"Y las militancias se derivan de ser mujer porque es necesario reivindicar nuestra presencia activa en el mundo como seres libres e iguales en derechos a los hombres en todos los aspectos"
Teresa Mollá Castells
Ontinyent
– Valencia, 09 jul. 14. AmecoPress.- Ayer me tropecé con una situación
que me hizo recordar la necesidad de las militancias múltiples,
colectivas, personales y continuas.
El
incidente en sí mismo no tiene ninguna importancia, pero incluía a una
mujer jubilada del barrio que, al escuchar decir a su hija que tenía
ganas de que llegara la hora de cerrar el negocio e irse a su casa a
descansar y estar con sus hijos pequeños, la reñía para recordarle que
“para una mujer no existe el descanso, puesto que al llegar a casa,
tenía que continuar trabajando allá. Era el precio de ser mujer”. Lo
dijo con una rabia profunda hacia la vida en sí misma. Pero lo peor de
todo es que su hija, que regenta el negocio familiar, le dio la razón.
La tienda estaba llena de señoras y comenzó la típica conversación de
carnicería en donde aparece el mismo argumento repetido desde el punto
de vista de cada una de las voces presentes.
Me fui triste
y sin comprar nada. La rabia por no decir odio de aquella mirada, la
resignación de la hija de apenas treinta y cinco años, las voces del
coro como idénticas víctimas de la situación expuesta por la primera
señora, todo aquello me produjo una sensación de que el sometimiento a
los dictados del patriarcado está muy presente todavía.
Si desgranamos
la situación nos encontramos con que la culpa sigue dominando la vida
de esta mujer joven que no se permite ni reivindicar su tiempo de
descanso como mujer trabajadora. Al tiempo sigue sumisa a los dictados
de su madre que es la transmisora de los valores tradicionalmente
asignados a las mujeres, en los que incluso se hace patente la falta de
solidaridad con su propia hija a la que reprende por desear estar con
sus hijos y le recuerda su misión dentro del hogar.
Me llevó a mi
universo particular de reflexiones y fui consciente de la necesidad de
que sigan vivas las militancias y los activismos de clase y de género
pero siempre políticos para que, algún día y en algún momento, las
hijas o quizás nietas de esta mujer joven sean realmente libres para
apropiarse de su propia vida y hacer de ella lo que consideren más
oportuno en cada momento sin la presión de madres y/o abuelas.
Y las
militancias se derivan de ser mujer porque es necesario reivindicar
nuestra presencia activa en el mundo como seres libres e iguales en
derechos a los hombres en todos los aspectos. Y, por supuesto seguir
denunciando las situaciones de las mujeres de otros lugares del mundo
cuyas situaciones vitales son bastante peores que las nuestras.
De ser mujer
trabajadora, porque nuestras situaciones laborales son diferentes a las
de los hombres. Porque necesitamos a las bravas y luchadoras mujeres
sindicalistas que con sus modelos de hacer sindicalismo, casi siempre
incluyen en sus discursos las situaciones de desigualdades laborales de
las mujeres y que cuando negocian se toman en serio los derechos y
situaciones de desigualdad existentes en las empresas.
Militancia
activa en el feminismo puesto que sigue siendo claramente cuestionado
por las esferas del poder que pretenden deslegitimarlo y satanizarlo
porque denuncia y cuestiona el origen de los privilegios de género y de
clase que consagra el patriarcado más rancio y explorador, como hermano
gemelo que es del capitalismo más feroz.
También sigue
siendo necesario reivindicar a través de las militancias y activismos,
una sociedad laica. Porque ya vemos que lo del “Estado Aconfesional” no
funciona y los de faldas largas y negras siguen mandando (o al menos
intentándolo) a través de los gobiernos, en nuestros cuerpos y vidas de
mujeres. Y sencillamente hay que echarlos de nuestras vidas y no
permitirles que nos impongan decisiones según su credo sectario,
misógino y ultraconservador que nos condena a ser seres complementarios
de los hombres. Y va a ser que no, porque soy atea convencida y en mi
cuerpo mando yo y sólo yo.
Y más que
nunca hemos de reivindicar también la República como forma de Estado.
Nos la robaron con el golpe de estado que originó la guerra civil y que
impuso un régimen fascista que duró casi cuarenta años. Aquella que nos
dio tantos logros en tan poco tiempo y que se cargaron precisamente por
eso ha de ser un referente para la militancia y el activismo que
defiende y busca sociedades progresistas, igualitarias y equitativas,
solidarias, antifascistas y respetuosas con todos los seres humanos
sean cuales sean sus orígenes, condiciones, orientaciones, creencias,
sexos, etc. No podemos seguir pensando que nunca pasó nada cuando
tenemos como Jefe del Estado a un señor que lo es precisamente como
parte de la herencia del dictador fascista que asesinó hasta
prácticamente su muerte y que sembró en miedo que sigue persiguiendo a
tanta gente temerosa de todo.
Ese miedo que
sigue en los tuétanos de tanta gente que teme ser escuchada en público,
que teme expresar sus opiniones contrarias a lo establecido para no ser
juzgada por ese tribunal público implacable que es el juicio social, el
qué dirán y que por tanto es mucho mejor ser dócil a los mandatos y ser
lo que se espera que seas, sin más, aunque eso te impida ser feliz.
Porque, como dicen las personas mayores, víctimas a su vez de esa
dictadura de curas, “a este mundo hemos venido a sufrir” y no a sentir
placer que es pecado.
Y de nuevo la culpa por buscar ser feliz, por ser diferente a ser como se espera que seas, paraliza a demasiada gente.
Y para acabar,
a la suma de todos estos factores paralizantes, le hemos de añadir el
miedo colectivo a una vigilancia invisible pero presente por cuestionar
las decisiones injustas e implacables que este desgobierno facha,
ultracatólico y servil a los intereses de los poderes económicos está
tomando y que nos empobrece cada día más al conjunto de personas. Ese
miedo a lo invisible pero que en cada telediario nos recuerdan que está
presente con la criminalización de las voces discordantes como por
ejemplo la gente sindicalista para quienes se piden penas de prisión
por ejercer el legítimo derecho constitucional a la huelga. O los
insultantes indultos a gente corrupta mientras se le deniega a una
mujer que, víctima de una enajenación mental, mató al violador de su
hija al que se encontró por la calle y que en tono jocoso le preguntó
cómo se encontraba la niña.
Miedo
colectivo y rabia contenida al ver como la justicia no es igual para
todo el mundo y que en los bancos de varios parlamentos autonómicos se
sigue sentando gente corrupta que ha robado dinero público a espuertas,
pero que no pasa nada…mientras que por robar para alimentar a las
criaturas, te pueden caer años de cárcel. Eso también influye en ese
viscoso y asqueroso miedo pegadizo que impide levantar la voz para
denunciar estas situaciones.
Y se hacen más
necesarias que nunca las militancias. Reivindicar como políticas esas
necesidades. Levantar la voz y ser activista, en definitiva de los
derechos humanos básicos que nos están arrebatando.
Y, desde aquí
invito a que reflexionemos un poco sobre cual es o puede ser nuestra
aportación para que ese cambio sea posible y, también para que en un
ejercicio de honestidad íntima y personal, calibremos el alcance de
nuestros propios miedos que se suman a los colectivos, convirtiéndolo
en un gran monstruo paralizante y que, en definitiva, es lo que se
pretende por parte del poder establecido.
Yo así lo voy a hacer, porque considero que no se puede ser libre cuando el miedo está presente.
Y porque lo personal es político y la política, bien entendida ha de ayudar a ser felices y libres a las personas.
Foto: Archivo AmecoPress.
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