Álvaro Delgado
MÉXICO,
D.F. (apro).- A hora muy temprana de su sexenio, antes de los dos años
que se cumplen hoy, el priista Enrique Peña Nieto ha quedado manchado
por la corrupción.
No es que fuera impoluta su condición antes de llegar a su actual
cargo, sobre todo habiendo sido gobernador del estado donde rige la
máxima de que los corruptos son los honestos, sino porque se adelantó
el “Año de Hidalgo”, es decir, el saqueo de fin de gobierno que censura
al que “deje algo”.
La Casa Blanca de Las Lomas de Chapultepec ha ensuciado a Peña y su
elocuente silencio lo incrimina. El episodio exhibe la cloaca de los
multimillonarios negocios al amparo del poder. Sabiéndose descubierto,
su apuesta es la impunidad que da el olvido.
Peña ha quedado manchado también por Iguala, no porque él sea el
culpable de la muerte de seis personas y la desaparición de los 43
normalistas la noche aciaga de 26 de septiembre, sino porque está
acreditada su responsabilidad como presidente de la República y jefe
del Estado en las omisiones de ese mismo caso.
Muchos pensaron que el jueves 27, en Palacio Nacional, era su
oportunidad para asumirse, efectivamente, como jefe de Estado
auténtico, no sólo para el boato del poder. Era previsible: No podía
haber anunciado nada grande, porque ahí no hay grandeza.
La crisis de Estado no está en los policías municipales ni siquiera
en las leyes vigentes, sino en la cúspide del poder. Hasta mero arriba
habitan la corrupción, la impunidad, la incompetencia y la represión,
que marcan el primer tercio de la infecunda gestión de Peña.
Y como la ineptitud es también corrupción, Peña es un fiasco para
contener la violencia, la inseguridad, el desempleo, la carestía y la
pobreza. La economía, por ejemplo, creció el año pasado sólo 1.4%, muy
lejos del 3.5% prometido, y este año crecerá entre 2% y 2.6%, si acaso,
pero no el 3.8 ofrecido.
Para 2014, las expectativas tampoco son halagüeñas: Supuestamente el
país crecería 4.7 en 2015 con las “reformas estructurales” ya
aprobadas, como la privatización energética, pero no, porque la propia
Secretaría de Hacienda reconoce que si acaso el PIB subirá entre 3.2 y
4.2.
A nadie deben extrañar, entonces, que hoy, lunes 1, los diarios
Reforma y El Universal difundan encuestas sobre el repudio de los
mexicanos a la gestión de Peña: El primero registra una reprobación de
51 por una aprobación de 40, mientras que el segundo lo reprueba el 58%
y lo avala sólo 39%.
La encuesta de Reforma arroja cifras de mayor rechazo entre líderes:
El 79&% lo reprueba y sólo 21% lo avala, con un aprobación de 3.6,
cifras no vistas desde el primer año de Ernesto Zedillo, 1995, cuando
estaba en auge el colapso económico.
Ese es Peña. Ese es el PRI, el de siempre.
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado
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