Escrito por Jenaro Villamil
Se cumplieron con creces los malos augurios que advertimos cuando publicamos en Proceso
que desde enero de 2014 hubo un pacto entre el presidente Enrique Peña
Nieto y Grupo Televisa. El dictamen que finalmente hoy dieron a conocer
las comisiones –que nunca discutieron pública y abiertamente- es un
ejemplo del peor modelo de legislación para telecomunicaciones y
radiodifusión.
La
complejidad técnica y jurídica del tema, no tiene por qué ensombrecer
el asunto fundamental: no se van a democratizar las estructuras de los
medios de comunicación; no habrá diversidad y pluralidad de contenidos;
no se combate a los monopolios, por el contrario, se les fortalece; y
en lugar de ser una ley convergente mantiene por separada la
posibilidad de que México entre a una legislación moderna en materia de
contenidos, de libertad de internet y de acceso de la población a las
nuevas tecnologías.
Son cinco ejes fundamentales que pueden explicar esta clara contrarreforma:
1.-Restringe derechos.-
La
reforma constitucional del 2013 estableció claramente derechos nuevos
como los derechos de las audiencias –el máximo derecho es tener acceso
a diversidad, pluralidad y calidad de contenidos
audiovisuales-, los derechos de los usuarios –evitar el uso y abuso del
monopolio telefónico-, los derechos de acceso a universal al internet,
y los derechos a los comunicadores comunitarios e indígenas.
Estos derechos se conculcan para
privilegiar los intereses de los monopolios, pero, sobre todo, el
interés de Televisa y su socio TV Azteca en su proyecto de expansión
hacia la telefonía, de controlar más del 90 por ciento del mercado de
contenidos y de publicidad en televisión abierta y en televisión
restringida.
No habrá ninguna medida eficaz para
frenar la expansión del negocio de Grupo Televisa en televisión
restringida. Mucho menos existirán mecanismos eficaces para hacer
respetar los derechos de las audiencias. Y, por si fuera poco, la
Secretaría de Gobernación mantendrá un control nada velado sobre los
contenidos tanto de la televisión, como de la radio y hasta de la
televisión restringida.
2.-No hay autonomía del órgano regulador.-
La
reforma constitucional se construyó con la idea que la regulación de
este poderoso sector se hiciera desde un organismo autónomo a las
ambiciones de control político del gobierno federal y a las ambiciones
de “captura” y manipulación de los grandes monopolios.
Esta aspiración se echa por la borda.
En los hechos, el papel del IFT en este proceso de legislación
secundaria ha sido vergonzoso, por ponerle un adjetivo suave. Los
comisionados y su comisionado presidente prefirieron alienarse a los
intereses de la “línea dura” gubernamental, representada en esta
negociación por el consejero jurídico de la presidencia Humberto
Castillejos, y con el gran cabildero de Televisa, el señor Javier
Tejado Dondé.
Por si fuera poco, en la última versión
del dictamen se permite, de nuevo, la influencia de la SCT para
“opinar” en materia de prórroga de concesiones. De nuevo, el uso
político de las concesiones. Y la Secretaría de Gobernación mantiene 11
funciones.
A este IFT debilitado le quedarán las
funciones más incómodas y discrecionales como hacer los “lineamientos”
para los defensores de audiencia; estará subordinada a la Profeco (una
institución pensada para otro tipo de servicios) en materia de derechos
de los usuarios; y sus atribuciones quedarán envueltas en esta
demostración de presidencialismo faccioso que se impondrá en el Senado
de la República.
3.-No es una legislación convergente.-
Tampoco
se avanza hacia una legislación que garantice condiciones de equidad y
de competencia en el proceso de convergencia entre los medios
audiovisuales (televisión abierta, televisión restringida) y los de
telecomunicaciones (internet, telefonía fija, telefonía móvil) y la
posibilidad de que los medios públicos puedan acceder a esta
convergencia.
La ley secundaria mira al pasado para prevalecer los privilegios políticos, económicos y de facto
de la única empresa que ha sido inalterada en sus intereses durante la
fallida “transición” o “alternancia” a la democracia: Grupo Televisa.
El gobierno federal y el Congreso harán
el ridículo internacional al aprobar una ley caduca, facciosa,
beneficiaria sólo a los intereses preponderantes. La promesa de que
México, “ahora sí”, entraría a la sociedad de la información y pondría
límites a los monopolios quedará como pura demagogia.
4.-Discriminación y censura.-
Lo
peor de la última versión de este dictamen de telecomunicaciones es que
cierra toda posibilidad a que los medios comunitarios e indígenas se
vuelvan alternativas viables.
No habrá una reserva del espectro digna.
No habrán condiciones de competencia. Se les restringe a un radio de
transmisiones de 20 watts de potencia y torres de 30 metros máximo. En
otras palabras, cualquiera radio religiosa o parroquial tendrá más
potencia. A las emisoras dependientes de las universidades se les
restringirán los recursos. Los medios públicos no serán tales sino
extensiones de las oficinas del gobierno federal o de los gobernadores.
Todo esto alentará la doble censura:
por un lado, la que impondrán el modelo de monopolio de la opinión
pública (sólo Televisa y TV Azteca podrán ofrecer sus contenidos en
todas las plataformas posibles) y, por otro, la que ejercerá el
gobierno federal. Imaginemos a una cobertura informativa donde todos
naden sincronizadamente para criminalizar al doctor Mireles –como está sucediendo ahora- e imponer una comunicación facciosa.
En el internet son muy vagos los
avances. Ciertamente cambiaron los artículos más represores del
capítulo de “Colaboración con la Justicia”, pero se mantiene esta
posibilidad de que las autoridades ministeriales violen la privacidad
de las comunicaciones en internet.
5.-Se impone el plan de negocios de Televisa.-
No
hay vuelta de hoja en esta ruta: la ley secundaria no frenará la
creciente concentración en televisión de paga. Al contrario, la
alentará, porque así está decidido desde junio del año pasado en el
“plan de negocios” de Grupo Televisa.
Y si es posible, se prolongará lo
más que se pueda la licitación de las dos cadenas de televisión abierta
digital. De todas maneras, ambas cadenas llegarían, a lo máximo, a
cubrir el 16 por ciento del mercado en 5 años. Mientras tanto, Televisa
podrá mantener su 70 por ciento de dominio en televisión abierta y
crecer más en su dominio de la publicidad, de los contenidos, de
adquirir más empresas de televisión de paga (sólo quedará como
“competencia” relativa un consorcio como Megacable, en televisión por
cable; y Grupo Dish, en televisión vía satelital, con múltiples
barreras de entrada).
Bienvenidos a un sexenio más de Televisa con el Grupo Atlacomulco como principal cliente y defensor.
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