Mujeres en tránsito sobreviven en las vías del tren
Las
vías del tren son asiento, cocina, mesa para comer, hotel temporal,
cama, estancia y además son una opción que lleva a caminos infinitos.
La otrora estación del ferrocarril en esta capital del estado de Sonora es una gran casa sin techo, donde conviven decenas de personas migrantes frente a las vías del tren.
Hay algunas que llevan meses y han construido una pequeña casa con materiales como cartón, telas o plástico. La razón es que provenían de estados del sur del país rumbo a la frontera norte, para tratar de llegar a Estados Unidos.
Algunas personas migrantes cruzaron la frontera pero fueron deportadas, otras simplemente emigraron para buscar trabajo en el campo, pues en sus estados no lo hay, encontrándose con que en Sonora tampoco. No obstante, se estacionan por un tiempo a esperar la temporada de la pizca en los campos de la vid.
Ahí hay migrantes deportados, en tránsito, algunos llegaron en el tren carguero del día anterior y están en espera del que pasará en la madrugada para saltar hacia él, aferrándose a cualquier agarradera que sea útil para escalar hacia el techo.
VIRGINIA CREE ESTAR EMBARAZADA
Virginia llegó del estado de Jalisco hace unos meses; iba hacia el norte con un compañero que la trataba mal: “Me daba muchos golpes con todo lo que encontraba”. Se separó de él y sobrevive vendiendo cigarros sueltos “aquí a los muchachos”, dice refiriéndose a los migrantes que están de paso esperando el tren.
Es tan delgada como una niña de no más de 11 años. Con confianza platica entusiasmada que ya tiene otro compañero y como una gran mejoría en su relación cuenta: “Éste no me pega, me trata bien; estoy bien así”.
Platica que está sintiendo algo en la panza y que cree que es un “bebé”. “¿Estás embarazada?”, se le pregunta. “Sí, yo creo que sí”, contesta sonriendo mientras exhibe una dentadura a la que le faltan varios dientes. “¿Y ya fuiste al doctor?”, otra pregunta de la reportera. “No, yo voy hasta que ya lo voy a tener”, responde.
Mientras, las y los migrantes comen lo que pueden, duermen, descansan, cuidan sus pertenencias, se bañan, lavan la ropa, pero no se olvidan de buscar ansiosamente un teléfono para reportarse con sus familias y decirles un escueto y rápido: “Estoy bien, ando en Hermosillo, al rato me voy en el tren”.
Para hacerlo piden un teléfono prestado, compran una tarjeta telefónica cuyo saldo no alcanza para hablar mucho hasta Honduras, Chiapas o Jalisco, lugares de donde proviene la mayoría. Por ello, antes de que la llamada se corte apuradamente insisten: “Estoy bien, nomás te llamo para decirte que estoy bien”.
APOYO CON COMIDA
Formada en su mayoría por mujeres de la sociedad civil, la Red Solidaria Sonora (RSS) ha encontrado en las vías del tren otro de los centros de reunión para las personas que no cuentan con lo elemental para sobrevivir: la comida.
Para apoyar a quienes están sin dinero, sin familiares, sin instituciones que los contemplen como personas sujetas de derecho, la RSS acude cada domingo a suplir al comedor que un sacerdote coordina cerca de ese sitio, para que las y los migrantes puedan tener alimento de lunes a sábado.
La red ha crecido hasta llegar a lo que hoy en día es: una sólida agrupación ciudadana que ha demostrado que sin necesidad de un patronato, o sin la parafernalia de una Institución de Asistencia Privada (IAP), se puede solventar una necesidad inmediata.
Con el lema “No queremos tu dinero, queremos un poco de tu tiempo”, cada noche, desde el 22 de diciembre de 2013, sin burocracia, sin pedir credencial de elector como lo hacen otros “benefactores”, acuden rondas de personas solidarias que preparan la comida que más tarde servirán a ese ejército cada vez más grande de migrantes que sólo quieren una cosa: comer.
Foto: Silvia Núñez Esquer
Por: Silvia Núñez Esquer, corresponsal
Cimacnoticias | Hermosillo.-
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