Hace unas horas una mujer estaba por tomar el autobús en el
centro de San Salvador. Se dirigía a su trabajo. Mientras esperaba
en la parada de buses, un hombre se acercó para lanzarle su acervo
de piropos. Sus maneras eran muy creativas: comentaba a otro hombre
su ojo con las mujeres. Decía que podía mirar a una hembra y
delimitar todas sus profundidades, como si observara una montaña
desde un helicóptero. Por supuesto, el hombre usaba otras palabras.
El otro hombre le escuchaba con una sonrisa, y ambos dirigían de vez
en vez una alegre mirada a la mujer.
Ella se puso pálida e intentó controlar su respiración para
relajarse. A veces es muy histérica, pero en ese momento sentía que
la estaban desnudando contra su deseo. Esta vez algo extraño
sucedía: la humillación se estaba transformando en rabia…
Intentando no cambiar palabra con el hombre, la mujer reparó en
el autobús que se aproximaba. Con el ceño fruncido, dio algunos
pasos hacia la calle de asfalto, y esperó a que el vehículo
estuviese lo suficientemente cerca para abordarlo. Quería huir y, en
realidad, así lo hizo.
Más tarde, revolvió mil veces la escena en su cabeza y se
reprochó su propia estupidez por no haber confrontado al hombre.
Furiosa consigo, se calmó al entrar al salón de clases. Los niños
y las niñas la saludaron; ella respondió con una sonrisa. El día
acababa de empezar, a pesar de todo.
Cuando le pregunto a esta mujer, qué haría si fuera posible
rebobinar la cinta, ella confiesa: “Querría tener una pistola y
dispararle; o un cuchillo, para apuñalarlo; a lo sumo, un vaso con
café caliente para arrojárselo en la entrepierna. Tal vez así se
calentaba más.”
Ella sonríe. No apoya las guerras. Se opone a la pena de muerte.
Nunca ha matado… Sin embargo, en aquel momento deseaba ahorcar a
alguien o colgarse ella misma. No cree en la violencia, pero estaría
dispuesta la próxima vez que un hombre le hable en términos
semejantes.
Le conté esto a una vecina, Juana. Ella opina que pobre mujer no
está acostumbrada a los hombres. Demasiado delicada, no podrá
sobrevivir así. Acostumbrada a tenerlo todo, la mujer no comprende
que lo que sufre todas las mañanas al trasladarse al trabajo, es
completamente normal.
Medito un poco, y creo que Juana tiene razón. Otras mujeres han
sufrido episodios peores y siguen con sus vidas. Hay excepciones: las
que terminan en un cajón. Gracias a Dios esto no es muy frecuente.
Por ejemplo, cada vez que se emborracha, el esposo de María la
obliga a hacer el amor con él. El pastor de la iglesia a la que
asiste María le confirma: “Eso no es violación: ¡Es su esposo!”.
Ella se levanta a las 2:00 A.M. y sale a trabajar a las 4:00 A.M.
todos los días. Tiene cinco hijos.
Claudia cuenta que su padrastro la hurgaba desde que tiene
memoria. Ahora ella trabaja en un call center y tiene un hijo.
Gloria lleva a su hija todos los sábados a la oficina del pastor.
Sale a hacer unos mandados y vuelve un par de horas después. El
pastor la bendice y le dice que su hija es una muchacha buena gente.
Gloria vuelve con ella a la casa. No hablan durante el trayecto.
Ana Rosa, subalterna del director de la Biblioteca Rodante, compra
horas sociales a cambio de amor en los viajes hacia el interior del
país Durante el día cuenta cuentos a los niños y en la noche toma
una copa de vino con el director. Luego duermen juntos en un colchón.
Antes no quería, pero ahora se está enamorando. Otras ridículas
prefieren rechazar al hombre y cumplen su servicio social sin obtener
una carta de recomendación. El director del proyecto argumenta que
son demasiado irresponsables.
Johanna dará a luz al bebé de su primo, en agosto. Estudia el
noveno grado. Su madre no le dirige la palabra.
Gabriela dejó de hablar hace algunos días, porque su hermano
Carlos la tocó donde nadie debía tocar. Ambos van juntos a la
escuela del cantón. Él va a séptimo grado; ella a primero.
Guadalupe está encinta por octava vez. Tiene veinticinco años
pero ya no puede más: se niega a dar a luz de nuevo. Con dos meses
de embarazo, una noche se introduce una varilla de hierro en la
vagina. Muere desangrada y el padre de la criatura no aparece
todavía. “Deberían esterilizarlas a todas, aunque no quieran”,
murmura alguien cuando ve la noticia en la televisión.
A Marcela, un anciano le comentó en la calle que nunca había
visto tetas en su vida y que qué bonitas son, ¿verdad? Marcela
tiene quince años.
El policía que cuida la escuela en el turno de la mañana, todas
las tardes le da un beso a su novia de dieciséis años; se
conocieron el año pasado. Fue amor a primera vista.
Hace algunos días Yolanda recibió una amenaza de su maestro de
Estudios Sociales. Él le dijo que si le hablaba de su relación a
alguien más, reprobaría la asignatura.
Desde hace un par de años, una reconocida tienda de zapatos
femeninos impulsa una interesantísima campaña publicitaria. Sus
spots ensalzan la lucha de las mujeres por el derecho a comprar miles
de zapatos. La última campaña consiste en defender a la mujer
fashion-cerebro. “Mi inteligencia es talla XL”, comenta una
bellísima modelo en minifalda con una mirada provocadora que
envuelve a los transeúntes en las calles de San Salvador.
Angelito se da de puñetazos con sus compañeritos porque éstos
lo llamaron “Angelita”. La razón: llevó a la clase de educación
física una camiseta rosa y a veces juega con las niñas.
La última vez que la vio, el diputado había practicado boxeo
contra el cuerpo de su esposa. Algunas semanas después el bien
pagado abogado defensor acordó con el abogado de la mujer retirar
todos los cargos en contra del distinguido cliente. Meses después,
restituido en el cargo, el diputado cobró sus salarios rezagados
durante la querella. Esta noche participó en la plenaria, junto a
sus colegas.
Un día el cuerpo de Patricia fue encontrado hecho cenizas en un
barril entre los matorrales. Parece que había dejado a su antiguo
novio por un compañero del Instituto. Su padre reconoció sus restos
por algunos pedazos de ropa y porque alguien le había dejado una
nota por debajo de la puerta de su casa la noche anterior: “Búsquela
hecha polvo en un barril”.
Sandra espera que su criatura no sea mujer: “Está muy
peligroso”, explica.
La violencia contra la mujer es un invento de hoy. Todos los días
la vida pasa. Se sobrevive. Alcanza para la comida. Hay cable en
casa. Podemos comprar un Smartphone para navegar en Internet.
Todo está caro, es cierto; pero todo es posible. Lo más
preocupante quizá es la inseguridad y el desempleo. De ahí en más,
todo es pasable. No hay violencia hacia las mujeres. Las mujeres
sufren, es verdad; pero así ha sido siempre y nadie se ha muerto de
un piropo.
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