1/22/2014
¿Asesinar al asesino?
Tomás Mojarro
¿Violar al violador?
Las piedras utilizadas para infligir la muerte no deberán ser tan voluminosas como para que el condenado muera después de haber sido golpeado por una o dos, y no deberán ser tan chicas que no se les pueda dar el nombre de piedras.
Tal estipula elReglamento para la Lapidación enIrán. A propósito el cardenalRenato Martino, cuando jefe del Consejo del Vaticano para la Paz: Castigar un crimen con otro crimen significaría que aún estamos en el punto de demandar un ojo por ojo, diente por diente.
Por su parte un Leandro Despouy, vocero de las Naciones Unidas
Esa decisión es arcaica y feroz. Las autoridades iraquíes no deben ejecutar semejante sentencia de muerte.
¿Y en la legislación de los Estados Unidos? ¿Qué ocurre en cárceles de aquel país con delincuentes negros y del sur del Bravo? Dos noticias me motivan a tratar ese tema para mí ingrato: la pena capital que en próxima fecha se impondrá en EU a un mexicano y la encuesta de Parametría que expone opiniones en torno a la pena de muerte, ya abolida en nuestro país. La mayoría de los interrogados se manifiesta porque se imponga la pena capital de forma selectiva a asaltantes, secuestradores y violadores.
Ello detona una ignorancia absoluta de la dignidad humana que ontológicamente se adquiere desde el nacimiento y que de forma categórica impide la muerte como castigo. Consideraciones secundarias salen sobrando, como aquella de que la pena de muerte no abate la criminalidad. Según la magnitud de sus crímenes, el delincuente podrá ser castigado hasta con prisión perpetua, pero nunca privársele de la vida, que su dignidad de humano lo prohíbe. Y aquí el reproche de los adictos a la pena capital:
- Cómo se ve que tú no has sido atacado por la delincuencia, que entonces opinarías otra cosa.
Mis valedores: dos veces he sido asaltado, y otras tantas mis familiares, con el consiguiente temor ante la falta de seguridad pública, pero cómo pudiera ser de otro modo: yo, como todas mis gentes, contra la pena capital. ¿Qué aún por ahí sobreviven algunos vestigios de épocas salvajes, algún adicto al “asesinato legal”? Por supuesto. En consonancia con unas masas manipuladas, que confunden justicia con venganza y se conducen a lo visceral, anda o andaba por ahí un cierto ex policía Garay:
-Dicen que la pena de muerte no ha disminuido los índices delictivos, pero su primer efecto no es que bajen; que sirva de ejemplo para que se sepa que a cierta conducta corresponde esa sanción.
Es obvio que las razones del policía son muy distintas de las que aporta el humanista, espejo y flor del espíritu, que defiende la vida como valor supremo del hombre . Ya en el XVIII César de Beccaria, criminalista:
No a la pena de muerte. Nunca. No hay ningún hombre que racionalmente le conceda a otro hombre, sólo porque está en el gobierno, un poder sobre la vida y sobre la muerte”.Y alguno más: Contra la pena de muerte hay, sobre todas, una razón de carácter humanitario muy fuerte. Cuando se aplica, por grave que sea el crimen, por monstruosa que sea la conducta por la cual se condena, el Estado se pone justo en el mismo nivel que el delincuente: comete un homicidio.
Hoy Daniel Sueiro, humanista: Si es lícito matar, todo es lícito. Si justificáramos la pena de muerte tendríamos que justificar la castración, la mutilación y el suplicio. Esa pena hay que condenarla en todas sus formas, incluidas las desapariciones y las ejecuciones extrajudiciales.Hay que decidirle ¡no! a la muerte en cualquier circunstancia.
(Vale.)
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