nacionales no supieron o no quisieron propiciar un cambio en la política interna que condujera al óptimo desarrollo del país y que acabase con su dependencia económica en el exterior; se dio inicio a una nueva etapa de exterminio de las poblaciones originarias y de expatriación de riquezas de una nación que subsiste en su subdesarrollo. De allí los motivos para el combate contrahegemónico e insurgente que se lanzó en la región. Un movimiento social anticapitalista o contracultural que no buscaba la toma del poder estatal.
Los principios elementales que allí se persiguen son, principalmente, la defensa de los derechos, ya sean individuales o colectivos, que hayan sido negados históricamente a los pueblos indígenas mexicanos. Luego, pero no menos importante, la construcción de un nuevo modelo de nación que incluya las nociones de democracia, libertad y justicia para una nueva forma de hacer política. Y tercero, la realización de una red de resistencias y rebeldías altermundistas en nombre de la humanidad y en contra del neoliberalismo.
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Las mujeres en Chiapas
Durante la entrevista, Natalia afirma que las mujeres “han logrado algo que yo pensé que nunca iban a poder lograr en una sociedad tan machista como es la de México, en donde ellas no tenían dos minutos para nada; ahora son comandantas, dirigen ejércitos, son militares, son educadoras, son médicas, eligen con quién quieren casarse si quieren casarse, si no, a qué edad o cuántos hijos tener. Han logrado muchísimas cosas.” Los logros son todavía mayores; los integrantes de esta comunidad, en su mayoría indígenas, han prohibido el uso de alcohol y drogas para proteger el bienestar femenino. Esto se debe a que la alcoholemia era el factor principal por el cual ellas solían ser sometidas y acosadas constantemente.
El rol de la mujer ha cambiado; tanto las grandes como las más chicas pueden observar las diferencias entre el presente y el pasado. Ahora pueden formar parte de aquello que se propongan; se las ve ocupando las mismas posiciones que los hombres, siempre en un clima de justicia, democracia y autonomía. Para celebrarlo, llevaron a cabo el Tercer Encuentro Internacional de Mujeres Zapatistas entre el 27 de diciembre de 2007 hasta el 1 de enero del 2008 al que la entrevistada tuvo la suerte de concurrir. Comenta que allí “estaba todo muy organizado: te decían el horario de desayuno, de la primera charla, después de la comida, la segunda charla, la tercera charla y de la recreación de la tarde. Comer, comías bárbaro, era barato; los ayudabas con un poco de plata con lo que consumías. El lugar estaba muy bien distribuido y no faltó nada”. En el encuentro, tanto jóvenes como mujeres maduras tuvieron la oportunidad de dar charlas y conferencias ante miembros de organizaciones internacionales, mientras que los hombres se encargaban del cuidado de los niños, de la limpieza y de la cocina.
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Ley Revolucionaria de Mujeres
Un pequeño regalo que tuve la suerte de recibir de Natalia es una tarjeta que consiguió durante su estadía en Chiapas; lo que dice sobre ella es lo siguiente:
“En su justa lucha por la liberación de nuestro pueblo, el EZLN incorpora a las mujeres en la lucha revolucionaria sin importar su raza, credo, color o filiación política, con el único requisito de hacer suyas las demandas del pueblo explotado y su compromiso a cumplir y hacer cumplir las leyes y reglamentos de la revolución. Además, tomando en cuenta la situación de la mujer trabajadora en México, se incorporan sus justas demandas de igualdad y justicia en la siguiente LEY REVOLUCIONARIA DE MUJERES:
Primera: Las mujeres, sin importar su raza, credo o filiación política tienen derecho a participar en la lucha revolucionaria en el lugar y grado que su voluntad y capacidad determinen.
Segunda: Las mujeres tienen derecho a trabajar y recibir un salario justo.
Tercera: Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar.
Cuarta: Las mujeres tienen derecho a participar en asuntos de la comunidad y tener cargo si son elegidas libre y democráticamente.
Quinta: Las mujeres y sus hijos tienen derecho a atención primaria en su salud y alimentación.
Sexta: Las mujeres tienen derecho a la educación.
Séptima: Las mujeres tienen derecho a elegir su pareja y a no ser obligadas por la fuerza a contraer matrimonio.
Octava: Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni por extraños. Los delitos de intento de violación serán castigados severamente.
Novena: Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias.
Décima: Las mujeres tendrán todos los derechos y obligaciones que señalan las leyes y los reglamentos revolucionarios.”
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Educación y comunicación
Con respecto al ámbito educativo, las nenas de aproximadamente trece años, nacidas en la comuna, se alegran de la educación a la que tienen acceso, que es la del “buen gobierno”. La comparan con la escuela del “mal gobierno”, en el que no pueden opinar, no pueden elegir qué aprender y no se divierten; en cambio, la de su comunidad no es una educación graduada. Pueden elegir, tienen voz y se las escucha.
A pesar de todo, su suerte en la comunicación se ve limitada; los medios oficiales eran indiferentes ante todo lo que tuviera que ver con Chiapas. Por esto, se dio inicio a un proyecto comunitario importante: se trata de “un grupo que sale de Chiapas y va por todo México contando lo que pasa ahí. Son hombres y mujeres también, y se llama La Otra Campaña”, comenta Natalia. En el transcurso, este movimiento político-independiente que permite la participación popular, alienta el diálogo, informa y recibe inquietudes, necesidades y ayuda para sus fines. Se aproximan a todo aquel que en un clima de horizontalidad y en pos de la equidad quiera superar el estado actual de la sociedad.
La mexicana agrega que “como no tienen lugar en los medios oficiales, también es importante Internet. Es impresionante que podés escuchar y bajar sus declaraciones, ver muchas fotos; eso es lo que ellos quieren, esparcir su mensaje por todos lados, hasta donde los medios no los dejan llegar”. Son varias las fuentes virtuales como también las escritas (el periódico La Jornada, la revista Chiapas, entre otras) las que nos acercan a esta nueva realidad, creando foros que sirven para la formulación de diversas demandas
Además, en lo que refiere a las mujeres en particular, parece pertinente recordar aquel suceso ocurrido el primero de agosto del año 2006. Aproximadamente dos mil personas de sexo femenino de todas las edades y sectores sociales (hijas, esposas, madres, campesinas, trabajadoras, amas de casa, entre otras) organizaron una protesta pacífica y ocuparon las radios y cadenas televisivas que eran propiedad del gobierno estatal en el pueblo Oaxaca. La finalidad era conseguir la renuncia del gobernador priísta y un gobierno mejor para todo México, uno que no violara los derechos de los humanos de su nación. Con anterioridad, con la sexta declaración de la Selva Lacandona (2005) se pudo dejar en claro el deseo zapatista de organizar un movimiento nacional para conseguir la reestructuración de las relaciones sociales y la creación de una nueva constitución que tome en cuenta las demandas mexicanas. Aún queda mucho por hacer.
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Chiapas hoy
Sin embargo, hoy la realidad ha cambiado un poco. Los paramilitares y las fuerzas oficiales quieren acabar con lo que queda del movimiento zapatista a sangre fría. Como dice la entrevistada, “es muy crítica la situación, es peligroso. Los están reprimiendo mucho, los trasladan a las empresas y nunca los juzgan, los torturan, está muy pesado. Ya están asustados”. Por esto es que cubren sus caras en todas las protestas, sean adultos o niños, hombres o mujeres. Natalia cita una frase muy común, “hasta que no podamos sacarnos la máscara no vamos a poder seguir”, no van a poder ser totalmente libres.
Muchas familias se separaron para conseguir refugio para algunos de sus seres queridos o porque los maridos o madres de casa jamás regresaron a su hogar. Hay muchos muertos y desaparecidos, pero las víctimas ya no son solamente aquellos de nacionalidad mexicana. Los miembros de la comuna quieren que se los visite para poder trabajar en paz porque antes no los atacaban si había gente de otra nacionalidad. Y tal vez las razones sean claras pero no suficientes ya que, por desgracia, muchos profesionales y curiosos venidos del extranjero también fueron atacados por los militares. El peor ejemplo se ubica en la ciudad de Atenco, donde hubo una represión masiva; sobrevivientes y pueblerinos estiman que las órdenes de ataque provenían del Estado.
Ante las circunstancias recientes, ¿cómo responden las organizaciones de derechos humanos? ¿Cuál es la posición oficial ante la situación de sometimiento previa al movimiento, de sus logros y del más cruel de los desenlaces de su reivindicación? ¿Qué podrá decir el gobierno mexicano sobre aquella estudiante chilena que fue violada dentro de su jurisdicción o de los niños que han sido masacrados sin causa? Previo a la entrevista, Natalia cuenta que las ONGs están tranquilas ante los sucesos. Anteriormente, la comuna zapatista había contado con su apoyo, como fue el caso de Médicos Sin Fronteras cuyos miembros prestaron asistencia médica y educación pertinente para formar futuros médicos en Chiapas. Pero hoy las acciones escasean y faltan respuestas.
Para obtenerlas y para poder comprender la opinión de las autoridades mexicanas sobre este tópico, se intentó contactar a la embajada mexicana en Argentina. El llamado fue atendido por Alma Margarita Carvalho Soto, encargada del Área de Asuntos Sociales y Derechos Humanos. Sus evasivas fueron varias: “los zapatistas trabajan como una ONG, no hay una opinión oficial al respecto”, “es un tema que ya no se encuentra en la agenda pública del país”; sí lo fue entre 1994 hasta el 2002, según dice. Admitió que habrían registros sobre el movimiento (en México), pero se limitó a recomendar visitas a páginas de Internet sin dar respuestas concretas.
En conclusión, si bien se han conseguido muchos avances que el Estado mexicano intenta revertir, las mujeres ahora más que nunca tienen que protegerse entre sí y a los que las rodean. Unidas podrán derrotar cualquier fuerza paramilitar que se les aproxime, juntas podrán vencer las fronteras que el gobierno les impone y pasar por arriba de todas aquellas que separan una ciudad de otra, a un país de otro. Porque no son solamente las mujeres de Chiapas las que necesitan autonomía; no. Este es un ejemplo cercano para todo habitante de Latinoamérica y debe servirnos como modelo a seguir para conservar la esperanza y luchar por un futuro más igualitario.
http://revistafurias.com/internacionales/mujeres-zapatistas-en-chiapas-2